Año de publicación: 1983
Título original: The Stories of Breece D'J Pancake
Traducción: Albert Fuentes
Valoración: muy recomendable
Lo primero es lo primero: agradecer a nuestro colaborador puntual, el escritor barcelonés Tuli Márquez la sabia advertencia que me hizo vía Twitter sobre las virtudes de este libro.
Trilobites, título del primer cuento incluido, es la recopilación de los doce relatos que constituyen la obra integra de Breece D'J Pancake (el D'J fue adaptado por el autor al asimilar el error tipográfico de un funcionario), escritor estadounidense que se suicidó en 1979, a los 26 años.
Sin apelar al socorrido recurso del malditismo, cabe remarcar que esta única obra muestra tal personalidad y torrencial fuerza narrativa como para suponerle, por ejemplo, clara influencia en la obra de Donald Ray Pollock. Las historias incluidas en Trilobites son ásperas, desesperadas, y su dureza no nos deja indiferentes. Hablan de esa América rural escondida, la que no saldría nunca en las producciones de Hollywood. Hablan de la miseria y del aburrimiento como dinámicas del día a día. Dinámicas desaconsejables: los personajes de Pancake, todos, nos resultan inquietantes, huraños, desconfiados. A la vez crueles y a la vez débiles. Acarrean sus hachas o sus picos o sus escopetas y nunca estás demasiado seguro contra quién van a usarlos, incluyéndose a sí mismos. Acarrean, que es peor, un andar por la vida con un abrumador sentido de la indiferencia ante el destino, de la asfixiante obligación vital que les ha tocado en vaya usted a saber qué lotería.
Breece D'J Pancake habla de existencias miseras. Sucias, húmedas, oscuras. Habla de duro trabajo en minas. De ex-combatientes. De trozos de carne dedicados a trabajar duramente con la única expectativa de llegar a casa y apurar el Jack Daniels, con el único horizonte del incierto día siguiente. Bares, prostitutas, cacerías de madrugada, nieve, pero no esa nieve de postal. Nieve pisada, nieve sucia y embarrada que condiciona la escasa cosecha. Tierras áridas, bosques repletos de animales (protagonistas secundarios en muchas historias), un escenario tan desolador que no nos parece lo que es: absolutamente real.
Ganarse un mísero dólar le había dejado agotado y esperó junto a la tolva a que llegaran Estep y Curtis, mientras el aire frío le secaba el sudor, soldándole la mugre a la piel.
Aléjense quienes buscan historias con final feliz (ni con desarrollo feliz) o retos de superación o tramas con toques épicos. La vida de estos tipos es siempre una completa porquería, un laberinto al que la única salida que hallan es el bloqueo de la realidad, al que el único resquicio lo aportan hábitos malsanos. Borracheras descomunales de las que despiertan desorientados. Nudillos pelados, sabor a sangre. Mujeres siempre a punto de salir huyendo hacia otro lado. Telones de fondo: Vietnam, alistamiento forzado, desestructura familiar, enfermedades profesionales, muertes prematuras, agotamiento físico, hastío. Pancake, que se crió en ese entorno, lo retrata con una fidelidad y una cercanía estremecedoras, con una precisión y una crueldad (sí: la crueldad es el leit-motiv) que no dejan indiferente. Doce cuentos, un soberbio futuro cercenado, pues, imagino, el escritor no fue capaz de encontrar otra vía de escape. Ganas dan de cuadrar fechas con grandes obras de McCarthy, de Erdrich, repito a Ray Pollock... pues me temo que estas crudas y descarnadas historias trazan ondas expansivas más allá de donde parece.
Trilobites, título del primer cuento incluido, es la recopilación de los doce relatos que constituyen la obra integra de Breece D'J Pancake (el D'J fue adaptado por el autor al asimilar el error tipográfico de un funcionario), escritor estadounidense que se suicidó en 1979, a los 26 años.
