martes, 1 de septiembre de 2020

Julio Gil Pecharromán: La estirpe del camaleón

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Muy interesante 

Seguro que algunos/muchos/varios de los lectores recuerdan aquel estribillo que sonaba machaconamente en ferias y bares marchosos de madrugada, aquello que decía ‘el camaleón [haciendo diptongo] cambia de colores según la ocasión’. La metáfora es obvia, claro, e interpretada junto con la rúbrica Una historia política de la derecha en España 1937-2004 (subtítulo) da como resultado algo que me suena ligeramente injusto, porque se diría que esa derecha de la que va a hablar Gil Pecharromán es especialista en el travestismo político, en acomodarse a la circunstancia para sacar provecho, en eso que más coloquialmente se denomina ‘cambiar de chaqueta’. Digo que me parece algo injusto porque en mi opinión los bandazos, realineamientos y adaptaciones no son ni mucho menos patrimonio exclusivo de la derecha, como tampoco fueron lo mismo Largo Caballero y Besteiro, el PC de la República y el de la Transición, Arzalluz y Ardanza, y así sucesivamente. Pero en fin, supongo que hay que titular de alguna manera y conviene hacerlo de forma sonora y atrayente, incluso aunque Taurus sea una marca de contrastada seriedad.

Esta pequeña reflexión no desmerece en nada el libro. La derecha española ha evolucionado mucho (claro está, y afortunadamente) desde la camisa azul y la cruz de Borgoña pasando por muy diversas etapas, y el libro lo analiza en un trabajo ciclópeo, exhaustivo (cien páginas de notas y bibliografía) y muy serio, que no obstante se lee con facilidad, naturalmente siempre y cuando interese la cuestión. Porque más o menos, por culturilla general, tenemos una idea vaga sobre el entramado político del franquismo, quizá algo más clara sobre la Transición, y seguramente más fresca sobre lo que ha sido la derecha española en los años posteriores, sea en el gobierno o en la oposición, con nombres de todos conocidos en mayor o menor medida. Pero este formidable ensayo pone luz a toda esa evolución, examina sus ramificaciones, ordena sus mutaciones y las expone con multitud de datos e informaciones que dan solidez a lo que pudiésemos conocer de pasada, descubriendo aspectos que a buen seguro desconocíamos en su mayor parte.

Tal vez el periodo más interesante que aborda el libro es precisamente el de la dictadura. Lo que podía parecer un bloque monolítico encaramado en la chepa del poder franquista no lo era tanto, a nada que se escarbase por debajo de los estandartes y las genuflexiones. Aquello que se llamaba Movimiento Nacional fue una especie de reagrupamiento forzoso que el caudillo organizó para asegurarse la obediencia de los vencedores, pero bajo esa aparente uniformidad coexistían tres corrientes fundamentales: el falangismo, siempre ansioso de capitalizar el movimiento (lo que en ocasiones conseguía, pero no siempre); el tradicionalismo, aglutinante de distintos orígenes entre los que destacaba el carlismo; y la derecha católica, en buena parte nutrida por miembros de la antigua CEDA. Resulta llamativo cómo estas facciones –que a su vez albergaban grupos de cierta tendencia centrífuga- oscilaban en su aproximación al poder, ganaban o perdían peso en función de las circunstancias o de las directrices (también cambiantes) de Franco y su círculo más próximo. Así que el bando vencedor de la Guerra no era la balsa de aceite que voceaba el NODO, y en su interior las convulsiones, a veces estratégicas, otras de índole doctrinal y muchas de carácter personalista, eran frecuentes y a veces con un punto desgarrador, aunque quedasen casi siempre ocultas en la opacidad del Régimen.

Todo ello, junto con la progresiva aparición de personajes o pequeños grupúsculos que, siempre desde dentro del sistema, se posicionaban hacia vertientes menos cerriles de la derecha –democristianos, tecnócratas luego liberales o conservadores, disidentes de las formaciones anteriores-, fueron perfilando los pasos que en los años 60 y 70 abonaron muy tímidamente el terreno para el proceso que terminaría con la aprobación de la Ley para la Reforma Política y la apertura democrática posterior que también, naturalmente, trata el libro y sobre el que no parece necesario incidir más.

Dando un salto en el tiempo –en la reseña, no en el libro- entiendo que otra parte muy interesante es la que trata sobre los grupos de extrema derecha (los que se llamaron involucionistas) que perduraron en las décadas siguientes, con el sistema democrático ya progresivamente asentado. Se trataba, claro está, de colectivos minúsculos (sólo Fuerza Nueva a finales de los 70 llegó a conseguir un diputado), algunos de los cuales se vincularon a acciones violentas y tramas parapoliciales, definidos todos ellos por sus enfrentamientos doctrinales y continuas escisiones, que los hacían aún más irrelevantes. El libro profundiza con detalle sobre las distintas tendencias, cada vez menos deudoras del 18 de julio y más próximas a movimientos de ultraderecha propios del momento: neonazis, nacional-revolucionarios, populistas… Todo un mundillo bastante sorprendente que lo mismo mantenía conexiones con el Frente Nacional francés (Le Pen padre), como incorporaba elementos esotéricos, o reivindicaba con similar rango al falangista Ramiro Ledesma y al anarco-sindicalista Ángel Pestaña.

