martes, 13 de octubre de 2020

Davide Enia: Apuntes para un naufragio

Idioma original: italiano
Título original: Appunti per un naufragio
Traducción: Miquel Izquierdo
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable

El polifacético autor Davide Enia, dramaturgo, actor y novelista, escribió esta novela en 2017 para denunciar la inhumana situación que deben afrontar los migrantes del Mediterráneo y fue posteriormente adaptada y llevada al teatro por él mismo, lo que le supondría ganar el Ubu, el premio teatral más importante de Italia. Y no es difícil imaginar el porqué, visto el tema que trata y su enfoque.

Dice Enia, justo al principio, que Lampedusa «es una isla en la que los elementos te caen encima sin que nada te lo impida. No hay defensas». Y esa sensación de impotencia, de injusticia, de avalancha de calamidades contrapuestas a los pocos medios de los que se dispone se evidencia a lo largo de la narración de una historia compuesta de situaciones particulares y diálogos entre Davidù (protagonista del relato) y los diferentes personajes con los que entabla conversaciones para intentar comprender y entender la situación de los refugiados que llegan a las costas de la isla italiana.

El autor trata el tema de la migración partiendo de conversaciones con diferentes actores que participan de un modo u otro en el desembarco y la acogida de migrantes y lo hace situando unos pocos personajes esenciales: Davidù (protagonista narrador), su padre (un cardiólogo ya retirado, de carácter duro y reservado), Melo y Paola (que ostentan el break & breakfast donde se hospedan) y Beppe, el tío de Davidù por parte de padre quién se encuentra en momentos delicados de salud y que completa el trío familiar que compone el segundo gran pilar de la novela: las relaciones personales y familiares.

Con este propósito y entrando de lleno en la historia, la narración empieza en una conversación de Davidù con un buzo que trabaja salvando vidas; un buzo con ideología de derechas, pero que afirma que «en el mar cualquier vida es sagrada» y recuerda, mientras rompe a llorar, lo que es salvar un niño del mar y sostenerlo entre los brazos. Esas imágenes que, por desgracia, podemos reconocer fácilmente, hacen que conectemos inmediatamente con el relato y el estilo del autor, muy próximo, muy humano, muy sensible (aunque sin querer añadir más drama al inherente de la propia situación). También emotivas son las aportaciones a la historia de Paola y Melo y sus recuerdos de cuando se mudaron a vivir a Lampedusa a principios de siglo, antes de la llegada masiva de migrantes, y su reacción ante esas primeras llegadas, evidenciando la dicotomía existente ante tal situación: «Existen dos instintos, aunque uno precede al otro: protegerse o ayudar al prójimo, porque el de ayudar también es un instinto. El miedo a lo distinto, a lo que conoces, sea lo que sea, humano, animal, natural, es normal. Y si lo superas la primera vez, probablemente no se te volverá a presentar». 

El autor incide en las contradicciones de la sociedad occidental y las muestra de manera diáfana al hablar sobre la sobreocupación de los centros de identificación y expulsión y la injusticia de la situación de quienes están en ellos. Así, Enia afirma, acertadamente, que «el mundo aplaudía la primavera árabe y luego encarcelaba a sus protagonistas», y con esa proclama de denuncia narra esos primeros desembarcos después de la primavera árabe, con miles de personas llegando a Lampedusa, más incluso que la cantidad de sus propios habitantes. Y, con ello, expone la dificultad de tratar con la situación por sus opciones dicotómicas, pero no excluyentes: la ayuda humanitaria o el miedo. 

Enia escribe episodios muy duros, como el del desembarco de más de medio millar de personas en 2004 y la situación en las que se hallaban, pero también la dureza de lo que tienen que soportar, los hombres, pero especialmente las mujeres por las violaciones a las que son sometidas porque «para una mujer siempre es peor». Un duro relato de cómo avanzan en una travesía sin destino claro, muriendo poco a poco, sin comida ni agua, con un sol abrasador, porque «el Sáhara es como el Mediterráneo, lleno de huesos de los que, huyendo, intentaron atravesarlo». Abandonando cadáveres en el mar, luchando mentalmente por no olvidar sus nombres. Y los cadáveres que llegan, a veces niños, otros bebés. Sin que nadie haga nada. 

