jueves, 17 de septiembre de 2020

Patrick Radden Keefe: No digas nada

Idioma original: inglés
Título original: Say Nothing: A True Story of Murder and Memory in Northern Ireland
Traducción: Ariel Font Prades (ed. en castellano) / Ricard Gil (ed. en catalán)
Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable (imprescindible para interesados)

Es indudable que los conflictos territoriales han dado lugar a episodios cruentos y violentos a lo largo de los años. Y hay casos en los que estos conflictos han pervivido durante décadas y, a pesar de que hayan finalizado en la práctica, aún siguen latentes en la mente de la sociedad afectada. Uno de estos casos, es de manera incuestionable, el conflicto en Irlanda, especialmente en la época considerada de los Troubles (disturbios). Ya hice una aproximación al conflicto con la gran novela «Regreso a Killybegs», de Sorj Chalandon (libro que valoré injustamente con solo un «recomendable») y ahora me acerco nuevamente a él a través de otro enfoque, el de la no ficción, con este brillante ensayo que ha escrito Patrick Radden Keefe.

El libro empieza de manera trepidante, con un alto ritmo narrativo, en el Belfast de 1972, en plena época de disturbios y en el interior de una familia irlandesa explicando el secuestro, por parte de una veintena de vecinos y en su propia casa, de Jean McConville de treinta y ocho años de edad y con diez hijos; una desaparición que les dejó, durante treinta años, sin saber su paradero ni si seguía con vida. Este suceso, que abre y cierra el libro, sirve de vehículo para narrar lo sucedido en muchas otras familias en esa época, pero cobra especial relevancia por su relación con la otra cara del mismo conflicto, la de los miembros del IRA, que el autor nos presenta también ya de inicio. Así, el relato, a medida que avanza, se desplaza de la familia McConville hacia el IRA en su facción más militar: el IRA Provisional, los Provos. Ahí aparecen en el relato sus figuras clave: las hermanas Marian y Dolours Price (casada con el actor Stephen Rea durante dos décadas), Brendan Hughes (miembro de los Dirty Dozen, una de las unidades operativas más violentas del movimiento), el controvertido Gerry Adams (desde su posición estratégica y posteriormente política), así como también miembros del ejército británico enviados a Irlanda del Norte para combatir el IRA con asesinatos y torturas si era necesario. De esta manera, la novela recorre cuatro décadas de conflicto, desde el reagrupamiento del IRA tras la marcha de Derry en 1968 hasta la finalización del proceso de paz, haciendo una parada profunda en las huelgas de hambre que fueron un punto de inflexión en el cambio de rumbo de un país que libraba en las calles la lucha para conseguir unos intereses dispuestos a pagar cualquier precio para ello, incluso la propia vida o la de sus familiares.

De esta manera, situando el punto de partida de la novela en los inicios de los Troubles, a finales de los años sesenta, Patrick Radden Keefe elabora un relato perfectamente estructurado en tres grandes partes correspondientes a tres fases del conflicto claramente identificables («Claro, puro e indiscutible», «Sacrificio humano» y «Reparación») en el que retrata de manera humana las vidas de aquellos que participaron en el mismo y las huellas que este les causó, y lo hace con la habilidad de narrarlo evitando proporcionar excesivos detalles, pero sin dejar de lado el horror y la violencia de décadas de terrorismo republicano, pero también policial a través de las cloacas del estado británico. Así, el análisis que hace el autor en esta obra de no ficción es fiel a los hechos sucedidos, pero sin dejar de lado que detrás de cada acto, detrás de cada protesta, detrás de cada asesinato y atentado, hay personas detrás, ya sean terroristas, víctimas, o ambas cosas a la vez en algunos casos, y hay siempre consecuencias. Y este es otro de los puntos fuertes del libro, el tratamiento humano de aquellos que tomaron parte en el conflicto, desde los dos frentes, aunque principalmente del perteneciente a los miembros del IRA. El autor centra el relato partiendo de sus personajes clave, intentando transmitir cómo pensaban, cómo sentían, cómo vivían el conflicto, y trata desde ellos la historia real, eliminando de esta manera cualquier recelo que el lector pudiera tener ante una posible avalancha de datos propia de un relato de no ficción sobre una época histórica. Así, centrando la acción en unos pocos personajes y con un ritmo trepidante durante prácticamente todo el libro, el autor consigue mantenerte en tensión a la vez que va añadiendo capas de información sobre lo sucedido en la época de los disturbios y los años siguientes. La velocidad en la que se sucede la narración es altísima, más propia de una novela negra que de un ensayo, y a veces uno tiene la sensación de estar leyendo un thriller, pues el equilibrio entre el aporte de información, la profundización de los personajes y la tensión narrativa es perfecto.

