martes, 1 de diciembre de 2020

Alexander Trocchi: El joven Adán

Idioma original: inglés
Título original: Young Adam
Traducción: Héctor Arnau
Año de publicación: 1954
Valoración: Bastante recomendable


Primero fue, hace mucho tiempo, El tercer policía, de Flann O´Brien, y más recientemente Locus Solus, de Raymond Roussel, dos libros fascinantes, de esos que me entusiasman especialmente porque se salen de lo normal, desbordan de imaginación y muestran algún rasgo de locura. La conexión entre ellos: la editorial Numa, que si no estoy equivocado (y ojalá lo esté) ha desaparecido del panorama. Pero con esos antecedentes no era cosa de darse por satisfecho y ya llevaba tiempo buscando algún otro título de su catálogo. Así llego a El joven Adán, y de nuevo me encuentro con un libro diferente de lo habitual, aunque por motivos diferentes de las dos joyas anteriores.

El joven Joe (lo de Adán es más bien una metáfora que no llego a captar del todo) trabaja en una barcaza que transporta cosas por los canales de Escocia, algo que hizo el propio Trocchi, por donde encontramos un claro rasgo autobiográfico. Joe vive allí, en la barcaza, junto a su jefe, o compañero, Leslie, y la mujer y el hijo de este último. Un buen día encuentran flotando a una joven muerta (casi como la Laura Palmer de Twin Peaks), la pescan y la transportan a tierra. En principio, la cosa pinta bien. Tenemos un escenario interesante, un entorno diferente que se va moviendo por pequeños pueblos en fuerte crecimiento industrial (estamos en los años 50), con un cuadro de personajes que pasan mucho tiempo juntos y aislados del exterior, y que se antojan bruscos, algo primarios, curtidos por una vida difícil. Paisaje fabril, convivencia intensa y un cadáver en el agua, todo muy prometedor. Y más aún, las primeras páginas son extraordinarias, perfectas para recrear esa atmósfera brumosa de silencios y un misterio vago.

Intentando destripar lo mínimo posible, diré que, en una transición sutil y bien desarrollada, la historia se desliza hacia las aventuras sexuales del tal Joe, no muchas (el libro tiene apenas 150 páginas) pero sí muy intensas y con cierta abundancia de detalles. Parece que Trocchi juega al despiste, arrinconando en un plano de fondo ese cuerpo flotante hasta el punto de hacernos pensar si realmente no se habrá olvidado de él por completo. Porque el libro adquiere por momentos el aspecto de una novela erótica, y de alguna manera parece desinflarse, o al menos caminar hacia un terreno muchas veces conocido, ya sea en libros o en el cine.

Como tengo la buena costumbre de no acumular apenas información sobre el autor hasta haber terminado el libro (y a veces ni eso), me ahorro de momento saber que Trocchi se dedicó tiempo después a la novela pornográfica, lo que hubiera supuesto un prejuicio difícil de superar a la vista del derrotero que parece tomar el texto. Y sin embargo esa insistencia en las escenas tórridas –en ocasiones bastante gratuitas- no hace que el libro se desmorone de todo. En parte porque están francamente bien expuestas, y también porque se acompañan de un clima de extraña tensión que provoca una especie de impaciencia: sabemos que es un relato breve, y estamos esperando que algo ocurra, que las situaciones giren de forma abrupta hacia algo seguramente dramático, pero las páginas avanzan y no ocurre mucho más. Es una pequeña montaña rusa, que oscila entre lo poco (y a veces no muy interesante) que nos está contando el autor y lo bien que lo hace, con lo que a ratos queda el lector seducido por esa atmósfera turbia, y a ratos decepcionado por lo aparentemente rectilíneo del relato.

Todo queda por tanto en el aire hasta ver qué hace Trocchi con su narración aparte de calentar el ambiente. Aquí, sintiéndolo mucho, no voy a poder contar nada concreto, pero hay que reconocer que la novela recobra buena parte del valor que le suponíamos al principio. Nuestro personaje masculino, además de su voracidad sexual, empieza a adquirir matices. Vemos a un individuo áspero, con arrebatos violentos, que siempre parece aburrirse de todo, un tipo básicamente egoísta. Y sin embargo aparecen por algunas grietas ciertos atisbos de empatía, de la debilidad que se suponía ausente. Como ya consiguió en un pico de tensión anterior, Trocchi va dejando ver por qué camino vamos a avanzar hacia el desenlace, pero lo hace siempre ocultando toda pista, obligando al lector a permanecer atento página tras página hasta el mismo final del libro.

Se podría hablar mucho de Alexander Trocchi, un tipo pendenciero, heroinómano (y orgulloso de serlo), traficante y no sé cuántas cosas más, como decía antes en parte reflejado en el personaje principal de la novela. Por mi parte, como desconocedor de cualquier otra obra suya, me queda la sensación de que es un autor a quien le sobraba talento y quizá le faltaba trabajo. Porque tengo la convicción de que un buen libro no nace de raptos de inspiración de las musas ni se construye solo a base de lo bien que uno escribe. Aun así, me sigue pareciendo un título bastante valioso que merece la pena descubrir.

P.S. No me puedo resistir a contar algo acerca de la contracubierta. Además de algún comentario algo chocante y una horrenda foto del autor en bañador, dice lo siguiente ‘El joven Adán ha recibido los consabidos parabienes de autores consagrados y crítica preclara (Burroughs, Ginsberg, Beckett, TLS…). En efecto, esta podría ser una de las cien mil mejores novelas de la historia de la literatura’. ¿Un rasgo de autocrítica? ¿Un exceso de sarcasmo? ¿Un mal día del editor? En todo caso, no descarto seguir buceando en este sorprendente catálogo. Veremos.

 

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hay una película basada en el libro, protagonizada por Ewan Macgregor y Peter Mullan,que no está nada mal, se titula igual que el libro

Carlos Andia dijo...

Por esa película precisamente está puesta la etiqueta 'libros adaptados al cine'.

Gracias por visitarnos y por la información.

Unknown dijo...

De nada, un placer

Luis dijo...

Desconozco al autor y su obra, pero me resultó muy simpática la mención a la contratapa.Es que queriendo ser irónicos y hasta sarcásticos, ubicaron muy bien a la obra. Suponiendo que se hubieran publicado -siendo conservador en el cálculo- 10.000 novelas por año, en todo el mundo, como promedio del último siglo, en cien años se habrían publicado un millón de novelas, por lo que estar entre las "mejores 100.000" equivaldría a estar en el mejor 10%. Nada mal, para una obra que, por lo menos, consiguió algo que muchas no logran jamás, ser traducida e incluida en una colección en un idioma distinto al original en que fue escrita.

Carlos Andia dijo...

Efectivamente, Luis, con ese cálculo estadístico no estaría mal del todo la mención, aunque no creo que a ningún escritor le hiciera demasiada gracia verse retratado de esa forma. Pero esa reflexión, que hasta puede resultar elogiosa en una reseña, resulta francamente rara en los comentarios siempre entusiastas del propio editor, con los que suele procurar atraer al posible comprador. Hay también alguna otra reflexión disonante en torno al libro, así que me ha parecido tan chocante que merecía la pena apuntarlo como curiosidad.

Gracias por tu visita y tus comentarios.