lunes, 17 de abril de 2017

George Sand: Un invierno en Mallorca

Idioma original: francés
Título original: Un hiver à Majorique
Traductor: Pedro Estelrich
Año de publicación: 1842
Valoración: recomendable (salvo si eres mallorquín)

Siguiendo con las obras de narrativa de viajes a las que me he dedicado últimamente, hoy le toca el turno a este Invierno en Mallorca de George Sand, alias de Amandine Aurore Lucile Dupin, una de las escritoras más relevantes e influyentes del panorama literario y artístico del siglo XIX francés, y una personalidad al menos tan interesante como sus obras. Autora de una amplia producción narrativa, así como de una influyente crítica literaria, George Sand narra en esta obra el invierno que pasó en la isla balear junto con Chopin, compañero en aquel momento de la escritora, y sus dos hijos.

Y la verdad es que se quedó a gusto: a George Sand la isla le pareció inhóspita, poco civilizada, mal servida de productos básicos de comida, sucia, mísera; y sus habitantes, seres atrasados, tacaños, bruscos, cerrados, supersticiosos. Llega a decir, literalmente, que son poco más que animales en cuerpos humanos, y critica tanto sus olores como sus costumbres, su falta de higiene tanto como su falta de prodigalidad. A su llegada a la isla no tienen dónde alojarse; nadie quiere alquilarles o prestarles muebles; y cuando se enteran de que uno de sus hijos (en realidad, Chopin) puede tener tisis, los expulsan y los aislan, de forma que tienen que alojarse en una cartuja abandonada. Y aun allí, la única preocupación de los "indígenas" parece ser extraerles todo el dinero posible. Solo algunos paisajes y algunos monumentos (la mayoría, en ruinas) se salvan de la crítica implacable de la autora, que también tiene palabras elogiosas para el ministro Mendizábal, promotor de la desamortización.

(Por supuesto, esta no era una actitud única ni extraordinaria en los viajeros románticos que venían a España o a Portugal; los viajeros británicos, por ejemplo, eran conocidos por su capacidad para no mezclarse con los habitantes nativos, no aprender su lengua y despreciarlos como seres atrasados y salvajes. Hay cosas que cambian poco con el paso del tiempo...)

Con todo, pesar de esta dureza en el juicio de sus huéspedes, Un invierno en Mallorca se lee con cierta simpatía, en gran parte debido al sentido del humor algo cruel de George Sand. Sus comparaciones, descripciones irónicas o estampas ridículas (como cuando los lugareños descubren una oca y piensan que es un animal extrañísimo) entretienen y divierten al lector. Por otra parte, como pasa con muchas otras obras de narrativa de viajes de esta época, Un invierno en Mallorca tiene algo de collage que salta alegremente la línea que separa la ficción de la no ficción: la narración concreta y (suponemos) más o menos verídica de las condiciones del viaje de la familia, se alterna con la inclusión de fábulas, digresiones históricas, descripciones de monumentos y paisajes, e incluso con la citación explícita de documentos anteriores en los que se basó la autora. Así, a medida que leemos nos encontramos con un texto complejo y variado que va mucho más allá de ser un simple "diario de viaje" o una descripción geográfico-etnográfica de la isla.

Como decía al inicio, es normal que a los mallorquines, y a los baleares en general, no les sentara muy bien esta obra; por mucho que la Mallorca actual ya no sea la misma que la del siglo XIX, a nadie le gusta que desprecien a nuestra patria chica. De ahí que el menorquín Mario Verdaguer publicase en 1959 una novela titulada Un verano en Mallorca, que es una respuesta satírica a la obra de George Sand. Habrá que leerla, a ver qué tipo de venganza se toma con la escritora francesa...


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