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sábado, 17 de octubre de 2020

Miguel Delibes: El camino

Idioma original: Español
Año de publicación: 1950
Valoración: Muy recomendable alto

Se cumplen hoy 100 años del nacimiento de Don Miguel Delibes, uno de los grandes de las letras españolas del siglo XX, y en ULAD lo celebramos leyendo y reseñando "El camino", tercera novela del vallisoletano. 

Publicada en 1950, cuando Delibes contaba únicamente con 30 años, "El camino" es una novela dotada de una belleza sencilla, emparentada en cierta forma con el neorrealismo italiano y con la novela existencialista, en la que un suceso tan "nimio" como la partida de Daniel, el Mochuelo, de su valle natal a la ciudad con el fin de "progresar" es el punto de partida para una historia en la que se alternan dos tiempos y varias posibles lecturas. 

Los tiempos serían el presente constituido por la noche previa a la partida y el pasado formado por los recuerdos, imágenes y sensaciones que las historias de los vecinos de la aldea dejan en Daniel. Así, pasado y presente aparecen unidos en lo que puede y debe ser leído como novela de formación ("los grandes raramente se percatan del dolor acerbo y sutil de los pequeños", "el poder de decisión le llega a un hombre cuando ya no le hace falta para nada"...), pero también como retrato costumbrista de la España rural de la posguerra, como novela social "en ciernes" o anunciadora de las posteriores "Las ratas" o "Los santos inocentes", como novela picaresca, etc.

Más allá de estas posibles lecturas, varios son los aspectos que destacaría de la novela:

  • La elección de narrador omnisciente. No es infrecuente el uso de la primera persona en este tipo de narraciones protagonizadas por niños, pese a que el riesgo de caer en "impostura" es grande. Aquí Delibes opta por la tercera persona para la reconstrucción, desde la óptica de Daniel, de la historia del valle y de la vida del propio Daniel. Con esto consigue, al mismo tiempo, transmitir veracidad y cercanía.
  • El final de la inocencia, magníficamente dibujados a través de los sucesivos descubrimientos que, voluntariamente o no, realiza Daniel.
  • Los personajes. "El camino" es, por encima de todo, una novela de personajes (como tantas otras de Delibes, por otro lado). Y no solo Daniel, el Mochuelo, con su desasosiego cósmico, o Roque, el Moñigo, o Germán, el Tiñoso, sino que los secundarios también contribuyen a la creación de ese pequeño mundo a escala que es el valle.
  • La representación del mundo rural. El riesgo de caer en la idealización de la infancia y de su mundo es evidente, pero Delibes lo esquiva presentando un mundo rural lleno de claroscuros. Pese a que las descripciones de paisajes sí que transmiten la sensación de "Arcadia feliz", los personajes y situaciones reflejan la variedad de sentimientos, virtudes y defectos que podemos ver en cualquier persona, lugar y tiempo, lo que hace de "El camino" una novela atemporal.
  • Novela sensorial. Por todos es conocido el amor de Delibes por la naturaleza, lo que se traduce en que "El camino" sea una novela con olor a heno, a hierba recién cortada, a moñiga, etc.
  • Last but no least, el humor y la ironía. Creo que este es uno de los aspectos más sorprendentes de la novela. Y es que el comienzo de la novela no parece presagiar nada similar, pero muchos de los personajes y situaciones tienen un punto entre lo trágico, lo cómico y pícaro. Sirven de ejemplo las travesuras de los capítulos XIV y XV o las andanzas de las Guindillas, de Quino, el Manco y demás.
Ya paro. Esto se me esta yendo de las manos, pero el centenario de Miguel Delibes y un libro tan tierno y lacónico como "El camino" lo merecen. ¡Larga vida a la obra de Delibes!

Un montón de libros de Miguel Delibes reseñados AQUÍ

lunes, 24 de octubre de 2011

Miguel Delibes: El disputado voto del señor Cayo

Idioma original: español
Año de publicación: 1978
Valoración: se deja leer

Antes siquiera de empezar a leer esta novela, ya tenía en mi cabeza un boceto de la reseña que iba a escribir: "Miguel Delibes, crítica a la política, humor y sarcasmo, ataque a la voracidad de los políticos, plena actualidad, maestro, genial, espléndido". Pero por una vez, y creo que es la única por ahora, el bueno de Delibes me ha decepcionado, y no puedo escribir esa reseña que tenía pensado escribir.

Porque el problema es que aquí a Delibes se le ve demasiado el plumero: que ha escrito una "novela de tesis" con todas las de la ley. Y la tesis, que uno de los personajes llega a formular explícitamente, sería: "la gente de campo es verdaderamente sabia; la gente de ciudad (sobre todo los jóvenes) no saben nada, o lo que saben no es verdaderamente importante". Y para defender esta tesis, Delibes crea los personajes que le hacen falta, puros estereotipos esquemáticos y descarnados: Rafa, el joven pagado de sí mismo, insensible a la belleza de lo natural; Víctor, algo mayor, un auténtico gentleman capaz de derramar lágrimas de placer ante una ermita prerrománica o un paisaje bien puesto; y Laly, la femme feminista, también sensible pero sobre todo independiente. Su contraste con el señor Cayo, paciente, estoico y casi místico, se refleja incluso en el lenguaje: variado y rico en matices léxicos el del campesino; repetitivo y vulgar el de los jóvenes de ciudad.

Por lo tanto la crítica fundamental no se dirige, como yo pensaba, contra los políticos que se preocupan más por obtener el "disputado voto del señor Cayo", sino en general contra los "intelectuales" urbanitas que han perdido toda conexión con la naturaleza. Sí, algo de crítica hay, especialmente contra los nostálgicos del franquismo en el contexto de aquellas primeras elecciones democráticas de 1977, caricaturizados como matones de tres al cuarto; o contra los aparatos del partido, representados por Dani, obsesionados con la imagen y con la victoria. Pero son críticas de poca hondura, y sobre todo se nota que no es lo que a Delibes le preocupa.

No quiero decir que no me haya gustado la novela porque no esté de acuerdo con su tesis (aunque no estoy de acuerdo con su tesis); sino que me parece que, a las alturas en las que la escribió, un Miguel Delibes ya maduro debería haber sabido plasmarla narrativamente de una manera menos maniquea, menos burda. En fin, una decepción.

Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí, entrada in memoriam tras su fallecimiento

viernes, 12 de marzo de 2010

Miguel Delibes in memoriam


Esta madrugada ha muerto, a los 89 años, Miguel Delibes, sin duda una de las figuras imprescindibles de la narrativa española del siglo XX. Periodista y escritor profesional en el sentido más pleno del término, Delibes publicó una obra extensísima que tanteó géneros y técnicas muy diversas: el realismo casi tremendista en El camino o Las ratas; el monólogo interior en la que se considera su obra maestra, Cinco horas con Mario; la experimentación técnica en Los Santos Inocentes (que también figura entre sus mejores novelas) e incluso la novela simbólica en Parábola del náufrago o la histórica en su última gran obra, El hereje.

Miguel Delibes siempre se describió a sí mismo como "un hombre sencillo": un vallisoletano por nacimiento, pero también por vocación (rechazó en varias ocasiones trasladarse a Madrid; un cazador experto -varios de sus libros tratan, directa o indirectamente, sobre la caza-; un defensor de los valores y la dignidad humana frente a la opresión del poder y del dinero, pero también frente a un progreso irracional e inhumano. Sus últimos años estuvieron plagados de merecidos reconocimientos: el Premio Príncipe de Asturias en 1982; el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1991; el premio Cervantes en 1993, y varias nominaciones al Premio Nobel, que quizás no logró nunca por tener un perfil y una carrera paralelas a las de Camilo José Cela, que sí lo ganó varios años antes.

