Valoración: Está bien
Nota previa (el reseñista y sus circunstancias). No está claro si los que firmamos abajo tenemos o no una zona de confort en materia literaria. De haberla, creo que en esta ocasión nos salimos claramente de ella: normalmente no reseñamos este tipo de libros, así que pedimos cierta indulgencia, tanto a los lectores del blog como a los compañeros más aficionados a estas cosas.
Introducción, quizás necesaria (los personajes): Los puentes de Moscú presenta a dos personas que son sin duda conocidas en el País Vasco, quizá algo menos a nivel español y seguramente desconocidas por completo en el exterior, así que se requiere una pequeña semblanza:
- Eduardo Madina: miembro del Partido Socialista vasco nacido en 1976, procedente de la Margen Izquierda (la zona obrera de Bizkaia). Cuando tenía 27 años ETA colocó una bomba-lapa en su coche provocándole la amputación de parte de una pierna. Tras salvar la vida de milagro, siguió su carrera política y llegó a presentarse al cargo de Secretario General del PSOE, aunque perdió frente a Pedro Sánchez.
- Fermín Muguruza: músico nacido en 1963, frontman de los grupos de ‘Rock radical vasco’ Kortatu y Negu Gorriak, con una larga carrera posterior en solitario; autor de una obra variada y siempre militante, e identificado con la ‘izquierda abertzale’, se le ha acusado desde ciertos sectores de ser simpatizante y altavoz de ETA, pese a que hace tiempo que se muestra contrario al uso de la violencia para fines políticos.
De manera que tenemos dos personajes desde luego fácilmente identificables dentro de la política vasca, pero cuyos roles pueden también trascender lo local y ejemplificar un conflicto que puede darse en ámbitos muy diferentes.
Escena de interior: Eduardo Madina entrevistando a Fermín Muguruza |
Por su parte, Alfonso Zapico, el asturiano guionista y dibujante del libro, es autor entre otras de una obra sobre James Joyce (Dublinés, que recibió el Premio Nacional). La idea de Los puentes de Moscú (referido a una plaza en Irún, no a la ciudad rusa) surge de una entrevista que Madina le hizo a Muguruza para el magazine Jotdown, que se puede leer completa aquí. El contexto en el que se compone la obra, cuando ETA anuncia el fin de la lucha armada y se inicia una época social y política nueva tanto en el País Vasco como en España, añade interés al proyecto.
Y, de hecho, al resultado no le faltan virtudes. Desde el punto de vista gráfico, Zapico demuestra una enorme soltura en la composición de las páginas y en la relación entre imagen y texto. Con dibujos a veces a página completa, o varios sucesivos repartidos por la página y separados simplemente por espacio en blanco o por texto, la libertad de composición, unida a la capacidad de Zapico para crear retratos y paisajes con pocos trazos, hace que la lectura resulte ligera y ágil, aunque dejando también margen para disfrutar de su maestría. El blanco y negro, junto con el trazo despreocupado, dan al conjunto un aspecto de fanzine muy apropiado a la época y el ambiente de esos años 80 y 90 en que se sitúa casi todo el relato.
También es encomiable (aunque luego le pondremos algunos “peros”) la actitud de Zapico, que está también muy presente en el cómic: como persona externa al (mal o bien llamado) conflicto vasco, su actitud es la de escuchar, aprender, intentar comprender, acercarse a una realidad que le resulta ajena e incluso desconcertante. Este deseo de comprender sin juzgar se percibe tanto en la forma como retrata a ambos personajes, como en diversas páginas en las que resume determinados hechos o conceptos, destinados a lectores de fuera del País Vasco (o de fuera de España) que no estén familiarizados con la historia de Euskadi o de ETA. Así, la obra tiene mucho de celebración de la capacidad para tender puentes (de ahí el título) entre personas con posiciones políticas diferentes e incluso, en determinados aspectos, opuestas.
