viernes, 20 de septiembre de 2019

Malditas cubiertas: "El diablo en la botella", de Robert Louis Stevenson

El diablo en la botella, ya saben, ese relato cortito de Stevenson que contaba las peripecias de un frasco que contenía un diablo, o más bien un geniecillo, que como no podía ser de otra manera concedía deseos, sí, pero bajo condiciones muy estrictas y bastante peligrosas para su poseedor. Como cuento bastante popular, más bien ligero y con un siglo largo de antigüedad, ha sido objeto de multitud de ediciones, y naturalmente (y aquí llega nuestro objeto de deseo, de regocijo, curiosidad, o lo que sea) ha reunido una pléyade de cubiertas de todo pelaje e intención, y de muy diversos grados de creatividad.

Con semejante título, los elementos a representar ese reducen prácticamente a dos, obviamente el diablo y la botella, dando mayor o menos protagonismo a uno u otro o decantándose por alguno de ellos en exclusiva. Como mi viejo ejemplar del libro ni siquiera tenía cubierta elegí la más aséptica y al mismo tiempo relativamente vistosa: este jarro de aspecto inocente de aquí al lado.

La botella, ella solita, protagoniza aproximadamente una cuarta parte de las cubiertas.  Casi todas las botellas presentan el aspecto diríamos de matraz entre esférico y aforado, más o menos estilizado, y componen imágenes en general elegantes y con un punto de misterio implícito, como estas:


Y en alguna ocasión combinan con la evocadora imagen de un velero que acentúa la impresión de aventura, o con paisajes marinos quizá algo discutibles, pero que al menos certifican que el autor del dibujo realmente se ha leído el libro (lo cual apostaría algo a que no se da en todos los casos):



Aunque hay también quien lleva el minimalismo y la literalidad hasta perpetrar una botella como esta, que se diría de eso que se llamaba 'vino de mesa', o sea, un tintorro infame de a 1,5 €, antes de que derivaran en el tetrabrik.


Y otros fuerzan la creatividad hasta el extremo, para ofrecernos la imagen bicolor de aquí al lado, que viene a ser una deconstrucción, no sabemos si de la botella o del diablo, o de la fusión de ambos.


A veces la botella se acompaña de otras imágenes (afortunadamente, porque si no, no habría mucho más de qué hablar) y, en otro rasgo que acredita la voluntad de integrar algo más del contenido del libro, junto a ella aparece algún personaje marcado por su relación con el vidrio tentador. En esta pequeña subserie de botella+personaje encontramos, por este orden,  
(1) un bastante convincente Keawe –ya saben, el chico hawaiano que carga mayoritariamente con el frasco-, como un tanto acojonado espantado ante lo que se le viene encima, en pose que recuerda a los viejos tebeos de vaqueros

(2) se supone que el mismo caballero, en pose meditabunda, en plan ¿y si le doy una patada y si la tiro sin más al mar?

(3) Otro muchacho morenito que ve desde demasiado cerca cómo erupciona el contenido, algo que los ilustradores se empeñan en presentar, pero que en el cuento no ocurre en absoluto. 

                          Y por fin (4), seguramente el mismo personaje, que bajo un grafismo ligeramente expresionista muestra su desesperación (joder, aunque haya conseguido mi casoplón, este bicho me va a buscar la ruina). Obsérvese que el inquilino de la botella tiene hasta un tridente.


Y bueno, claro, cómo olvidar a este joven de actitud punki y camiseta modelo Tequila que decora una de las varias ediciones juveniles. Es difícil saber si expresa el horror ante las exigencias del pequeño demonio, o es que acaba de meterle un trago al contenido del recipiente.


Porque no perdamos de vista que dentro de la botella hay, obviamente, un diablo. Aunque del texto se desprende que es más bien una especie de genio, dañino pero en el fondo algo justiciero, casi todos los editores y diseñadores se empeñan en mostrarlo como una miniatura embotellada del mismo Lucifer. Solo estas dos cubiertas lo muestran como diablillo juguetón y cabroncete que, o bien luce su mirada aviesa desde el interior, o incluso amaga burlonamente con escapar, tras conseguir deshacerse del corcho:



Pero no es la actitud mayoritaria. Casi todas las cubiertas que se centran en el diablo lo dibujan como algo aterrador sin paliativos. Puede ser como presencia casi abstracta, pero claramente mortífera.


Y repetidamente, como invertebrado repugnante, ofidio venenoso u otras variantes de animales flexibles, retráctiles, tentaculares...

O como representación del mal en vertientes culturales muy diferentes:

  • (1) Aspecto apocalíptico que recuerda a alguna divinidad hinduista
  • (2) Escultura sobre piedra de raigambre claramente europea
  • (3) Modelo Bestia, sujetando su propio habitáculo (que lleva a pensar qué ocurrirá si se introduce por entero)
  • (4) Máscara ritual, no tengo claro si africana o de alguna civilización precolombina, que hubiera hecho las delicias de Picasso, que ya saben que se moría por este tipo de objetos.
Pero oiga, hablando de Picasso ¿sabe alguien qué puede significar en la cubierta de este libro un primer plano de lo que creo que es una de las señoritas de Avignon? ¿Tanto le horroriza al diseñador el cubismo como para identificarlo con este ser maligno?

Impresiona también este Satanás musculado, villano de comic que ha resuelto pasar de la botella, a la que ha hecho añicos, y extender su poder letal directamente sobre el mundo, sin engañiflas de aprendiz. 

