viernes, 28 de febrero de 2020

Augusto Monterroso: Obras completas (y otros cuentos)


Idioma original: castellano
Año de publicación: 1959
Valoración: Seguramente imprescindible

La coña de Monterroso parece empezar por el mismo título, toda vez que Obras completas (y otros cuentos) es justamente su primera obra publicada. Al final, la broma no es tan evidente, porque este es también el título de uno de los relatos que se incluyen en la compilación, pero dice mucho acerca de lo que encontraremos en el libro: el equívoco, el juego de las apariencias, los significados múltiples, la ironía. Estamos ante un autor sumamente inteligente, y eso es muy buena noticia para el lector.

Monterroso es reconocido como el paradigma de las fórmulas más compactas de la narrativa: el microrrelato, la fábula, el aforismo. Algo de ello hay en este libro, ya lo comentaré, pero en su mayoría son relatos breves que no se salen de las pautas habituales de extensión o desarrollo argumental. En general, se puede decir que la prosa de Monterroso enamora desde las primeras líneas por su sencillez, casi dulzura, y por la ironía que empapa el texto entero. El sarcasmo y la chispa intelectual hacen aflorar la risa en no pocos momentos, pero el humor no es en absoluto gratuito, está al servicio de cada una de las pequeñas historias, y adquiere distintos tonos para subrayar a veces la perplejidad ante el absurdo, elevar la acidez de la sátira, o denunciar la incomprensión, según los casos.

La variedad de temas aumenta el atractivo del libro. Tenemos cuentos de aire borgiano, como Sinfonía concluida, en la que se descubre la parte que faltaba de la Inacabada de Schubert, o El centenario, sobre los vaivenes de la fortuna de un gigante sueco, relatos en que la frontera de lo inverosímil queda borrada al incorporar un cierto tono erudito. En algunas ocasiones se desnuda la incapacidad para asumir la cultura indígena (espléndido El eclipse), o para entender la música (El concierto), mientras se deja un pequeño rastro, extremadamente sutil, de crítica a lo que podríamos llamar los poderosos, ya sea el occidental prepotente o el general absorto en su esfera de poder. O la Primera dama, desconcertada en su papel, que no sabe encajar bien con las que considera sus obligaciones humanitarias. Centroamérica es sin duda un vivero inagotable de dictadores de todo pelaje que don Augusto sin duda conocía de primera mano pero, al menos en este volumen, no es el sátrapa el fustigado sino su entorno inmediato, con el que disfruta desplegando su fina pero implacable ironía.

Con frecuencia tenemos personajes en apuros, que en varias ocasiones quedan al descubierto en el curso de algún evento público, como ocurre en los dos relatos que acabo de citar. Esta situación se lleva al límite del disparate en No quiero engañarlos que, aunque es quizá el más divertido de todos los cuentos, no deja de tener mucho contenido en diversas capas. En el estreno de una película, director, guionista y varios actores dirigen unas palabras al público, y entre ellos interviene la mujer del productor, aunque ella apenas ha tenido alguna participación en el rodaje. Su intervención se alarga (ríanse de Almodóvar en la entrega de los Oscar), y la cosa se pone más embarazosa a cada minuto. Pese a lo cómico de la situación, no es posible dejar de sentir una corriente de simpatía y desazón por una mujer consciente de no pintar nada, no ya en la película sino en la vida misma.

Sobre ese terreno de la frustración, también vestida de humor, se asientan los dos relatos que se centran en la creación literaria, Leopoldo (sus trabajos) y el que da título al volumen. Las musas no siempre acuden cuando se les espera, el escritor se queda seco y la hoja, en blanco. Incluso se plantea la condición misma de escritor, hasta dónde es real o un mero proyecto (una apariencia, una convicción). Pero los personajes de Monterroso tampoco se rinden fácilmente, y buscan la forma de rellenar ese vacío sin dejar que decaiga su aura artística: el escritor es escritor aunque no escriba nada, y su actividad creativa consiste entonces en anotar fantásticas ideas que desarrollará más adelante, o en prepararse indefinidamente para el gran momento de empezar a crear. La lucha estéril, el nadador contra corriente, el autoengaño (la ensoñación) son imágenes que afloran aquí y allá, provocando la sonrisa y un punto de… sí, lo digo, de ternura.

