Año de publicación: 2019
Valoración: Está bien
Como ya se ha comentado en innumerables ocasiones en este blog, unas expectativas muy altas pueden llegar a desmerecer la lectura de cualquier obra.
Quiltras, está avalada por el Premio del Ministerio de Cultura de Chile al Mejor Libro de cuentos del año 2016, así como por la trayectoria de su autora que, pese a su juventud, ha participado en numerosísimas iniciativas literarias y sociales. La publicación en su Chile natal lleva incontables ediciones y en nuestro país ya va por la segunda de la mano de la jovencísima Editorial Tránsito (que también se ha llevado buenas referencias en alguna otra entrada de este blog).
Mi caso con Quiltras ha sido entonces consecuencia tanto de esas numerosas y apabullantes expectativas como de la idea preconcebida sobre lo que iba a encontrar entre sus páginas.
Resumen resumido: ocho adolescentes/jóvenes mujeres chilenas de clase media baja relatan situaciones vividas que las han marcado de algún modo y les han hecho tomar conciencia del papel que se espera de ellas en un mundo clasista, machista y racista.
Consciente de que formo parte del —por lo visto— reducido grupo de lectores que no ha logrado conectar con el particular mundo de Arelis Uribe, trataré de indagar en los motivos. Mi entrada en Quiltras estuvo muy condicionada por el texto de su contraportada así como por un prólogo de Gabriela Wiener casi hipnótico:
«Antes de que este libro llegara a España, miles de jóvenes de los barrios populares chilenos se sintieron identificadas con esta emergente subjetividad, con las historias de extrarradio de chicas mestizas, precarias, urbanas, indígenas, bisexuales, de las que Arelis es su cronista extraoficial. Allí se vieron por primera vez, allí estaban sus deseos y tormentos, todo eso que no recogió la literatura intramuros del masculino universal (…). Tampoco la del realismo sucio urbano de chicos malditos, donde ellas eran las novias, perritas, culitos, las musas flacas y perversas de sus delirios bukowskianos.»
Y lo que me vino a la cabeza fue la marginalidad en la que viven mujeres y niñas sin hogar y/o que son explotadas de todas las maneras posibles. Sin embargo Quiltras no va de esa marginalidad, pero entonces, ¿por qué las dos únicas frases que pueden llegar sugerirlo de entre todo el texto de los ocho relatos, están estratégicamente citadas en la contraportada y en el prólogo? No sé si se trata de una simple estrategia de marketing o si forma parte de un juego mucho más sofisticado mediante el cual hacernos ver que hay muchos tipos de violencia e injusticia y que la peor es la que está tan arraigada en nuestra cotidianeidad que nos pasa desapercibida. A mí me confundió. También se me ocurre que un retrato de un sector tan específico de una sociedad con una cultura distinta a la nuestra no puede tener el mismo impacto (que no éxito) aquí que allí. «Quiltra» en Chile significa algo parecido a perra callejera y creo que aquí —o quizá solo a mí— cuesta identificar a unas perras callejeras con unas chicas que, de mejor o peor manera, tienen acceso a la universidad y a clases de pilates. Y creo que de ahí viene también parte de mi falta de empatía hacia los conflictos que se exponen y que no por ello son menores.
Si nos centramos propiamente en las cuestiones narrativas, son ocho relatos cortos en primera persona narrados por diferentes mujeres de manera que se conforma una visión caleidoscópica con el objetivo de conformar un todo, una visión amplia de lo que significa ser una joven mujer mestiza de clase media baja en un país como Chile. Pero también podrían ser diferentes experiencias que se superponen para ilustrar todo lo que podría caber en la vida de una sola mujer.
Se trata de relatos cortos escritos con gran habilidad, frases escuetas que destilan naturalidad y sentido que alternan con descripciones ágiles y precisas. La acción avanza sin respiro y envuelve al lector a lo largo de todo su desarrollo. Los relatos que más me han gustado, probablemente «Bestias» por la claridad en su tema y su conflicto y «El kiosco» por su fuerza evocadora.
Así que Está Bien porque aunque no he conectado con los conflictos de esas mujeres, esa voz y mirada crudas y a la vez delicadas sobre una realidad hasta ahora relegada, resulta ser un retrato de gran valor. También porque Arelis Uribe hace gala de una prosa muy ágil y juguetona que engancha con facilidad y crea atmósferas enormemente sólidas y sugerentes, repletas de detalles que enseguida ponen al lector en situación.
Necesitamos, sin duda, muchos más relatos así para ensanchar nuestras miras —masculinizadas, capitalizadas, occidentalizadas/caucásicas—, ejercitar la empatía y entender la diferencia como fuente de riqueza y no de temor. Solo así como sociedad podremos mirarnos al espejo sin morirnos del asco.
2 comentarios:
Literatura chilena interesante. Juan viejo. Gracias Beatriz por la reseña
Gracias a ti por comentar.
Un saludo.
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