Hay episodios duros, historias donde uno toma consciencia de la dificultad de vivir en una sociedad en constante conflicto, donde un atentado o un asesinato puede ocurrir en cualquier momento, en cualquier lugar y puede que contra cualquier persona. Y, también, las vidas difíciles de los terroristas, vidas entregadas a una causa en la que un error o un interés te puede colocar en el punto de mira de los propios compañeros y asumir, pues la causa es el ente superior a todos, que debes escoger entre tu vida y el compromiso con el movimiento; y puede que la elección tomada sea que debes morir. Y hacerlo en silencio, sin tan siquiera informar a la familia, pues «una de las consecuencias de los Troubles fue la instauración de la cultura del silencio», de ahí el título de la novela. «Con tantas facciones armadas librando una guerra en las calles, un acto tan inocente como hacer preguntas sobre un ser querido desaparecido podía ser peligroso», cualquier pregunta o declaración a la prensa o a la policía podía llevarte de golpe a ser secuestrado, amenazado o torturado. Y, de cara a los familiares, estar, simplemente, desaparecido.

El libro que ha escrito Radden Keefe es un libro clave para entender el IRA partiendo de la época de los disturbios, en su formación inicial como guerrilla urbana, con su sistema de vigilancia, normas, compromisos e ideales. Pero también es una pieza clave para entender la evolución y crecimiento de un movimiento surgido por la simple reclamación de igualdad social y política, pero transformado en un grupo paramilitar terrorista. Así, estamos ante un libro asombrosamente escrito que elimina de forma inexorable cualquier recelo que un posible lector pueda tener ante la lectura de un ensayo sobre este tema, porque no nos engañemos, uno puede pensar que este no es un libro recomendable a lectores a menos que estos estén familiarizados con la situación ocurrida o con los ensayos. Pero no. La mano habilísima del autor se encarga de eliminar cualquier prejuicio, narrando los hechos de manera natural, no arrojando datos o suministrando información, sino centrando la acción en algunos personajes clave, metiéndose en su piel y logrando que conectemos con ellos, al retratar perfectamente su mentalidad, su ideología, pero especialmente su vida. Así, un libro que podría haber tenido una densidad inabordable tras la información contenida en más de cien páginas de notas y bibliografía, se convierte en “casi” una novela a ojos del lector que olvida que estamos ante un ensayo y avanza por las páginas volando sobre ellas empujado por la potencia del retrato que el autor hace de sus personajes.

Las últimas páginas del libro hablan sobre el proyecto Belfast, en el que varios de los integrantes del IRA documentaron a través de entrevistas con periodistas sus experiencias con la única condición de que solo fueran utilizadas cuando todos ellos hubieran muerto y como trabajo meramente académico, y su propósito alterado por la petición judicial de tener acceso a esos archivos para averiguar qué sucedió con Jean McConville. Y es en esta parte final donde cobra especialmente importancia la figura de Gerry Adams, siempre a caballo entre la política y el activismo, entre la lucha armada y la táctica. Un personaje con dos caras y un pasado: duro y contundente al principio, político y táctico después. Y un pasado plagado de decisiones que afectaron la vida de otras personas y del que se esconde, rehúye y reniega, negando su pertenencia al IRA, pero que las grabaciones de varios de sus miembros más destacados, como Hughes, lo desmienten y confiesan su rabia hacia Adams por un acuerdo de paz que supone una claudicación, una renuncia: «¿de qué cojones sirvió? Las vidas que había arrebatado, los jóvenes voluntarios que había enviado a la muerte: la condición de estos sacrificios siempre había sido que con el tiempo quedarían justificados por el surgimiento de una Irlanda unida». Un Hughes que se lamenta afirmando que «tal como ha acabado todo, no hay una sola muerte que haya valido la pena» o, también, las declaraciones de Dolours Price quien viendo cómo acabó todo tras décadas de lucha armada se cuestiona: «¿es por eso, que matamos?, ¿es por eso, que morimos? ¿de qué se trataba, en realidad?». Así, el libro expone, de manera desoladora para los implicados en la guerra, la sensación de quien vio cómo años de lucha puede que no sirvieran para nada tras el acuerdo alcanzado entre el Sinn Fein y el gobierno británico, o que sí sirvieran, pero, como apunta Dolours Price, pagando un alto precio: «habían puesto bombas y atracado bancos y visto morir amigos e incluso prácticamente había muerto ella misma, con la esperanza de que estas acciones violentas sirvieran para conseguir finalmente la liberación nacional por la cual habían luchado varias generaciones de su familia».