Uno de los mejores logros del libro es que el protagonista conversa con aquellos que ofrecen ayuda humanitaria, pero sin dar lecciones y deja que sean las propias historias y los propios testimonios quienes a través de las anécdotas o relatos que ofrecen sean quienes carguen con el peso del mensaje; es la propia situación la que lleva una carga moral y no es necesario ahondar en ella, pues es objetivamente claro que la situación es inhumana tratándose de personas que lo abandonan todo en lo que era «un viaje por etapas y en cada escala había que hacer otro pago. Mientras hubiera dinero se avanzaba: quien lo agotaba, era abandonado en el desierto».

A partir de esa trama de fondo, el libro también nos permite conocer la historia entre Davidù y su padre, una historia de silencios, de distancias, y también de naufragios emocionales, de una relación fría pero presente y constante, de incomunicación porque, en paralelo, el libro narra la historia de la relación entre ellos, así como la de su padre con su abuelo. Una relación basada en el silencio propio de los hombres de antaño, de pocas palabras y sentimientos y afectos escondidos. «Con la edad, uno se dice: “Cuántas cosas podría haber hablado con mi padre”».  Así, la crisis humanitaria se utiliza como escenario para narrar también la distancia y la acogida, a nivel emocional, entre su padre y su tío, entre relaciones familiares que, a veces, también necesitan de alguien que las rescate de su abandono.

Mejor cuando habla de la ayuda humanitaria y los refugiados que cuando narra la relación entre su padre y su tío o el libro que ha escrito, el relato se sirve de las conversaciones de Davidù con diferentes personas que participan en salvamento y arribos para narrar desde un punto de vista personal, emocional, anímico que supone para los que llegan, pero también para quien da su vida en ayudar en ello. Las historias contadas están llenas de vida, de muerte, de miedo, pero también de esperanza. El tono que sobrevuela el texto, en lo tocante a los refugiados, tiende a ser positivo y es posible que eso sea debido a que fue escrito en 2017, poco antes de la llegada de Salvini al poder y sus horribles decisiones políticas. 

Afirma el autor que «a pesar de todo este sufrimiento que se expone, seguimos siendo incapaces de entender lo que está sucediendo. Al final, ¿qué ha cambiado?”». Y, en parte, lamentablemente está en lo cierto. Puede que muchas de las personas que vean la imagen del niño sirio ahogado o muchas tantas otras queden impactadas en un inicio, pero también es posible que dejen esa imagen olvidada entre otras trágicas imágenes que por un momento sintieron dentro de ellos. Es posible que así sea, pero también que, al final, haya una que por un motivo u otro cale más que el resto, que haya un libro (como el que nos ocupa) que incida de manera diferente, desde otro ángulo, y logre que algo cambie y pasemos a ser testigos, no de las muertes, sino de los sueños cumplidos. 

Dice Davide Enia que «la historia de la migración serán ellos mismos quienes la cuenten, los que partieron y que, pagando un precio inimaginable, llegaron a estas playas. Se necesitarán años. Es solo una cuestión de tiempo, pero serán ellos quienes nos cuenten los itinerarios y deseos (…) Serán ellos los que nos expliquen el precio exacto de una vida en esas latitudes. (…) Serán ellos quienes nos expliquen en qué se ha convertido Europa y nos mostrarán, como un espejo, en qué nos hemos convertido nosotros». Y no podemos cerrar los ojos ante esa realidad y esperar a que la lamentable imagen que ese espejo nos devuelve desaparezca sin que nadie haga nada para cambiarla.

17 comentarios:

Lupita dijo...

Hola, Marc:

Vaya temazo, madre mía.

Lo primero, pido disculpas por hablar de mí, pero no por mi tono. No soy una persona dada al conflicto ni a la agresividad, pero tengo mucha rabia, por todo esto, por nosotros, por el sistema podrido. Soy voluntaria hace años en un centro que trabaja con inmigrantes, y bueno..¿cómo llegas a casa y no te echas a llorar? ¿Cómo te quedas con lo que te cuentan?

El sistema que ha generado las propias ONG,s apesta, porque alimenta la inacción de algunos gobiernos y acalla nuestras conciencias. No estamos poniendo el foco en lo importante, sino en lo urgente, pero como siempre hay algo urgente, se sigue sin hacer lo "importante"
Sí, ya sé, mejor hacer algo que no hacer nada, pero la realidad es que los esfuerzos de todos deberían ir a parar las guerras, a luchar contra los dictadores y los gobiernos tiranos.