Se ha ido Miguel Delibes, pero nos queda una obra amplia, densa y magníficamente trabajada; y nos quedan también las adaptaciones cinematográficas de algunas de sus películas, varias de ellas excelentes, como Los Santos Inocentes, con Alfredo Landa y Paco Rabal en los papeles protagonistas.

Fuente de la imagen: Miguel Delibes

Reseñado en el blog: La sombra del ciprés es alargada

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Miguel Delibes: Diario de un jubilado

Idioma original: español
Fecha de publicación: 1995
Valoración: Recomendable

Este 2010 nos han dejado varios escritores fundamentales (Saramago, Salinger, Sillitoe...), pero quizás el más señalado de todos, al menos en el ámbito de las letras hispánicas, haya sido Miguel Delibes, candidato casi perpetuo al Premio Nobel, y que quizás nunca lo ganó porque lo había ganado Camilo José Cela (un escritor de una época parecida, aunque de un estilo y de un talante muy diferentes). En fin, que no está mal terminar (casi) el año recordando una vez más a uno de los grandes narradores españoles del siglo XX, aunque sea con una de sus obras menores.

Cuando estaba leyendo Diario de un jubilado (que por cierto, me entero gracias a la contraportada, es continuación de Diario de un cazador y Diario de un emigrante), se me ocurrió pensar que es, en muchos sentidos, una novela humilde. Es decir, una novela que no aspira a ser una obra maestra, sino a cumplir con eficiencia su misión. Me explico: Miguel Delibes en esta obra no se recrea en el estilo (casi nunca lo hace) sino que deja hablar al protagonista a través de un diario áspero, lleno de expresiones coloquiales o vulgares ("me giba", "toma del frasco", "la parienta", "le canta el alerón" y similares); tampoco el personaje principal es especialmente atractivo, ni especialmente original: un jubilado algo amargado, malhablado y libidinoso, aburrido de la vida y de sí mismo, aunque más abierto de mente que su "parienta".

Pero precisamente lo que hace que esta sea una buena novela (quizás no una gran novela, pero una muy buena, sin duda) es que todo encaja, todo tiene sentido y es verosímil -no diría que realista-: si un pensionista de provincias se pusiera a escribir un diario sobre su vida con su mujer, sus amigos de la partida de cartas, y sobre ese poeta grandilocuente y egocéntrico al que le sirve de lazarillo, probablemente sonaría como algo muy parecido a lo que Delibes nos ofrece, hablaría de las cartas que envía al Un, dos, tres y a El precio justo, de la relación de su hija con un señor con pendientes, o de lo espabilado que ha salido su sobrino, en contra de lo esperado.

Por otra parte, y teniendo en cuenta que esta novela Delibes la escribió ya en la tercera edad, resulta entretenido preguntarse cuánto de él puede haber en Lorenzo, o en el poeta (también de cierta edad) que se lamenta por no haber vivido en el mundillo literario de la capital -Delibes renunció siempre a Madrid por Valladolid-; o si quizás en esta obra se está riendo de sí mismo (escindido en los dos personajes) y de su propia existencia como escritor y como persona.

Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

sábado, 3 de mayo de 2014

Miguel Delibes: La mortaja

Idioma original: español
Año de publicación: 1970
Valoración: Recomendable

Pues sí, me ha dado por leer literatura española de mediados de siglo XX, qué pasa: Cela, Goytisolo y ahora Delibes. Una visita a casa de mis padres, robo (perdón, "cojo prestados") cuatro o cinco libros, y el resultado es este. La verdad es que hay poco que se pueda añadir sobre Delibes a estas alturas: hemos reseñado ya bastantes de sus libros (pero no, incomprensiblemente, Los santos inocentes) y es un autor de sobra conocido por todos. Yo mismo tuve, en mis tiempos mozos, una altura en la que devoraba sus libros, y los de Cela, y los de Buero Vallejo...

Si todavía queda alguien en este planeta que no conozca a Delibes, puede empezar a conocerle con este libro, La mortaja, una recopilación de cuentos escritos entre 1948 y 1963. En estos relatos, está todo Delibes: el más crudamente realista en "La mortaja", el humorístico en "El amor propio de Juanito Osuna" o el más tierno (sí, a veces Delibes puede ser tierno) de "El patio de vecindad". La técnica de "El amor propio..." recuerda, como recuerda en el prólogo Miguel Ángel Pastor, al largo monólogo de Cinco horas con Mario, mientras que algunos personajes, como el cazador de "La perra", muestran rasgos que se repetirán en Los Santos Inocentes.

El Delibes más conocido (aunque no es el único) es el del primer relato, que es también el más extenso y el que da título al volumen: "La mortaja". En él un niño (los niños son a menudo protagonistas en las ficciones de Delibes) debe enfrentarse a la repentina muerte de su padre, lo que implica enfrentarse a sus propios miedos y reconocer, por primera vez, cómo funciona de verdad el mundo. Es sin duda el relato de mayor calado, y también el más redondo del volumen: otros se quedan en simples esbozos de personajes, siempre creados con mano maestra, pero con menos hondura que en el caso del primer texto.

No sé si ya lo he dicho en alguna otra reseña de Delibes, o de otro autor: a veces me cuesta juzgar a estos escritores como si fueran desconocidos para mí. Los tengo tan metidos en la memoria personal, y han sido tan glorificados por la crítica española, que me cuesta leerlos con cierta distancia y crearme una opinión propia. Como lector, he disfrutado de algunos relatos de "La mortaja"; pero no sé si es un libro que recomendaría así, en seco, si no fuera porque sé que su autor es Delibes.

Esto no me pasa, por ejemplo, con Los santos inocentes, que me parece un novelón; por eso no me explico que todavía no lo hayamos reseñado...


También de Miguel Delibes: El disputado voto del señor Cayo, La hoja roja, Diario de un jubilado, La sombra del ciprés es alargada, Cinco horas con Mario, El príncipe destronadoentrada in memoriam tras su fallecimiento

martes, 3 de junio de 2025

Miguel Delibes: Las guerras de nuestros antepasados

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1975

Valoración: Muy recomendable


Miguel Delibes tiene unas cuantas reseñas en este blog, con algunas valoraciones muy positivas y otras no tanto, un poco de todo. En el comentario a una de esas entradas dije algo así como que no era uno de mis autores favoritos, y es cierto, quizá porque en la pequeña parte de su obra que conozco pesaba, en mi opinión en exceso, el elemento rural. Que es cierto que Delibes describe como pocos el paisaje castellano, y tiene una capacidad inigualable para entender a personajes muy pegados a la tierra, gentes sencillas del campo cuyo lenguaje, y diríamos cuya alma, traslada a las páginas de sus libros, siempre desde la ternura y una pizca de humor. Pero, aun admitiendo sus virtudes, personalmente el apego a ese mundo me resultaba más bien poco atractivo.

Pues he aquí que Las guerras de nuestros antepasados nos sitúa de nuevo, en plan inmersión total, en ese entorno, con sus peleas entre aldeas vecinas, y los trabajos en frutales y colmenas. Pero no solo estamos en el mundo rural sino también en una atmósfera fuertemente arcaica en la que el protagonismo lo tienen los varones que personifican las tres generaciones de una misma familia. El bisabuelo, el abuelo y el padre, todos cortados por el mismo patrón, cuya referencia fundamental son las guerras que tocó vivir a cada uno: la Carlista, la de África y la Guerra civil. Se supone que todo hombre, antes o después, tiene (o debe tener) su guerra, en la que debe mostrar su valor a base clavar la bayoneta o, en su defecto, derribando enemigos a tiros. El problema es que la saga continúa por el lado masculino en un joven muy metafóricamente llamado Pacífico. Este chico no solo ha absorbido las enseñanzas de su tío Paco (observar la naturaleza, detectar el diferente lenguaje de los ríos, desentenderse de las pugnas aldeanas), sino que desde pequeño muestra una sensibilidad fuera de lo común: siente dolor en los dedos cuando se poda un árbol, o en la garganta cuando se pesca una trucha.