El libro finaliza con el proceso de paz que abrió una puerta a la reconciliación, porque los muertos del bando del IRA no solo se produjeron a manos del enemigo o por huelgas de hambre en la cárcel, sino también en muchos casos por hacer de confidentes y filtrar información al ejército británico. Muertes que se producen de manera silenciada, ocultas a ojos no únicamente de las autoridades, sino también de sus familias que ven como miembros de ella desaparecen y nunca más se sabe de ellas. Cadáveres que se encuentran años después, en cualquier sitio y de cualquier manera, en una triste y aterradora manera de dejar el mundo: solos y sin la posibilidad de ser llorados por la familia. Un proceso de paz y reparación necesario, gracias al cual los miembros del IRA informaron finalmente donde podían encontrarse víctimas del lado irlandés, y permitir el duelo de sus familias.

Por todo ello, se trata de un libro imprescindible para todos aquellos interesados en una parte de la historia de Irlanda del Norte marcada por la violencia, pero también muy recomendable para todos aquellos que quieran ver más allá de los hechos, que quieran constatar como la violencia golpea las vidas de toda una sociedad que, implicada o no en la causa, son víctimas de la violencia, en sus múltiples formas: físicas, pero también psicológicas, una violencia que se extiende a las vidas de los que quedan. Tal y como afirma Bernadette Devlin, amiga de Price, «no podemos seguir fingiendo que cuarenta años de guerra cruel, sacrificio, pérdida, prisión, inhumanidad, no nos ha afectado a todos y cada uno de nosotros en nuestro corazón, nuestro alma y nuestro espíritu». Los recuerdos siempre presentes sobre lo sucedido, pero especialmente respecto a aquellos que ya no están y que puede que nunca se sepa donde descansan. Y la constatación, una vez más, de que la memoria y la reparación es una parte imprescindible para finalizar cualquier conflicto, no sé si suficiente para perdonar, pero sí para conseguir la calma necesaria para seguir adelante.

También de Patrick Radden Keefe en ULAD: El imperio del dolor

15 comentarios:

Antonieta dijo...

Me encantaría leerlo, muchas gracias querido Marc.
Abrazos fraternos y l��c��s

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Antonieta.
Creo que te gustará, es terriblemente adictivo y muy interesante.
Si lo lees, ¡ya nos dirás!
Saludos, y abrazos fraternos y locos.
Marc

Diego dijo...

Muy interesante, Marc. Queda apuntado.
Después de leer la reseña vi que el autor también tiene un trabajo sobre el espionaje de los gobiernos a los ciudadanos. También promete.

Gracias por el descubrimiento.

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Diego.
Desconocía el trabajé mencionas, pero investigaré sobre ello porque seguramente vale mucho la pena.
Saludos, y gracias por el apunte y por el comentario.
Marc

1984 dijo...

Una excelente reseña. Muy trabajada y exhaustiva. Es interesante la mentalidad de los terroristas, que suele ser bastante parecida, aunque terrorismos haya muchos y en ocasiones contrapuestos, como en Irlanda del Norte, con su guerra civil entre dos comunidades étnicas que se disputan el mismo territorio. Los terroristas suelen declararse altruistas y sacrificados. Ellos toman la iniciativa de defender a su pueblo frente al silencio atemorizado de la inmensa mayoría. Sus simpatizantes les presentan como héroes e idealistas que dan testimonio de la verdad frente a las fuerzas del mal (policías, otros grupos armados etc). El terrorista es esencialmente un sectario cuya ideología se simplifica tanto que cabe en un papel de fumar. Son hombres de acción. El pensamiento para el terrorista es completamente accesorio. Ante todo, los terroristas se consideran soldados de un ejército clandestino. Aquí ya se aprecia la conciencia de superioridad del militante armado, enmascarado y a veces hasta uniformado, un militar irregular, frente al civil que no se compromete con la lucha armada. El terrorista desprecia como cobardes a quienes se quedan en casa por miedo o simple precaución. Pero si el terrorista está dispuesto a sacrificar su vida por la verdad (patria, religión y demás misterios), también está dispuesto a sacrificar la vida de los demás. Dispone de la vida ajena con una arrogancia repugnante. El terrorista es casi siempre un asesino múltiple cargado de moralismo y buenas intenciones. El terrorista se parece a los mártires, excepto en lo esencial: el mártir muere, pero nunca mata. El mártir es admirable aunque estemos alejados de sus ideas; el terrorista siempre es repulsivo, aun compartiendo algunas de sus ideas o admitiendo cierta justicia en su lucha. Incluso los desalmados que aplauden a los terroristas desde la comodidad de la vida civil, luego no quieren rozarse demasiado con estos incómodos y ensangrentados personajes. Cuando se acaba el combate, el terrorista se siente defraudado por los políticos, traicionado y solo en su integridad. Después de tanto sufrimiento, todo le parece poco. La mentalidad simple, cruel y fanática del terrorista se adapta mal a las complicaciones y renuncias de la vida normal. Si el terrorista admite que sus “acciones” fueron crímenes, con toda la motivación política que se quiera, se le desmonta el tinglado heroico, y acabará por verse como un sencillo asesino manipulado por otros más listos que él. La obcecación del terrorista o ex terrorista por no asumir hechos concretos delictivos forma parte de esa huida de la realidad que le protege contra su propia mala conciencia.

