sábado, 7 de noviembre de 2015

Robert D. Kaplan: Fantasmas balcánicos

Idioma original: inglés
Título original: Balkan Ghosts. A Journey Through History
Año de publicación: 1.993
Valoración: Está bien

No sé si le ocurre a todo el mundo. Normalmente, cuando leo un libro, hay casi siempre un punto –inconcreto y variable- en el que me he formado una idea de lo que tengo entre manos y, a partir de ahí, mi valoración no suele variar mucho de esa impresión inicial. Pero con ‘Fantasmas balcánicos’ esta teoría doméstica ha saltado por los aires. Ahora vemos por qué.

Empieza diciendo Kaplan que ‘la historia del siglo XX se inició en los Balcanes, donde las gentes, aisladas por la pobreza y las rivalidades étnicas, se vieron condenadas a odiar’. Prometedora síntesis de lo que se supone que más adelante se irá desgranando.

En efecto, empezamos por examinar varias de las repúblicas de la vieja Federación yugoslava, que hace algunos años se vieron envueltas en situaciones críticas, cuando no en guerras abiertas: Croacia, Serbia, Bosnia y Macedonia. Según los casos el análisis es más o menos pormenorizado o superficial, como ocurre también con Albania, incluida en este grupo por motivos suponemos que didácticos.

El relato está bien ensamblado, con la información en sucesivas capas que van pasando de la anécdota o la vivencia subjetiva a la referencia histórica, y de ahí al análisis político o a la reflexión sobre determinado hito cultural. Todo ello con agilidad, evitando tomar demasiada altura teórica, pero sin dejar tampoco que el rigor se eche a perder ante la imagen impactante o el ritmo periodístico.

Las raíces de las guerras en Yugoslavia son claramente el gancho del libro, y la cuestión se expone de forma sencilla, interesante y eficaz, aunque es cierto que asoman ya algunos tics preocupantes, como cierta fobia anticomunista, o alguna sombra de racismo (sobre la etnia albanesa), pero de momento atina con el objetivo, y le daríamos hasta un ‘muy recomendable’.

Pero pasamos a Rumania, y las cosas empiezan a rolar de forma acelerada hacia terrenos muy diferentes: la inquina de Kaplan hacia el comunismo se desborda por completo y se convierte en odio feroz, obsesivo, excluyente. No sólo eso. Parece que la furia se extiende al país entero, y todo destila oscuridad y animadversión.

Nos pinta el autor un país pobre, feo, supersticioso, poblado por incultos y maleantes, individuos que, como diría Martín-Santos, son ‘tierra apenas removida’. Y parece deducirse que la aborrecida dictadura comunista de Ceaucescu no fue sino la consecuencia necesaria de semejante pobreza espiritual. Flipamos página a página contemplando cómo se puede verter tanto veneno y, lo que aún es peor, hemos perdido el bagaje informativo de que disfrutamos al principio. Pasamos a ‘decepcionante’.

Afortunadamente, Bobby se marcha a Bulgaria, donde recobramos algunas de las sensaciones iniciales: se expone con acierto una síntesis histórica que ayuda a entender la posición del país entre los gigantes turco y ruso, y se nos muestra un pueblo acogedor, maltratado por su posición geoestratégica –por supuesto, también por el comunismo-, pero intenso, auténtico, brillante aleación de las culturas bizantina y eslava. Alivio. Volvemos incluso a ‘recomendable’, intentando olvidar un poco los anteriores horrores.

Y terminamos con Grecia. Como Kaplan conoció a su mujer en Grecia, parece que los cielos se nos abren y la luz vuelve a penetrar de nuevo. Hay una interesante reflexión sobre la peculiar situación de este país, con alma balcánica y oriental, pero que mira siempre –y seduce- a Occidente. Todo va bien hasta que el foco se dirige hacia el antiguo primer ministro socialista Andreas Papandreu, y ahí llega ya el pandemónium. De nuevo enseña el autor su hábito de inquisidor, el látigo ideológico se agita sin disimulo contra las veleidades izquierdosas del personaje, y todo se echa a perder.