Delibes ya nos ha presentado el cuadro básico del relato, el contraste entre la barbarie primitiva y algo que, más que con la modernidad, tiene que ver con la humanidad, una forma diferente de ver el mundo y moverse por él. Otros personajes intervendrán en esa dicotomía, aunque no todo va a ser tan lineal como podría pensarse, y con la misma habilidad con que se ha presentado el conflicto Delibes conduce la narración por caminos no exentos de  contradicciones, porque en el mismo personaje en que brota esa sensibilidad exacerbada surge de improviso una frialdad insospechada en momentos clave. Quizá porque en el fondo la sangre familiar termina imponiendo su sello.

El formato utilizado es también un elemento fundamental: al exponerse la historia a través de una especie de entrevista a la que un psiquiatra penitenciario somete a Pacífico, el autor consigue varios objetivos. El primero, liberar al personaje principal para que pueda expresarse sin cortapisas en su lenguaje coloquial, de pueblo, con todos los registros que Delibes domina a la perfección, un efecto que difícilmente se conseguiría con un narrador omniscente, y que resultaría poco creíble en una confesión o en unas memorias, donde seguro perdería la frescura y la espontaneidad. Pero además permite otros logros interesantes, como jugar con el contraste con el lenguaje más culto y urbano del médico entrevistador, o abrir hueco a pequeños cortocircuitos en la comunicación y brotes de humor que dan a la relato vivacidad y subrayan la distancia entre los dos mundos que representan los interlocutores.

Episodios sorprendentes como el manzano que da frutos en invierno, el suicidio de un jabalí, la lluvia de ostias (sagradas) alrededor de la abuela mística, o el fusilamiento ritual de un perro bordean en ocasiones el realismo mágico, como la disparatada fuga de un penal parece parodiar, sin perder dramatismo, cierta literatura carcelaria. Muchos elementos, reunidos y mezclados con suma destreza, que dan lugar a un libro realmente sobresaliente que, al menos a mí, me ha llevado a valorar a Delibes unos cuantos escalones por encima de mis posiciones iniciales.

Otras obras de Miguel Delibes reseñadas en ULADaquí



sábado, 10 de abril de 2010

Miguel Delibes: Cinco horas con Mario

Idioma original: español
Año de publicación: 1966
Valoración: imprescindible

Irónicamente, la muerte de un escritor suele ser el acontecimiento más rentable de su carrera: los críticos alaban su trabajo, las editoriales reeditan sus obras, el público vuelve los lacrimógenos ojos a él... En este blog conmemoramos la obra de Miguel Delibes el día de su fallecimiento, día en que nos dimos cuenta de que apenas habíamos reseñado nada de uno de los maestros de la narrativa española del siglo XX.

A Delibes no le hizo falta irse para que críticos, editores y lectores le hicieran justicia: afortunadamente, llevaba años ostentando esa bien merecida posición entre nuestras letras. Yo no lo descubrí ni lo redescubrí a su marcha, ni tampoco he necesitado releer Cinco horas con Mario durante este último mes porque hacía muy poco que lo había leído. Sin embargo, sí me ha influido este fenómeno "post-mortem" en un sentido: sin saber bien por qué -tal vez movida por un sentimiento de "si todos seguimos leyendo a Delibes evitaremos que se haya marchado del todo"-, ahora me he animado a regalar esta obra literaria con mayúsculas.

Excepto por un prólogo y un epílogo, la novela está escrita en clave de monólogo interior (técnica narrativa que, sin ser una novedad en 1966, Delibes demuestra conocer y manejar con habilidad y efectividad pasmosas). Cinco horas con Mario se desarrolla, precisamente, durante las cinco horas que pasa una mujer de mediana edad velando el cadáver de Mario, su marido. Cinco horas que se pasa hablando consigo misma y con su esposo muerto, durante las cuales va desgranando los detalles de su vida juntos.

La verborrea de esta mujer -cotilla, autoritaria y un poco mezquina- es irritante y adictiva al mismo tiempo. Aunque queremos meternos de un salto entre las páginas para espabilarla de una bofetada, no podemos evitar seguir leyendo: en cada capítulo, entre repeticiones y reiterados "si ya te lo decía yo", se nos va ofreciendo nueva información, como con cuentagotas. Cuando la novela termina -sorpresa final, relacionada con nuestra parlanchina protagonista, incluida-, nos damos cuenta de que el triste de Mario ha muerto siendo un completo desconocido para su mujer. Éste es el mayor logro de la novela: cómo el lector llega a comprender a un personaje que sólo está de cuerpo presente precisamente a través de las palabras de quien jamás logró hacerlo.

Creo que Cinco horas con Mario es, para muchos de nosotros, el típico clásico que acumula polvo en lo más hondo de la estantería y que no leemos porque "ya la leeremos algún día". Por favor, quien lo esté haciendo que no lo siga posponiendo: habrá a quien no le guste, pero no creo que deje indiferente a nadie.

Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

jueves, 15 de marzo de 2018

Miguel Delibes: El hereje

Resultado de imagen de el hereje delibes amazonIdioma original: español
Año de publicación: 1998
Valoración: Está bien



Un periodo apasionante el de la Reforma. Al menos para documentarse sobre él, porque vivir en un ambiente tan represivo no debía resultar muy agradable. Pero, visto de lejos, todo ese hervidero de teorías contrapuestas, conspiraciones, delaciones, figuras históricas, torturas, ascensos y caídas en desgracia llama bastante la atención. Y además de entretenido es útil, porque ayuda a explicar muchos rasgos de la política actual, incluso del comportamiento humano, y sirve (o debería hacerlo) para prevenir futuras tentaciones totalitarias.
De ahí mi decepción, aunque relativa: reconozco que he ido aplazando su lectura a pesar de mi entusiasmo por Delibes. Digamos que lo barruntaba. Habrá más que piensen como yo, o no, pero su dimensión literaria es de tal magnitud que no puede verse afectada por un título algo –incluso bastante– más flojo que el resto.
Recordemos que se trata de su última novela, que pertenece a una etapa de su producción más que tardía y que, al menos durante gran parte de ella, la salud del escritor se había resentido bastante. Aún así, el oficio se impone por encima de todo para lograr un producto –porque se trata de un producto, aunque elaborado con mano diestra– no exento de interés, ameno, de prosa impecable, bien documentado en lo esencial, con elementos cuya elección y colocación estratégica mantiene la atención de principio a fin, y cuyo personaje principal  se muestra tan coherente y a la vez tan contradictorio que resulta de lo más convincente. Pero también abunda en concesiones, que entretienen sin añadir nada relevante, en digresiones y, lo que es peor, existe cierta tendencia al anacronismo.
Cipriano Salcedo no existió, que sepamos, pero gran parte de los personajes que aparecen en la novela son históricos y sus rasgos podrían ser los de cualquier comerciante castellano acomodado de la época, seducido por los ideales de Lutero. Su historia se remonta tan atrás que, en primer lugar, conocemos a sus padres, y durante muchas páginas seguimos las andanzas del primer Cipriano, aunque estas no tengan nada que ver con el núcleo central de El hereje.
La novela es un alegato a favor de la tolerancia y la libertad de conciencia, pero dada su tendencia a la dispersión, y aunque al principio nos ofrezca un pequeño avance, no lo descubrimos hasta los últimos capítulos, con la deriva ideológica de Cipriano, su asistencia a los conventículos reformistas y la aparición en escena del aparato inquisitorial. Esa dispersión, la táctica de pasar de un centro de interés a otro sin una línea narrativa clara, me ha sorprendido –para mal–, pues un rasgo característico de Delibes es, precisamente, la concentración del relato, el hecho de que cada elemento se encuentre al servicio del plan general. Y da la impresión de que aquí, en contra de su costumbre y si excluimos el desenlace, no existe tal proyecto.
Recorremos la Valladolid del siglo XVI, sus calles y establecimientos, instituciones, oficios y fisonomía general. Pero el punto fuerte, donde de verdad el autor se encuentra en su elemento, es cuando traslada a los personajes al campo, porque allí puede mostrar con todo lujo de detalles vegetación, orografía y, sobre todo, la fauna característica del terreno que describe.
En resumen, pienso que a la novela le sobran bastantes páginas, que se pierde en detalles irrelevantes olvidando lo esencial, a saber, todo lo relativo a la confrontación religiosa y a hechos históricos comprobados; por último, en muchos diálogos o escenas en las que se muestra la mentalidad de los personajes se diría que nos encontramos en la época actual y no en el siglo XVI, algo que puede pasar desapercibido al lector poco atento y que hace más cómoda la lectura, pero que visto con perspectiva histórica resulta, cuanto menos, chocante.

