Título original: The Moving Toyshop
Año de publicación: 1946
Traducción: José C. Vales
Valoración: está bien
Dentro de la acendrada tradición británica de novelas policíacas o de misterio -es decir, en su variante más "fina", me refiero"-, encontramos no pocos autores que combinan o combinaban, más bien, la exposición de crímenes más o menos sanguinarios con ese humor característicamente british. Dentro de este estilo, no sé si el más famoso en su momento (puede que sí, pero estoy pensando también en Michael Innes, por ejemplo), aunque seguramente sí que el más desaforado a ese respecto, fue Edmund Crispin, cuyo verdadero nombre era Robert Bruce Montgomery -el seudónimo lo sacó, precisamente, de una novela de Innes-, músico de formación y profesión, pero que en los años 40 decidió crear su propio personaje detective para escribir una serie de novelas del género, al parecer inspirado en la lectura de una de John Dickson Carr (otro que tal, aunque americano, en este caso). El personaje que fabuló era el filólogo y profesor oxoniense Gervase Fen, un tipo de lo más brillante y excéntrico -no podía ser de otra manera-, aficionado a sembrar el caos por Oxford conduciendo su coche a toda pastilla y, por lo que parece, más proclive a la acción que a la reflexión tocando lánguidamente el violín puesto de droga hasta las cejas (aunque las bebidas espirituosas sí que le van).
La tendencia hacia esa excentricidad se deja notar incluso en la propia trama de la novela; en ésta, que es la tercera de la serie (¿que por qué no he empezado leyendo la primera? Pues porque se supone que La juguetería errante, escrita en 1946, transcurre antes, en 1938... y, sobre todo, porque las críticas que he leído dicen que es la mejor de todas), Crispin le da una vuelta de tuerca al concepto del "misterio en el cuarto cerrado"... y hace desaparecer el cuarto cerrado. No me prodigaré en los detalles para no fastidiarle la lectura a nadie, pero sí debo explicar que el protagonista de la novela, el poeta Richard Cadogan, se va de vacaciones a Oxford, donde cursó sus estudios y allí, la noche de su llegada, descubre un cadáver en una tienda, justamente la juguetería a la que alude el título. Pero cuando al día siguiente pretende denunciar el suceso, resulta que la juguetería de marras ha desaparecido y convertido en una tienda de abastos. Cadogan recurre entonces a su amigo Gervase Fen, profesor de lengua y literatura inglesas en St. Christophe's College de esa ciudad universitaria (college inexistente, en realidad), y ambos se entregan a una pesquisa frenética que les llevará a conocer a personajes siniestros y/o harto extravagantes e ir reclutando una recua de colaboradores no menos inusuales: desde la hermosa señorita Sally Carstairs, a algún que otro sordo profesor de edad avanzada, más toda una caterva de estudiantes disipados y bastante borrachos.
El resultado es que la historia, más que la típica novela-problema de la escuela inglesa, resulta ser una especie de gymkana a lo largo y ancho de Oxford y alrededores (supongo que quienes conozcan esa localidad sentirán un placer añadido a su lectura), que llega a oscilar, incluso, entre el vodevil y el slapstick, amén del humor más característicamente británico, lleno de ironía e incluso un toque de non sense que convierte la lectura en algo de lo más divertido (como se dice en un momento de la novela: "Oxford es el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie"). Pero bueno, hasta ahí; quien busque una novela canónica de crímenes y misterio, me temo que sufrirá una cierta decepción. Pero cuando no hay pan, buenas son tortas: superada aquélla, a disfrutar.
La tendencia hacia esa excentricidad se deja notar incluso en la propia trama de la novela; en ésta, que es la tercera de la serie (¿que por qué no he empezado leyendo la primera? Pues porque se supone que La juguetería errante, escrita en 1946, transcurre antes, en 1938... y, sobre todo, porque las críticas que he leído dicen que es la mejor de todas), Crispin le da una vuelta de tuerca al concepto del "misterio en el cuarto cerrado"... y hace desaparecer el cuarto cerrado. No me prodigaré en los detalles para no fastidiarle la lectura a nadie, pero sí debo explicar que el protagonista de la novela, el poeta Richard Cadogan, se va de vacaciones a Oxford, donde cursó sus estudios y allí, la noche de su llegada, descubre un cadáver en una tienda, justamente la juguetería a la que alude el título. Pero cuando al día siguiente pretende denunciar el suceso, resulta que la juguetería de marras ha desaparecido y convertido en una tienda de abastos. Cadogan recurre entonces a su amigo Gervase Fen, profesor de lengua y literatura inglesas en St. Christophe's College de esa ciudad universitaria (college inexistente, en realidad), y ambos se entregan a una pesquisa frenética que les llevará a conocer a personajes siniestros y/o harto extravagantes e ir reclutando una recua de colaboradores no menos inusuales: desde la hermosa señorita Sally Carstairs, a algún que otro sordo profesor de edad avanzada, más toda una caterva de estudiantes disipados y bastante borrachos.
El resultado es que la historia, más que la típica novela-problema de la escuela inglesa, resulta ser una especie de gymkana a lo largo y ancho de Oxford y alrededores (supongo que quienes conozcan esa localidad sentirán un placer añadido a su lectura), que llega a oscilar, incluso, entre el vodevil y el slapstick, amén del humor más característicamente británico, lleno de ironía e incluso un toque de non sense que convierte la lectura en algo de lo más divertido (como se dice en un momento de la novela: "Oxford es el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie"). Pero bueno, hasta ahí; quien busque una novela canónica de crímenes y misterio, me temo que sufrirá una cierta decepción. Pero cuando no hay pan, buenas son tortas: superada aquélla, a disfrutar.
2 comentarios:
Que buena reseña. Además es el empujoncito ideal para mi para leer este libro que lo tengo pendiente.
Hola, Ana:
Pues gracias por el cumplido...Sobre el libro, estoy seguro de que lo pasarás bien leyéndolo, aunque ya digo que no te esperes una novela de crímenes al uso...
¡Un saludo y gracias de nuevo!
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