domingo, 16 de febrero de 2020

Gonzalo Maier: Hay un mundo en otra parte

Idioma original: español
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable

Una pequeña reflexión inicial sobre el relato como género o estilo o pretexto de introducción a la condición de autor a costa de una exposición de perfil bajo.
La solapa de este libro menciona libros anteriores de Maier, que no he tenido la oportunidad de leer. Es decir; no sé si son ficción ni de que tipo o ensayo. Hay uno que se llama Leyendo a Vila-Matas, que no voy a negar me despierta cierta simpatía simplemente por su título. Pero vayamos a lo que planteaba. El relato, más concretamente el recoger varios de éstos y empaquetarlos en un libro, empieza a resultar repetitivo como género de acceso a la obra de un autor, y también como instrumento del autor para acceder ("presentarse") al gran público.
Bueno, al público. Que somos cuatro gatos, córcholis.
Y habrá quien diga que no: que usar la imaginación para generar varios textos (aquí, ocho) es más complejo que ceder al tentador gancho de tomar una buena idea y alargarla noventa, cien páginas, llamarla nouvelle, compartirla con algún editor proclive a encontrar savia nueva. Perdonaréis que disienta, yo nunca llevo la contraria, pero empieza a resultarme demasiado repetitivo ese recurso (Maier no tiene la culpa de quienes le preceden ni de quienes le seguirán) de escoger textos de diversos tipos, buscar alguna argamasa unificadora y presentarse ante el mundo con algo que podemos llamar obra.
Todas las cursivas son mías.
Los personajes de Maier en Hay un mundo en otra parte son casi siempre seres solitarios o con relaciones de pareja en oscuros segundos planos. Pueblan esos cuentos que juguetean con estructuras clásicas y con alguna ligeramente más osada, curiosamente en experimentos ligeramente vanguardistas que son los que me parecen más discretos. Maier se ve más cómodo en textos que apuntan hacia lo ligeramente surrealista. En el relato inicial, el brillante Un año más o menos largo, un hombre se muda a un apartamento desde el que observa un patio con gallinas. Ahí Maier despliega influencias no suscritas al cosmos literario sudamericano, y cualquiera diría que ese observador desde la ventana podría ser un personaje de Auster desplazado del entorno urbano. Es el texto que da cuerpo al libro y quizás algún escritor más descarado lo hubiera alargado y aderezado, me refiero al párrafo anterior, y algún crítico de estómago agradecido lo hubiera colmado de elogios y hubiera convertido al grupo de gallinas observado en una especie de analogía social de aires kafkianos.
El profesor que se prenda de una activista en Dos o tres apuntes sobre el maoísmo está más cerca de otros universos literarios, algo más corpóreo y sensual e incluso con un cierto escoramiento hacia ciertos perfiles de personaje cercanos a lo obseso o a lo perverso.
Pero la cuestión es: los autores que optan por el relato corto saben que el lector les va a perdonar algún desliz, cuentan con comprensión o condescendencia y parece que a veces se conformen con mantener un promedio digno. Como los centrocampistas que no fallan un pase ni pierden una pelota, pero tampoco hacen gran cosa más. Comprended el símil algo ajeno. Maier escribe bien, sus buenos relatos se disfrutan, para aquellos que no nos gusten disponemos del skip, no hace falta abandonar sino que es suficiente con ver si el siguiente nos gusta. Quizás no sea el libro más apropiado para poner estos ejemplos. Pero las cosas son así.

6 comentarios:

Félix dijo...

No puedo decir que no me desanime a publicar un libro de relatos, jajaja.
Excelente reseña, como casi todas.

Anónimo dijo...

Además de que Maier tiene otros libros, en concreto nouvelles, solo hace falta consultar el catálogo de Minúscula, produce bastante sonrojo esta invectiva tan mediocre contra los libros de cuentos. Este mismo argumento serviría también contra los libros de Borges, Cortázar, Bolaño, Carver, Berlin o Lispector. Prueba definitiva de lo pobre de lo argumentado en esta reseña que ni siquiera es una reseña, porque apenas se comenta el libro en cuestión. Indigno de ULAD.