Si algún reproche se puede hacer al texto se debe referir solamente a algunas etapas –la desmembración de UCD, el 23-F o el aznarato- en las que se deja llevar a un tono ligeramente más periodístico, con un ritmo más acelerado y aportación de datos anecdóticos o que guardan menos relación con la evolución ideológica (sus desviaciones, matices o reencuentros) de este mundo político. Se diría que el autor se siente en la necesidad de contar determinadas cosas, bien porque se queda sin material de verdadero peso (no todos los meses, ni siquiera todos los años se producen movimientos ideológicos de importancia), bien porque hay episodios que siempre parecen exigir un relato (¿cómo hablar de la derecha en España sin detenerse en el 23-F?)

Y si hablamos de vacíos, el libro presenta uno descomunal, aunque irremediable y no imputable al autor. El estudio llega solo hasta 2004, justo un pelín antes de que irrumpieran en la escena política de la derecha los dos fenómenos más importantes desde la fundación del Partido Popular: Ciudadanos (2006) y Vox (2013). Porque, filias y fobias aparte, hubiera sido muy interesante contar con un análisis desapasionado y riguroso sobre la aparición de estas nuevas alternativas políticas. ¿Fue el rebrote de grupos ideológicos hasta entonces sumergidos bajo la preponderancia del PP, o consecuencia directa de circunstancias puntuales de la vida política del momento? ¿Hasta qué punto estos nuevos partidos responden a corrientes similares a las de otros países, o se trata de fenómenos sobre todo locales? Quizá para encontrar respuestas en frío a todo esto se necesitará un poco más de perspectiva, tal vez en unos pocos años.

14 comentarios:

Unknown dijo...

He leido muchos artículos de este extraodinario profesor. Mayor Thompson.. Extraodinario carlos

Carlos Andia dijo...

Hola, Mayor. Pues yo no recuerdo haberle leído, ni siquiera tenía idea de quién es, pero este trabajo me parece magnífico y muy recomendable para aquellos a quienes les interese el tema.

Un saludo.

1984 dijo...

Una reseña excelente. Mis felicitaciones. Efectivamente, a quien le interese el tema, los libros del profesor Julio Gil Pecharromán son ineludibles. Además, Gil Pecharromán escribe muy bien, lo que se agradece con tochos de estas dimensiones. Lo esencial es comprender que más que "derecha" existen derechas, diferentes tradiciones políticas dentro del universo conservador. Y lo mismo sucede en lo que llamamos convencionalmente izquierda. Tanto izquierdas como derechas son camaleónicas en el sentido de su adaptación al medio, que no es otra cosa que las cambiantes circunstancias económicas, sociales, políticas y culturales que dominan en en cada momento histórico. Si las mentalidades cambian, las ideologías lo hacen también. Están sujetas, como todo lo existente, a la historicidad. No es lo mismo ser liberal en 1830 que en 2020. Un conservador en los EEUU difiere de un conservador en Turquía o Japón. Un fascista de 1930 no se puede reproducir 100 años después porque su mundo, lo que le daba sentido y justificación, se esfumó hace ya décadas (por fortuna). A no ser que sean fascistas de laboratorio. O "fascistas" falsos inventados por la propaganda de izquierdas. Y así podríamos seguir. Todo relativo. Derecha es un término relativo. Aparece durante la Asamblea Revolucionaria Francesa, allá por septiembre de 1789; a la derecha de su presidente se sentaban los partidarios del orden social estamental, la iglesia y la monarquía; a su izquierda, los partidarios de cambios más o menos drásticos. En este sentido, se es de derechas siempre en relación a alguien que está a tu derecha o a tu izquierda. El centro, es un término más espacial que ideológico o político. El centro puro no existe. Pero sí tiene mucho sentido hablar, para entendernos, de centro-derecha (derecha moderada) y de centro-izquierda (izquierda moderada). Todavía más: tanto dentro de la derecha como de la izquierda existen tendencias izquierdistas y derechistas. Dentro del comunismo ruso, por ejemplo, Trotski era la izquierda frente a la derecha estalinista. Ahora bien, sí es posible aislar una serie de rasgos comunes entre las derechas, aunque su sentido siempre debe entenderse con precaución, históricamente (cambio y relatividad). La derecha cree en la diferencia como desigualdad. Los individuos son distintos porque son desiguales por herencia, hábitos o suerte. Y esta desigualdad es positiva porque implica que los más valiosos destaquen por encima de los menos valiosos (elitismo derechista). La derecha valora la jerarquía como moralmente justa y deseable. No le gusta nada la igualdad (la derecha moderada acepta la igualdad ante la ley; la derecha radical no, hasta el extremo de la barbarie nacionalsocialista: determinados grupos humano debían ser liquidados por su presunta "inferioridad" biológica). En general, para la derecha, los cambios sociales no son especialmente deseables porque van en contra de un orden social sancionado antes por Dios y más tarde por una "Naturaleza" entendida como una herencia biológica innata que pone a cada individuo en el lugar que le corresponde y merece. De ahí la tendencia de la derecha hacia el conservadurismo. Y cuanto más a la derecha, hacia la xenofobia, el racismo, el pesimismo cultural o el autoritarismo político. La izquierda, naturalmente, piensa lo contrario: mediante las luces y la razón, el gran ideal de la izquierda es la educación, los individuos progresarán armoniosamente hacia mayores cotas de igualdad, felicidad y justicia. Hay que reconocer que la letra de la izquierda es más agradable que la de la derecha. Otra cosa son las realidades.