Después de mi desahogo, te digo que me ha gustado mucho tu reseña y leeré el libro, aunque lo pasaré muy mal. De todos modos, si agudizamos la vista, estamos rodeados de situaciones así: gente que come cada dos días, sin posibilidad de trabajar hasta que han pasado años y muy solos. Esta realidad nos alcanza a todos.

Gracias, como siempre, por aunar lectura y contenido social.
Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.
Me parece perfecto que hables de ti y de/desde tu experiencia, y más aún con el tono en que lo haces (siempre) y por aportar detalles de primera mano. Y sí, el sistema está podrido. No comparto tu negativa opinión acerca de las ONGs en base a que alimenta la inacción de algunos (la mayoría) de gobiernos ya que dudo mucho de que de no existir las ONGs harían algo diferente a lo que hacen ahora, que es muy poco.
Por supuesto sí o estoy de acuerdo en que los esfuerzos deberían dedicarse a parar las guerras y la tiranía de sus dictadores, pero me remo que los gobiernos se tapan los ojos con los fajos de billetes que sacan de negociar con ellos.
Y, para acabar, gracias por los elogios a la reseña pero especialmente por tu implicación en ayudar a los inmigrantes a través del centro en el que colaboras. Sin personas como tu, la situación sería aún más insostenible para muchas personas. Porque hablamos de personas, nunca hay que olvidar eso.
Saludos, y gracias por tu siempre enriquecedora opinión.
Marc

Paloma dijo...

Buenas tardes Marc, otra bonita reseña, un abrazo para ti y otro para Lupita
Paloma

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Paloma, por tus palabras.
Un abrazo también para ti.
Saludos
Marc

Diego dijo...

Hola.
Marc, gracias por la reseña. No me quiero enrollar con el tema. Solo hacer dos apuntes sobre los comentarios. Tres.

Primero, eso de decir vamos a combatir sus dictaduras es algo valiente, cuando menos, ya que una de las últimas veces que fuimos a "evangelizar democracia" la cosa no salió nada bien en Irak. Entiendo, igual, que vosotros apuntáis a otras maneras de hacer las cosas. Pero a mí me gusta recordarme con el látigo que el país del que soy ciudadano fue uno de los tres chiflados que la cagó y también pagó caro la cagada.

Lo segundo. Sobre las ONGs decir que su dilema actual no es el de si existiendo hacen a los gobiernos inoperantes. Está más que claro que son consecuencia de la inoperancia de las instituciones, no causa. Sus dilemas son otros, entre ellos, no depender de los gobiernos y no empeñarse en continuar existiendo a costa del propósito para que fueron creadas.

Es un tema que da para mucho. El de nuestras fronteras. Y que cada vez implicará a más muchos. Solo hace falta mirar los músculos de nuestro segurata privado. Frontex contaba con un par de centenas de efectivos en 2015 y ahora ya son cinco mil... Los "defensores del modo de vida europeo" afirman que para 2024 tendremos a unos 20.000 seguratas más repartiendo estopa antes de que lleguen "los otros". Cuanto más externalicemos, mejor para nuestro modo de vida.
No estoy seguro hasta qué punto esta empresa privada debe rendir cuentas a nosotros, sus empleadores.
Aunque me parece que nos va bien jugar a eso de ojos que no ven corazón que no siente.

Lo tercero. Lupita, hay personas mucho más profesionales que vos, marcan sus límites en no hablar más que de libros sin salirse de la casilla. Son tan respetables como a los que los libros nos hacen hablar. Que ellos no vean la necesidad de justificarse se debe a nuestra educación y fidelidad en la tecnocracia. Bien por ellos, pero tampoco creo que haga falta que vos te justifiques.
Tus comentarios se justifican por sí solos.

Un saludo.

Marc Peig dijo...

Hola, Diego, buenos días.
En referencia a combatir las dictaduras, mi comentario iba más en el sentido de empezar por no venderles armas que en el de “evangelizar”, que ya se sabe que siempre hay otros intereses de por medio (a menudo económicos, y a menudo prioritarios por los países “pacificadores”).
Sobre el segundo comentario, coincido contigo, creo que las ONGs existen porque alguien tiene que hacer lo que no hacen los gobiernos.
Y sobre Lupita, solo diré que suerte tenemos de contar con sus aportaciones. Y, aunque pueda hacer lo que considere (por supuesto), es cierto que a estas alturas no hace falta que se justifique, en ulad siempre será valorada y respetada ;-)
Saludos
Marc

Lupita dijo...

