sábado, 29 de enero de 2022

José Domingo: Aventuras de un oficinista japonés

Idioma: ninguno

Año de publicación: 2012 (2017 con "Guía de lectura")

Valoración: Bastante recomendable

¿Quién ha dicho que la vida de un gris oficinista, de un simple chupatintas, ha de ser monótona y aburrida? Que se lo digan al protagonista de este cómic, un buen señor que sale de trabajar y en el trayecto hasta su casa le ocurre de todo. Pero cuando digo de todo, quiero decir DE TODO... ¿Qué se os ocurre, a ver? ¿Que le persiga un rollito de sushi gigante? Pues le pasa. ¿Que se cuele en la morada de unos gaijin caníbales? Pues pasa también. ¿En una secta satánica que maneja el servicio de Correos? Ídem. ¿Ser deglutido y... ejem, defecado en forma de bola gigante de chicle por un alienígena? Pues igual. ¿Que se enamore en medio de tanto ajetreo? En fin, no os voy a contar todas las vicisitudes del buen hombre, pero insisto: le pasa de todo, cualquier cosa que os podáis imaginar...

Y toda esta delirante historia (no cabe sino calificarla así) narrada sin una sola palabra, aparte de los carteles en japonés o inglés que se ven en los edificios, y a través de unas viñetas con un encuadre fijo picado y con perspectiva diédrica, a razón de cuatro por página (excepto alguna en la que se unen parara permitir una panorámica más amplia de la escena-; estos elementos formales , así como el aire naïf de los dibujos, hacen recordar la estética de los videojuegos, hoy en día ya vintage: en efecto, nuestro oficinista parece un personaje de Mario Bros. o Donkey Kong que tiene que ir pasando pantallas, a cada cual más extravagante... otra circunstancia que remite a la "cultura visual y narrativa" (esto me está quedando un poco cooltureta... sorry) que recibimos los niños de hace... ejem, taitantos años es la prolijidad de detalles y personajes secundarios, de pequeñas historias que abundan en todas las viñetas, como ocurría (y sigue ocurriendo) en aquellos míticos tebeos de Mortadelo o Superlópez. De hecho, y aunque para su disfrute ayuda no poco el gran formato que tiene este libro, en la edición del cómic que yo he leído, al menos, adjunta una guía, página por página, para no perderse todos estos detalles que, en una primera lectura, es fácil que nos pasen desapercibidos. Se impone, pues, una segunda lectura -y no descartéis una tercera, cuarta...- no menos regocijante que la primera, aunque ya no se pueda igualar el nivel de sorpresa inicial.

Por supuesto, señalar que el artífice de esta genial "ida de olla" es el aragallego (o gallegonés), al que imagino levantándose cada mañana dispuesto a plasmar en el papel las flipadas oníricas que había soñado infligirle, quizás a modo de terapia, al pobre oficinista japonés de su historia. O tal vez no lo soñara, sino todo sea el resultado de una imaginación desbocada, lo cual, huelga decirlo, está requetebién, más aún viendo el resultado... (tanto que este cómic recibió, en su momento, el premio nacional del Salón de Cómic de Barcelona y llegó a estar nominado para el Eisner). Como sea, es una obra especialmente disfrutable. Y, además, aquellos a los que se nos va de vez en cuando la pinza, se lo agradecemos a su autor: sabemos que no estamos solos...


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