Este espíritu de concordia, sin embargo, tiene también su lado negativo, y hace que en cierto modo Los puentes de Moscú resulte algo decepcionante, o al menos que no responda a las expectativas previas que teníamos. El relato intenta ofrecer una visión sencilla de un periodo y un conflicto que son realmente complejos, lo que efectivamente puede facilitar una visión alejada de extremismos, pero a cambio se pierde profundidad y se hurtan, a propósito o por el talante del dibujante, aspectos más espinosos o discutibles. Solo uno de los capítulos ofrece una reflexión algo más enfocada sobre los aspectos éticos, más que políticos, de la violencia: es el titulado “La trampa del absurdo”, en el que se plantea el peligro de pensar que ciertas víctimas como Madina no merecían serlo, lo que indirectamente supone asumir que hay otras víctimas (militares, policías, etc.) que sí se lo merecían.
Es cierto que Zapico intenta abrir el foco contraponiendo los puntos de vista de los dos personajes, pero esta contraposición es más la exposición de dos discursos paralelos, sin que lleguen realmente a cruzarse, lo que se plasma incluso de una forma visual, en la página llamada El definiciómetro, en que ambos dan algunas coordenadas de su pensamiento, en páginas separadas. De esta forma, el intento de construir puentes queda en cierto modo a medias, sin profundizar en un campo de donde podrían haber salido quizás reflexiones muy interesantes sobre, por ejemplo, el concepto de socialismo, el uso de la violencia en otros contextos históricos y políticos o la propia idea de reconciliación y reparación en el País Vasco.
Por otro lado, a medida que avanza la lectura se impone la sensación de que el protagonista indiscutible es Fermín Muguruza, y Madina una mera comparsa. Esto puede deberse al origen del volumen (donde el entrevistado era Muguruza), o al carácter de los dos personajes: más expansivo y hablador el músico, más reflexivo y contenido el político. Y no es que Muguruza no sea un personaje interesante desde un punto de vista musical, artístico o político, pero acaba por resultar algo cargante la (auto)glorificación sin (auto)crítica del cantante, que en determinado momento casi da la impresión de que fue él quien trajo personalmente la paz a Euskadi…
Desde luego, tampoco es fácil transmitir en pocas páginas lo que fueron los años de plomo en el País Vasco. Los puentes de Moscú muestra los atentados, las torturas, la guerra sucia, la corrupción policial, la animadversión contra lo vasco o lo español, según los casos. Pero nos falta quizá lo menos aparatoso y no menos importante, los odios enraizados en barrios y pueblos, el ambiente asfixiante, las pintadas y las guerras de banderas, las justificaciones extemporáneas de unos y de otros, los olvidos o los silencios interesados. El sustrato que alimentaba la violencia y del que no encontramos un reflejo claro en este libro tan bienintencionado.
Firmado: Santi y Carlos Andia
26 comentarios:
Hola a los dos:
He visto mil veces este libro y no lo he leído. Sí he leído "La balada del norte"(vols I y II) y "Dublinés", que me parecen espectaculares.
Me han entrado muchas ganas de leerlo, así que en cuanto pueda lo haré, y volveré a leerme la reseña con calma.
El tema en sí es espinoso, y aún está latente; al menos en mi barrio hay pintadas frescas que a algunos nos enervan.
Gracias por traer una novela gráfica y una reseña tan currada.
Saludos
Hola, compis. Un par de cosas(o tres, mejor dicho):
Una, que, aun sin haber leído el libro, pienso que la reseña está muy bien, y sobre todo muy clara para quien no conozca a los protagonistas.
En segundo lugar, que por lo que yo recuerdo en aquella entrevista en Jotdown, el punto común en ambos y que les sirvió para "tender puentes", justamente, era su amor por la música, uno como profesional y el otro como muy aficionado. No sé si en el libro se tiene esto tan en cuenta.
Y, por último, y sin ser yo demasiado fan de "MC Mugu", recordemos, ya que esto es Un Libro Al Día, que Kortatu fue el único conjunto musico-vocal (que yo sepa y al menos en aquella epóca) que le dedicó un tema a un escritor, en este caso a Joseba Sarrionandia.
