Título original: Politically correct bedtime stories
Año de publicación: 1995
Valoración: está bien
Puede que, a primera instancia, este libro nos parezca una mera broma o una especie de parodia. Puede que esa sea parcialmente la intención del autor. No obstante, bienvenidos los libros que nos hacen pensar y este brevísimo (apenas una horita de lectura cómoda y relajada, ayudada por el estar siempre situados en territorio que nos es familiar) y entretenido experimento disfruta de esa cada vez más extraña cualidad.
Nos hace pensar acerca de la hipocresía social aún arraigada en nuestro entorno. Nos hace pensar en las increíbles e intragables cursilerías con que castigamos a nuestros hijos. Ah. Y qué decir de esas dobles interpretaciones que subyacen, una tras otra, tras esos inocentes historias. Señores, que hasta Blancanieves y los siete enanitos ha tenido ya (y no antes de ayer) su versión en cine X. Así que lo que hace James Finn Garner tiene su gracia.
Tómese cuentos que tildan a las princesitas de seres inferiores sólo preocupados por su aspecto físico, o cuentos que menosprecian la capacidad física de seres de avanzada edad. Algunos, en sus versiones originales, tan intrínsecamente crueles y bárbaros. Despójense de todas esas cuestiones que ahora tanto nos obsesionan, y tan impropias encontramos, y trúfense de eufemismos de esos que entusiasman a la prensa ávida de encontrar nichos de mercado, de ésos que acaban resultando tan socorridos y veamos si todo ese contenido, adaptado a la realidad, no nos resulta grotesco. Lo es: tan grotesco en su intento de no ofender como triste que en sus tiempos se tomaran con toda normalidad y fuesen ejemplificadores. Ay, señores, los tiempos nos los han cambiado, sí, y en ciertos aspectos, mal que pese a los fans del apocalipsis, para mejorar. Aunque he de decir que, pasados algunos cuentos, la cosa empieza a cansar un poquito. Una vez ya hemos visto que el juego consiste casi en un buscar/reemplazar y que algunas imágenes nos han resultado acertadas (los lobos convertidos en especuladores inmobiliarios, las inocentes doncellas convertidas en iconos de la militancia igualitaria) entonces echamos de menos lo que represente algo más que tomar una idea del pasado y satirizarla. Para pasar el rato sin otra pretensión.
2 comentarios:
Leí el libro hace tiempo y recuerdo que tuve la misma impresión: que tenía su gracia por un rato pero al final acababa cansando.
Además, creo que en el momento de su publicación esta parodia de lo "políticamente correcto" tenía más sentido que hoy en día. Lo digo porque yo cada vez tengo más la impresión de que en nuestra sociedad, una cosa es lo "políticamente correcto", es decir , el discurso público convencional, y otra lo "socialmente correcto", lo que está bien visto opinar o decir en un ámbito privado, y en el que el problema ya no es si es correcto o no llamar "negros" , "personas de color" o "subsaharianos" a los negros, sino atreverte a expresar la opinión de que no está del todo bien ahogarles en el mar a pelotazos o que, por muy ilegal o indocumentada que sea su situación, a lo mejor habría que darles una cobertura sanitaria mínima. Si se te ocurre decir algo así en una charla de bar, junto a la máquina de café del curro o en una sobremesa con tus cuñados, por ejemplo, te acusarán de ser "políticamente correcto"y, por tanto, hipócrita y cobarde.
Y perdón por el "speech"...
Perdón? Gracias por tu habilidad para entroncar esta tibia reseña con un tema de máxima actualidad, aunque dudo que algún político se pase por aquí.
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