Concluimos que Kaplan es un periodista que, como viajero y analista, escribe sobre lugares donde se localizan conflictos o situaciones críticas de distinta índole, y ahí exhibe su instinto y dotes de reportero clásico. Pero, claro, no parece capaz de controlar sus muy furiosos impulsos políticos, y termina arruinando un trabajo que, pese a todo, si tomásemos algunas partes aisladas, no deja de tener su interés.    

Sin embargo, un libro es una totalidad, y en este caso, con su extrema irregularidad, sus limitadas luces y sus enormes sombras, sólo podemos llegar a calificar con ese pálido ‘está bien’.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

"algunos tics preocupantes, como cierta fobia anticomunista"

¿Por qué es preocupante ser anticomunista? ¿Los millones de muertos y prisioneros, el oscurantismo, el atraso y la tristeza de los inifernos comunistas no son suficientes todavía para condenar de una vez por todas esa ideología asesina?

Carlos Andia dijo...

Hombre, para calificar de asesina una ideología quizás habría que analizar un poco su contenido. Hay muchos libros editados durante más de un siglo sobre el particular, así que material no falta. Otra cosa son ciertas praxis en determinados contextos históricos, pero en fin, dejemoslo ahí.

En tu caso entiendo que te gustarán los pasajes a los que se hace alusión en la reseña, que son justamente los que a mi me han parecido más desentonados.

Lamentablemente, muertos, prisioneros, oscurantismo, atraso y tristeza los encontramos en lugares, regímenes políticos y épocas muy variadas. Incluso hoy en día, cuando esa 'ideología asesina' parece haber quedado amortizada.

Saludos.

Anónimo dijo...

Para asesinas ,la ideología religiosa, de triste actualidad o la misma ideología capitalista con millones de personas del tercer mundo y por supuesto, la comunista, con sus gulags y represion.Ni hablamos de los fascismos y nacionalismos.

Anónimo dijo...

" son ciertas praxis en determinados contextos históricos, "
Al final, siempre resulta que no eran "verdaderos" comunistas.

Pero bien, vale, dejémoslo; y sobre todo, gracias por contestar y mantener el tono, no siempre es así (corrijo: casi nunca es así) en internet.

Carlos Andia dijo...

OK, discrepar sin hacer que se rompan los canales. Eso es bueno para todos.

Saludos.

Anónimo dijo...

Interesante reseña,

pero veo que sigues igual que un ADOLESCENTE creyendo ingenuamente en la posibilidad "comunista". Mirando dede lejos, sin ver -o vivenciar- el mal que han hecho las izquierdas en latinoamerica.
No me extrañaría que seas un Español y más encima de Barcelona (vivas en la nube aún). viviendo como Burgues (en todo caso, una vida decente , normal, cómoda), pero te sigues tragando el "CUENTO" y la PROPAGANDA de la izquierda pro-comunista.

Vamos Hombre, elijan a lo de PODEMOS; a ver como dejan España. O en que queda el nivel de Vida en BCN (que intenta emular las grandes capitales del mundo). De ese modo, en un posible futuro (distópico) aprenderías la lección en carne propia y llegues a añorar los buenos años de vida... antes de una izquierda (creadoras de elites políticas y de una masa viviendo con restricciones)

INAUDITO COMO LA GENTE EN PLENO SIGLO XXI sigue creyendo en pelotudeces.

Carlos Andia dijo...

Muchas gracias por valorar la reseña.

No conozco la experiencia con 'las izquierdas' en Latinoamérica más que muy por encima, así que no puedo dar una opinión fundada. En todo caso, soy partidario de deslindar -siempre hasta cierto punto, claro- las ideologías de su materialización real, porque ahí intervienen las personas y las circunstancias, y el resultado no tiene que coincidir necesariamente con la teoría.

De cualquier forma, tampoco veo que en la reseña haya hecho apología de ninguna ideología concreta, solamente comento -con sentido crítico, o eso he intentado- lo que el autor pone sobre el papel.

Ah, y te equivocas del todo al ubicarme: no soy de Barcelona para nada. Lo cual no es bueno ni malo, simplemente es así.

Un saludo y gracias por leernos.

Unknown dijo...

Que tiene que ver la edad media o oscurantista con los comunistas?

Anónimo dijo...

Hace años nos han descepcionado los- sistemas politicos con sus prometedoras teorias y pocos resultados - se han ligado con las ambiciones financieras- el estado financia campañas sin fundamento- un carnaval de intereses personales