Un cordial saludo.

Pepe M. dijo...

Me ha gustado mucho el comentario. Intentaré leerlo para saber lo algo más sobre lo que sucedió en Irlanda

El comentario de 1984 explica bien su punto de vista del terrorismo, pero no aporta nada sobre que le pareció la novela.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Qué buena pinta tiene el libro. Sin duda debió ser una época terrible para vivir allí en ese momento, pero apasionante para ser estudiada.
Si se me permite la impertinencia, la palabra 'aproximamiento' yo diría que no existe, pero a lo mejor estoy equivocado.

Marc Peig dijo...

hola, Anónimo.
No solo se te permite, sino que se te agredece. Tienes razón que era un error.
Respecto al libro, y enlazo con el comentario de Pepe M., sí, es muy interesante para conocer lo sucedido y cómo se vivió. Además, el autor es estadounidense con lo que puede analizar los hechos desde la distancia necesaria para ser objetivo.
Saludos, y gracias por los comentarios.
Marc

ChuangTzu dijo...

No es verdad que los mártires no matasen a nadie. Muchos eran guerreros que lucharon por su fe y fueron vencidos. Por ejemplo, San Hermenegildo se levantó en guerra civil contra su padre.

Diego dijo...

Yo tendría unos catorce o quince años. El Fede se estiró para darme un tubo de plástico de aquellos que protegían los carretes Kodak. - Hacelo con ésta - dijo - me la trajeron de Paraguay -...
Y nunca más volví a subestimar lo que cabe en un papel de fumar.

Anónimo dijo...

Pero es una novela o un ensayo? Una novela histórica? No sé, parece que tiene personajes y dices que es una novela, pero también dices que es un ensayo, pero si cuenta cosas no es un ensayo sino una novela y parece una novela histórica
Que lio voy a buscarla en gugel

Marc Peig dijo...

Hola, Anónimo. Pues llevas razón, a pesar de que en el primer párrafo digo que claramente que es un ensayo y que también así lo indican las etiquetas de la entrada, en alguna ocasión hablo del libro como una "novela". Será cosa del teclado predictivo... o porque cuando uno lo está leyendo no parece que sea un ensayo.
Pero bueno, para que no quepa dudas y no tengas que buscarlo en google, es un ensayo.
Saludos
Marc

Anónimo dijo...

Uy ya lo he encontrado es un thriller judicial y lo he visto en la Casa del libro
Cuenta la vida de una familia y no podía ser un ensayo, los ensayos no cuentan nada, hablan de política de ecología, de temas interesantes. Ccomo podéis confundir tanto. Como para fiarse

irati dijo...

Me ha encantado tu reseña y tu comentario final sobre la reparación y la memoria. Hay cosas que nunca acaban. El libro lo he terminado esta tarde y todavía estoy impresionada. Para mí es un reportajazo que puede leerse como una novela por su ritmo trepidante como dices y por cómo va enlazando los hechos con el perfil de los personajes. Y luego están las fotografías, magníficas, que te muestran la realidad pura y dura: por sí en algún momento pensaste que esto era una novela y no la realidad. Me ha parecido un librazo, la verdad, con un “titular” magnífico que resume el miedo, la inseguridad y la violencia de esos años. Gracias, Marc, por toda la información que aportas de tus lecturas, da gusto leer reseñas así!

Marc Peig dijo...

Hola, Irati.
Gracias por los elogios y coincido totalmente en que es un librazo que te deja unas sensaciones que tardan en marcharse.
Y muy buen apunte el que haces y que, ciertamente, no está en la reseña: la inclusión de fotografías en medio del relato, por si en el endiablado ritmo que tiene el libro uno olvida que todo lo que cuenta es real y que pasó tal y como el autor lo narra. Es otros punto fuerte de este gran libro y me alegro que lo hayas destacado.
Saludos y muchas gracias por tu comentario.
Marc