Naturalmente encontramos pequeños altibajos en el conjunto pero el nivel es casi siempre espléndido, se lee con gusto y despierta interés a cada línea, se ríe uno con frecuencia, se disfruta de la agudeza de la prosa y del ritmo irreprochable, y quizá por todo ello es sencillo empatizar con cada uno de los personajes, hombres y mujeres contradictorios, bienintencionados, valientes, ridículos. Humanos hasta bordear el esperpento, quizá como cualquiera de nosotros.

Y claro, también está el famoso microrrelato del Dinosaurio. Posiblemente otra genialidad.

Otras obras de Augusto Monterroso en ULAD: Movimiento perpetuo

16 comentarios:

Koldo CF dijo...

Hola, compay!

Pillé este libro hace unos días en la cuesta de Moyano (fue verlo es tus borradores y encontrarlo allí), así que eres el culpable de que la semana que viene lo lea. Ya te contaré.

Un abrazo

Carlos Andia dijo...

Estoy seguro de que te va a gustar. Ya nos contarás.
Un saludo

Lupita dijo...

En general, soy complaciente, y cuando algo me gusta, me entusiasmo.
Los cuentos de Monterroso son el delirio, un orgasmo mental. Los amo enormemente, con frenesí.

Creo que no puedo decir más, jeje.

Saludos

Carlos Andia dijo...

Efectivamente, Lupita, no puedes decir más... sin afectar al decoro habitual de este blog.

Gracias por tu explosividad.

ChuangTzu dijo...

No he leído nada de Monterroso. Hace tiempo que tengo ganas de leer algo suyo. Creo que me va a gustar.

Anónimo dijo...

Yo, una vez leí el cuento del dinosaurio... y me costó acabarlo.

No... es genial.

Anónimo dijo...

El dinosaurio monterroso una dupla perfecta.. Mayor Thompson

Carlos Andia dijo...

Hablando del dinosaurio, quizá me parece algo injusto que Monterroso sea conocido sobre todo como rey del microrrelato, porque los relatos de extensión digamos estándar (en este libro, todos menos uno) se acercan a la perfección, algo en lo que veo que casi todos coincidimos. Lo del dinosaurio es una genialidad, pero en mi opinión lo que pone de manifiesto es la versatilidad de este autor, que demuestra su brillantez tanto en los formatos más tradicionales como en los más rompedores.

Gracias a todos por vuestras opiniones.

Carlos Andia dijo...

Bueno, y por si alguien todavía no conoce el famoso texto, al que podríamos llamar nanorrelato, nos cabe fácilmente en este comentario:

'Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.'

Fantástico para debatir durante horas.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón Carlos es mucho más que el dinosaurio mayor Thompson

Carlos Andia dijo...

Por cierto, que el mayor Thompson es justamente el militar inglés al que me refería en la reseña. Se inspiró Monterroso en ti, el nick está hecho a propósito, o es simple casualidad?

Anónimo dijo...

Gracias Carlos.... Pura casualidad

Anónimo dijo...

Mayor Thompson

beatrizrodriguezsoto dijo...

Satisfecha de haberlos leído, gracias a la reseña. Pero me gustan más los relatos más cortos: el psico analista con el león y el conejo, una cucaracha que soñaba que era Kafka y algún otro.Cuando menciona a Borges se enreda un poco.
Me pregunto por qué Voltaire está siempre fuera de todos los circuitos de lectura. No se le menciona nunca, en ningún sitio. Y, sin embargo, es el mejor., a años luz.De lenguaje clarísimo, es ameno, culto, hace pensar e instruye., hace reir. El más irónico burlón, su mordacidaz es brillante, su expresión la más inteligente.

Jorge Villavicencio dijo...

La ironía y humor que utiliza Monterroso es genial. Gracias por reseñar este fabuloso libro de mi compatriota.

Anónimo dijo...

Navona ha publicado su obra completa en un muy cuidado verde manzana de tapa dura y mil y pico páginas.Lo compré por intuición (no había leído nada de él). Seguramente, de la mejor literatura en castellano del pasado siglo, sin exagerar.

Un autor imprescindible, sin duda. Una delicia y con un nivel literario maravilloso. Qué gozada, D. Augusto.!!!