No todo son monstruos. Este pobre pequeñín, aunque nos mire con malas pulgas, está ahí, acurrucado y sin salida como el lagarto en la botella de sake. Casi dan ganas de liberarlo, si no fuera porque recuerda un poco al homúnculo del Fausto. Por cierto ¿tenemos claro si el taimado personaje flota en un líquido, o bien permanece suelto en el vidrio, como el siguiente de la lista?

Sí, justamente este otro, que más parece un ratoncito, observado con más pena que espanto por sus poseedores, y representado desde un punto de vista subjetivo bien original (bueno, también da la impresión de que pudiera escapar si se lo propone, así que ojo)

Y ya que hablamos de ojos, vean a la criatura de al lado, todavía más cuitada, reducida a un ojo de Sauron de escaso poder intimidatorio dentro de un frasco que se antoja francamente inestable.

La más lograda combinación de botella y demonio es a mi juicio la de aquí abajo, con puntito ígneo y fantasmagórico contrastando con lo que parece una bonita licorera. Vamos, que podría ser un buen anuncio de algún brebaje duro, como 'La muerte negra' o alguna variedad de absenta de 70º.
Y hay luego algunas interpretaciones realmente bizarras del relato del sufrido Stevenson. La entrañable colección Alianza 100 veía al diablillo nada menos que como algo parecido a ¡un caballito de mar!

Esta otra edición (izquierda) arriesga hasta más allá de los límites: prescinde de diablo y botella y presenta a una feliz pareja de aspecto caribeño, enmarcada con colorido reggae.

Y bueno, a esta última cubierta, por lo demás equilibrada y estéticamente muy correcta, le vemos más bien poquita relación con el cuento, al margen de la mansión. Pero si es usted seguidor habitual de ULAD y más concretamente de esta sección, seguramente recordará unas cuantas de la misma familia gráfica. Y si tiene dudas, eche un vistazo a la etiqueta cubiertas que aparece aquí abajo ¿Quién tendrá el copyright de la imagen nocturna inscrita en marco vegetal?

9 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Hola, compañero:
Ante todo, gran recopilación de cubiertas bizarras! Ahora permíteme que te haga la pregunta pedante del día:
Stevenson firmó varios de sus libros e historias junto con su mujer, Fanny Van Der Grft (o Fanny Ousborne Van Der Grift Stevenson) y yo pensaba que ésta era una de ellas, así que me ha chocado no encontrarlo reflejado en ninguna a de las ediciones que adjuntas...¿puede ser que yo, de forma para nada extrordinaria, por otra parte, me haya equivocado?

Beatriz Garza dijo...

Qué maravilla de entrada.
Me encanta ver cómo la serie de las cubiertas se adapta a los diferentes intereses y ópticas de cada colaborador.
Felicidades!

(Me quedo con la de Hellboy :D)

lupita dijo...

Hola, Carlos:

Enhorabuena por la reseña, qué bien nos lo hacéis pasar. Yo me quedo con la del demonio que parece que se va a escapar, sobre todo porque parece que se va a tirar por un tobogán de un parque acuático.

Saludos

beatrizrodriguezsoto dijo...

Muy divertidos tus comentarios a las reseñas de este delicioso cuento. A mi me gustan todas las cubiertas pero la que más me gusta es la cuarta, según el órden de lectura, porque me agradan sus colores y porque tiene aspecto de muy antigua, opaca e impenetrable.
Saludos

Carlos Andia dijo...

Hasta se podría montar un concurso adicional partiendo de las distintas percepciones de nuestras comentaristas: el puntito juguetón de Lupita, y el gusto por la belleza clásica de Beatriz (rodríguezsoto). Yo me inclinaría más por esta última, aunque sigo diciendo que me gusta la de la licorera.

Beatriz, abriste la caja de Pandora y mira la de monstruitos editoriales que van saliendo...

Juan, ya me has puesto en un aprieto, yo que pretendía hacer una cosita ligera, un simple pasatiempo (es el inconveniente de tener compañeros eruditos). No tenía la menor idea de lo que dices sobre la mujer de Stevenson y me has obligado a indagar un poco. Poquito, la verdad, pero no he encontrado ni rastro de doña Fanny en esta historia. A ver si alguien aporta algo sobre el tema.

Gracias a todos por participar.

eduideas dijo...

Muy interesante la entrada sobre cubiertas, podéis añadirlas a las recomendaciones literarias, hay mucha gente que escoge un libro por la portada todavía

Carlos Andia dijo...

Pues me cuesta pensar cómo se podría elegir este libro por alguna de las cubiertas que se ven aquí, la verdad. En su mayor parte apuntan a algún tipo de relato juvenil y, aunque tiene algunos elementos que no cuadran mal con ese tipo de narrativa, no termino de verlo del todo en ese campo. Por lo demás, analizar qué mueve a alguien a elegir en función de la cubierta también sería un buen ejercicio de psicología lectora.

Un saludo, eduideas.

El Puma dijo...

Gran entrada, Carlos! Didáctica y divertida.
En cuanto a las portadas en sí, todas tienen su atractivo. Pero yo selecciono, por su aparente desconexión con la obra, al fragmento de Las señoritas de Avignon. Una maravilla!

Carlos Andia dijo...

La 'señorita' convertida en demonio? genio? Pues igual tiene una lectura más profunda, vete a saber!

Gracias por estar siempre ahí, Puma.