Hola de nuevo:

Mmmmm..Diego, siempre volviéndome la cabeza del revés, como si yo ya no le diera vueltas. Sí, puede que me justifique mucho, a lo mejor a mí misma, pero es que dudo mucho, de todo lo que hago, de lo que digo, me miro con lupa y me doy la vuelta del revés. ¿Cómo están, o aparentan algunos, estar tan seguros de todo? Muchos de los que no se justifican es porque tienen un ego enorme y cero interés en lo que pase más allá de sí mismos o su propio mundo. Desde que leí un poema de Gabriel Celaya (menudo poder el de los libros), recuerdo eso de "Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno", y así veo el mundo.

En una época de tanta interconexión estamos llenos de fronteras, como las mentales que nos ponemos a nosotros mismos encerrándonos en una visión única de la realidad: oyendo o viendo a quien dice lo que nos gusta oír, siendo "arreglamundos" de bar o gritando desde twitter la moralina de turno. La realidad nos tiene que estallar y doler. Está en la mano de cada uno ver hasta dónde se implica, medir, porque, al final, vivimos entre la rutina y el deseo, entre la inercia complaciente y la inquietud de ser más.

Para las personas que vivimos intensamente la lectura, los libros nos hacen poner palabras a aquello que hay dentro de nosotros mismos y no sabemos poner nombre: la angustia existencial, la tristeza, la injusticia, la rabia. Mi comentario estaba escrito desde la rabia, porque yo tampoco tengo una visión negativa de las ongs, aunque hay cosas que no me gusten. Y aun a pesar de todo, sigo pensando que otro mundo es posible y que deberíamos luchar por ello. ¿Soy una soñadora, una idiota, o lo peor que se puede ser ahora: una equidistante?

Así, entre cómo es el mundo y cómo debería ser, vivimos cada uno, posicionándonos desde la inacción, el cinismo, el embobamiento, el enfado constante, o mil opciones más..
Libros que nos hacen abrir los ojos..¿lo hacen o enseguida nos ponemos a otra cosa?

Mirar la verdad de frente duele, pero mejor el dolor que no estar vivo. Los libros ayudan a vivir.
¿Fue suficiente justificación?

Jajajaja--Un saludo cariñoso a todos


Diego dijo...

"¿Soy una soñadora, una idiota, o lo peor que se puede ser ahora..."
Aunque algunos quieran seguir dividiendo el tablero entre rojos y azules o blancos y negros, ¿europeos y emigrantes? nosotros tenemos nombre: Altermundistas. Comprende un abanico tan grande que poco dice de cada uno. Igual, lo importante es que nos reconocemos. No dudo que seamos un amplio porcentaje de entre todos los lectores y, sin duda, entran los soñadores pero no los idiotas.

Lupita dijo...

Diego, me gusta la palabra.
Acabemos el debate con que ambos hemos leído mucho a Mafalda.

Saludos altermundistas

ChuangTzu dijo...

Diego, como supongo que soy uno de los que marcan sus límites en no hablar más que de libros, voy a responder.
Yo tengo mis opiniones políticas, como todo el mundo. Tengo mis ideas sobre cómo procurar el bien común, sobre cómo gobernar el país o el mundo. Simplemente, no las discuto en este blog. No lo hago por dos motivos.
La primera razón es que entiendo que esto es un blog de libros. Cuando se mezclan con la política, lo que acaba pasando es que ya no importa la calidad literaria, el estilo, la técnica o el ingenio. Ya sólo importa en qué bando se encuadra el autor. Se acaba llegando al poeta del régimen y el arte degenerado. La literatura desaparece, engullida por la política.
El segundo motivo es que pienso que no es posible una discusión saludable sobre política en Internet. Para mí, una discusión política debería ser un intercambio de opiniones, con buena voluntad, para colaborar en elegir y depurar las mejores ideas para todos. En Internet todo son conceptos rápidos y superficiales, frases hirientes supuestamente graciosas, sin ni siquiera considerar que la otra persona pueda tener razón y estar uno mismo equivocado, con la única intención de quedar por encima y, si puede ser, hacer daño al otro. Así, nadie convence nunca a nadie de nada, y es un ejercicio estéril, que solo genera resentimiento.

Diego dijo...


