viernes, 30 de noviembre de 2018

Friedrich Dürrenmatt: La sospecha

Idioma original: Alemán   
Título original: Der  Verdacht 
Año de publicación: 1985
Traductor: Juan José del Solar
Valoración: Se deja leer > Está bien

La sospecha no se conforma con ser una novela negra de manual, pese a contar con los ingredientes ideales para ello, pero tampoco consigue elevarse en demasía por encima de esta etiqueta. De modo que se podría decir que este libro es un producto fallido. 

Aunque, antes que nada, expliquemos de qué trata. Pues bien, va sobre el comisario Bärlach, quien descubre que un tal doctor Nehle, director de una clínica privada de Zurich, es en realidad el doctor Emmenberger, un antiguo médico nazi que practicaba operaciones sin anestesia en el campo de concentración de Stutthof. Bärlach, que está al borde de la jubilación y convalece en un hospital, decide dar caza al sanguinario Emmenberger por su cuenta. 

Proclamó Theodor Adorno que «Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie». Poesía no sé, pero narrativa sí se puede, sí. El imaginario del Holocausto es tan vasto, el trauma social que ha supuesto tan candente, que aún a día de hoy nos siguen fascinando los relatos, sean ficticios o no, que se nutren de él. Concretamente la premisa en que un participante de los campos de exterminio es descubierto es muy sugerente. Stephen King, en su Alumno aventajado, ya la abordó con relativo acierto. También Bernhard Schlink con El lector. El enfoque de La sospecha, aunque a priori algo menos interesante que los propuestos por King y Schlink, también tiene su gracia, no os penséis. El problema principal de este libro, pues, no es su idea, sino, más bien, la ejecución de esta misma. 

  • En primer lugar, muchas de las situaciones que Friedrich Dürrenmatt nos presenta no son creíbles. El caso más sangrante: Bärlach metiéndose en la boca del lobo temerariamente, pese a ser, supuestamente, un policía veterano. Tampoco ciertos monólogos alambicados, proclamados por diversos personajes, son verosímiles. Serán, a su manera, muy memorables, vale, pero su inclusión en las conversaciones es forzada. Por no hablar de que uno de ellos, relativamente extenso, nada tiene que ver con los temas que explora la obra.

  • La historia adolece de errores de principiante. El final, por ejemplo, es abrupto y se antoja conveniente (de hecho, es un deus ex machina en toda regla). Por no decir que el pulso narrativo es inexistente durante la mayor parte de la narración, y que Dürrenmatt divaga en algunas escenas aportando información decididamente superficial. 

  • Tampoco el manejo de personajes es muy acertado. No en balde se podría prescindir de la mitad. Hay algunos, como un enano, Pulgarcito, o la enfermera Kläri, que aparecen de forma anecdótica. Esta última, por ejemplo, se nos presenta como si pudiera ser relevante para la trama, y finalmente acaba por no hacer nada. Luego está la amante del doctor Emmenberger, la doctora Marlock; es con diferencia el personaje más desaprovechado de toda la novela. Ah, y no nos olvidemos de Bärlach. Nuestro protagonista es de lo más aburrido y plano. 

  • Las escenas de investigación son de una sencillez sonrojante. Apenas unos pocos elementos permiten al comisario sacar conclusiones y fundamentar su sospecha. He visto reseñas defendiendo que esta novela no debe leerse según los parámetros del género negro, por lo que esto no sería un defecto. No obstante, yo lo considero así, porque, si tan prescindibles son esas escenas, se me ocurren formas alternativas para eludirlas satisfactoriamente.

En cuanto a los aspectos positivos del libro, que los hay, destacaría estos: 

  • Se nota que Dürrenmatt tenía la voluntad de transmitir algo más que una historia entretenida. Los temas presentados por el escritor (la «lucha contra el mal», la «bestialidad humana») son correctamente ilustrados por los monólogos antes mencionados, y plasmados fielmente en el argumento de la novela. 

  • En cierto momento de La sospecha (quizás demasiado tarde, eso sí), la tensión se hace palpable. Lástima que para entonces cueste empatizar con Bärlach, que es un personaje bastante básico; de ser así, su penosa situación se nos haría casi insoportable. Lo que no asoma la cabeza en ningún momento es el suspenso, cosa imperdonable en una novela que debería derrocharlo.