Lo de la asamblea de majaras igual podría ir por nosotros, ahora que lo pienso...; )
Me dejaron el libro y lo leí hace unos meses. Los dibujos de Alfonso Zapico, maravillosos: es un artista como la copa de un pino. En cuanto al resto, bueno. Coincido bastante con la reseña: buenas intenciones, sin ir al fondo del asunto. Todo se queda en un sobrevuelo ético poco arriesgado. Se entiende, porque de algún modo las heridas siguen abiertas. Y los que durante décadas alentaron, instigaron o colaboraron con una violencia terrorista sin paralelo en un país occidental en paz y democracia han sabido muy bien remodelarse sin llamar a las cosas por su nombre. Escamoteo y eufemismo.
A mí personalmente Muguruza me cae como una patada en la boca de estómago. Ni siquiera por sus ideas. No opino de su música porque de eso no entiendo. Pero él tiene tal carga de narcisismo y buena conciencia encima que uno se queda atónito. Y en cuanto a Madina. Quiere ser tan políticamente correcto, y que no lo acusen de vengativo, que acaba por ser sencillamente tonto. Su tontería lo borra del libro. Menos mal que este genio no pasó a dirigir el PSOE, porque lo hubiera borrado también. De la que se libraron los socialistas. Que den gracias.
Una última observación: en el resto de España bastantes personas éramos conscientes de lo que pasaba en el País Vasco, aunque naturalmente no tuviéramos una experiencia directa de lo que allí pasaba. Pero bastaba llegar a casa del instituto, encender la tele y escuchar que a tal concejal de tal partido lo habían asesinado a sangre fría unos desalmados para empezar a entender de dónde venían los tiros. Luego, siempre salía el Muguruza de turno justificando la tropelía. Así, años y años. Entender lo que pasó en Euskadi no es entender el cálculo infinitesimal. Ni mucho menos. Se puede estudiar y entender, aunque naturalmente existen y deben existir interpretaciones distintas y hasta contrapuestas. Por cierto, que la mayor parte de las víctimas de ETA ni eran vascas ni fueron asesinadas en Euskadi. Pequeño detalle este, que a veces se olvida. No sé si interesadamente.
También quiero recordar aquí a José María Calleja, escritor y periodista vasco de adopción. Ha muerto hace muy poco víctima del covid-19. Este hombre de izquierdas y comprometido con la verdad fue de los primeros en llamar a las cosas por su nombre. Sus libros me ayudaron a empezar a entender el presunto conflicto. Le debo eso. Descanse en paz.
En primer lugar, creo que Santi y yo coincidimos en el ingenuo deseo de que los comentarios no desembocasen en una diatriba infinita sobre el terrorismo y sus múltiples enfoques y valoraciones. Seguramente es batalla perdida, porque el propio libro invita -aun sin quererlo- a la refriega, pero por mi parte procuraré no alimentarla.
En la línea que sugiere Juan, efectivamente el libro contiene una referencia explícita a la música (la música de Kortatu y otros grupos de la misma onda) como posible puente, ya en aquellos tiempos duros, entre los dos mundos, digamos enfrentados, por simplificar. Comenta Zapico cómo una gran parte de la juventud vasca (él dice 'todos', yo diría algo menos) conocía y disfrutaba de aquella ola de ska, punk y rock revisado que inundaba radios y bares en todas las esquinas, al margen o haciendo abstracción de los mensajes que pudiera llevar encima. Esto es algo que ha ocurrido con otros grupos a los que se identificaba con determinado sesgo político (recuerdo a Rammstein, por ejemplo), sobre todo cuando cantaban en idiomas que no se comprendían o se comprendían mal. Era un punto que comentamos que hubiera sido interesante explorar, pero el libro se detiene ahí y no profundiza en el tema. Lástima.