Y un homenaje: Miguel Delibes in memoriam

lunes, 21 de octubre de 2024

Miguel Delibes: Los Santos Inocentes

Idioma original:
español
Año de publicación: 1981
Valoración: Imprescindible
 
Esta reseña es un acto de justicia, de reparación, una obligación casi, porque es imperdonable que después de más de 5700 reseñas publicadas en este blog, todavía no hubiésemos reseñado Los Santos Inocentes, la que me parece (y no creo estar solo en esta opinión) la obra maestra de su autor, quizás junto con Cinco horas con Mario, y una de las novelas fundamentales de la narrativa española del siglo XX. Es verdad que hemos reseñado un buen puñado de obras de Miguel Delibes, pero me parece incomprensible que esta se nos haya escapado hasta ahora...

Realmente creo que la obra necesita poca presentación, porque es ya un clásico de la literatura española, y también porque la adaptación cinematográfica de Mario Camus nos ha dejado una memoria indeleble de algunas de sus escenas (como ese inmenso Paco Rabal repitiendo "milana bonita, milana bonita"). En todo caso, aquí va un resumen rápido: en una dehesa que nunca se localiza claramente, pero que se sitúa cerca de la frontera con Portugal (en Castilla o Extremadura, por lo tanto) vive una familia de campesinos compuesta por Paco, el Bajo; su mujer, la Régula; sus hijos, Rogelio, Quirce, Nieves y Charito, la discapacitada Niña Chica; y el hermano de Réugla, Azarías, que también tiene algún tipo de discapacidad. Sus destinos están marcados por la voluntad de sus "señoritos": la señora Marquesa, el señorito Iván o la señorita Miriam, que los tratan, sobre todo en el caso de Iván, con una mezcla de displicencia, paternalismo y crueldad, en un ambiente de miseria y violencias simbólicas y materiales.

Más allá de este breve resumen, que podría situar a la novela en el ámbito del tremendismo y/o del realismo social de los años 50 o 60 (a pesar de haber sido publicada, insisto, en 1981), esta novela se eleva a otro nivel gracias a la creación de una voz narrativa única: un narrador que no es un personaje, pero que se identifica con los personajes y nos transmite sus pensamientos y sus parlamentos, integrados en larguísimas frases (cada capítulo solo tiene un punto, el punto final), en un estilo indirecto libre muy saramaguiano. Esta voz mezcla los recursos de la oralidad ("a ver, natural, como quien dice...") adoptados de los personajes, con otros fragmentos de un denso lirismo ("el cárabo ejercía sobre el Azarías la extraña
fascinación del abismo, una suerte de atracción enervada por el pánico, de tal manera que al detenerse en plena moheda, oía claramente los rudos golpes de su corazón"), y con la riqueza léxica habitual de Delibes, sobre todo en lo que se refiere al mundo natural del campo castellano, situándose así, perdonadme si exagero, en el nivel de un García Márquez en cuanto a maestría estilística.

No hay duda, por otra parte, que esta novela es una crítica, casi una sátira, del caciquismo y del feudalismo que dominaba (y no sé si aún domina) determinados ámbitos en España: el señorito Iván es "el amo de la burra", como dice el médico, y puede hacer con sus criados, y con sus animales, y con sus posesiones lo que se le antoja, ya sea obligar a Paco, el Bajo a caminar con un tobillo roto, o cegar a todos sus palomos arrancándoles los ojos, o mantener una aventura con Purita, la mujer de Pedro, el Périto. 
 
Mientras tanto, en el otro lado, este poder absoluto, casi medieval, es aceptado con resignación por Paco, el Bajo y por Régula ("ae, a mandar, para eso estamos" es su leitmotiv), mientras que las nuevas generaciones, quizás porque Delibes quería dejar un cierto atisbo de esperanza, muestran su incomodidad o inconformidad con este estado de las cosas ("ninguno salís a tu padre", le dice a Nieves el señorito Iván, que también se queja de que "a los jóvenes les molesta aceptar una jerarquía"). Quizás de hecho el mayor defecto que se le pueda apuntar a la novela es ser maniquea en su presentación de los personajes, convirtiéndose en algo así como una Doña Perfecta de finales del siglo XX; en todo caso, no es un defecto, este maniqueísmo, que impida el disfrute de la novela sino quizás todo lo contrario, sobre todo teniendo en cuenta su desenlace, que intentaré no destripar.

Hay otro aspecto de la novela que me ha parecido muy interesante, ahora que la he releído bastantes años más tarde de mi primera lectura: la relación de los personajes con la naturaleza, y en particular con el mundo animal. Diría que Delibes plantea en el texto una gradación en la integación de los seres humanos en su entorno natural, que va desde Azarías, constantemente comparado con un cachorro, y que tiene la capacidad de empatizar y comunicarse con sus "milanas bonitas", hasta el señorito Iván, cuya relación con la naturaleza es o bien extractiva (el beneficio a través de la explotación agrícola y ganadera) o destructiva (a través de la caza, su afición favorita). En medio se situarían personajes como Paco, el Bajo, también comparado con un perro por su olfato (y por su carácter sumiso), o por supuesto la Niña Chica, que varias veces es identificada ambiguamente con la milana de Azarías. La separación entre lo humano y lo animal, parece insinuar Delibes, no es radical, sino progresiva, y depende de nosotros el modo como la definimos y afrontamos.

Al final, y en parte gracias a la ausencia de una localización geográfica y cronológica claras, Delibes plantea en Los Santos Inocentes una especie de parábola sobre España, sus desigualdades y sus miserias. El hecho de que se publicase ya en democracia, aunque ambientada en el Franquismo, puede ser un intento de llamar la atención hacia las continuidades que, hoy lo sabemos muy bien, existen entre ambos regímenes. En cualquier caso, Los Santos Inocentes es una obra maestra. Leedla, si aún no lo habéis hecho. Por vuestro bien.
 
Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

martes, 3 de septiembre de 2019

Miguel Delibes: El príncipe destronado

Idioma original: Español
Año de publicación: 1973
Valoración: Está bien

Quico, un niño de tres años, se siente desplazado tras el nacimiento de su hermanita Cris. Esta premisa es engañosa; aparentemente entrañable, no es más que una excusa para hablar de temas maduros.

Estamos frente a una historia de corte realista, centrada tanto en la psicología de los personajes como en la descripción de las costumbres, los roles familiares y la sociedad de la época. En estas páginas, Delibes retrata la España de los sesenta; una España dividida, desigual e hipócrita.