  • Algunos personajes concebidos por Dürrenmatt son la leche. El doctor Emmenberger queda apenas esbozado, por desgracia, pero tiene un potencial enorme. Es un antagonista temible, permeado por un misterio que lo vuelve fascinante. Por otro lado está Gulliver, un judío que logró sobreponerse a la misma muerte; probablemente sea mi personaje favorito de la novela. 

  • Estoy dispuesto a admitir que la historia coge algo de vuelo más o menos a la mitad. Una vez Bärlach está en la clínica del doctor Emmenberger, las cosas empiezan a acelerar. Menos mal. 

  • El libro te lo ventilas en una tarde: menos de doscientas páginas de tipografía generosa que se leen de un tirón. 

En fin, que La sospecha es muy peculiar. Se nota que pretende ser más que una "simple" novela negra, pero, a la postre, no le hubiera ido mal decantarse hacia una dirección más humilde. A Dürrenmatt se le atraganta el proyecto, por no hablar de que hay momentos en que parece no haberlo planificado mucho, ni haberse tomado su tiempo al escribirlo o revisarlo. Lo que debería ser un lúcido comentario sobre la naturaleza humana y la infame bestialidad exhibida por nuestra especie durante la primera mitad del siglo XX acaba siendo un texto cortito que peca de ingenuo. Algo insultante, si te paras a pensarlo con detenimiento. 

PD: Debo decir que leer esta novela autónomamente, y no como parte de la saga protagonizada por Bärlach, me ha podido impedir disfrutar al completo algunos de sus aspectos. Sin ir más lejos, había personajes, deduzco que recurrentes en el universo de este comisario, que parecía que ya debía conocer de antemano. 


Más de Friedrich Dürrenmatt en ULAD: El túnel, La visita de la vieja dama, El juez y su verdugo

9 comentarios:

Cities: Moving dijo...

Pues El juez y su verdugo, que creo fue la primera novela protagonizada por Bärlach, no es gran cosa tampoco y me causó un poco las mismas impresiones que a tí esta otra.

Oriol dijo...

Pues creo que seguiré con "Justicia", de este autor. Tu reseña de ese libro me ha dejado con los dientes largos.

Diego dijo...

No tengo problemas con ella pero tampoco soy particularmente entusiasta de la novela negra.
Tu reseña tampoco me invita a leer el libro. Pero has citado a Adorno y no le di mucha pelota al resto. No sé si le conoces por sus trabajos sobre arte, pero fue uno de los "capos" en sociología crítica (la más interesante de sus ramas, pienso yo)...
En fin, que lo siento por Dürrenmatt pero Adorno tiene la sombra muy grande y te da más puntos a tí que a la reseña.
Un saludo.

Oriol dijo...

Hola, Diego.

La verdad es que sí, a Adorno lo conozco por su faceta ensayística en la que aborda el arte. Aunque,si te soy sincero, creo que la densidad del discurso de este autor me puede y no lo acabo de entender del todo. De hecho, reconozco que he puesto la frase de la poesía porque quedaba bien, pero sin firmeza académica suficiente como para saber si la uso en un contexto adecuado. Por cierto, buscaré la sociología crítica a la que aludes.

Sobre la novela negra, debo decirte que tampoco yo soy un entusiasta del género. Es cierto que últimamente lo estoy leyendo más que de costumbre, porque me entretiene, pero la mayoría de sus exponentes con los que me ha tocado lidiar se quedan ahí, en entretenerme. Eso sí, hay joyas ocultas aquí y allá que me impiden descartarlo definitivamente, como Patricia Highsmith.

En fin, ¡muchas gracias por comentar!

Diego dijo...

Si te interesa esa parte de la sociología, Habermas o Marcuse son dos exponentes posteriores, no sé si más accesibles pero, sin duda, más cercanos a nuestros tiempos.
En mi opinión, esta teoría crítica es la que salva al estudio actual de las sociedades que, sin ella, apenas pasa del muestreo y la encuesta al servicio de intereses particulares.