Sin apelar al socorrido recurso del malditismo, cabe remarcar que esta única obra muestra tal personalidad y torrencial fuerza narrativa como para suponerle, por ejemplo, clara influencia en la obra de Donald Ray Pollock. Las historias incluidas en Trilobites son ásperas, desesperadas, y su dureza no nos deja indiferentes. Hablan de esa América rural escondida, la que no saldría nunca en las producciones de Hollywood. Hablan de la miseria y del aburrimiento como dinámicas del día a día. Dinámicas desaconsejables: los personajes de Pancake, todos, nos resultan inquietantes, huraños, desconfiados. A la vez crueles y a la vez débiles. Acarrean sus hachas o sus picos o sus escopetas y nunca estás demasiado seguro contra quién van a usarlos, incluyéndose a sí mismos. Acarrean, que es peor, un andar por la vida con un abrumador sentido de la indiferencia ante el destino, de la asfixiante obligación vital que les ha tocado en vaya usted a saber qué lotería.
Breece D'J Pancake habla de existencias miseras. Sucias, húmedas, oscuras. Habla de duro trabajo en minas. De ex-combatientes. De trozos de carne dedicados a trabajar duramente con la única expectativa de llegar a casa y apurar el Jack Daniels, con el único horizonte del incierto día siguiente. Bares, prostitutas, cacerías de madrugada, nieve, pero no esa nieve de postal. Nieve pisada, nieve sucia y embarrada que condiciona la escasa cosecha. Tierras áridas, bosques repletos de animales (protagonistas secundarios en muchas historias), un escenario tan desolador que no nos parece lo que es: absolutamente real.
Ganarse un mísero dólar le había dejado agotado y esperó junto a la tolva a que llegaran Estep y Curtis, mientras el aire frío le secaba el sudor, soldándole la mugre a la piel.
Aléjense quienes buscan historias con final feliz (ni con desarrollo feliz) o retos de superación o tramas con toques épicos. La vida de estos tipos es siempre una completa porquería, un laberinto al que la única salida que hallan es el bloqueo de la realidad, al que el único resquicio lo aportan hábitos malsanos. Borracheras descomunales de las que despiertan desorientados. Nudillos pelados, sabor a sangre. Mujeres siempre a punto de salir huyendo hacia otro lado. Telones de fondo: Vietnam, alistamiento forzado, desestructura familiar, enfermedades profesionales, muertes prematuras, agotamiento físico, hastío. Pancake, que se crió en ese entorno, lo retrata con una fidelidad y una cercanía estremecedoras, con una precisión y una crueldad (sí: la crueldad es el leit-motiv) que no dejan indiferente. Doce cuentos, un soberbio futuro cercenado, pues, imagino, el escritor no fue capaz de encontrar otra vía de escape. Ganas dan de cuadrar fechas con grandes obras de McCarthy, de Erdrich, repito a Ray Pollock... pues me temo que estas crudas y descarnadas historias trazan ondas expansivas más allá de donde parece.
10 comentarios:
Hola Francesc!
A mí me gusto mucho y hay un par de cuentos que son tremendos...Abrazos
Gracias, Azul. Excelente nivel para todo el libro, y relatos que tardan en esfumarse de la memoria.
Hola Francesc !!
A mi su lectura se me hizo dolorosa, demasiado punzante para los protagonistas.
Pero gracias, eres un verdadero guía para orientarnos en esos , cada vez más extinguidos lugares, llamados librerías.
Pili
El dolor producido por ciertas lecturas no deja de tener cierto aspecto agradable. Dicho sea sin retorcimiento alguno. Gracias por el comentario.
Gracias por dar a conocer este fantástico libro y por la reseña.
Un gran libro para todos los amantes del cuento y de la prosa norteamericana.
No se merecen, Tuli, y me has hecho caer en la cuenta de que omití el importante detalle de que me aconsejaras su lectura, cosa que, como es injusta e imperdonable, me ocupo de enmendar de inmediato.
Por lo que cuentas tiene todo lo que me gusta, porque lo que es yo, no soy de finales felices. A la wish list que va de cabeza.
Pues harás una muy buena elección. Cities. Gracias por el comentario.
He leído a Carver y a Pollock. Merece la pena Trilobites? Gracias
Merece la pena absolutamente.
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