El príncipe destronado es una novela con un formato colindante al de un texto dramático. La acción se desarrolla casi en su totalidad en un único escenario (la casa de una familia adinerada) y en una cronología lineal (cada capítulo es una hora). Hay muchos diálogos y la mayoría de las situaciones son ilustrativas, en vez de evocadoras.

A continuación, querría destacar los aspectos positivos de esta obra. A mi juicio, son los siguientes:

  • Se lee en un santiamén, debido a su brevedad y a la amenidad de su prosa.
  • Sus ramalazos de humor son absolutamente hilarantes. Pienso especialmente en todos los equívocos que provoca la ingenuidad del protagonista.
  • Delibes consigue imprimir verosimilitud a la voz de Quico. No todos los escritores logran hacer creíble a un personaje de esta edad. Además, el autor se mantiene fiel en todo momento al punto de vista elegido. Para ello emplea recursos estilísticos de diversa índole, como la elipsis o la enumeración, que enriquecen la narración.
  • Delibes se mueve con soltura en varios registros, incluso en aquellos próximos al lenguaje coloquial o hasta vulgar. 
  • Algunos de los temas que Delibes aborda tangencialmente en este libro (los claroscuros de la infancia, la superstición, la guerra civil española, la infelicidad conyugal, la infidelidad o el machismo) son presentados desde una perspectiva muy interesante, aunque no se exploren en profundidad.

Por otro lado, El príncipe destronado también tiene defectos:

  • Su planteamiento es interesante en un inicio, pero no tarda en desinflarse. A fin de cuentas, detallar los pormenores de un día entero implica que habrá momentos redundantes o poco sustanciosos en lo que se está relatando. 
  • Delibes nos grita a la cara el porqué del título. Lo podría haber sugerido, en vez de evidenciado. Y, puestos a decirnóslo, con una vez era suficiente. Menos mal que en el manejo de temas no se ha mostrado igual de "sutil". 

En suma, El príncipe destronado es una novela breve y bastante disfrutable que no renuncia a hacernos pensar. Ganó el premio Cervantes en 1993 y fue adaptada al cine en el año 1977 por el director Antonio Mercero bajo el título de La guerra de papá. En la edición que yo he leído hay unos simpáticos (y prescindibles, por qué negarlo) dibujos que fueron hechos por el hijo del autor cuando tenía cuatro años.


Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

miércoles, 9 de marzo de 2011

Miguel Delibes: La hoja roja

Idioma original: español
Año de publicación: 1959
Valoración: recomendable

Cuando al viejo Eloy le aparece la hoja roja en el librillo de fumar, el recién jubilado se lo toma como un aviso: se le está acabando el tiempo lo mismo que el papel de fumar.

La metáfora de la hoja roja vertebra esta pequeña gran historia escrita por el recientemente fallecido Miguel Delibes. ¿Por qué digo pequeña? Porque Delibes tiene la maravillosa capacidad de retratar minuciosamente personajes sencillos, de esos que uno conoce en su día a día y que precisamente por eso no catalogaría como "material literario". ¿Por qué digo grande? Porque uno apenas tiene que pasarle un algodón a esta fina capa de anodina cotidianidad para profundizar en los grandes temas planteados por el escritor vallisoletano: la soledad, la vejez, el vértigo ante la cercanía de la propia muerte, la ilusión de vivir...

Al personaje del viejo Eloy -no es cosa mía: el narrador siempre se refiere al protagonista como "el viejo Eloy"- se le opone el personaje de la Desi, su joven criada. En base a los personajes, se distinguen tres partes en la narración: por un lado, encontramos la vida y los recuerdos enmarañados del viejo; por otro, las ilusiones y pensamientos de la chica; por último, la especial relación que se va forjando entre ellos y que terminará estrechándose debido a ciertos acontecimientos -no por intuidos menos dramáticos- que devienen al final de la novela.

Si bien la narración puede resultar repetitiva, esto no es ninguna torpeza por parte del autor sino todo lo contrario: el viejo Eloy vuelve continuamente a las mismas vivencias, recupera junto con su amigo Isaías los mismos recuerdos y se olvida sistemáticamente de los mismos detalles del día a día; además intenta, infructuosamente, comunicarse con los que le rodean a través de la neblina que le empaña las ideas. El lector se enternece ante el retrato de los miedos y las obsesiones de un hombre al que le ha salido la hoja roja en el librillo de fumar y que sabe que también él tiene las hojas contadas.

Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

miércoles, 13 de enero de 2010

Miguel Delibes: La sombra del ciprés es alargada

Idioma original: español
Año de publicación: 1948
Valoración: Recomendable

Comienzo:
Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer.
Final:
Me sonreía el contorno de Ávila allá, a lo lejos. Del otro lado de la muralla permanecían Martina, doña Gregoria y el señor Lesmes. Y por encima aún me quedaba Dios.
Entremedio se nos va desgranando la vida de Pedro, el protagonista, y sus luchas internas. Huérfano y educado en casa del maestro Lesmes en Ávila, se verá influenciado durante toda su vida no sólo por el aura mística de la ciudad sino por cierta temprana y trágica pérdida y por la filosofía del "desasimiento" predicada por su mentor como modelo de vida ("mejor no tener que llegar a perder").

En su primera novela Delibes hace suyo el principio filosófico de Ortega y Gasset: es la circunstancia la que esculpe el carácter del ser humano. Y el de Pedro está herido por la sombra afilada y hostil del ciprés: herido, en fin, por la sombra terrible de la posguerra.

Es una pena que este determinismo inevitable vuelva la acción predecible en algunos momentos. Sin embargo, la magnífica construcción de los personajes, y la cadencia narrativa y el cuidadísimo lenguaje de un Delibes primerizo salva con creces este -para mí- punto flaco de una novela ganadora del Premio Nadal.

Anécdota con respecto al galardón:
Cuando [Delibes] ganó el Nadal, Pío Baroja elogió esta novela en una entrevista que le hizo Antonio Covaleda para el diario Pueblo. Posteriormente, Vergés y Delibes fueron a visitar al anciano escritor. «Entonces le dije que se habían vendido 5.000 ejemplares en tres meses. Se echó a reír. “Joven, yo sé lo que puede vender la primera edición de un libro”, dijo. Entonces, José Vergés, mi editor, que me acompañaba, le dijo el viejo maestro: “Don Pío, es que en España han comenzado a leer las mujeres”. “Ah —Baroja cambió de tono—, si han empezado a leer ésas no digo nada.” No dijo mujeres sino ésas, pero entre Vergés y él acababan de poner el dedo en la llaga. La mujer empezaba a incorporarse a la cultura en España, a sentir una inquietud espiritual, y esa actitud no ha cesado de crecer desde entonces. Hoy podemos asegurar que las mujeres leen más que los hombres». (Entrevistado por César Alonso de los Ríos, El Semanal, 2 de abril de 2000, s.p.).

Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí

viernes, 31 de diciembre de 2010

Balance literario del 2010

Pues sí, ya se termina el año, y como todos los finales de año, es momento de hacer balance y propósito de enmienda; pero como nosotros andamos justos de fuerza de voluntad, nos quedamos en la primera parte, o sea, en echar la vista atrás y resumir lo que nos han dado, literariamente hablando, estos útimos 12 meses. Por supuesto, este es nuestro balance; si nos olvidamos de algo, o si no estáis de acuerdo con nosotros en algún punto, ahí tenéis los comentarios a vuestra disposición.

