lunes, 19 de agosto de 2024

Mònica Batet: Una història és una pedra llançada al riu

Idioma original: catalán
Título original: Una història és una pedra llançada al riu
Traducción: sin traducción al castellano de momento
Año de publicación: 2023
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Hay ciertos libros que, por un motivo u otro, quedan en la pila de pendientes durante bastante tiempo, ya sea en casa o en esa lista que todos tenemos de lecturas que algún día deberíamos leer. Y este es el caso de la novela que nos ocupa, pues consta en mi particular lista tras los múltiples elogios recibidos en distintos foros, pero por algún motivo que se me escapa no había encontrado el momento de leerlo hasta estas vacaciones. Y la verdad es que su lectura ha valido la pena.

La historia empieza de manera muy cautivadora con una breve fábula que abre el libro exponiendo lo que vendrá a continuación en cuanto a intencionalidad narrativa y estilo: así, ya en el primer capítulo la autora nos presenta al Futuro Folclorista, un joven nacido en una familia poblada de bailarines pero que, a diferencia de ellos, su gran pasión son los libros y las historias, los cuentos. Así, mientras en su familia tratan de hacerle ver que debe dedicarse al balé como todos ellos, él va cada domingo por la mañana al Mercado de Libros Leídos a comprar antiguos libros de cuentos de una editorial ya extinguida. Y, por las tardes, se adentra de lleno en esas historias, porque «esas eran las tardes del a futuro Folclorista. Unas tardes llenas de felicidad plena y de noches de dormir de una sola tirada» ante la inquietud de su padre que se pregunta cómo pueden interesarle esos libros y qué será de su hijo si no empieza a bailar porque «en la ciudad donde vivía el Futuro Folclorista no solo había diez salas de baile, también había un nombre incontable de escuelas donde jóvenes, y no tan jóvenes, iban a hacer clases». Finalmente, a raíz de un comentario que oye en boca de una joven diciendo que los chicos que no saben bailar no encontrarán novia, decide apuntarse a una escuela donde conocerá al Futuro Revolucionario, un joven con quien comparte su amor por los libros y las historias. A partir de ahí, su relación crece y se dedican a investigar los cuentos populares, sus similitudes y versiones, sus enfoques y características, la narración y su oralidad.

Así, la autora sitúa la historia de la narración en un tiempo y un país indeterminado, aunque en la mente del lector lo podría ubicar en un país centroeuropeo, de mentalidad cerrada, de tradiciones férreas y costumbres anquilosadas, donde rige la censura y la música está restringida a los hombres, porque «no es correcto que una mujer hable del amor que siente por un hombre y menos aún hacia otra mujer. Esto último es inaceptable. Si una mujer cantara, aunque fuera en un local muy pequeño, tanto los músicos como ella tendrían problemas». A través de unos pocos personajes interrelacionados, con alguna elipsis temporal que nos ubica y reubica en los tiempos narrados en los que la guerra, la dictadura o el totalitarismo ocupan y centran el día a día de sus habitantes, la historia se deslocaliza en tiempo y espacio, a través de esos personajes sin nombre y del que no conocemos su procedencia, lo cual amplía el espectro mental en el que el lector sitúa la historia y el contexto, un contexto en el que las libertades son restringidas, en las que los cuentos y las canciones de letras metafóricas son las únicas vías de escape, de protesta y de resistencia ante un estado totalitario. Unas canciones cantadas en la clandestinidad que, a diferencia de las canciones de la música popular, en este caso «tanto en las canciones de las mujeres de su país como en las de aquellos hombres vestidos de negro se entreveía la eternidad». 

Fácilmente uno se percata de que el estilo de la autora es sólido, firme, con un propósito claro que es el de adentrar al lector en esas mismas historias y lo consigue desde el primer momento con un acercamiento a sus personajes tal que en pocas páginas ya estás metido de lleno en la historia. Se nota en Batet un oficio logrado a base de sus estudios académicos, pero también una trayectoria de libros publicados que empieza a coger cierto volumen y, especialmente, en su predilección por la literatura centroeuropea de la que se contagia en su pulso narrativo en la que se constata una prosa muy precisa y ligada al texto que narra. Así, como la propia autora reconoce, su bagaje cultural pasa por la literatura centroeuropea y se nota por la solidez y la concisión en su estilo. Un lenguaje sin excesivos adornos a la vez que firme, en un estilo que recuerda en parte a Saša Stanišić y sus «Orígenes» (publicado también por Angle Editorial y libro del que nunca me cansaré de recomendar) pero también a Zweig o mi siempre admirada Agota Kristof.

Mònica Batet, ha escrito un libro en el que destaca no únicamente un estilo firme y sin altibajos, sino también una historia en la que la importancia de la misma no radica únicamente en sus personajes sino en lo que estos pretenden, la intencionalidad subyacente en su interés por las narraciones orales y por los cuentos. De manera similar a cómo Joan-Lluís Lluís defendía la narración oral en «Junil a les terres dels bàrbars», Batet hace lo propio y lo expande también a las canciones populares destacando la importancia de la transmisión oral de las historias en la cultura de una sociedad recordando a la vez los tiempos en los que las canciones eran utilizadas como instrumentos de protesta, donde la letra ocultaba mensajes de denuncia y esperanza, de lucha y subversión.

Afirma la autora, en boca de uno de sus personajes, que «fuimos nosotros. La victoria empezó con nosotros. Solo hay que mirar la historia, siempre hay un momento en el que el pueblo deja de obedecer». En tiempos en que la extrema derecha y los totalitarismos asoman tras cada contienda electoral, conviene no olvidar que, en el fondo, solo el pueblo salva el pueblo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó el libro. Gracias por la reseña, espero que anime a más gente a leerlo porque vale la pena.