jueves, 20 de febrero de 2020

David Foenkinos: Hacia la belleza

Idioma original: francés
Título original: Vers la beauté
Traducción: Regina López Muñoz
Año de publicación: 2018
Valoración: Decepcionante, por decir algo

Algunas veces me pregunto de dónde he sacado la idea de leer un libro concreto, en qué estaba pensando para llevarlo a la lista, esa lista de pendientes tan abigarrada, que lleva tanto retraso y para entrar en la cual debiera exigir por tanto un nivel de nota de corte de Medicina. Pero, como bien sabe cualquier controller, todo tiene sus grietas, y por alguna de ellas debió colarse Foenkinos.

Verán: Antoine es un brillante profesor de Bellas Artes, todavía treintañero. Algo ha ocurrido en su vida, por lo que abandona la docencia y se pone a trabajar de vigilante en el museo de Orsay. El mismo título sugiere que ese algo ha debido ser muy chungo, porque el hombre, guiado por su conocimiento del arte, busca rodearse físicamente de la belleza de las obras para descontaminarse del pasado, seguramente para emprender una nueva etapa. Foenkinos hace coincidir la llegada de Antoine al museo con una exposición monográfica sobre Modigliani, sobre quien, qué casualidad, Antoine había escrito su tesis doctoral. Nos seduce un poco el autor con la imagen del vigilante, absorto ante los misteriosos retratos del artista italiano, y en particular el de su esposa, Jeanne Hébuterne, con la que compartió (Modigliani, no Antoine) una vida tormentosa y un final trágico. La dicotomía entre la parte negra de la vida y el atractivo de la expresión artística parece que vaya a ser el motor del argumento. Pero no se profundiza nada por ese camino, más allá de vaguedades que podría escribir cualquiera. Así que todo esto no es más que un truco, porque acaba uno con la convicción de que Foenkinos no tiene ni idea de arte.

Más adelante encontramos la dura historia de Camille, que para nuestra sorpresa es una estudiante de Bellas Artes. Camille, que por lo visto es una artista en ciernes, pasa por un trance terrible, admito que bastante bien narrado, y naturalmente se cruzará tiempo después en la vida de Antoine. De nuevo hay una intención explícita (y reiterativa, ya lo ven) de mostrar el arte no ya como una simple escapatoria, sino como una alternativa por la que optar cuando el destino nos castiga con la desgracia y la injusticia. Tópico al canto.

Todo lo que leemos es tan previsible que me he planteado no arredrarme ante el spoiler, pero me contengo a pesar de todo. Pero no solo es previsible, sino de una simpleza aplastante, empezando por los personajes. Al margen de que todos hablan exactamente igual (expresión relamida con alguna gotita de incorrección de tanto en tanto, para dar color), son también equivalentes: lo mismo sean jóvenes o adultos, son discretamente humanos, comprensivos, prudentes, dubitativos, siempre respetuosos. Ninguno se sale del carril. Foenkinos es el campeón del buenismo del siglo XXI: si el mundo no es una Arcadia feliz, solo es por nuestras debilidades, porque la vida es complicada y no somos capaces de buscar las mejores soluciones, no porque haya perversidad en los corazones. Ese es nuestro panorama del tercer milenio según Foenkinos, aunque para que no quede demasiado pastelón lo acompaña de una cierta dosis de sexo, ni exagerada ni demasiado explícita, pero importante (incluye a casi todos sus personajes) porque, oiga, eso es una cosa natural y saludable que libera muchas tensiones. Sin ese componente sexual, el librito podría adaptarse sin ningún problema para un telefilm de sobremesa.

Se me olvidaba, claro. Hay también un malo, ese odioso culpable de hundir la vida de la joven Camille. Ahí a Foenkinos se le presentó la oportunidad de matizar un poco más, de dar relieve aunque fuese a un único personaje. Amaga con hacerlo, pero o no sabe o no quiere, y poco a poco lo va caricaturizando para que termine de encajar en ese mundillo imperfecto por tan humano, a veces duro pero en el fondo maravilloso. Se mire como se mire, el malo es el malo, mientras los demás, cada uno a su manera, solo pretenden vivir la vida, disfrutar la belleza. Oh!

Lo que son las cosas, resulta que este señor Foenkinos ha recibido un premio Goncourt des Lycéens, creo que por otra de sus obras. Si echamos un vistazo, vemos que este premio lo conceden escolares de los últimos cursos, o sea, entre quince y dieciocho años, en lo que por cierto, al margen del libro en sí, es una iniciativa bastante interesante. Ahí sí que encaja, sin duda. Con su corrección ética, su simpleza, su aire juvenil, ligero y solo superficialmente comprometido, y con sus inofensivas alusiones al mundo del arte, David es un autor quizá muy apropiado para el adolescente tardío, puede que más aún si es francés. Pero para cualquier otro lector algo más exigente, les garantizo que no. Son los riesgos de no prestar atención a las solapas del libro.

También de David Foenkinos en ULAD: Lennon

9 comentarios:

Marc Peig dijo...

Hola, Carlos.
A mi Foenkinos es un autor que me gustñó bastante en "La delicadeza" pero que me aburrió con "Los recuerdos". No he leído más de él, pero tengo claro que este no lo leeré.
Saludos, y felicidades por la reseña.
Marc

eduideas dijo...

Celebro que se colase en tu lista porque las reseñas negativas orientan tanto o más que la positivas, especialmente cuando todos tenemos nuestra cola de pendientes cada vez más larga

Carlos Andia dijo...

Gracias, Marc. Es estupendo que hayas encontrado algún libro mejor de este caballero, porque me cuesta creer que haya escrito cosas de más nivel que esta. Pienso que uno de los signos distintivos del mal escritor es que toda su obra sean meras variaciones de algo esencialmente igual, ya sea en su contenido o en su forma, como el actor incapaz de representar más allá de un mismo tipo de personaje. Pero bueno, son quizá elucubraciones de una tarde blanda y medio primaveral, sin más.

Eduideas, ay, la dichosa lista, veo que has detectado la interesante funcionalidad de ULAD como cortafuegos y de sus reseñistas como celadores. Pues nada, a seguir depurando!

Saludos a los dos.

ChuangTzu dijo...

Pues mi opinión de "La delicadeza" es bastante parecida a lo que se dice en esta reseña. Cuanto más avanzaba más pensaba ¿Por qué estoy yo leyendo este libro? ¿Quién me lo recomendó? ¿Cómo puedo tener una opinión tan diferente a lo que dicen por ahí? Hablan de imaginación, mordacidad y elegancia y yo sólo veo superficialidad, romanticismo tontorrón y ñoñería.

Carlos Andia dijo...

Pues 90% de acuerdo con tu opinión. Yo le añadiría un punto de pretendida incorrección y pretenciosidad que todavía le resta más peso. Para adolescentes, amigo.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Carlos solamente por la portada del libro merece la pena leerlo.. Qué bomita

Anónimo dijo...

Bonita quería decir.. Kempes 19

Carlos Andia dijo...

Pues tampoco me gusta la cubierta, qué quieres que te diga...

Anónimo dijo...

Para gustos los colores.. Gracias por el blog Carlos.. Kempes 19