En fin, así ha sido el 2010 literario que se nos está yendo:
  • En primer lugar, ha sido un año sin grandes booms comerciales: ningún Stieg Larsson, Dan Brown o J. K. Rowling en el horizonte (aparte, claro, de los Larsson, Brown y Rowling que ya conocíamos). Eso sí, 2010 nos ha dejado algunas publicaciones esperadas, que habrá que leer con atención: Némesis de Philip Roth; El sueño del celta de Vargas Llosa; El cementerio de Praga de Umberto Eco...
  • En general, 2010 ha sido un año de pobres ventas, lo que ha puesto en aprietos a más de una editorial y librería. Los editores en España le han echado la culpa a la piratería (cómo no), pero las causas son mucho más complejas, evidentemente, y tienen no poco que ver con la crisis general que afecta a todos los sectores.
  • Sí que es verdad que, como dicen los editores, este ha sido el año en el que el libro electrónico se ha convertido en una realidad en España, al menos entre el sector de la población que ya consumía asiduamente libros en papel. Eso sí, el volumen de ventas de libros electrónicos seguirá siendo ridículo en nuestro país (y en el conjunto de países de habla hispana) mientras no haya un catálogo y unos canales de distribución mínimamente aceptables.
  • Este año se conmemoraba el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, pero se ha conmemorado menos de lo que a algunos nos gustaría. Nada que ver, por ejemplo, con las celebraciones del "año Lorca". ¿Será, a lo mejor, porque Miguel Hernández fue un escritor con un compromiso político evidente y vitalicio?
  • 2010 ha sido también el año en el que el Nobel ha vuelto a reconocer a un autor en lengua española: el peruano Mario Vargas Llosa, autor, entre otras, de Conversación en la Catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del chivo.
  • En el 2010 nos han dejado varios escritores irreemplazables, como Alan Sillitoe (autor de La soledad del corredor de fondo), J. D. Salinger, José Saramago o Miguel Delibes. En un plano más íntimo, este año está trágicamente marcado por la desaparición de Sergio Oiarzabal, grandísimo poeta bilbaíno y amigo personal de varios de los que hacemos este blog.
  • Y por terminar mirándonos un poco al ombligo, podríamos decir que este año ha sido también el de la consolidación de "Un libro al día": prácticamente hemos duplicado nuestras visitas mensuales (mças de 17.000 este último mes); estamos en facebook y twitter; hemos aumentado en número de colaboradores fijos y ocasionales, y hemos publicado exactamente 365 entradas, sin fallar un día, hasta hacer un total de 671 desde que abrimos el blog. Y tenemos intención de seguir dando guerra durante 2011.
Como siempre, gracias a todos por compartir con nosotros el 2010, y la pasión por los libros y la literatura. Esperamos que lo sigáis haciendo, también el año que viene...

viernes, 31 de mayo de 2024

Michele Mari: Verdigrís

Idioma original: Italiano
Título original: Verderame
Traducción: Carlos Gumpert
Año de publicación: 2007
Valoración:
Bastante recomendable

Si las cosas fueran como tienen que ser, este sería uno de los "libros sorpresa" del año. Desgraciadamente, las cosas son como son y lo más probable es que este libro pase desapercibido y que solo reductos inexpugnables de la exquisitez literaria como este (sí, hoy hemos despertado con el ego subido) nos hagamos eco de Verdigrís.

Y si tuviera que resumir en tres palabras los motivos de la primera afirmación, estas serían ORIGINALIDAD, TERNURA y VARIEDAD DE REGISTROS. ¡Al lío!

El punto de partida de la novela me lleva directo a Miguel Delibes. Felice, viejo campesino que por momentos recuerda al Azarías de Los santos inocentes, está perdiendo la memoria y Michele, un chaval algo resabiado de unos 13 años (y nieto del patrón, para más señas) trata de ayudarle a través de una serie de reglas mnemotécnicas. Tristeza, humor y ternura se funden en una parte inicial que podría ser una especie de diálogo entre Daniel el Mochuelo de El camino y el Azarías, siempre y cuando el Azarías hable en un dialecto con un punto poético de lo más interesante.

Lo que uno no espera es que esa novela "delibesiana" gire de pronto y que las influencias pasen a ser otras bien diferentes. Lo fantástico se cuela en la novela y Delibes deja paso a lo real maravilloso, al terror gótico, al mito de Frankenstein, a la novela de intrigas y aventuras en las que hay babosas, rusos emigrados, muertos que hablan, nazis asesinados, etc.

Y así, el intento de ayuda se convierte por parte de Michele se convierte en un carrusel de preguntas, hipótesis y conjeturas que nos llevan a cuestionarnos tanto sobre el origen de Felice sobre cómo se construye una historia y una vida (y aquí me viene a la cabeza el recientemente fallecido Sergio Chejfec).

Todo ello sin que la novela salte por los aires, manteniendo el ritmo y la tensión, con dos personajes aparentemente antitéticos como Michele y Felice que nos guiarán a través de un complejo laberinto de pasiones y sentimientos de lo más humano.

Solo un "pero" se le puede poner a la novela, aunque no sea algo baladí. Ese "pero" está relacionado con la voz de Michele. Digamos que se confunde el Michele narrador, ese que narra pasados un montón de años desde los hechos, con el Michele protagonista. ¡Me pasa como con Helena o el mar de veranoque me chirría tanto leer que un niño de trece años hable como un adulto hecho y derecho!

Cosas mías, quizá. Lo importante es que este Verdigrís me ha sorprendido para bien, tanto es así que espero que sea el primero de muchos libros de Michele Mari que veamos publicados por estos lares.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Carmen Laforet: Puntos de vista de una mujer

Idioma original:
español
Año de publicación: en la revista Destino, entre 1948 y 1953; como libro, en 2021
Editoras: Ana Cabello y Blanca Ripoll
Valoración: como lectura, está bien; como fuente de información sobre Laforet, muy recomendable

La concesión del premio Nadal a Carmen Laforet por su novela Nada tuvo una enorme repercusión en su vida, en algunos casos con consecuencias benéficas y en otros no tanto. El premio la colocó, obviamente, en la primera línea de la literatura y de la narrativa española de posguerra: en el páramo cultural en que se había convertido España tras los años de conflicto y miseria, surgía la voz de una escritora joven, desconocida, valiente, capaz de escribir aquella obra tan lírica como brutal, tan existencial como tremendista. Al mismo tiempo, este éxito repentino fue el inicio de una compleja y a veces tormentosa relación de Carmen Laforet con su propia obra (con Nada en particular, y también con el acto de creación en general), con el público y sus expectativas, o con la prensa y la crítica, que exigían de ella cosas que ella no podía o no quería darles. Escritora demorada y esquiva, a diferencia de autores contemporáneos como Camilo José Cela o Miguel Delibes, Laforet rehuía el "mundillo literario", y solo parecía sentirse libre en el contacto (personal o epistolar) con personas muy determinadas, como Elena Fortún, Ramón J. Sender o Roberta Johnsson. 

Otra consecuencia del premio, en cualquier caso, que está en el origen de esta reseña, fue la invitación por parte de la revista Destino (que era la convocante, no olvidemos, del propio concurso) para escribir una columna semanal, titulada Puntos de vista de una mujer: 131 textos que aparecieron en la revista entre 1948 y 1952, y que ahora han sido recopilados por Ana Cabello y Blanca Ripoll, con una introducción de Inés Martín Rodrigo. Naturalmente, en un número tan alto de artículos es inevitable que exista una gran variedad de temas y también de grados de interés; lo que no hay en ellos, en cambio, es el recurso a los considerados "temas femeninos" que podrían venir sugeridos por el título:
 
Yo quisiera escribir para mujeres sobre temas nuestros, de mujeres. Lo malo es que yo no voy a hacer un apartado de recetas culinarias, de charlas de puericultura o sobre la mejor manera de fruncir una cortina, cosas todas que deben interesarnos a las mujeres forzosamente, pero que es tarea para la que yo no me siento capacitada, quizá porque cuando escribo me gusta descansar de ella.