Hola. Sí, te entiendo. Están muy bien explicados tus motivos. Además, se da que no tengo amigos y leo este blog todos los días; es decir, leo tu seudónimo y automáticamente lo relaciono con lo que acabas de expresar.
Te digo más, entiendo que sientas orgullo por tu decisión y ocupes el lugar que te haga sentir mejor ubicado. Creo que no está en duda vuestro saber estar.
Pero Lupita pidió perdón por hablar de ella. Y habló de ella en relación al tema que el libro trajo.
Así como me parece muy bien que vos te sientas a gusto dentro de tus casillas, entiendo que Lupita o yo no necesitamos pedir perdón por tener unos límites distintos a otros. Es decir, si la gente no ve literatura en nuestros comentarios, puede no leer. Desde luego, toda la mierda que yo suelto la saqué de los libros y a mí la literatura me provoca esto. La técnica, el arte, y un montón de componentes que bien nombrás, tienen, por suerte, gran valor para los escritores del blog. No para todos igual, no para mí en comparación a otros factores que me importan de la literatura. De lo que la literatura me da.

¿Crees que Lupita hablando de ella o mis opiniones llenas de política impiden a los literatos puros comentarnos sus impresiones sobre arte, técnica o estilo? Yo creo que no.
Creo que mis comentarios no ocupan el lugar de los de nadie.

También pasa que si la literatura no habla de Nosotros, si no nos hace pensar, escribir y leer sobre Nosotros, a mí no me interesa.
Hace casi una década salí del grado de Ciencias Ambientales bastante asqueado del reduccionismo. Para más inri, prácticamente todo autor serio que hable sobre nuestro mundo actual señala los efectos inesperados que produce nuestro modo de administrar los conocimientos. Esto es, el literato a sus libros, el bioquímico a su microscopio, el sociólogo a sus estadísticas y cada cual dentro de sus casillas. Es maravilloso y extenso todo lo que hemos aprendido dividiendo y clasificando hasta llegar al quark. Pero los actuales problemas que tenemos, los tenemos, por no saber contemplar lo que nos rodea desde el punto de vista de los sistemas.

Hoy hay un libro que habla sobre inmigrantes y refugiados. Lupita hace todo menos externalizar. Opina, se moja. Da datos. Su comentario informa sobre las dudas que un lector ilustrado tiene sobre semejante tema, sobre su comportamiento como ser civil, como mujer, como española y un montón de datos más que tienen mucho que ver con la existencia del libro de hoy. Su importancia, sus efectos, el historial de literatura o de poca literatura asociado al tema.
Eso sí, como ni ella ni yo hemos leído el libro nuestros comentarios no agragan nada en cuanto a la técnica o estilo del autor... ¿y?

En fin. Todo bien con el saber estar. El dejar la filología para los filólogos y a los libros literalmente entre estanterías. Pero reivindico que salirse de las casillas interesa, no solo en el aspecto de lo cognitivo, también desde el punto de vista ético y moral. ¡Ahí es cuando sobra la justificación de Lupita! El voto de silencio y la "humildad" de mantenerse al margen, ¡la importante empresa de no ofender! son moral judeo-cristiana a la que don Nietzsche se merendó hace mucho tiempo. . Que eso hoy solo lo hablen en blogs de filosofía me parece bastante preocupante.

Yo creo que acá no sobran tus motivos ni los motivos que yo veo para que dejemos de pedir perdón. Y creo que todo esto está en los libros. Nada estéril me resulta leer a Juan y 1984 discutiendo sobre el nacionalismo Vasco. Y si acaso fuera estéril toda charla en internet eso sería lo menos preocupante. Patético es lo estéril del debate a nivel institucional. Acá no gastamos espacio ni bienes públicos en decir lo que aprendimos de los libros... pienso.

Ta, que agradezco la explicación por la que justificas tu silencio, que sea razonada habla bien de ti. Tampoco necesita pedir perdón para que convivamos.
Un saludo.

ChuangTzu dijo...

Solo quiero decir que yo en ningún momento he hablado de Lupita o de su comentario, que me parece bien, y no creo que nadie tenga que pedir perdón por nada. He explicado mi postura porque se aludía a mí.
Yo creo que todo el arte habla sobre el ser humano, no hace falta que sea un tratado sobre filosofía o un ensayo sesudo sobre la condición humana.
No quiero repetirme pero yo no estoy en contra de la conversación sobre el tema que sea, todo lo contrario, lo que pasa es que creo que en Internet es imposible y además acaba contaminando la literatura.
Mi reparo se circunscribe a Internet y a la política. En Internet todo es más rápido y hay menos espacio para explicar las cosas con calma. Además, por algún motivo, la gente se comporta de una manera mucho menos cívica y educada, igual que al volante.
Con la política sucede lo mismo, la gente pierde la calma enseguida y es más difícil una conversación sosegada. No creo que pase lo mismo con otros temas. Me extrañaría que en un blog de ornitología terminen insultándose y borrando sus propios mensajes, aunque quién sabe.

