Idioma original: español
Año de publicación: 2025
Valoración: Muy recomendable
Si entre sus próximos proyectos lectores está la última obra de Muñoz Molina harían bien en plantearse dos cuestiones previas: en primer lugar, ¿les interesa conocer detalles de la vida de Cervantes? y, en segundo lugar, ¿han leído o releído El Quijote en tiempos recientes? Si sus respuestas a estas preguntas son afirmativas, entonces es muy recomendable que aborden la lectura de este libro. En caso contrario, van a perderse muchos detalles sobre la obra cervantina y les va a resultar una lectura, si no decepcionante, sí incompleta.
El verano de Cervantes es un libro que, como nos cuenta el escritor jienense, surge de un enamoramiento de largo recorrido con El Quijote. "Fue un libro que había encontrado en un baúl, en el pajar del último piso, donde se amontonaban los trastos viejos y las herramientas de ir al campo". Al parecer, era uno de los pocos libros que había en la casa familiar y Muñoz Molina lo devoraba durante el verano, aunque era una edición muy antigua, Editorial Calleja 1881, "con su papel amarillento que tenía un tacto y un olor de polvo de trigo, con sus tapas rústicas gastadas en los bordes, ligeramente chamuscados".
A partir de ese momento y aunque Molina tiene sus escritores de cabecera, particularmente señala a Proust y Montaigne, es Cervantes, y sobre todo al Quijote, al que vuelve con mayor frecuencia: "Don Quijote no sólo es el libro que he leído más veces a lo largo de mi vida: es también el que más veces he comprado, con cierta frecuencia para regalarlo, pero sobre todo para mí".
Como nos cuenta el escritor, en una de esas relecturas comienza a tomar notas y trabaja durante diez años para finalmente publicar el libro que tenemos entre manos. Nos encontramos con un riguroso ensayo que, aunque tiene como eje vertebrador El Quijote, va intercalando reflexiones sobre la vida y obra de Cervantes y sobre recuerdos de la vida de Muñoz Molina, pero relacionados directamente con la obra cervantina. Queda meridianamente clara la admiración de Molina por Cervantes y su obra: "Su agudeza en la observación es tan excepcional como la amplitud de sus lecturas y de su experiencia directa del mundo. Tiene la cultura literaria de alguien que hubiera pasado la vida sosegadamente entre libros y la frescura de percepción de alguien que no ha dejado de comprometerse a fondo con la vida real, por voluntad propia o por azar, incluso por mala suerte".
Como he señalado, el ensayo es especialmente pormenorizado en lo que respecta al Quijote. Avanza cronológicamente destacando infinidad de detalles que, si no se ha leído la obra recientemente, van a ser irrelevantes para el lector. Personajes, paisajes, ambientes, todo es analizado minuciosamente por Muñoz Molina que llega a la conclusión de que el trabajo de Cervantes como inspector y recaudador de impuestos resulta fundamental para que pueda plasmar en la obra una visión tan profunda de todo lo que le rodea. Al mismo tiempo nos recuerda que Cervantes no fue especialmente famoso en su época, y sus contemporáneos, como Lope de Vega, no reconocieron su talento. Molina señala, con cierta amargura, que para llegar al éxito de El Quijote "ha hecho falta la postergación, el fracaso en el teatro, el poco éxito en la poesía, el entusiasmo y luego el descrédito de las ilusiones, las más ambiciosas y las más modestas, el tránsito del heroismo militar a la monotonía administrativa, del triunfo engañoso de Lepanto a la ruina quijotesca de la Armada Invencible".
No falta en el análisis de Molina las referencias a la recepción que tuvo El Quijote en su época y con posterioridad. Así menciona la admiración o animadversión que algunos escritores sintieron por la obra. Entre los primeros, Thomas Mann o Freud, que llegó a aprender español para poder leer fielmente la obra. Entre los segundos Nabokov al que El Quijote le parecía "una novela cruel y detestable".
Nos enfrentamos, pues, a un ensayo excelentemente redactado, minucioso en las descripciones, rico en anécdotas y con ese estilo pausado y melódico que caracteriza la prosa de Muñoz Molina. Al final del libro, el escritor nos añade una lista de lecturas recomendadas sobre el tema, que le debieron servir de base para preparar el libro y que nos pueden orientar si queremos profundizar en el estudio de Cervantes y su obra. Llama en este sentido poderosamente la atención la ausencia de libros de Martín de Riquer, uno de los más reconocidos cervantistas de nuestro país.
Quizás a modo de recomendación me atrevería a aconsejarles que lean primero El Quijote, preferiblemente en verano, como hizo el autor, y luego aborden la lectura de este libro. Sólo de esa forma podrán disfrutar como se merece de El verano de Cervantes.
También de Muñoz Molina en ULAD: El jinete polaco, Como la sombra que se va, El viento de la luna, Plenilunio, Todo lo que era solido.
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