Título original: The dead father
Año de publicación: 1975
Traducción (al catalán): Ferran Ràfols Gesa
Valoración: Recomendable (o no)
The dead father es un artefacto literario inclasificable. Lo he disfrutado más que propuestas similares (pienso en el delirio patafísico de Boris Vian llamado Otoño en Pekín). Eso se debe, supongo, a que por una parte ya estoy acostumbrado a esta clase de bizarradas, y también a que la intencionalidad comunicativa de The dead father es más o menos cristalina.
A fin de cuentas, Barthelme explora, entre disparate y disparate, las relaciones padre e hijo (en un sentido arquetípico, psicoanalítico, etc...). A este evocador subtexto hay que añadir otras de las muchas virtudes de que hace gala la obra: el mundo absurdo que presenta, la lógica interna del mismo, los personajes extravagantes que lo pueblan, amén de las situaciones incongruentes que alberga. Por no hablar de la mezcla de registros que configuran al atípico trabajo de Barthelme.
En fin. The dead father es un ejercicio curioso y hasta me atrevería a decir que reivindicable para el público iconoclasta. La catalana Extinció Edicions lo ha recuperado del olvido para sumarlo a su inimitable catálogo (preciosa ilustración de cubierra mediante), para deleite de los raritos a los que nos van este tipo de cosas. ¡Gracias, gracias, gracias!
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