
Título original: De tuin der lusten
Año de publicación: 2001
Traducción: Marta Arguilé Bernal
Valoración: está bien
Se cumple este año el quinto centenario de la muerte del eximio pintor Hyeronimus Bosch, "El Bosco" (no confundir con el personaje de Michael Connelly, por favor), con los previsibles y supongo que inevitables homenajes, publicaciones y exposiciones de sus obras (al menos en su ciudad natal y en Madrid, donde tengo entendido que el museo del Prado ha aprovechado para subir el precio de las entradas); parece oportuna, por tanto, la lectura de esta biografía novelada del artista, escrita por el belga John Vermeulen.
Biografía novelada o más bien novela basada en su biografía, pues es poco lo que se conoce a ciencia cierta sobre Jeroen van Aken -verdadero nombre de El Bosco- aparte de la fecha de su muerte, su ingreso en la hermandad de Nuestra Señora y algún que otro detalle de su familia... de hecho, incluso la autoría de muchas de sus supuestas obras ha sido puesta en entredicho en los últimos años. Así que Vermeulen, legítimamente, optó por imaginar una de las vidas posibles que podía haber tenido el pintor, centrándose, sobre todo en dos aspectos -aunque con una estrecha imbricación de uno con otro-: por una parte, la relación con los demás miembros de su familia y, sobre todo, con su díscola hermana Herberta -relación que Vermeulen elucubra poco fraterna o, más bien, fraterna en exceso...-; por otro lado, su ansia de libertad intelectual para plasmar en sus cuadros todas las visiones y creaciones que su vívida imaginación creaba, así como para conocer las múltiples formas de acceso a la sabiduría (alguna de las cuales sigue siendo bastante popular hoy en día), al margen de la restricitiva ortodoxia que imponían la Iglesia y las probas costumbres en aquel siglo XV; en efecto, en la novela tanto El Bosco como varios de sus familiares y amigos se las ven tiesas con la Inquisición, comandada además en esa ciudad de s'Hertogenbosch -o Bolduque, en español- por nada menos que el despiadado e implacable Jacob Sprenger, co-autor del célebre Malleus Maleficarum (sí, lo sé, ese libro que tanta gente tiene en su mesilla de noche), obra que sirvió para enviar a la hoguera a miles de personas acusadas de brujería, en aquellos tiempos tan jubilosos...
Por lo demás, la novela de Vermeulen resulta más que correcta e incluso amena, ofreciendo un abigarrado retrato de época en el que encontramos tanto a burgueses y clérigos como hampones, prostitutas y artistas, alquimistas e inquisidores. Un panorama quizá demasiado ordenado y dirigido como para dar como resultado una novela memorable, pero sí lo suficientemente rico para darnos una idea de lo que pudo ser -ya que todo es una recreación aproximativa- un tiempo en el que la más mínima divergencia se consideraba inspirada por el propio demonio y, sin embargo, un pintor se atrevió a plasmar en sus obras todo tipo de imágenes insólitas y perturbadoras, incluso heréticas -según para quién- y no sólo salir indemne, sino acabar por ser considerado uno de los mayores, aunque tal vez el más enigmático, maestro de su arte.