viernes, 8 de junio de 2018

Rosa Montero: La carne

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: Se deja leer

A veces basta una página, incluso un solo párrafo, para comprender que la historia que estás a punto de leer nunca va a conectar contigo. Y menos aún la forma de contarla. Si la óptica de Rosa Montero ya me parecía caduca hace unos años, mucho más a medida que avanza el tiempo, pues las mentalidades avanzan y ella continúa en el mismo sitio.
No obstante, esa anti heroína, tan frustrada y llena de complejos tenía un potencial interesante que, a mi juicio, se ha malogrado debido a dos factores. A saber, cierta inclinación a la fábula, a lo simétrico –por ejemplo, la doble pareja de gemelos que ¡oh casualidad! encuentran correspondencia en alguna de esas biografías sobre escritores ilustres que sirve de telón de fondo– que vuelve poco creíbles circunstancias fundamentales de la trama, y esa decidida tendencia a universalizar un prototipo que afortunadamente no abunda contribuyendo a difundir una visión sesgada y falsamente tópica de lo que son las mujeres actuales y en particular las que pertenecen al grupo de edad y nivel sociocultural que ella suele representar en sus obras.
En este caso, quizá hubiese bastado con crear oponentes de peso que dieran una réplica efectiva a la protagonista, a esa Soledad que está sola y que, para colmo, se apellida Alegre. (Por cierto, ¿no ha encontrado la autora algún recurso más facilón y ridículo para transmitir una idea, por otra parte tan obvia?). Porque Soledad no solo está sola en la vida, no solo se consume en sus atormentadas divagaciones, no solo se recrea en el engocentrismo más absoluto, no solo desprecia a todo el que le rodea, es que, además, como personaje, carece de un entorno meticulosamente diseñado para que el lector pueda hacerse cargo de cuál es la verdadera situación. Como, además de narradora, es la protagonista absoluta y no se interesa por nada que no sea ella misma, todo lo que le rodea aparece tan desdibujado que prácticamente no existe. Ignoramos, por tanto, si esa inquina que siente hacia sus compañeras, la confabulación de que es objeto etc. tienen algún fundamento o todo es producto de su imaginación.
Precisamente, si algo hay que aplaudir a la autora es la lograda psicología de un personaje tan patético que da verdadera pena, aunque llega a cargar tanto las tintas que casi se le va de las manos y a pesar –repito– de que la ausencia de contrapeso tiende a dar una visión muy pobre del grupo al que representa. Aunque esto no es verdad del todo: en la novela aparece una mujer que parece representar todo lo contrario: cosmopolitismo, desenvoltura, seguridad en sí misma, efectividad, ausencia de complejos. Pero se trata de una pequeña trampa, y de ahí que no sirva de mucho, pues la antagonista es la propia Rosa Montero, que hace un cameo en la novela, careciendo por tanto de cualquier peso argumental.
En realidad, lo que se nos cuenta es un tira y afloja entre dos personajes centrales: Soledad y su gigoló. Pero Adam tampoco tiene gran peso específico, se trata de un inmigrante más, sin demasiada consistencia como individuo: es ruso como podría ser de cualquier sitio, es electricista pero podría tener otro oficio, o ninguno. Lo que de verdad le hace consistente es –él sí– la réplica que da a Soledad, el constante tira y afloja que se produce entre ambos. Asistimos a elocuentes escenas en las que queda patente que el servilismo, la humillación y la ausencia de dignidad son también patrimonio femenino cuando es ella la que paga. Y para más inri es Soledad quien confunde los papeles, quien se hace ilusiones sobre su capacidad de atracción mientras el ruso lleva claramente las riendas. No pensaba Montero atribuir estos rasgos a ningún colectivo, su intención con respecto a Soledad –explícitamente señalada– era crear un personaje potente, incluso peligroso, pero lo que percibe el lector es algo muy distinto. Finalmente, atribuye a Adam tantas cualidades que incluso llega a idealizarlo. Sus vocablos, expresiones y hasta pensamientos tienen una profundidad y una corrección idiomática que son las de la propia Montero y no las de una persona extranjera sin ninguna instrucción especial. En general, los diálogos están forzados y son bastante irrelevantes. (Quien quiera un botón de muestra que se pase por la página 90).
Otra de las pegas que pongo a La carne es esa forma de narrar tan propia de la autora, que nos puede parecer distendida, desenfadada, pero en la que veo una estratagema para evitar complicaciones y ahorrárselas, de paso, al lector. Podemos verlo tanto en la prosa como en el orden de los episodios, o en la ligereza con que se abordan las escenas más difíciles y el excesivo pormenor de lo accesorio.
La coartada intelectual se encuentra en esas referencias cultas (María Lejárraga vs. Martínez Sierra, La muerte en Venecia, El ángel azul, entre otras) cuya excusa son esos Äutores Malditos que sustentarán la exposición de la que Soledad será comisaria, si el tiempo lo permite y las boicoteadoras no se salen con la suya.
Montero ha escrito un relato de previsible decrepitud humana, de parejas gemelares, de locura, de prostitución asumida a medias, de violencia soterrada y explícita, de incomunicación, de traumas personales, de abandono por parte de los progenitores. De dolor. Puede que el eje central de la novela lo constituya el tópico literario tempus fugit; en cualquier caso, las ideas en que se basa el texto tienen un gran peso específico pero hubieran merecido un desarrollo más elaborado y una actitud mucho menos moralista.


Todas nuestras reseñas de Rosa Montero: Aquí

10 comentarios:

Lupita dijo...

