domingo, 31 de marzo de 2019

Teju Cole: Cosas conocidas y extrañas


Idioma original: inglés
Título original: Known and Strange Things
Año de publicación: 2016
Traducción: Miguel Temprano
Valoración: bastante recomendable

En algún párrafo en el tramo final de Cosas conocidas y extrañas Teju Cole se define como novelista y entonces yo pienso que, habiendo leído las tres obras que se han traducido, no me viene a la memoria nada que me recuerde a lo que yo definiría como "ficción". En Cada día es del ladrón hablaba de sus andanzas de regreso a Nigeria, país de sus padres, y Ciudad abierta, cosas de la memoria selectiva, me parece un pretexto del escritor para interponer un trasunto de sí mismo y pasear por NY. Pero no retuve a sus personajes por encima de su condición de narrador, que esa sí se erigía y captaba la atención.
Quizás sean cosas del mundo literario de hoy en día: escritores que antes de los 40 ya son ubicuos por presencia en redes, en artículos de prensa, definitivamente alejados del estereotipo del creador encerrado en una burbuja, absorbiendo de tal manera el mundo que les rodea que les es imposible reservar ideas, frases, o párrafos para ponerlos al servicio de una gran obra (Gran Obra, perdón).
Sería entonces absurdo esperar otra cosa aquí. Que el libro tiene un escueto subtítulo: Ensayos. 

Y es lo que son: opiniones diversas estructuradas en tres partes más un breve epílogo. Tres partes que tienen marcadas diferencias. La primera centrada en artículos relacionados con el mundo literario, que pueden ser tanto extensas reseñas como artículos algo más derivativos donde el comentario acerca de un libro o un autor sirve de pretexto para otro tipo de apreciaciones. Curiosamente, al igual que Fernández Mallo, Cole muestra cierta reiteración en la figura de Sebald y, cosa que ya me hace plantearme seriamente una relectura, en concreto sobre Los anillos de Saturno. También hay bastantes comentarios sobre poesía y he de decir que, por lo general, Cole habla de los libros y los autores en una tonalidad cercana, confidente, alejada de academicismo y despojado de pedantería y tono dogmatizante. Hablar de Sebald, autor dado a incluir material gráfico en sus novelas, le sirve de pretexto para entroncar con la segunda parte del libro, una llamativa serie (completada con un oportuno encarte al que referirse) dedicada a otra de las obsesiones de Cole: la fotografía. Aquí al escritor parece sucederle el técnico entusiasta e incontinente y demuestra una capacidad realmente sorprendente escribiendo sobre fotógrafos, sobre fotografías, sobre la geometría implícita a la obra gráfica, incluso filosofando sobre la condición a la vez efímera y definitiva de la imagen. Un tramo del libro realmente divertido, con menciones a la nueva era de la fotografía; la de los móviles llenando internet de imágenes a destajo y la de artistas visuales que absorben y utilizan todo ese material hasta crear algo nuevo y excitante. No pocos trabajos y proyectos en sitios web, en páginas de Tumblr, en perfiles de Instagram, son comentados y la verdad es que sirve como referencia para interesantes consultas. Y la tercera parte del libro adquiere un tono más personal. Cole hace comentarios acerca de realidad política, centrándose de forma certera y recurrente en la cuestión del racismo en EEUU, plasmando una realidad alejada de polémica o victimismo. 

Cole lo hace bien: el registro usado es el de un escritor seguro de sí mismo pero a la vez escrupulosamente esquivo con lo frívolo o con lo arrogante. Funciona en este libro como el clásico cruce de estilos entre el ensayo y la crónica (muchas de estas crónicas bajo el pretexto de su afición por la fotografía, centro y eje de un libro que, en su fondo y en su esencia, es una potente denuncia (los pasajes en Nigeria son duros, crueles, impactantes) contra toda la realidad global que ha engendrado las fuertes desigualdades que aún hoy parecen pronunciarse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tuviera que leer uno de Cole cuál me recomendaría? Saludos!

Francesc Bon dijo...

Hola Anónimo (quizás, insistente Anónimo). Pues yo seguiría el orden de traducción de Acantilado y empezaría por Ciudad abierta, pero, con franqueza, cualquiera de los tres es una buena recomendación.