Yo sí que era bastante fan de Kortatu -menos de Negu- y todavía anda por ahí algún disco suyo, son temas inolvidables que marcan una época, como efectivamente el 'Sarri, Sarri', todo un himno a la rebeldía. Por cierto, que es una versión de un tema reggae (Toots?) sobre cuyo texto se podría hablar un montón: la vida literaria de Sarrionaindia, la fuga tras un concierto del cantante Imanol, luego defenestrado... En fin. Me hubiera gustado simultanear con algo en el blog hermano Un Disco A la Semana, pero he andado muy justo de tiempo.
Y termino la chapa sumándome al recuerdo de José María Calleja, un tipo con ángulos múltiples, pero valiente y honrado. Uno de esos personajes complejos, como el mismo Muguruza o el mismo Madina, que han configurado el endiablado panorama humano de este país.
Saludos! Oi!
Pobre Madina. Siempre he sentido una infinita pena por este hombre y el enorme síndrome de Estocolmo con el que carga. Resulta conmovedora su intención de querer tender puentes con quienes celebraban atentados como el suyo en las errikocavernas. En fin, supongo que es lo que tiene vivir en una de las sociedades más corrompidas de occidente.
¡Madre mía, "una de las sociedades más corrompidas de Occidente", nada menos! Pues como no des más pistas...porque mira que hay candidatas al título...; )
Bueno, no es difícil de adivinar. Una región en la que se líquida a casi un millar de personas y se expulsa a varios miles más mientras una parte de la sociedad lo aplaude o mira para otro lado...
Pues sigo sin saber... ¿te refieres, por ejemplo, a que la sociedad española mira para otro lado mientras son expulsados tantos inmigrantes sin respetar sus derechos, son maltratados en los CIEs, mueren a centenares ahogados en elmar...Seguro que en el Mediterráneo español ya han muerto más de un millar, te quedas corto, aunque, por suerte, canalladas como la que se hizo en la playa de Tarajal no ocurren todos los días... ¿o igual te estás refiriendo a la italia de Salvinim, o a los EEUU de Trump, que como vemos ahora mismo es una sociedad bien sanota y nada corrompida?
No seaas tan duro con la sociedad española, de todos modos, que en todas partes cuecen habas...
Y no quería meterme mucho en el tema, lo siento, pero que haya dos comentarios bordeando, si no cayendo, en el desprecio hacia una víctima del terrorismo como es Eduardo Madina, me parece muy triste, por no decir otra cosa...
Típico totum revolutum. Pero mira, ya me das una idea. Te propongo pasar las vacaciones de voluntario en salvamento marítimo, así podrás expiar tus culpas.
Yo te propongo proseguir este intercambio de agudezas en otro sitio, para no aburrir a quien lea la reseña. Soy fácil de encontrar en twitter, por ejemplo, y además ahí es más fácil bloquear trolls...
Lo que le sucedió a Madina fue horrible. Sencillamente, lo quisieron asesinar por sus ideas y le arrancaron una pierna. A él y a unos cuantos miles más de muertos y malheridos. Pero ser víctima de unos bandidos no te otorga de repente una clarividencia especial. Las veces que he escuchado a Madina hablar sobre este asunto, siempre me ha sorprendido lo absolutamente indulgente que es con aquellos que todavía hoy no condenan claramente las brutalidades de las que fueron objeto tantas personas inocentes, empezando por el propio Eduardo Madina. O establecen distinciones: en unos casos estuvo bien, en otros mal. No llamar a la venganza después de sufrir una crueldad tan gratuita como la que tuvo que afrontar Madina, es loable. Pero acabar utilizando el mismo lenguaje ambiguo de los asesinos y amigos es penoso. Y ponerles alfombra roja después de haber sufrido directamente su zarpazo, incomprensible en términos racionales. Lo siento, no debía haber llamado tonto a Madina. Lo retiro. Me refería a su discurso, no a él personalmente. Efectivamente, parece un síndrome de Estocolmo.
