domingo, 25 de octubre de 2020

Jordi Costa: Cómo acabar con la Contracultura

Idioma original: español

Año de publicación: 2019

Valoración: bastante recomendable

Los motivos que pueden incitarme a leer un ensayo de más de 300 páginas sobre un fenómeno que se dio por finiquitado hace más de tres décadas son tan peregrinos como recordar la discutible traducción al español del título de un libro de Woody Allen, pensar que la ironía del autor al titular su obra siempre merece cierta atención, llamad al que esto firma caprichoso o errático en sus elecciones, pero anda, poneos en el pellejo de las frecuencias y regularidades que imperan por estos lares. En apenas catorce horas esto ha de publicarse y mi opinión sobre el libro es una especie de compendio de sensaciones. 

Primero: el fenómeno de la Contracultura en España es un fenómeno que más que una enorme repercusión o incluso una secuencia proyectada hacia el presente, queda como una especie de hecho aislado, un oasis que me cuesta adjetivar (no es creativo, no es disidente, no es original), pero que, aunque no llegué a vivir (nací algo tarde para ello) en su plenitud, sí que llegué a apreciar en algo que podría denominar como onda concéntrica de efecto ya mitigado. La Contracultura, como todo movimiento de cierta repercusión en España por la época, era una mera replica adaptada de lo que podía llegar, filtrada por la censura y tamizada por el precario acceso a las fuentes originales, del movimiento homónimo originado en los Estados Unidos y abanderado por los adalides del Nuevo Periodismo, ciertos escritores difíciles de encasillar como Kerouac, Ginsbergh, Burroughs, una generación marcada por el movimiento hippy, las reacciones a la Guerra de Vietnam, el uso de los estupefacientes, ciertos ideales no poco contradictorios, etc.

Segundo: como fenómeno, hay que reconocer a los grandes nombres del movimiento su valentía por encarnar esos valores en un entorno tan hostil, duro no solo en lo social sino en lo puramente físico, ahí se jugaban encontronazos con duras leyes que hostigaban a todo aquel que se salía del repugnante entorno nacional-católico. 

Tercero: en esta enumeración de personajes y hechos relevantes que acapara las tres cuartas partes del libro, documentada y exhaustiva, es triste constatar como un movimiento contestatario, incluso rebelde en cierto sentido, ha dejado tan poco poso, un poso casi más estético que intelectual, y la gran mayoría de sus nombres de referencia han acabado inscribiéndose en los círculos más acomodaticios de la cultura a la que pretendían derrocar, cuando no han protagonizado espectaculares trayectorias ideológicas, sonrojantes en algunos casos en que personajes que se abanderaron como transgresores en su tierna juventud acaban sus días como ancianos conservadores casi de misa diaria.

Costa narra con todo lujo de detalles (algunos de ellos realmente demostrativos de que el libro es un trabajo de mucho mérito), si bien ese alejamiento temporal del movimiento puede abrumar al lector profano o a quien no tenga una primera referencia anclada en la memoria. No se limita a enumerar personajes y obras sino que adopta esa posición crítica que podríamos resumir, respecto a según qué figuras, en un casi dramático "quién te ha visto y quién te ve".

Pero, curioso, cuando podría resolver que este libro gustará tanto como a uno le interesen los movimientos culturales, este en particular, o sea seguidor irredento de alguno de sus componentes, el libro se redime, digamos que más que remontar empieza a brillar de forma fulgurante, con el testimonio de la youtuber Esty Quesada ("Soy una pringada") cuya trayectoria vital podría tener apenas una lejana analogía con el movimiento, pero cuyas declaraciones tienen un profundo componente emocional, duro, contundente. 

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