Título original: The Scarlet Letter
Año de publicación: 1850
Valoración: está bien
La calidad narrativa de Hawthorne es evidente, y ya vimos muestras de ello en «El holocausto de la tierra». Así, con una prosa perfectamente mesurada, el autor teje la historia de frases perfectamente equilibradas, en ritmo y en nivel literario. Y la puesta en escena, situándonos ya de entrada en un conflicto social, para atrapar al lector desde el primer instante, es un logro inmenso, pues sus primeras páginas son realmente potentes.
Así, el autor va directo al grano, y nos ubica en una plaza de pueblo, donde gran multitud de gente de aglutina para ver a Hester Prynne encima de una tarima, expuesta a los ojos de todos quienes la miran con recelo, con repugnancia, con asco y furia, y le espera un público escarmiento, por su conducta inapropiada. Hay quien la colgaría de una horca, y pocos la perdonarían. Estamos a principios del siglo XVII, y la religión manda y rige las leyes, dándole un poder indiscutible y, a ojos de Dios, muchas conductas son reprobables si las juzga y valora únicamente la parte interesada.
De esta manera, el arranque de la novela es impecable, trepidante, de ritmo elevado y clímax inicial envidiable. No hay lugar para el descanso, pues el autor, con su estilo directo y dirigiéndose al lector en algunas ocasiones, sabe mantener el interés, especialmente en sus tramos iniciales y finales, destacando la figura de la hija, que aporta incluso más interés que la propia protagonista. Los personajes estan perfectamente definidos y la trama argumental se sostiene por ellos más que por la propia historia, en ocasiones algo inverosímil en su desarrollo.
Así, y sin explicar más sobre el argumento, pues no sería apropiado ni propio de mí, sí debo decir que el libro es irregular, pues a pesar de que el autor sabe conducir la historia hasta un final de alto nivel, es cierto que en su tramo intermedio decae abruptamente (teniendo en cuenta el gran inicio del que partimos). Además, y más allá de que decaiga la intensidad en el tramo central, auguro que es un libro que no soporta bien el paso del tiempo, pues cuesta entrar de golpe en una sociedad tan marcada por la religión y de mentalidad tan cerrada y arcaica, y debo reconocer que en varios momentos del libro se hace difícil conectar con la historia.
En cualquier caso, se trata de una interesante lectura en la que el autor nos habla de la culpa y la pena, de las apariencias y los secretos para salvaguardarlas, de la dificultad en mantener el silencio cuando todos gritan la culpabilidad alrededor tuyo. Y la (doble) moral de la época, tan clara y brillante a ojos de la gente, tan oscura y confusa a ojos de uno mismo. El libro plantea profundos dilemas éticos, especialmente teniendo en cuenta la sociedad del momento en el que se publicó, pues hablamos de mediados del siglo XIX. Y es por ello que, a pesar de los altibajos narrativos, el libro ofrece una entretenida lectura que retrata perfectamente la rigidez de la sociedad de la época y su íntimo vínculo con una religión que la ata y rige su comportamiento hasta límites difíciles de creer hoy en día.
También de Nathaniel Hawthorne en ULAD: El holocausto de la tierra, Wakefield y La mujer de Wakefield
Así, el autor va directo al grano, y nos ubica en una plaza de pueblo, donde gran multitud de gente de aglutina para ver a Hester Prynne encima de una tarima, expuesta a los ojos de todos quienes la miran con recelo, con repugnancia, con asco y furia, y le espera un público escarmiento, por su conducta inapropiada. Hay quien la colgaría de una horca, y pocos la perdonarían. Estamos a principios del siglo XVII, y la religión manda y rige las leyes, dándole un poder indiscutible y, a ojos de Dios, muchas conductas son reprobables si las juzga y valora únicamente la parte interesada.
De esta manera, el arranque de la novela es impecable, trepidante, de ritmo elevado y clímax inicial envidiable. No hay lugar para el descanso, pues el autor, con su estilo directo y dirigiéndose al lector en algunas ocasiones, sabe mantener el interés, especialmente en sus tramos iniciales y finales, destacando la figura de la hija, que aporta incluso más interés que la propia protagonista. Los personajes estan perfectamente definidos y la trama argumental se sostiene por ellos más que por la propia historia, en ocasiones algo inverosímil en su desarrollo.
Así, y sin explicar más sobre el argumento, pues no sería apropiado ni propio de mí, sí debo decir que el libro es irregular, pues a pesar de que el autor sabe conducir la historia hasta un final de alto nivel, es cierto que en su tramo intermedio decae abruptamente (teniendo en cuenta el gran inicio del que partimos). Además, y más allá de que decaiga la intensidad en el tramo central, auguro que es un libro que no soporta bien el paso del tiempo, pues cuesta entrar de golpe en una sociedad tan marcada por la religión y de mentalidad tan cerrada y arcaica, y debo reconocer que en varios momentos del libro se hace difícil conectar con la historia.
En cualquier caso, se trata de una interesante lectura en la que el autor nos habla de la culpa y la pena, de las apariencias y los secretos para salvaguardarlas, de la dificultad en mantener el silencio cuando todos gritan la culpabilidad alrededor tuyo. Y la (doble) moral de la época, tan clara y brillante a ojos de la gente, tan oscura y confusa a ojos de uno mismo. El libro plantea profundos dilemas éticos, especialmente teniendo en cuenta la sociedad del momento en el que se publicó, pues hablamos de mediados del siglo XIX. Y es por ello que, a pesar de los altibajos narrativos, el libro ofrece una entretenida lectura que retrata perfectamente la rigidez de la sociedad de la época y su íntimo vínculo con una religión que la ata y rige su comportamiento hasta límites difíciles de creer hoy en día.
También de Nathaniel Hawthorne en ULAD: El holocausto de la tierra, Wakefield y La mujer de Wakefield
4 comentarios:
Nathaniel Hawthorne era descendiente de uno de los jueces que condenaron a "brujas" en los famosos procesos de Salem.
Hola, Marc y demás ULAD:
Este libro lo tengo pendiente desde hace muchísimo tiempo. La verdad es que siempre he oído hablar de él más por su contenido que por su calidad literaria.
A pesar de la distancia en el tiempo y en la moral de la sociedad, creo que si el autor es capaz de crear un mundo en el que nos sumerjamos, podemos llegar a entender qué movía a las personas en sus actos. Y perdón por traerlo aquí, pero cuánto pesan los símbolos, sea una letra, una bandera o unos lazos amarillos.
Saludos
Hola, anónimo. Interesante apunte, lo desconocía. ¡Gracias por mencionarlo!
Lupita, me sucedió algo parecido, pues es un libro conocido pero nunca pensé en leerlo hasta que descubrí al autor. Es interesante el planteamiento y la mentalidad que muestra el autor, una sociedad muy rígida y donde la religión ocupa el espacio central en las vidas de las gentes. Y sí, coincido, los símbolos pesan mucho, por aquello que conllevan: en algunos casos sirven para señalar, otros para condenar, otros para reclamar derechos; es una manera muy gráfica de mostrar una idea o pensamiento. Interesante apunte que nos lleva a la actualidad.
Saludos y gracia s por comentar.
Marc
Llevo solo las primeras paginas y mi cabeza tiene dolor de cabeza. Un libro no es solo bueno por la historia, sino también por la forma de escribirla.
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