Hola, Montuenga:
No sé qué decir a tu reseña. Por un lado, yo, que intento separar al escritor del personaje público, tengo una gran admiración por Rosa, como escritora y como persona, he leído todo lo que ha escrito y sigo lo que hace con fervor. Y por otro lado, comparto algunas de las cosas que dices, ya que esta me parece una de sus novelas más flojas. El personaje de Adam no es muy consistente, la moralina que subyace toda la obra, alguna trama no muy bien desarrollada, en todo esto de acuerdo.
Pero hay algo que leo en tu reseña que o no he entendido o no he leído bien. ¿ Rosa Montero introduce citas "cultas" para dar un cierto empaque intelectual a lo que escribe?
Si es así, creo que no es una persona que se sitúe en una posición elitista dentro del mundo literario, ni que vaya de lo que no es. Su forma de escribir es vivaz, muy periodística a veces, y es accesible para una gran mayoría.

Un libro más mediocre, pero siguiendo en su línea de atreverse con todos los géneros y reírse bastante de sí misma.
Un buen análisis del libro y muy bien escrita tu reseña.
Felices lecturas

Ana Blasfuemia dijo...

Tengo el libro por ahí, que compré con cierto recelo, porque me paso la vida dando oportunidades a Rosa Montero que nunca acaban de cuajar. Y creo que las razones por las que me sucede esto con ella las acabas tú de desgranar a la perfección.

Un abrazo

Anónimo dijo...

A mi criterio, el peor libro de Rosa Montero. Y le he dado todas las oportunidades!!

Alina

Montuenga dijo...

Hola Lupita,

He visto a Rosa Montero en directo en presentaciones de libros y conferencias, también en entrevistas televisadas, claro. Y personalmente es acogedora y cercana, facilita muchísimo la labor a los que la rodean etc. Pero como escritora nunca me ha acabado de convencer. He leído, con esta, cuatro novelas suyas y un ensayo, quizá me haya perdido algo, pero esa tendencia a facilitarse las cosas creo que es común a todas sus obras. A mí eso, en lugar de parecerme una virtud, me parece un defecto. Se puede ser sencillo y riguroso, y esto último le falta, creo yo, tanto en las tramas como en la prosa.

Las citas cultas son, en mi opinión, una forma de elevar el nivel intelectual de la novela. Unas citas que ha extraído de trabajos anteriores porque forman parte de artículos sobre temas concretos, como ella misma reconoce en el texto por boca de su personaje.

Eso de la difícil facilidad no es sencillo de explicar y tampoco vendría a cuento ahora. Pero, casualmente, leí tu comentario casi a la vez que un estupendo y divertido artículo de Juan José Millás en el Babelia de este fin de semana. En él hace -de forma muy amena- una declaración de principios de lo que es la auténtica literatura. Nada que añadir a lo que dice:
https://elpais.com/cultura/2018/06/07/babelia/1528394046_156513.html

Saludos cordiales y gracias por los elogios.

Montuenga dijo...

Hola Ana, me alegra verte por aquí y me encanta que estemos tan de acuerdo.

Un abrazo, guapa.

Montuenga dijo...

Pues sí, Anónimo, creo que yo también le he dado oportunidades de sobra. Aunque nunca se sabe, a veces me puede la intriga y vuelvo a repetir con ella aunque me haya prometido no hacerlo.

Gabriel Diz dijo...

Hola Montuenga, gracias por compartir la nota de Millás. Es realmente genial. No voy a escribir sobre Rosa Montero porque no la he leído.

Saludos

Montuenga dijo...

Me alegra mucho haber acertado poniendo la cita, Gabriel. Un placer que nos leas. Saludos.

Lupita dijo...

Hola de nuevo:
Creo que se me ha entendido mal. Rosa Montero es una escritora correcta y más o menos amena según los gustos. Pero no creo que haga alta literatura, ni mucho menos. He querido expresar que, al leer tu reseña, me he dado cuenta de que todos tenemos nuestros defectos, y yo, en este caso, me dejo cegar un poco por el cariño que le tengo a ella. Como tú la he visto en persona y la he conocido.
Siempre he creído saber separar al escritor y la persona. Pues no tanto, según parece.
El texto de Millás es muy bueno, pero hay que reconocer también que algunos de sus libros de los 80 son bastante raritos. No siempre tenemos ganas de rompernos la cabeza, y los que leen para pasar el rato sin más también tienen sus libros.
Si eso es o no literatura es otro tema..
Saludod

Montuenga dijo...

Hola una vez más. Te explicas de maravilla, Lupita, pero ten en cuenta que cuando hablo contigo estoy pensando en qué me entienda todo el que se pase por aquí, regular u ocasionalmente. Por eso puede darte la impresión de que explico más de lo necesario.

A Millás le conozco mucho menos como novelista que a Rosa Montero. He leído muchos artículos suyos pero sólo una novela, creo que la primera que escribió. Por ninguna razón especial, sólo porque el panorama es inabarcable. No sería capaz de opinar sobre su obra y menos compararle. El artículo me pareció oportuno en sí mismo porque pensé que apuntalaba mi opinión sobre la literatura. Mi opinión siempre tiene en cuenta lo que me parece literario y lo que no. Y la idea es que Montero podía escribir novelas más sólidas, pero le llevaría mucho más tiempo y vendería muchísimo menos. Problema doble. Hay muchos autores que hacen lo mismo, se trata de una forma de actuar muy extendida y, personalmente, me parece una pérdida de talento.