De hecho, como decía, la variedad de temas es grande: muchos textos (los más intimistas, los más originales quizás) parecen surgir de un momento de inspiración o de contemplación: paisajes o escenas captadas por la mirada siempre sensible de la escritora. Así sucede, por ejemplo, en "La hora de las restricciones", "El principio" o "Sobre ideas cortas y cabellos largos" (que también podría haberse titulado "Schopenhauer en la peluquería"); hay también escenas dialogadas con amigas siempre sin nombre, particularmente vívidas, como "Budín de Navidad", "Aventuras domésticas" o "Conversación sobre la gripe", en las que lo banal y cotidiano gana profundidad y a veces sugiere vértices inquietantes. En muchos de estos artículos podemos reconocer, como en un reflejo fugaz, a la Andrea de Nada, paseante, solitaria y observadora, una testigo constante de la vida en todas sus variantes.

Tampoco faltan, por supuesto, los artículos sobre literatura: críticas más o menos formales de libros que está leyendo en ese momento, por ejemplo de Mili Dandolo o Carmen Conde; o artículos dedicados a autores como Dante, Proust, Rilke, Galdós o Azorín. Destaca, entre este grupo, el artículo que Laforet escribió sobre Viento del Norte de Elena Quiroga, ganadora, como ella, del Premio Nadal (una autora, por otra parte, que he visto que está siendo redescubierta ahora mismo). En cambio, la propia labor creativa de Laforet pocas veces aparece en primer plano, tan solo como una mención tangencial o como una queja, ya sea por la dificultad que tiene para escribir (como en "En busca de un tema", una especie de meta-artículo), o por lo poco que le gusta aquello que finalmente escribe.

Un aspecto que resulta interesante, y también algo resbaladizo, es el de la relación de Carmen Laforet con el feminismo, en artículos como "Sobre el triunfo del feminismo", "Conferencia de una mujer" o "Una opinión de mujer sobre la femineidad". Tal como decía antes, Laforet rechazó, en su propia vida y en su obra (por ejemplo a través de Andrea, la protagonista de Nada) someterse a los mandatos de la femineidad sumisa y ortodoxa; no creo que sea casual que las mujeres a las que más admiró y de quien se sintió más próxima (Elena Fortún, Linka Babecka, Lilí Álvarez...) fuesen mujeres fuertes, que escaparon a los límites esperables para las mujeres de su época, y que renegaron no solo de los roles tradicionales de género, sino también de la propia limitación genérica o de la heteronorma. Y sin embargo, en sus artículos, Carmen Laforet parece adoptar una posición defensiva en relación con cualquier postura radicalmente feminista, rechazando, por ejemplo, la discriminación positiva en favor de las escritoras o cualquier idea de conflicto entre sexos. 

En cambio, un aspecto que está prácticamente ausente de estos artículos (como, por otra parte, podía esperarse, teniendo en cuenta las circunstancias y el medio en el que fueron publicados) es cualquier mención a la situación social, económica o política de la España de la época. La violencia y la miseria que convertían la casa de la calle Aribau en Nada, en los artículos dejan paso a una visión mucho más edulcorada, costumbrista, estilizada de la vida, mucho más intelectual que visceral. Insisto en que probablemente no podría haber sido de otra forma, pero no deja de ser una lástima.

Resumiendo, y concluyendo, estos artículos son, creo, sobre todo, un lujo y un placer para los amantes de la obra de Carmen Laforet, o para aquellos interesados en su vida o en su personalidad (que ha dado por otro lado lugar a una reciente biografía, Carmen Laforet. Una mujer en fuga, de Anna Caballé e Israel Rolón-Barada). Para el resto de lectores, habrá páginas que resulten inspiradas e inspiradoras; otras, algo más anodinas; muchas interesantes o sugerentes. No es, en todo caso, un libro para leer de una sentada, sino para saborear a sorbitos, alternado, creo, con otros platos más fuertes. En todo caso, es de agradecer que en los últimos años la obra de Carmen Laforet, en todos sus diferentes géneros, esté recibiendo la atención y la actualización que sin duda merece.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Carmelina Sánchez-Cutillas: Matèria de Bretanya

Idioma: valenciano (o catalán del País Valenciá, al gusto)

Año de publicación: 1976

Valoración: precioso y más que recomendable

La escritora en lengua valenciana, aunque nacida en Madrid, Carmelina Sánchez-Cutillas fue sobre todo poeta, además de filóloga e historiadora de la lengua y, al parecer, Materia de bretaña (traduzco el título por si alguien no lo entiende) es su única obra no académica en prosa. Ahora bien, pese al título, el libro no trata sobre las aventuras del rey Arturo, el mago Merlín, el caballero Lancelot y demás camelos... quiero decir camelons... habitantes de Camelot -o sólo un poco-, sino que nos encontramos ante las memorias de infancia de esta autora. Infancia pasada, al menos en buena parte, en el pueblo alicantino de Altea durante los años 30 (del pasado siglo, se entiende). 

Un infancia que ella vivió desde una situación -y sensación- de privilegio, pues pertenecía a una de las familias adineradas o burguesas, si se quiere, de esa localidad, habitada por aquel entonces, sobre todo, por pescadores y labriegos  -su abuelo era, además, el juez y estudioso de la lengua y el folklore valenciano Francesc Martínez-; sin embargo, Carmelina Sánchez-Cutillas muestra en todo momento que sus simpatías y preferencias van hacia el pueblo llano, hacia los chicos desharrapados con los que jugaba en la calle -en un pueblo se mantenían y mantienen menos las distancias entre clases sociales que en la ciudad, aunque también puedan resultar más difíciles de romper-, hacia las criadas , los pescadores o los cabreros... pero no lo hace por un sentimiento de conmiseración o compasión cristiana -pese a los esfuerzos de su madre, muy de misa, por llevarla por esa senda-, sino por un precoz sentido de justicia social y porque ya de niña intuía que la verdad y la esencia de la vida del pueblo estaba en las vivencias y quehaceres cotidianos de su s habitantes, no tanto en las ceremonias o grandes palabras de la sociedad bienpensante. En un momento dado, por ejemplo, recuerda cuando estaba en la iglesia para la ceremonia de su primera comunión, mientras los muchachos del pueblo bajaban a la playa para recoger las algas que había traído el viento de Levante (y que se utilizaban, en vez de paja para hacer las camas de las caballerías): 

"Y pasaría el tiempo y otra vez la gente aguardaría a que volviese el viento de levante con tal de recoger una nueva cosecha de algas, porque en aquel pueblo eran muchos los que vivían de la mar y en ello confiaban y la desangraban. Pero yo, dentro de la iglesia, me sentía como si fuese una mariposa de la luz perdida entre la gran oscuridad del mundo."

Sobra decir que el libro tiene un evidente carácter de historia de aprendizaje o más bien crecimiento. Pero más que acontecimientos que supongan una revelación súbita -más allá de los inevitables por el propio transcurrir de la vida y de los tiempos-, lo que nos encontramos son pequeños hechos cotidianos que van cambiando la mirada de una niña  primero fascinada por esos descubrimientos y elementos que pueden parecer nimios o incluso irrisorios a los adultos, pero que conforman y vertebran el mundo infantil-más aún en un pequeño pueblo de hace 80 ó 90 años: no sólo los juegos o las toscas golosinas, sino el color y el olor de las plantas, de los animales y las personas. Las gotas de lluvia que caen o el polvo que forma una capa de miseria en los meses de sequía. El vuelo vivaz e imprevisible de los insectos y el brillo sedoso de las telarañas... Una niña que, ya digo, después va sacando conclusiones de sus vivencias y de las reacciones y pensamientos, por lo general poco conformistas, que le van generando y que van moldeando también su personalidad. Aunque quizás el verdadero tema del libro no sea otro que el paso del tiempo y la añoranza, y como ésta puede sobrevenir en el mismo momento en que están ocurriendo las cosas que nos importan o que aún no sabemos que nos importan, y cómo el presente y el pasado se solapan y se confunden en nuestro ánimo, hasta resultar indisociable uno del otro.

