domingo, 20 de diciembre de 2020

VVAA: Thomas Pynchon


Idioma original:
español

Año de publicación: 2016

Valoración: muy recomendable

Perdonaréis los lectores que aproveche esta reseña para analizar un poco mis hábitos de lectura e incluso mi comportamiento ante ciertos retos. Unas breves frases confesionales y ya paso a lo que os interesa. Hasta la fecha, ninguno de los cuatro libros de Pynchon que he leído (una colección de relatos y tres novelas) me ha entusiasmado. Incluso con el primero, La subasta del lote 49, tuve un serio encontronazo con muchos lectores, cuyas consideradas, pero razonadas, réplicas a mi valoración (intragable) me obligaron a plantearme si no había leído la novela demasiado a la ligera.

A pesar de lo cual, no solamente lo he seguido leyendo y haciéndome con toda su obra, sino que pienso llegar hasta el final. Leeré todas sus novelas y mi opinión la basaré en esa experiencia sin dejar cabo suelto alguno.

Por supuesto, la tentación de un libro dedicado a su obra como es este Thomas Pynchon era demasiado poderosa. Incluyendo firmas como Jon Bilbao o Rubén Martín Giráldez, no hay duda alguna de que buenos escritores escribiendo con total libertad sobre ese mito viviente (mito por los motivos que sea, incluyendo, por supuesto, la enorme carga de morbo que acarrea el misterio en torno a su persona) como son los autores de los artículos que configuran este brillante texto, no solo son un gancho si el escritor (tentado estoy de llamarle "el personaje") te interesa. Casi es un recorrido no exento de ironía por los resortes que convierten a un escritor de vocación artísticamente minoritaria, nada más alejado del mainstream literario por mucho que nos parezca, en una figura de culto, en una especie de icono popular capaz de apelar menciones en series televisivas, en una estrella brillante en un firmamento a veces demasiado embarullado. Aquí los escritores han de ser a la vez críticos, columnistas, tertulianos, guionistas, redactores anónimos de lo que vaya saliendo, y vete a saber si camareros para ganarse la vida. Pynchon solo aparece a través de su obra y de fugaces apuntes y eso le ha permitido seguir adelante pero, claro, hablamos de Estados Unidos y una poderosa industria editorial que sustenta a toda clase de autores, y elevarse a ese status levantando admiración, la suficiente para dar para varios estudios y mantener un ejército de fans digamos que irredentos, aunque me da a mí, puede que sea mi caso, que para ser fan de Pynchon hay que pasar una especie de período de adaptación que podría certificarse con un examen para ver si se han comprendido sus novelas y se ha captado un porcentaje significativo de su multitud de referencias.

Y Thomas Pynchon, el libro, es hasta Pynchoniano en su afán. Textos que lo ensalzan, textos que hablan de las conexiones entre sus obras, textos que estudian en profundidad alguna de ellas, textos que se atreven a convertirse en complementos a sus novelas (aquí tenemos una nueva andanza de Doc Sportello), algunos más académicos, algunos (dejad que destaque a Jon Bilbao) más osados en lo creativo, algunos casi informativos - uno habla del tráfico generado en la Wikìpedia por sus seguidores y de las Wiki-páginas dedicadas a sus novelas - otros que son semblanzas de sus novelas más célebres, todo teñido de un espíritu gozosamente literario, no despojado de un sentido irónico que tiene su culmen en la intervención de ese rara avis que es Rubén Martín Giráldez: en su artículo aún no me ha quedado claro si Mason y Dixon le gustó o la considera un proyecto fallido (casi me pasó lo mismo, lo expliqué en la última Tochoweek). Con lo cual resulta, tildadme de sacrílego, que un estudio o un compendio de artículos sobre Pynchon, casi me ha parecido más digerible en su variedad y en su heterogeneidad de planteamientos, que sus propias novelas. Que seguiré, por supuesto, comprando y leyendo. Lo cual no deja de ser, también, bastante Pynchoniano.

15 comentarios:

Unknown dijo...

Tienes mas moral que el Alcoyano,yo lo he intentado con un par de libros suyos en varias ocasiones y me ha derrotado,los escritores posmodernos, exceptuando a Don DE LLillo se me atragantan bastante , la verdad

GtM dijo...

YO lo intenté con el Arcoiris de la gravedad e imposible. Algún día volveré a intentarlo; ese lomo gordo y amarillento me mira desafiante desde la estantería... aunque creo que es una partida perdida de antemano.

Anónimo dijo...

La vida es corta y Pynchon escribe muy largo.

Anónimo dijo...

A mí con Pynchon me pasa lo mismo que con D. Lynch: creo que no me estoy enterando de nada pero me lo estoy pasando de puta madre

Carlos Andia dijo...

A eso se llama capacidad de síntesis, sí señor. No podías haber definido mejor esa sensación que a veces tenemos ante ciertas cosas. Es que no hay por qué entenderlo absolutamente todo para disfrutar.

Anónimo dijo...

¨A mí con Pynchon me pasa lo mismo que con D. Lynch: creo que no me estoy enterando de nada pero me lo estoy pasando de puta madre¨

Genial! Puedo decir que me pasa igual con ambos, Pynchon y Lynch. Aunque el disfrute con Pynchon dura más, ya que la lectura de sus libros es laboriosa. Vicio propio me permitió conocerlo, y Al límite ir algo más allá. Entiendo perfectamente que para muchos lectores no sea atractivo, pero no dudo que mas allá del personaje y su leyenda urbana, su escritura tiene algo que lo distingue, lo hace muy original.