No creo que Madina sufra el síndrome de Estocolmo, pero en todo caso estoy de acuerdo en que el hecho de ser víctima de terrorismo no otorga automáticamente la razón para defender cualquier postura, ya sea la de Madina (que tampoco me parece tan evidente como lo planteas) o la intransigencia radical que muestran otras muchas. La víctima merece respeto y reparación en lo posible, y desde luego, ser escuchada siempre. Pero es la sociedad la que debe decidir cómo proceder para avanzar hacia una situación nueva. Y ahí (volviendo al espíritu o a las intenciones del libro) es donde aparece la idea de los puentes, cómo ir normalizando la convivencia y cerrando heridas. Muy difícil, pero necesario.
Bueno, Carlos, para ser justos hay que decir que las personas destrozadas por el terrorismo no han respondido de la misma manera. Afortunadamente. Puede haber gente más agresiva y otras estilo Madina, pero nunca una violencia física de respuesta. Eso evitó un conflicto civil en Euskadi estilo Irlanda del Norte. En cuanto a los puentes, es una metáfora del acercamiento etc. Pero es que no estamos hablando de dos mundos situados en el mismo plano moral. Unos aplaudían a los que mataban al concejal democráticamente electo y otros lo tenían que enterrar. ¿O no era así? No eran dos bandos enemigos de la convivencia. Era un sector político y social que no quería convivir dentro de una democracia. En fin.
Con algunos matices, pero estoy de acuerdo con lo que dices. Pero ahora se trata de ir reconstruyendo la convivencia, que es algo más complejo que la simple derrota de la violencia, es algo laborioso y con lo que hay que ir muy despacio y con tiento, lo sabe cualquiera que conozca un poco de cerca lo que se respira en cada pueblo. No se trata de hacer borrón y cuenta nueva, pero sí de mirar hacia delante.
Muchas gracias a los que han dado su opinión con educación y respeto. Se me agolpan las ideas, así que voy a intentar expresarlas de forma más o menos ordenada...
En cuanto a lo que decía Juan al principio, efectivamente, la música ocupa también un lugar en el cómic, como elemento común, y también como origen de la propia entrevista, porque Madina era admirador de Muguruza desde los tiempos de Kortatu; también en ese ámbito, parece que es Madina quien más hace por acercarse a Muguruza, porque este no demuestra tanta admiración hacia el político, por lo menos que yo recuerde...
Efectivamente, como dice Lupita, el tema todavía está lejos de estar cerrado. Los recientes ataques a Idoia Mendia o los recibimientos como héroes a los etarras excarcelados como héroes demuestran que todavía queda mucho por hacer en el campo de la memoria, la tolerancia y la reconciliación. También está pendiente el tema de los presos de ETA, a los que se ha aplicado una doble condena con la dispersión y o doctrinas "ad hoc" como la doctrina Parot...
Creo que es verdad, hay que reconocerlo, que durante muchos años la sociedad vasca en una parte amplia (no en su totalidad) adoptó una postura que se dividía entre el apoyo y la permisividad con la violencia y con los violentos. Hay ahí un trabajo de reflexión y de reparación que tiene que hacerse, y que ya se está haciendo en alguna medida por lo menos, tanto desde un punto de vista individual como institucional. Es un camino en el que hay que continuar, pero que algunos (desde fuera del País Vasco en muchos casos) quieren negar o impedir, por los motivos que sean.
Lo que pasa es que la violencia de ETA acabó hace unos años, e incluso antes de que eso pasase había ya gente dentro de la izquierda nacionalista que venía condenando la violencia, como es el caso de Fermín Muguruza, o también de Oskar Matute, que probablemente te suene... Algunos renegaron de la violencia con la llegada de la democracia, otros tras el asesinato de Yoyes, otros más tarde... Claro que sería mejor que nadie hubiera apoyado la violencia nunca (pero cuando mataron a Carrero no aplaudieron solo los vascos, ¿eh?), pero el proceso ha sido progresivo, y todavía no ha acabado.
