Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1932
Valoración: recomendable
En 1932 Borges está ya inmerso en una época de rápida maduración de su escritura. Ha dejado atrás los primeros excesos juveniles (o lo que luego juzgará como primeros excesos): no se empeña ya en escribir como un poeta de vanguardia, ni hace en cada línea profesión de fe en los argentinismos. Un año antes empieza su colaboración con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, que cumpliría una enorme labor cultural en toda la América hispanohablante. Quizá animado por sus crecientes colaboraciones en revistas y semanarios, en las que trataba de un modo ameno y original los temas más diversos, se atreve en 1932 con su segundo libro de ensayos. El primero, Inquisiciones (1925), le acabaría pareciendo demasiado barroco y afectado, y no permitiría en vida su reedición. Los temas de Discusión son los del núcleo mismo del universo borgiano: la metafísica, Whitman, las traducciones de Homero o las paradojas lógicas. Quizá estos motivos se ven acompañados todavía de una mayor presencia de temas argentinos -como la poesía gauchesca- que más adelante perderán peso.
A mí hay uno de estos ensayos que me parece especialmente iluminador. Se titula "El arte narrativo y la magia", y en él Borges une dos de sus principales virtudes: su increíble agudeza para detectar los trucos, las técnicas de la escritura (y hacernos admirarlas) y su capacidad para unir cuestiones que parecen lejanas. Aquí, a través de un buen número de ejemplos, hace ver cómo un narrador se ve obligado a un tipo preciso de causalidad, basada en los detalles reveladores, en las nimias simetrías del relato. Fuera de estos juegos, cualquier intento por plasmar la caótica causalidad natural tal y como la experimentamos en la realidad, llevaría a que el lector descreyera de la trama. Pues bien, este mismo procedimiento lo descubre Borges (como siempre, a través de más libros: La rama dorada de Frazer) en la magia simpática. También el hechicero que quiere propiciar la lluvia o la caza la prefigura con mínimos detalles rituales, como hace el escritor. Todo esto, genialmente explicado, claro, le sirve a Borges para condenar, una vez más, el realismo y el psicologismo en la novela.
Otra pequeña delicia de este libro: leer una reseña borgiana de la película Luces de la ciudad (1931), de Charles Chaplin. Parecen dos personajes tan opuestos de la cultura del siglo XX que uno casi se resiste a pensar que fueran contemporáneos... Y en cierto sentido no sé si lo fueron. Aquí lo que sentencia Borges sobre la película en cuestión: "Su carencia de realidad sólo es comparable a su carencia, también desesperante, de irrealidad." Qué buena es la mala intención cuando se dice con elegancia.
Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
3 comentarios:
Muy buena la última frase :)
Borges permite, y en cierto modo, exige, varias lecturas del mismo texto para poder ir profundizando en él.
Funes el Memorioso, Jardín de Senderos que se Bifurcan, El Aleph, La Lotería en Babilonia... hay textos que no tienen desperdicio.
Un saludo de un admirador de Borges.
Jose
Muy de acuerdo en lo de las múltiples lecturas, Jose. Gracias por comentar!
Un saludo de otro admirador de Borges,
Jaime.
Una reseña muy ajustada para un libro no muy conocido de Borges, que a mí me parece muy bueno (los dos: el libro en particular y Borges en general). Reconozco que lo conocí hace poco tiempo (al libro) y que no sabía que hubiera edición exenta.
Muchos saludos de un tercer admirador de Borges.
Ángel
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