Buena propuesta esta de leer sobre Pynchon. Intentaré hacerlo en algún momento.

El Puma

1984 dijo...

Muy sobrevalorado Pynchon. Como Lynch. Mucho empaque, pero poco contenido. La subasta del lote 49 se aguanta porque aunque bastante mala por suerte es breve (lo malo si breve es algo mejor, pero no bueno); Mason y Dixon, en cambio, es completamente insoportable; tiene mil páginas: una tortura. Kurt Vonnegut en cambio era un posmoderno con gracia y originalidad. Pynchon pincha por sus tramas aburridas o inexistentes, su pedantería y su maravillosa capacidad para dotar a la nada de un aura de falsa trascendencia. Lees algo, no comunica nada y encima la culpa es del sufrido lector "que no llega a entender" tanta profundidad y complejidad. Ya: el Juan Benet yanqui. John Ford comunicaba y Lynch en sus peores y más herméticos bodrios no comunica nada excepto desconcierto y aburrimiento seguramente porque no tiene nada que transmitir. ¿Quién es el bueno? Personalmente, lo tengo claro. Con Pynchon, lo mismo.

Un cordial saludo.

Carlos Andia dijo...

No quiero abusar del tema, porque esto es un blog de libros, y esta una reseña de Pynchon, pero, según tú, cuales son los peores y más herméticos bodrios de Lynch? Más que nada, por hacernos una idea de por dónde vas.

Gabriel Diz dijo...

Muchas de las reseñas que se han hecho aquí sobre Pynchon terminan con comentarios que hablan de la inteligibilidad. He leído dos libros de él: V (que me gustó) y Un lento aprendizaje (del que no recuerdo nada). No es la literatura que prefiero, no disfruto de las novelas muy extensas sin trama o con una trama mínima. Creo que son elecciones válidas del lector dejar pasar o no escritores de este estilo. Sí tengo claro que disfruto más de los escritores que me incluyen o participan de la historia que quiere contar.....es decir no entiendo (o no me gustan) los ejercicios de forma (estilo o como se llame) sin contenido.

Saludos

1984 dijo...

Las dos peores, para mí, son Twin Peaks: fuego camina conmigo y Carretera perdida. La primera no gustó ni a sus partidarios; la segunda solo gustó a sus incondicionales. No obstante, El hombre elefante me parece una película magnífica. Pero el Lynch que se adentra en sus pesadillas etc etc me parece insufrible. Pero bueno, es cuestión de gustos, como todo. Otros consideran a este director un genio.

Carlos Andia dijo...

No me voy a poner a discutir contigo de cine aquí, y hasta puedo estar de acuerdo en algo de lo que dices, pero alguien capaz de traducir en imágenes (o en palabras)las pesadillas o mundos al margen de lo tangible me parece un genio. Y ya.

Un saludo.

Francesc Bon dijo...

La semana pasada reseño un libro sobre un director de cine y acabamos hablando de cine y no del libro. Ayer reseño un libro sobre un escritor y vamos a acabar hablando de cine?
En fin, agradecería que los comentarios se centren en ese aspecto: el deleite de leer sobre la obra de un escritor difícil y que los textos sean razonados y comprensibles.
En todo caso, gracias.

ChuangTzu dijo...

Yo he tenido las dos sensaciones. La de "no entiendo nada pero me encanta" y la de "esto es una tomadura de pelo". Ni siquiera soy capaz de explicarme a mí mismo por qué unas veces es una y otras veces es otra. Lo único que tengo claro es que no acepto las opiniones absolutas. Ni "al que no le gusta es porque le falta nivel" ni "si no se entiende no tiene valor".
A Pynchon no lo he leído y no me atrevo, de momento.

Kytes dijo...

Con Pynchon me sucede algo curioso; primero leí su etapa inicial (V, la subasta y el arcoíris) y sólo terminé "La subasta"; me daba cuenta de su habilidad como escritor pero el hermetismo y poca personalidade de algunos de sus personajes (meros procesos dentro de la obra) me dejó un gusto raro; si continué leyéndolo fue sólo por esas diez últimas páginas de "La subasta" que me dejaron una sensación de "todo lo anterior valió la pena aunque no estoy seguro por qué" (lo que da paso a que otro día intente leer los dos dejados aparte). Sin embargo, cuando leí Contraluz, fue como si muchas de las cosas malas que encontraba en el posmodernismo de su obra, Pynchon las hubiese ido arreglando, dándole más humanidad a sus personajes y más accesibilidad a su mundo. Sigue siendo un libro sin mucho hilo principal, pero me gusta cómo maneja la idea del "disfrutar del viaje". Tiempo después leí el ensayo "Walt Whitman ya no vive aquí" y creo Eduardo Lago tiene un punto más que interesante cuando señala que los escritores posmodernos estadounidenses, conscientes de que sus obras se convertían en meros artilugios técnicos, decidieron cambiar de rumbo y, según él, quienes lo lograron, fueron Pynchon y DeLillo. Creo Foster Wallace también entendía y evitaba esta crisis a la hora de hacer "La broma infinita". Por último, señalar que me llama la atención que en "Un lento aprendizaje" Pynchon diga que no cree escribir desde la entropía cuando "Vineland", su siguiente libro, es un libro entrópico por excelencia.

Unknown dijo...

Intentaré adquirlo.. Kempes 19