Lupita dijo...

Hola, Francesc:
Lo primero, que me perdonen los demás uladianos por estar tan "comentadora", pero desde hace años os sigo y tu reseña es la que más descolocada me ha dejado de entre los cientos que he leído.
No entiendo a dónde quieres llegar; ¿ el cuento, que entronca con las raíces de la tradición narrativa tradicional-popular, es un género menor? ¿Y qué pasa con obras como "Las mil y una noches", "El decamerón", el "Calila e Dimna" , los entremeses de Cervantes, los cuentos insertados en el Quijote, y un largo etcétera? ¿ Son obras menores acaso?

Me gusta dar a la gente oportunidad de que se explique. Esta vez, Francesc, no te he entendido, o si te he entendido bien, estoy diametralmente en contra de lo que dices, pero sigo pensando que bien por vuestra libertad de expresión.

Saludos y feliz lunes

Francesc Bon dijo...

Buenas tardes noches o lo que sea a todos. Aunque reconozco mi últimamente escasa capacidad de respuesta a los comentarios, culpa mía absoluta por la ajetreada vida personal y la sensación de agobio que me da mi natural predisposición a reiterarme (algún otro blog por ahí donde suelto parrafadas sobre discos lo certifica).
Mi problema, quizás, es esperar de los libros de relatos actuales lo que algunos ya me han procurado. Y el comentario de Anónimo casi los compendia, pues leí a Cortázar, Bolaño, Carver, Berlin y son palabras mayores. Y mi problema, ya empiezo a repetirme, es que veo demasiados libros de relatos de autores que los eligen como manera de introducirse al público ofreciendo menús degustación donde si esto no te gusta tengo esto otro y si tampoco lo de más allá. Demasiado poco esfuerzo y tesón en plantarse en una línea con firmeza y creer en ella. O mucha insistencia en presentarse al público con varias opciones y ver cuál más agrada. Y eso me lo ha transmitido el libro de Maier y lo vengo viendo en demasiados autores de última generación: como el miedo a ser descartado si se insiste en algo y esa vía aboca el fracaso. Y con un cuento malo no se ofende a nadie, porque igual detrás hay uno pasable y total el otro han sido unas paginicas.Y hay, y habrá, magníficos escritores que se desenvuelvan mejor, o solamente, en la narrativa corta, claro. Pero, por favor, ¿una NOVELA de 300 páginas para arriba cuyos personajes te arrebaten el alma en los últimos cinco años? mientras tanto escritor escribe diez folios sobre cómo observaba a un anciano en el parque mientras daba de comer a las palomas y pasa a otra cosa.
En fin; clásica respuesta de liarla.
Gracias por los comentarios, especialmente los vejatorios que a ver si espabilo, cojones.

Félix dijo...

Creo entender a Francesc en el sentido de que los autores que menciona en palabras mayores son aquellos que han respetado básicamente las reglas del cuento y las han llevado al límite o con sobrado oficio. Cortázar decía que la novela.gana por rounds y el cuento por K.O: a eso venía mi comentario del desanimo, porque me considero Alguien que Lee mucha novela y la mayoría de los libros de relatos me resultan irregulares. Creo que pocos de ahora se toman con total respeto el cuento, o al menos dedicarse en cuerpo al cuento y también dedicarse en cuerpo a la novela, vaya.
Un saludo.

Anónimo dijo...

No se me ocurre un autor que falte más al respeto a las reglas del cuento de Bolaño, que escribe en realidad mininovelas o novelas comprimidas.

Por decir un autor actual, Miguel Serrano (Autopsia, Réplica. Órbita), genial en el cuento, diría que superior que en la novela. También Elvira Navarro. No sé, creo que el cuento atraviesa hoy un buen momento.

A mi me pasa al contrario, ves, de algunos autores contemporáneos, agradecería que escribiesen más corto de lo que escriben.