Idioma original: inglés
Título original: Violence
Traductor: Antonio José Antón Fernández
Año de publicación: 2008
Valoración: interesante
Nota: Esta reseña estaba programada para el día de hoy antes de los atentados de ayer en París; hechos como estos hacen que reflexiones sobre la violencia como estas sean trágicamente necesarias.
En ULAD hemos reseñado ya varias obras de Zizek, el enfant terrible de la filosofía contemporánea, y las críticas han utilizado más o menos términos semejantes: provocador, ameno, denso, extravagante... Sus obras tienen la virtud de ser al mismo tiempo entretenidas y profundas, mezclando las citas de Marx o Lacan con chistes sobre Lenin y con el análisis de obras de la "cultura de masas" como El bosque de Shymalan, o con extravagancias como el "Masturbaraton" celebrado en Londres en 2006.
En este caso, esta peculiar técnica de pensamiento filosófico se aplica al tema de la violencia, de una forma oblicua, como dice el subtítulo, y como aclara el prólogo: pensar en actos concretos de violencia, dice Zizek (y se puede estar de acuerdo con él, o no), nos nubla la capacidad de raciocinio, porque nuestros instintos humanos nos llevan a apiadarnos de la víctima de la violencia y a sentir repugnancia por el agresor. El objetivo, por lo tanto, es reflexionar sobre la violencia desde una cierta distancia crítica, y en un nivel abstracto (aunque luego esta visión abstracta se aplique, efectivamente, a tres ejemplos recientes: los disturbios de los suburbios de París en 2005; los ataques terroristas del siglo XXI, y los incidentes que se produjeron después del paso del Katrina por Nueva Orleans.
Zizek parte de una distinción entre "violencia subjetiva" (lo que normalmente calificamos como "violencia" a secas: una agresión, una violación, un atentado, una guerra), y la "violencia sistémica", que es más difícil de percibir, pero que se manifiesta en la forma en la que millones de seres humanos sufren la miseria y mueren a causa de ella, sin que por ello nos rebelemos como nos rebelamos ante un atentado terrorista que produce muchas menos víctimas. Tenemos, dice Zizek, una ceguera selectiva que nos impide ver esta violencia sistémica, y que hace que no comprendamos determinados casos de "violencia subjetiva".
Pero hay aún un nivel superior de abstracción en el texto de Zizek: en el capítulo segundo (el más denso del libro) afirma, siguiendo a Lacan, pero también a Heidegger, que el lenguaje mismo incluye siempre una violencia contra la realidad, y si se aplica a los seres humanos, una violencia contra el prójimo. En el acto de nombrar, reducimos, simplificamos, cosificamos al otro. En el epílogo al libro, Zizek intenta dar una visión más favorable del problema, al afirmar que el lenguaje es al mismo tiempo una violencia contra el prójimo, y al mismo tiempo la forma de superar esa violencia, aunque ese elemento queda más eclipsado en el cuerpo del texto.
Desde luego, las propuestas de Zizek son provocadoras, y la distinción entre "violencia subjetiva" y "violencia sistémica" es extremamente útil para comprender muchos conflictos geopolíticos presentes y pasados; ahora bien, también me plantea algunos problemas. En primer lugar, al elevar el nivel de abstracción y decir, más o menos, que todo es violencia, o que hay violencia en todo, parece producirse una nivelación de todos los tipos y casos de violencia: tan terrible parece ser usar el lenguaje como poner una bomba. Esta visión puede ser ciertamente paralizante, porque impide reaccionar contra casos concretos de violencia (o si se quiere, "violencia subjetiva"), ya que siempre pueden ser resultado de una "violencia sistémica" anterior.
Y esa es, de hecho, la provocadora y algo paradójica conclusión a la que llega Zizek: que lo que tenemos que hacer ante la violencia es no actuar. En el mundo global todo el mundo parece tener la ansiedad de actuar constantemente, aunque sea de un modo tan fútil como un post en facebook o una firma en change.org. Según Zizek, frente a esta ansiedad de la sobreactuación, lo que hay que hacer es, como Lenin decía, "aprender, aprender y aprender". Y es casi imposible no estar de acuerdo con él en lo que dice respecto a un exceso de acción que evita cualquier reflexión previa, pero hay violencias ante las cuales es imposible permanecer impasible...
Otras obras de Zizek en ULAD: Arte, ideologia y capitalismo, En defensa de la intolerancia, El frágil absoluto, Problemas en el paraíso
3 comentarios:
El terrorismo islamista es una manifestación de odio hacia el que no comparte las creencias ni los valores derivados de un libro sagrado que es a su vez un código de conducta absoluto e innegociable. El odio al infiel es por extensión, en este caso, el odio a la libertad, a la democracia y a la forma de vida de Occidente. La manera de manifestar ese odio es: matar de forma indiscriminada con la mayor crueldad posible, causando daño irracional, gratuito e impermeable a la razón. Suponiendo que algún tipo de terrorismo fuera admisible desde algún punto de vista especulativo, ello supondría una justificación a cualquier agresión por grave que fuera contra la humanidad, justificación a cualquier ideología criminal, a cualquier forma de dominación por la fuerza, pero también supondría rebajar al ser humano a su nivel mas bajo. Hay que ser muy claro a la hora de condenar ciertas cosas, porque el ben y el mal existen, mal que nos pese.
¿Y al terrorismo y violencia de Estado nadie lo condena? ¿Ni Zizek, ni el autor de la reseña, ni el del comentario?
Qué curioso, cuando se tiene (los Estados) el monopolio de la violencia, entonces lo que hace la policía, ejército y demás "fuerzas estatales", antidisturbios incluídos, eso ya no es violencia. O, si lo es, no es condenable.
Vaya, vaya...
Querido Anónimo, o yo no me he explicado bien, o tú no has entendido bien lo que quería decir. Precisamente, lo que Zizek hace con su diferencia entre "violencia subjetiva" y "violencia sistémica" es llamar la atención sobre esas otras violencias que no vemos, que incluyen las violencias del estado, las "guerras justas" y otro tipo de violencias aún más sutiles, como el expolio de recursos materiales o la explotación de los países menos desarrollados.
En todo caso, me molesta un poco esa falacia de "si condenas X entonces tienes que condenar Y". Pues igual lo hago en otros sitios, pero igual hoy no es el día para hacerlo, o igual hoy me he propuesto hablar de X y no de Y.
Un saludo.
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