Y también sucede que algunas víctimas (no todas, claro, y están en su derecho) han optado por esa vía de tender puentes y de abrir vías de diálogo con esas personas y colectivos que han abandonado la violencia y, de acuerdo con las responsabilidades de cada uno, pedir perdón por los daños causados. Madina es uno de ellos, María Jáuregui Lasa, hija de Juan Mari Jáuregui, es otra... Pero a algunos el "respeto a las víctimas" les dura lo que tardan las víctimas en hablar o comportarse con voz propia. (¿Recordáis a Pilar Manjón?).
Si el País Vasco quiere convertirse en una sociedad más tolerante, más justa y "menos corrompida", por usar la expresión del anónimo, tiene que haber memoria, justicia, reparación y reconciliación. Afrontando conversaciones difíciles y asumiendo las culpas y responsabilidades que a cada uno le corresponden. Ni más ni menos.
Y ya para acabar, como Juan ha apuntado antes: es muy fácil colocarte en una posición de superioridad moral y juzgar a "los vascos" y decretar que estamos todos podridos. También podría yo ponerme en un escalón superior y decir que los españoles tienen (tenemos) que pedir perdón por haber permitido casi cuarenta años de dictadura, y no haber realizado las reparaciones necesarias a sus víctimas. O por haber organizado los GAL y haber ocultado las torturas en las comisarías y cárceles españolas, sin que haya por ahora ninguna asunción de responsabilidad. Creo, la verdad, que esas culpabilizaciones globales no llevan a ningún sitio, más que a dar esa sensación de (falsa) superiodidad moral a quien las realiza.
Hola de nuevo:
Esta tarde lluviosa me he ido a comprar el libro, porque sí, me apetecía. Y lo he acabado ahora (desde luego, sois unos influencers)
Zapico me gusta, pero no me parece que este sea uno de sus mejores trabajos, y coincido con la reseña. El tono es ligero, sin profundizar demasiado y, en ocasiones, he sentido que la presentación de los hechos, no sé si en un intento didáctico, era casi infantil.
No obstante, me ha gustado en bastantes aspectos: la forma de establecer paralelismos temporales entre los personajes, la exposición clara de los temas, las referencias al "Black is beltza" de los gigantes de Pamplona.. y que salga Unax Ugalde, mi amor platónico de juventud , ha sido lo más (ayyy)
Chorradas aparte, el haber vivido este tema media vida en un lado y otra media en el otro me ha servido para entender y observar, para darme cuenta de que cada uno, desde su parcelita, piensa que la realidad es sólo la suya y no es así.
No voy a añadir nada a lo expuesto por distintos comentaristas; no soy ni nacionalista ni patriota de ninguna clase. Las personas como Eduardo Madina son dignas de admiración, ya que ser capaz de vivir sin odio es dar un ejemplo muy grande de dignidad humana. Qué difícil debe ser esto.
Tender puentes, siempre.
Saludos a todos
Calificar de corrompida a la sociedad vasca, española o china resulta abusivo. Hay individuos y colectivos corruptos, si se quiere decir así, pero nunca una sociedad es “corrupta” globalmente. No se puede tomar la parte por el todo. Es un desenfoque. A mi juicio.
El nacionalismo vasco radical, quitando honrosas excepciones, siempre fue, durante décadas, “el poder vicario de ETA”, por utilizar una afortunada expresión. Dio cobertura política, económica, legal y moral a los terroristas. Era el frente político de una misma estrategia militar, o sea terrorista. Ahora esto se intenta hurtar con inefables maniobras de distracción o culpando a los agredidos. Pero los hechos son tozudos. Cantan.
Las víctimas no tienen ninguna obligación moral de acercarse a los verdugos ni al mundo de los verdugos. Debería ser al revés. Si algunas, como Madina o Lasa, lo quieren hacer, allá ellas, en su derecho están. Pero no me parece que su postura sea más digna de elogio que la de aquellas otras que saben distinguir el trigo de la paja y llaman a las cosas por su nombre. Lo admirable en todas las víctimas es que ninguna se vengó.