Un cordial saludo.

Sandra Suárez dijo...

Pues la verdad: me parece que esa división entre Derecha e Izquierda es un teatrillo que no tiene mucho significado real. Pasa como con las etiquetas "progresista" y "conservador".

Las palabras evitan tener que explicar el contenido.

Muchas de las acciones más terriblemente antisociales han sido realizadas por la (supuesta) Izquierda, ya que, dado que ellos llevan el nombre de "Izquierda" en su anagrama, no tienen que dar explicaciones de lo que hacen.

Los gobiernos de González y Zapatero acabaron con una tasa de paro infernal, que no tiene parangón en ningún otro país de Europa. ¿Eso es de Izquierdas o de Derechas?

¿Hay algo más antiizquierdista que el nacionalismo? Sin embargo, existe un supuesto "nacionalismo de izquierdas", como el de ERC, o el de HB -que sembró de cadáveres el País Vasco- (¿Asesinar personas es progresista?).

Otras muchísimas barbaridades podrían decirse de la Derecha (y de la Ultraderecha o Fascismo): más etiquetas.

Así que, al final, estas etiquetas solo sirven para confundir y para evitar que la gente piense por sí misma.

Hay una frase que resume esto: "Quien tiene ideología, ya no necesita tener ideas".

beatrizrodriguezsoto dijo...

Carlos, me ha gustado mucho tu reseña, hecha con la claridad de exposición que te caracteriza. El libro no lo voy a leer porque no viene en google y porque solo habla de la derecha facción que no me interesa mucho. Creo que el franquismo sí que estaba muy arraigado, de hecho mira lo que sigue existiendo hoy en el Parlamento, en la calle, en la Curia y en la judicatura: franquismo frente al “Rojo”Iglesias. Me gustaría saber cómo explica el autor el 23f. Pero eso, claro, muerto Tejero, el general Armada, Adolfo Suarez y el ex rey Juan Carlos, quedará para la posteridad la versión más cómoda.
Pero no quiero hablar de política porque siempre es muy polémica. Explica muy bien 1984 ,las características que definen a las derechas y a las izquierdas. Yo también creo, que hay ricos y pobres, trabajadores y vagos, sanos y enfermos eso es evidente. Pero pienso que ya que los hombres vivimos en sociedad hemos de aceptar, sería estupendo, que los más inteligentes, los más dotados por la naturaleza y más trabajadores “tiren” por los débiles, enfermos, niños, viejos, etc. Parece injusto pero sería muy compensador, si la sociedad se sostuviera sobre otros pilares.
Saludos cordiales

Carlos Andia dijo...

Beatriz, sobre el 23-F, que yo recuerde, no hay en el libro demasiados datos relevantes, aparte de la implicación indirecta de algunos personajes de la extrema derecha y la filiación aproximada de varios de los militares que se movieron de forma sospechosa o claramente golpista. O sea, nada que no se supiese ya. Pero la verdad es que el tema se escapaba un poco al tema central del texto, porque fue más bien una trama variopinta y no vinculada directamente a una única corriente ideológica (como no fuese en sentido muy amplio).

Sobre la diferenciación entre izquierdas y derechas, discrepo bastante de Sandra. Desde luego son etiquetas convencionales que cambian radicalmente en función del tiempo y el lugar, pero yo creo que son categorías útiles para entendernos en términos generales.

Un saludo a todos y gracias por comentar.

Lupita dijo...

