Título original: Malerba
Traducción: Nicolás Pastor
Año de publicación: 2015
Valoración: bastante recomendable
Malerba está más cerca de Una educación siberiana que de Gomorra. Podría mencionarse alguna de las obras más descarnadas de Edward Bunker por su veraz sentido de la realidad, pero diría que Bunker se sentía más orgulloso de su pasado criminal, y que Grassonelli, quizás narrador más joven y con alguna esperanza, apela al arrepentimiento como opción. No prioritaria, pero opción.
Curioso: en esa narración puntillosa hay más detalles, más especificidad, de los encuentros sexuales que de los crímenes. Será cosa del vitalismo. Veinte años sin sexo, dice Antonio, con mucha claridad, y no queda tan fresco en el recuerdo que haya sido tan franco al lamentarse sobre veinte años sin libertad. Grassonelli elige para su narración, suponemos que por seguridad y para alterar lo suficiente la realidad, ese álter ego. Un adolescente que ha crecido en un entorno (sobre el que será consciente de manera tardía) donde delinquir es algo habitual y casi necesario en la supervivencia. Robar, participar en peleas, elegir a alguien débil para ridiculizarlo, una especie de extremadamente cruel selección natural opera en su entorno. Y Malerba, mote adecuado (mala hierba) despunta ahí. Sin responder a organización ni jerarquía sus delitos van viento en popa. El más destacado, desplumar a las cartas a cualquier incauto que se cruce en su camino. O sea, trilerismo a gran nivel en partidas donde los jugadores pueden dejarse dinero a raudales, vehículos, o contraer deudas con gente muy poco recomendable. Malerba quiere ir por libre en una sociedad donde el crimen también es una institución de reglas muy estrictas. Y donde las diferencias se dirimen a toque de plomo. Así que Malerba se ve envuelto en una batalla contra la Cosa Nostra, batalla que involucra a su familia y donde, previsiblemente, sale perdiendo. Hay muertos en su familia y Malerba empleará todo su tiempo y sus recursos en tramar una venganza.
Curioso, #2: el Antonio en que se escuda Grassonelli evita en todo momento demasiada concreción o atisbo de colaboración con la estricta justicia italiana. No es que se arrepienta de sus delitos, sino que reivindica su derecho a ser un criminal por libre, sin organización detrás, sin una jerarquía paralela que se constituya en otro estado vampírico, en una trama piramidal de protecciones y comisiones. Como una especie de reivindicación del artesanado contra la producción industrial. Porque esto parece ser de lo que va Malerba: de un joven gobernado por las hormonas que busca su lugar en el mundo dentro del papel que le ha tocado representar, de una especie de rebelde que lucha por superar los errores del pasado sin que vea necesidad de borrarlos. Con ingenuidad y con tozudez, pero con una convicción que deja huella.
Curioso, #2: el Antonio en que se escuda Grassonelli evita en todo momento demasiada concreción o atisbo de colaboración con la estricta justicia italiana. No es que se arrepienta de sus delitos, sino que reivindica su derecho a ser un criminal por libre, sin organización detrás, sin una jerarquía paralela que se constituya en otro estado vampírico, en una trama piramidal de protecciones y comisiones. Como una especie de reivindicación del artesanado contra la producción industrial. Porque esto parece ser de lo que va Malerba: de un joven gobernado por las hormonas que busca su lugar en el mundo dentro del papel que le ha tocado representar, de una especie de rebelde que lucha por superar los errores del pasado sin que vea necesidad de borrarlos. Con ingenuidad y con tozudez, pero con una convicción que deja huella.
3 comentarios:
Te ha calado hondo Bunker. Tampoco es para tanto...
La verdad es que tiene muy buena pinta. Otro pendiente...; )
Disfrutable, de un modo diferente, porque en el fondo no tiene nada que ver con el género negro. Aquí, de ficción, nada.
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