Un libro, en todo caso, precioso, delicioso incluso, escrito con una sencilla exquisitez, que consigue un raro equilibrio de mostrar sensibilidad pero no sensiblería -y mucho menos ñoñería-, un cariño hacia el propio pasado sin dejarse llevar por la melancolía, unos lugares y unos personajes entrañables sin caer en el pintoresquismo y una intronspección de la propia autora sin dejarse tentar por la vanidad de lo que ahora llamamos autoficción... Me ha recordado en ocasiones a El camino de San Giovanni, de Ítalo Calvino o muchos de los libros de Miguel Delibes, pero con un espíritu incluso más vital, más gozoso, pese -o quizás por esa razón- lo que sabíamos que le estaba esperando a España y al mundo a la vuelta de la esquina; sin duda, esta Materia de Bretaña merece estar junto a todos ellos.

Nota: Por más que he buscado en internet, no he llegado a averiguar si este libro ha sido publicado alguna vez en castellano; creo que no. Lo cual, de ser así, me parece, además de una verdadera lástima, incluso un desdoro para el sector editorial español, que ha tenido más de cuarenta años para hacerlo. Esta es mi opinión, que posiblemente podría hacer extensiva a muchos otros libros...

viernes, 6 de octubre de 2023

César Sebastián: Ronson

Idioma: español

Año de publicación: 2023

Valoración: imprescindible

Como soy un lector de "libros con dibujitos" (como dice cierto compañero de blog cuyo nombre no mencionaré por discrección) más esporádico e irregular de lo que debería y, sobre todo, me gustaría, no puedo asegurarlo con total rotundidad, pero sí tengo la intuición y aun, me atrevería a decir, la certeza, de que este Ronson de César Sebastián puede ser el mejor cómic o novela gráfica publicada en España en este año, todavía sin terminar, empero. Que ya sé que esto no es una competición ni debería serlo, pero la ventaja de utilizar estos términos digamos "deportivos" es que permite expresar fácilmente lo que se pretende, a pesar de su inconveniencia cuando de lo que estamos hablando es de literatura y arte. Pero qué narices, es que menudo pedazo de libro se ha marcado aquí César Sebastián - y que al parecer es su primero, a pesar de que lleva años metido en el mundo de la historieta-; una maravilla que no hace sino dejar a las claras, una vez más, el grandísimo nivel de muchos autores españoles y más concretamente, como es este caso, valencianos;  una cantera que no parece agotarse.


Precisamente esta novela gráfica se desarrolla en tierras valencianas, pero del interior, en un pueblo de la llamada "Valencia castellana", que hoy en día podemos considerar como parte de la ya célebre (y algo manida) "España vaciada". El narrador, ya de edad avanzada, hoy en día, recurda su niñez en ese pueblo, en los años sesenta del pasado siglo, cuando la localidad, sin ser nunca más que un pequeño núcleo rural, aún no había perdido gran parte de su población y, por tanto su vitalidad, ya que no prosperidad, y se conservaban todavía muchos de los usos y costumbres de antaño, tanto en el trabajo, sobre todo agrícola, como en la vida social y familiar. la narración por tanto, toma el carácter de unas memorias, aunque se trate, hasta cierto punto, de una impostura, pues, por la edad del autor, no puede tratarse de su vida, sino la de su padre o incluso abuelo. también cabe suporner que algunas de las historias y anécdotas que se nos cuentan corresponden a las vivencias de otras personas o son un puro  ejercicio de ficción, amasada con las ciercunstancias de la época. Da igual, si non é vero, é ben trovato, y lo importante es que  Sebastián logra pergeñar una narración coherente, evocadora y, lo que es más importante, emocionante.

El libro está dividido en diferentes capítulos que tratan de diferentes aspe tos de la vida en aquel lugar y en aquel tiempo que ya parece lejano: Sopla el solano, El olor de la mies, Cuando el diablo se aburre, Cautivos del celuloide, La mujer que fuma, Los chavos negros y Camino a los quiñones... Como cabe suponer por los títulos, en ellos se tratan temas como la labor en el campo, las diferencias sociales, la fascinación de los chicos por el cine, su despertar erótico y sentimental (esto no falta en ninguna historia protagonizada por chavales), los juegos infantiles -capítulo en el que se nos desvela el significado del curioso título del libro y que alude a uno de los recuerdos más queridos para el narrador-, o, en el último caso, que trata sobre la muerte y el olvido, sirve para un cariñoso y emocionado recuerdo a algunos vecinos y vecinas del pueblo, ya mayores entonces, que sirvieron de ejemplo y anclaje en el recuerdo al por entonces todavía niño.

Este recuerdo de algunos de sus mayores e incluso añoranza de una época en la que ancianos y jóvenes convivían estrechamente, así como la remembranza de algunos momentos en familia, de alegría colectiva, el contacto con la naturaleza, etc. representan el aspecto más entreñable de la historia. pero no por ello hay que encuadrar esta novela gráfica en la corriente nostálgica "neorrancia" que tanto predicasnmento está teniendo últimamente entre ciertos/as escritores y periodistas (incluso aunque por edad no hayan podido vivir las épocas que añoran), que, por lo general, tienden a cargar todos/as hacia el mismo lado... En el caso de Ronson, es cierto que encontramos un recuerdo hacia una época y un lugar ya desaparecidos o casi, pero se trata de una añoranza personal, íntima -aunque, repito, no se trate de la propia del autor, sino, en todo caso, de sus mayores, por lo que más bien habrá que considerar el libro como un homenaje a éstos- y para nada edulcorada. De hecho, en el libro también tienen cabida y mucha, los aspectos negativos o perniciosos de aquella sociedad rural de hace más de cincuenta años: la pobreza de buena parte de los habitantes del pueblo, la miseria sexual, la prepotencia de los esbirros del Régimen franquista, la perenne crueldad con los animales, la violencia permitida dentro del seno familiar... son todos temas que se reflejan en esta extraordinaria novela gráfica y que le dotan de una profundidad y también una dureza mayor de lo que cabría esperar en un primer momento.

Por último, pero no en último lugar, hay que destacar un trabajo gráfico elegante y delicado, en el que el autor ha sabido conjugar el preciosismo del dibujo con la síntesis -ayuda mucho el coloreado en blancoy negro, más el ocre de las fotos antiguas-, dotando de una enorme fuerza y dignidad a un paisaje y un paisanaje rural que tan a menudoha sido retratado con condescendencia, cuando no con rechifla. César Sebastián consigue elevar su obra por encima de la simplificación, del tópico o del trazo grueso, para convertirla en el equivalente gráfico de tantas novelas de Miguel Delibes; sin ir más lejos, El camino podría estar perfectamente representado con los mismos trazos que los habitantes, niños y mayores, las casas y los campos del pueblo de Ronson. En suma, una magnífica novela gráfica, no me cansaré de repetirlo... no sé si la mejor del año, pero sin duda una de las más destacadas de lo que llevamos de década y aun de siglo. Con una edición, además, que le hace justicia con su exquisitez, de una editorial, Autsaider Cómics, que ha vuelto a dar en el clavo. Ojalá César Sebastián también vuelva a hacerlo.