Diego dijo...

Todo lo relacionado con ciencias humanas lleva intrínseco un debate en el que la pasión y el recuerdo son factores que importan. Comte y Durkheim intentaron estudiarnos desde el positivismo puro pero tanto sociología como política se beneficiaron con los aportes de Marx y Weber. Es decir, la lucha de clases y la interpretación personal de los hechos es parte inseparable de estas ciencias.

Si particularmente estás recordandome que borré mis comentarios en aquella entrada de Beatríz y Montuenga. Te comento que también borré una vez uno en el que menospreciaba a los independentistas catalanes mientras discutía con Puma sobre izquierda y derecha. En ambos casos borré mis comentarios porque me arrepentí de hacerlos. En el caso más triste, no llegamos a ponernos de acuerdo en si habíamos insultado o no pero creo que dije lo que necesitaba decir. Las cosas con Puma acabaron mejor que con Montuenga y Beatríz. Así son las cosas. Pero no creo que en ninguno de los casos se hubiera visto perjudicado el centralismo, el regionalismo, el feminismo, el libre mercado, el estatismo, ni los libros que de ellos hablaban.

Como te dije arriba yo entiendo tu mensaje, ChuangTzu, es actual y, sí, es lamentable que con el revolucionario invento de la internet hagamos una regresión en la manera de comunicarnos. Y como has recordado, muchos lectores somos parte de eso.
Creo que nos queda corregirnos en los tonos y en las sintaxis. A mí me queda mucho por corregir en varios aspectos. Pero no creo que la estrategia adecuada sea sacar la política del debate. Menos en un sitio donde las opiniones suelen venir desde lectores. Aquí yo no huelo ni a Marca ni a la Sexta, aún a pesar de los que como yo nos equivocamos y borramos mensajes, aquí el debate suele ser menos aburrido que en la mayoría de sitios.

ChuangTzu dijo...

No me refería a ningún caso concreto. Es práctica habitual. La gente se calienta y después se arrepiente de lo que ha escrito. Me parece muy significativo.

Diego dijo...

Tal vez lo sea. A veces uno puede descubrir que para los demás es eso a lo que llaman troll. Y como bien dices, cualquier contenido que pueda transmitir en sus mensajes se esfuma, se pierde porque el "troll" cae mal.

No cabe duda que ser light, limitarse a un par de emoticonos o pasar sin ser visto es una mejor manera de ser tolerado. Incluso en ambientes intelectuales a uno le va mejor si se empeña en no sobresalir. La equidistancia reclama equidistancia y, como dijo Óscar, la sociedad a veces perdona a los delincuentes pero nunca perdona a los soñadores.

Lupita dijo...

Señores, ¡qué intensidad!

Me pregunto si Marc estará leyendo los comentarios; yo, en su lugar, me lo estaría pasando bomba.

Comentar sobre el libro o sobre lo que nos sugiere un tema puede ser igual de interesante.¡Pero si no se puede encontrar casi sitios así, sin que la tónica general sea el insulto! Llevo años siguiendo el blog y, nos vamos conociendo todos. Soy una light, una equidistante, una madre pesada y una enamorada de los libros. Pero que hablen de mí me da vergüenza ajena; es un punto ridículo.

Al final, ¡qué ostias! Soy así, y si quiero pedir perdón pues.. no sé, se me saldrá por los poros el peso judeocristiano, que está ahí, con todas mis rarezas, como las de cualquiera.

Muy divertido, seguid engrasando el debate sano.

Saludos equidistantes entre la rebeldía y el comedimiento.


Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.
Por supuesto que os leo ;-)
Y sí, aunque a veces los comentarios se alejen un poco de lo que es el propio libro (entendido como una obra de un autor con un estilo, argumento, etc), no entiendo la literatura si no va emparejada a una reflexión. Y a cada uno el libro (o su reseña) le puede llevar en una dirección u otra, por lo que el campo de debate que se abre puede llegar a ser infinito.
Y me parece bien que un libro nos lleve tan lejos como queramos, o dejemos.
Saludos, y gracias por los comentarios.
Marc