No existe en absoluto una autocrítica seria en el mundo del nacionalismo vasco radical. Existe pragmatismo y adaptación al medio. Si no puedes con el enemigo, tienes que aceptar su marco legal. Es cierto que han renunciado, después de cuarenta años, al terrorismo y la violencia política en general. Por puro oportunismo y derrota policial. Pero ni siquiera son capaces de condenar claramente tanta sangre. Evidentemente: porque es la que ellos derramaron, o justificaron su derramamiento. Y reciben con aplausos a los etarras excarcelados porque son sus héroes. Todo coherente esto último.
Los terroristas están presos y bien presos por crímenes probados, no por sus ideas. No son víctimas de nada, excepto, quizá, de su propio fanatismo. El problema es que su estupidez arrancó centenares de vidas. Me da igual que estén 30 años en una celda de Almería. Responsabilidad de ellos y de su mundo. Lamento el sufrimiento de sus familias, pero el hijo o el nieto es un sencillo criminal y debe pagar por sus delitos, por mucho que fuera su inspiración patriótica. Que en ciertos discursos delirantes se intente amalgamar a los presos como víctimas al lado precisamente de sus víctimas es incalificable.
Los excesos del Estado fueron injustificables. No se puede solucionar un problema de terrorismo convirtiéndote en terrorista. Pero la última víctima del GAL fue en 1987. Y la última de ETA, en 2010. 33 años. Creo que me explico.
La base de una convivencia real es siempre la verdad, naturalmente relativa, plural y mudable. La precisión y la honestidad en este tema es esencial para no añadir al sufrimiento un diluvio de mentiras o tergiversaciones.
Hola, 1984:
Siempre te leo con mucha atención, ya que escribes de una forma clara y muy didáctica. Dicho esto, sólo quería añadir a tu comentario que el que yo hable de una persona en concreto sólo significa eso, pues estaba centrándome en mis sensaciones al leer el libro y Madina es uno de los protagonistas. Si no he mencionado a las víctimas en general ha sido sólo por centrarme en el libro.
Efectivamente, este tema sigue muy vivo, y escuece. Pero cada uno tiene su carácter y sus valores; yo, personalmente, soy alguien que busca la conciliación siempre y me siento cercana a posiciones de ese tipo, incluso siendo difícil, porque todas las semanas ha habido durante años manifestación pro amnistía al lado de mi casa, o ahora tengo que ver todos los días unas pintadas que me revuelven las tripas. Santi y Carlos lo han vivido desde niños y saben lo que es, no es lo mismo convivir con ello alrededor, porque las verdades viven confrontadas y la estrechez de miras es enorme. Mi verdad es ser consecuente conmigo misma.
El libro queda "blandito", a lo mejor es que Zapico es así, sin más. En todo lo que he leído de él veo la mirada del que busca entender de dónde surgen los conflictos.
Feliz domingo.
Voy a hacer algunos pocos comentarios sobre esto, y por mi parte lo dejo aquí, porque ya he dicho, creo, lo que quería decir.
-En el nacionalismo vasco (el PNV, para entendernos) ha habido siempre dos caras: la más radical y "simpática" con la izqueirda abertzale e incluso con ETA (véase Egibar) y otra más moderada y crítica con ese mundo y sus métodos (Atutxa cuando era consejero de interior, por ejemplo...). Ha habido también gente valiente en el PNV que se ha expuesto por defender a las víctimas, la paz y la democracia, y ocultarlo también es muy injusto.
-También es injusto decir que "no hay en absoluto una autocrítica seria en el mundo del nacionalismo vasco radical". Hay trayectorias muy diferentes, personas que sí han asumido el error de la violencia, han pedido perdón, han aceptado la responsabilidad y apuestan por vías pacíficas y democráticas. También hay, claro, un "núcleo duro" que sigue pensando que la violencia está (estaba) justificada y no se arrepiente de nada, y hay también cínicos que ahora dicen que la violencia está mal, porque no han conseguido sus objetivos y es lo que toca. Pero meter a todos en el mismo saco, y no valorar los pasos dados por quienes los han dado, hace un flaco favor a la convivencia. No se trata de darles medallas por haber descubierto treinta años más tarde que matar es malo, sino de dejar constancia de esta evolución y alegrarse de que sea posible.