Desconozco exactamente el lugar donde Adorno soltó esa sentencia (parece de Mínima moralia), pero supongo que más allá de la poesía, de hacer belleza del terror, se refiere al intentar sacar provecho de algo tan terrible. Ser judío alemán en aquella época, como fue, ya da indicios de sus razones. Y creo que tú, por más que en un principio defiendes la narrativa sobre aquel contexto, comprendes perfectamente al filósofo cuando opinas que lo cortito del abordaje puede verse como insultante si se mira bien. A eso me refiero con que tú ganas más puntos que el libro que traes.
Atendiendo a esto y, si no recuerdo mal, con tus 22 o 23 años, es esperanzador para los que te doblamos en edad leerte teniendo en cuenta el miedo que nos da ver algunos aspectos de tu generación.
Ha pasado mucha agua bajo el puente desde entonces, y supongo que toda ficción basada en hechos terribles es más tolerable si las heridas están cerradas. Es posible, incluso, que hacer humor o banalizar atrocidades sea una manera de pasar página.

Para comentar algo relacionado a la trama del libro que nos presentas, supongo que mucho hay escrito sobre ello, pero yo recuerdo una peli con Sean Penn donde este representa a mi generación que, incapaz de hacerse adulta por sí misma, lo hace con cuentas pendientes de generaciones anteriores. No recuerdo el nombre pero me gustó mucho.

Antes hablé sobre el miedo que tu generación da. A la mía también le quedó mucha tela por cortar.

Sobre el entretenimiento, no hay duda de que es vital, necesario, intrínseco y todo ello a la vez. Si viene dado por la literatura, con el uso de la imaginación a la que esta nos invita, tanto mejor.
Adorno, que aportó a la sociología la búsqueda de los intereses que hay detrás de toda relación humana, creo que diría que este comentario también responde a mí entretenimiento.
Yo creo que mientras seamos conscientes de ello no hace falta desmerecerlo.

Y voy a ver si me entretengo con otra cosa.
Abrazo.

Lucas Despadas dijo...

Pues lamento mucho que no te haya gustado. En lo personal, Dürrenmatt es uno de mis autores predilectos, aunque esta obra en conreto no la he leído. Si bien es verdad que Bärchlach es un poco plano (ya lo era en "El juez y su verdugo"), creo también que quizás haya envejecido mal. Tanto la ambientación como los personajes predilectos de Dürrenmatt (salvo quizás en sus cuentas y en "Griego busca griega") suelen retrotraerme a la cabeza a esas películas detectivescas de mediados del siglo pasado a las que tanto cariño le cogí en mi adolescencia. De los siete libros del autor que llevo, si bien son un poco irregulares (aunque los he disfrutado muchísimo, ¡ojo!), mis preferidos siguen siendo "La visita de la vieja dama" (una obra de teatro mayúscula sobre el poder bestializante del dinero) y "La promesa". Este último te lo recomiendo especialmente. Es, lo que se dice, una broma macabra. Especialmente disfrutable si has visto previamente "El cebo", la película española-polaco-alemana de Ladislao Wajda. Dürrenmatt hizo el guión del filme, pero, tras el éxito de la película, escribió una novela de no ficción redactando la supuesta forma en la cual se inspiró para completar ese guión. De nuevo, una trama policíaca donde lo policial no es lo auténticamente importante, sino la lucha del bien contra el mal y la imposibilidad de hacerle frente. Sigue la onda del comisario Bärchlach, pero se me hace mucho más complejo y disfrutable. Como que subsana errores.

En cualquier caso, gracias por la reseña. Un abrazo.

Oriol dijo...

A "La visita de la vieja dama" ya le tenía el ojo echado gracias a la reseña de ULAD. Ahora que también tu la recomiendas, no me quedará otro remedio y echarle un vistazo. "La promesa" despierta mi interés de igual manera. Así que gracias a ti, Lucas, por este comentario tan enriquecedor.

Lucas Despadas dijo...

Enriquecedor no sé, pero faltas de ortografía tiene por un tubo. Los problemas de la velocidad, en fin. Si vas a leer "La promesa" te advierto de que sospecho que pierde mucho si previamente uno no ha visto "El cebo". Es quizás la gran pega del libro, por ponerle una.

Anónimo dijo...

No sabía de la frase de Adorno. Reproduzco un fragmento del poema de León Felipe titulado Auschwitch:

¡Mira! Éste es un lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud…
¡Hablad más bajo!
¡Tocad más bajo! ¡Chist!
¡¡Callaos!!
Yo también soy un gran violinista…
y he tocado en el infierno muchas veces…
Pero ahora, aquí…
rompo mi violín… y me callo.

Los dos parecen compartir la idea de que no se puede hacer literatura sobre el Holocausto... O siquiera después del Holocausto.