Año de publicación: 2008
Valoración: está bien
Me esperaba más de Chejfec. Merced a lo que había indagado, parecía formar parte de esa segunda oleada de escritores argentinos, entre los 35 y los 50 años, junto a Neuman o Casas, escritores tanto de relato como de novela, viajeros por el mundo y con influencia mezclada entre clásicos latinoamericanos y contemporáneos anglosajones.
Pero mis expectativas no se han cumplido: y debo ser sincero, por un margen estimable. Mis dos mundos no tiene un mal arranque, rápidamente nos situamos en contexto: Kafka debería ser una referencia en esta prolongada disquisición de un hombre que convierte en el paseo planificado por el parque de una ciudad del sur de Brasil, en fechas cercanas a su cumpleaños una especie de viaje interior en el que combina sus disquisiciones y sus reflexiones con las esporádicas interacciones que le brinda el entorno.
En el parque, que pasa a constituir el centro de su atención, alterna (supongo que de ahí el título) estas reflexiones con las contadas interacciones que el entorno le procura. Sitúa siempre a las escasas personas que ve en función de su, cree que extraordinaria, presencia allí. Un anciano que parece dirigirse al sitio en el que está sentado, un aviario, padres que pasean con sus hijos montados en esas barcas con forma de cisne que están en los estanques. unas carpas, unas tortugas. Chejfec describe minuciosamente todo: las formas de las partes del parque, los rincones, las construcciones, cómo el parque es una isla verde en medio de un mapa que consigue en el hotel, enmedio de la ciudad que lo acoge de forma provisional. También describe las sensaciones de ese caminante sin nombre y ahí el frasco de la abstracción se le derrama. Siento mucho decirlo así.
Porque, con poco margen para una toma irónica que le hubiera sentado bien al texto, Chejfec opta por una trascendencia y una solemnidad que me parecen un poco impostadas. Debemos interpretar alguna cosa pero este triste reseñista se la ha perdido. Quizás la soledad del viajero. Quizás la extrañeza de la estancia en la ciudad que no es la de uno y de la cual escogemos un rincón para empezar a hacerla propia. Reconozco que, aunque he buscado el entorno propicio, en ningún momento he logrado sintonizar con Mis dos mundos. Lejos de eso, sus últimas veinte páginas, a la espera de alguna resolución a un recorrido que empezaba a angustiarme, se han hecho cuesta arriba. A lo mejor esperaba una crónica del paseo como la de Ciudad abierta de Teju Cole, vitalista y luminosa, pero conforme he avanzado me ha costado encontrar parangón a este libro, al cual no le veo más sentido (al menos Chejfec escribe muy bien) que el abstracto lucimiento verbal.
También de Sergio Chejfec en ULAD: 5
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2 comentarios:
Me siento mal.
Argentino y voraz lector, jamás en mi vida había escuchado el nombre Sergio Chejfec.
Debo sentirme así? Me estaré perdiendo algo realmente importante?
Afortunadamente Argentina es una gran nación con una gran tradición literaria que disculpa esa relativa desinformación. Mejor escribiendo que creando: yo aquí me he liado un poco. Gracias por el comentario.
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