martes, 6 de noviembre de 2018

Andrea Barrett: La fiebre negra


Idioma original: inglés
Título original: Ship fever
Año de publicación: 1996
Traducción: Magdalena Palmer
Valoración: Entre recomendable y está bien

Curioso libro este, una compilación de relatos que en 1996 se llevó uno de esos premios molones que conceden los norteamericanos y que establece como nexo de unión de todos ellos el protagonismo o, al menos, la referencia a científicos, ya sean reales o ficticios, dedicados a la biología, desde naturalistas del siglo XVIII a modernos bioquímicos. También en casi todos hay un protagonismo o importante presencia de personajes femeninos (supongo que por estas razones se ha puesto en la cubierta de la edición española la foto de una científica... sólo que se trata de la física austríaca Lise Meitner, descubridora de la fisión nuclear y uno de los más escandalosos "olvidos" de posibles premiadas con el Nobel).

No son los únicos puntos en común de los relatos: todos ellos comparten un tono melancólico, un cierto desencanto sobre las vicisitudes y los resultados, rara vez en consonancia con las expectativas, de la existencia humana. Desde la esposa de un profesor universitario que acaba por despreciar a su marido en La carta de Mendel a la segunda mujer de un hombre de negocios que no encuentra su lugar ni en su nueva familia ni en la de origen, de Soroche; del prestigioso científico al que la vejez arrebata los éxitos que puede haber conseguido en su vida -El discípulo inglés- al joven naturalista que intuye que nunca triunfará, de Aves sin patas. Tanto los adúlteros a los que ni siquiera entregarse a una pasión , trastocando la vida de sus respectivas familias, logra salvar de la insatisfacción en La zona litoral, como las hermanas Malburg, del relato con ese mismo título, un par de bioquímicas a medio camino entre el rigor científico y lo inasible de lo arcano, cuyas relaciones familiares resultan bastante desconcertantes (reconozco que es el cuento que me ha gustado menos... demasiados ingredientes en la receta para un gusto tan deslavazado), son ejemplos de una sorda desdicha, más o menos resignada. En realidad, el único cuento que parece conceder algo de esperanza a sus personajes es Rara Avis, donde unas inglesas, en pleno siglo XVIII, deciden mandar al diablo las convenciones sociales y dedicarse a lo que más les gusta, el estudio de la naturaleza, algo en principio vetado para su sexo.

Dejo para el final el último relato, justamente, que da título a todo este volumen y que, en realidad, se trata casi de una novela corta; en mi opinión, es sin duda el mejor de todo el libro. La fiebre negra se refiere al tifus, en este caso a la epidemia de tal enfermedad que tuvo lugar en Canadá en 1847, desencadenada por la afluencia de miles de paupérrimos inmigrantes irlandeses que huían de la hambruna de la patata. La historia está contada desde el punto de vista del joven médico que Quebec Lauchlin Grant y de una de sus pacientes, Nora Kynd y resulta tanto muy lograda en ritmo y estilo como ajustada en intensidad y sensibilidad, sin adoptar, o poco, en el aire desasistido que caracteriza a otros de estos relatos. Una pequeña novela que, además, resulta muy interesante para reflexionar sobre las migraciones y las fronteras, de ahora y de tiempos pasados; su lectura me parece que sería de lo más conveniente para todos aquellos progenitores que han decidido seguir con sus hijos la moda antivacunas de los últimos tiempos. 

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