Título original: Yeruldelgger
Año de publicación: 2013
Traducción: José Fajardo González
Valoración: entre recomendable y está bien
Comentaba yo en cierta reseña que ya parece no quedar un solo rincón de este nuestro planeta que no haya servido de ambientación para la correspondiente novela negra o de misterio. Y no me refería sólo a París, Londres, el Baztán, Cárcar... o cualquier lugar de la geografía navarra, en realidad; de hecho, la "pandemia" (benigna, que nadie se me enfade) parece tener una mayor incidencia en toda esa parte del globo donde hace un frío que pela: ¿Acaso hay novela negra en Islandia? La hay. ¿en las islas Hébridas? También. ¿En Siberia-Gasteiz? ¡Por supuesto! Lo dicho. para encontrar un lugar original y aún virgen, un escritor novato en el género debería irse... qué sé yo, a Mongolia, por lo menos, ¿no?
Pues no. También la Mongolia Exterior ya ha sido hollada por la ficción criminal (por cierto, siempre me ha resultado inquietante, en el plano existencial, que haya una Mongolia Exterior y otra Interior...): aquí tenemos esta novela, protagonizada además por personajes mongoles, aunque escrita, eso sí, por un francés, aun de exótico nombre, Ian Manook -en realidad, Patrick Manoukian, que tampoco está mal-; Yeruldelgger es un comisario de la policía de Ulan Bator que se encuentra al mismo tiempo con dos casos aparentemente inconexos: una niña enterrada malamente en medio de la estepa, varios años atrás, y unos ciudadanos de la República Popular China asesinados en lo que parece un salvaje crimen de tintes satánicos. La trama se va enredando cada vez más, como mandan los cánones, y así tenemos la oportunidad de encontrarnos con nómadas que ven C.S.I Miami, bandas de neonazis mongoles, monjes guerreros que le darían para el pelo a los de Shaolin, niños que viven en las cloacas de la capital -aunque en realidad no son cloacas-, potentados y preprotentes coreanos, agentes de los servicios secretos chinos... en suma, todo un festival.
Bien, confieso que hasta la fecha, mis conocimientos sobre el bello país mongol se reducían prácticamente a cero, por lo que , desde luego, no estoy en condiciones de dictaminar si la curiosa mezcla de exotismo (para nosotros los occidentales, claro), tradición y la más prosaica modernidad globalizada se corresponde con la realidad o no. He de suponer que sí, pues monsieur Manook parece un buen conocedor de ese país. Ahora bien, entre tanto el lector no mongol trata de dilucidar que hay de cierto en ese potpourri que sirve de marco a la novela, lo que también hace él es endiñarnos toda una serie de tópicos del género, como quien no quiere la cosa: el consabido poli rebelde, encallecido aunque carismático, atormentado por su pasado pero de corazón noble, su jefe incompetente y arribista; sus compañeras -en este caso la hermosa inspectora Oyun y la aún más bella forense Solongo-, derretidas ante las viriles cualidades del protagonista; los habituales polis corrompidos, matones sin cerebro, simpáticos secundarios, etc... en fin, que podríamos perfectamente encontrarnos ante un polar que se desarrollase en Marsella, Los Ángeles o Madrid. O incluso ante el argumento de una película protagonizada por Bruce Willis o Clint Eastwood (en sus tiempos mozos).
Aún así, hay que reconocer que la novela, además de ser de lectura fácil, que siempre es de agradecer -quizás se haga un poco larga en algún momento, no obstante-, resulta lo suficientemente variada y entretenida como para dejar un buen sabor de boca y cierta curiosidad sobre el país donde se desarrolla, cuando menos, al final habremos aprendido cual es la manera correcta, según la tradición, de entrar en una yurta mongola... Después de todo, nunca se sabe cuando nos podrá hacer falta tal conocimiento.
Bien, confieso que hasta la fecha, mis conocimientos sobre el bello país mongol se reducían prácticamente a cero, por lo que , desde luego, no estoy en condiciones de dictaminar si la curiosa mezcla de exotismo (para nosotros los occidentales, claro), tradición y la más prosaica modernidad globalizada se corresponde con la realidad o no. He de suponer que sí, pues monsieur Manook parece un buen conocedor de ese país. Ahora bien, entre tanto el lector no mongol trata de dilucidar que hay de cierto en ese potpourri que sirve de marco a la novela, lo que también hace él es endiñarnos toda una serie de tópicos del género, como quien no quiere la cosa: el consabido poli rebelde, encallecido aunque carismático, atormentado por su pasado pero de corazón noble, su jefe incompetente y arribista; sus compañeras -en este caso la hermosa inspectora Oyun y la aún más bella forense Solongo-, derretidas ante las viriles cualidades del protagonista; los habituales polis corrompidos, matones sin cerebro, simpáticos secundarios, etc... en fin, que podríamos perfectamente encontrarnos ante un polar que se desarrollase en Marsella, Los Ángeles o Madrid. O incluso ante el argumento de una película protagonizada por Bruce Willis o Clint Eastwood (en sus tiempos mozos).
Aún así, hay que reconocer que la novela, además de ser de lectura fácil, que siempre es de agradecer -quizás se haga un poco larga en algún momento, no obstante-, resulta lo suficientemente variada y entretenida como para dejar un buen sabor de boca y cierta curiosidad sobre el país donde se desarrolla, cuando menos, al final habremos aprendido cual es la manera correcta, según la tradición, de entrar en una yurta mongola... Después de todo, nunca se sabe cuando nos podrá hacer falta tal conocimiento.
3 comentarios:
Jaja. Pues sí, no sé cómo he podido vivir ignorando algo tan relevante.
Hola Juan. Perdona que me aparte del asunto, ¿podrías darme el título de la novela ambientada en Cárcar? Una amiga de la infancia nació allí y me encantaría pasarle el dato. Gracias :)
Jaja. Pues sí, no sé cómo he podido vivir ignorando algo tan relevante.
Hola Juan. Perdona que me aparte del asunto, ¿podrías darme el título de la novela ambientada en Cárcar? Una amiga de la infancia nació allí y me encantaría pasarle el dato. Gracias :)
Hola: pues para quien pueda interesar, es "El próximo funeral será el tuyo", de Estela Chocarro, ed. MAEVA
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