Hola, Carlos y a todos:

Me parece un libro interesante si su tono es didáctico y equidistante, aunque esto último es muy difícil. Es muy común, a pesar de la facilidad que tenemos de acceso a la información,informarse cada uno en su burbuja, oyendo/viendo/leyendo sólo aquello que está en consonancia con nuestra ideología o lo que queremos oír.

Hablar de izquierda-derecha ahora ya no tiene el mismo sentido; podríamos hablar de políticas de tendencia cual o tal, según adopten posiciones respecto a dos aspectos principales: lo social y lo económico. Así estarían los que son progresistas en lo social y más intervencionistas en lo económico, y los conservadores socialmente, pero liberales en la economía. Me explico fatal, pero creo que se entiende.

Izquierda o derecha lo mismo dan si se olvidan de la ética, de la búsqueda del bien común y no sólo de llenar sus cuentas bancarias.

Bueno, si yo venía a preguntar si es un libro accesible, que voy a opinar yo de política, si ninguno me gusta y yo no soy de nada.

Saludos a todos y feliz vuelta al cole

Carlos Andia dijo...

Hola Lupita. El libro es perfectamente asequible, definirlo como didáctico me parece que no le cuadra tan bien. Me explico, es un libro de historia política, se estudia la evolución de la derecha indicando cómo se han ido modificando algunos de sus postulados, las distintas corrientes, escisiones y reunificación es, etc. Y está muy bien escrito, con fluidez y sin perder el rigor.

Un saludo y gracias por acompañarnos.

Unknown dijo...

Me han encantado todos los comentarios. Una leccion de historia gracias kempes 19

Juan G. B. dijo...

Hola:
Permitidme una observaciön. Por lo que leo en la reseña, y ya en el subt´tiutlo del libro, éste trata sobre las circunstancias, evolución y crisis de la DERECHA española, ¿no es así? Sin embargo, muchos comentarios que se han hecho hablan tanto de la derecha como de la izquierda, e incluso alguno sólo de ésta, sus circunstancias, etc. Es curiroso, aunque no inhabitual: sule suceder en los debates sobre la derecha, ya sean parlamentarios, televisivos o tuiteros...se acaban atribuyendo sus problemas o los problemas que causa, a la izquierda.
No digamos ya, por poner un ejemplo un tanto grosero, si se habla de los crímenes de Hitler o Franco... enseguida el debate pasará a discutir sobre lo malísimo que era Stalin o incluso alguien dirá, directamente, que lo que pasaba era que tanto Hitler como Franco eran socialistas, ya se sabe... En fin, lo de siempre.
Saludos y un buen día a todo el mundo.

Lupita dijo...

Hola, Juan:
No sé si existe este término, pero en mi cabeza llamo a ese fenómeno "comparación fantasma" El oyente se adelanta a una posible comparación implícita (que sólo existe para él) por motivos emocionales o de inmadurez, por ejemplo. Es muy común entre los niños (y no tan niños) que sientan que un comentario lleva implícita una comparación, o que se comparen enseguida con otro, que ha hecho algo peor.

En política la filiación sentimental lleva a la comparación encendida, a buscar el desagravio y a demostrar posiciones, por encima de buscar el entendimiento. Con el ejemplo que pones se ve claro.

Saludos con la mano derecha y la izquierda.. jeje



Juan G. B. dijo...

Yo lo llamo "tirar balones fuera"...

1984 dijo...

Esperanza Aguirre dijo en cierta ocasión que Franco era socialista. Bueno: es una tontería. Franco era un reaccionario y un católico tradicional. Nada de socialista. Más bien, fusiló a todos los socialistas que pudo. Supongo que para muchos derechistas las políticas económicas estatistas de Mussolini, Franco o Hitler les convierten ipso facto en socialistas. Franco no era socialista. Mussolini fue antes de 1914 socialista, y del ala izquierda, pero luego se convirtió en un nacionalista de extrema derecha ferozmente antisocialista. En cuanto a Hitler, el nacionalsocialista, hay que entender el tipo de socialismo (?) que este señor imponía: una especie de colectivismo racista totalitario que rompía con cualquier forma de vida civilizada.

Un cordial saludo.

ChuangTzu dijo...

El problema de ese enfoque es que se traslada el debate a la elección de los temas. Ya no se trata de dar argumentos que demuestren que una opción política es mejor que las otras, sino de intentar que se hable de unos asuntos y no de otros. Se podría llamar "esconder los cadáveres en el armario".
Se ve claramente en los debates televisados, donde tienen que pactar hasta los segundos que se van a dedicar a cada tema.
Además, normalmente los temas son controlados por alguna parte interesada, como un medio de comunicación o un blog con intereses políticos.
Es una de las muchas razones por las que las discusiones políticas en Internet (y los debates televisados) no traen nada bueno.