-Yo nunca llamaría "preso político" a un preso de ETA con delitos de sangre o que haya participado en la organización de atentados; pero también ha habido personas, grupos o instituciones que han sido criminalizadas con la premisa de que "todo es ETA", como el caso de Egunkaria o el famoso proceso 18/98. Con lo que no puedo estar de acuerdo es con que "da igual que estén 30 años en una celda de Almería". Los derechos humanos y la legalidad o se defienden para todos o si no es que no son tan universales. La dispersión pudo pensarse inicialmente para romper el "núcleo duro" de presos de ETA, pero se ha convertido claramente en una forma de doble castigo adicional, que además pagan, en mayor medida, sus familias.
-No se trata de igualar ETA y GAL y decir "todos han hecho cosas malas, let's move on". Pero sí de reconocer que también ha habido víctimas del GAL y víctimas de tortura, a las que se niega esta condición. Si dices que no hay ninguna autocrítica en la izquierda abertzale, ¿qué me dices de la falta de autocrítica y asunción de responsabilidades en el socialismo español, o en la judicatura o en los cuerpos policiales en relación con estos hechos?
-Y por último, en relación con la verdad, hay ya en marcha diversas iniciativas de memoria y justicia, tanto en el País Vasco como a nivel estatal, con perspectivas, métodos y objetivos diferentes. La literatura también ocupa su lugar en ese camino, como complemento o contrapunto a la memoria institucional, precisamente porque puede mostrar las aristas, las complejidades, las historias individuales por detrás de los grandes discursos. Ahí es donde "Los puentes de Moscú" me ha decepcionado un poco (volviendo al tema de la reseña, que es de lo que se trata), porque como dice Lupita no profundiza en estas cuestiones tan complejas.
Hola otra vez:
Perdón por hacer otro comentario, porque no quiero resultar pesado. Pero como parece que este tema da mucho juego, no me resiito a intervenir de nuevo. Ante todo, decir que , como de costumbre, estoy de acuetdo en muchas cosas con Santi y Carlos, qye me parecen un ejemplo de cobocimiento, mesura y buen juicio.
Por otra parte, decir que mi comentario anterior sobre el desprecio a Madina tenía alguna intención irónica, para hacer evidente lo muy fácil que es establecer (y mover a nuestra conveniencia) la línea que separa entre quienes apoyan a las victimas y quienes lo hacen (y se entiende que son sus son cómplices) a los victimarios. Es algo que mucha gente lleva haciendo mucho tiempo, y no sólo en comentarios de blogs como este, sino en mefios de comunicación y en la política española, como todos sabemos. De hecho, mi comentario anterior no era sólo irónico, pirque recuerdo qie hace unos años, un mefio de tendencia uñtraderechista llegó a calificar al propio Madina pir su actitud conciliadora como "cómplice de ETA" , que tsmbién manda narices... (Yo he de decir que a mí Madina como político me puede haber decepcionado en otras cosas, como su apoyo a Susana Díaz, pero no en esto).
Y enlazando con lo anterior, creo que este acercamiento de Madina a Fermín Muguruza no tiene nada que ver con un posible "síndrome de Estocolmo ni chorradas por el estilo, sono que sencillamente, Madina, como tantos jóvenes del País Vasco y fuera de él, se crió oyendo la música de Kortatu, etc., aunque ideológicamente no estuvieran en la misma línea. Yo no pretendo dar ninguna lección de Historia reciente y menos a quien ha vivido esa época y esos acontecimientos en vivo y en directo, pero permitidme señalar que, por lo que recuerdo, en los 80 y 90 había un cierto consenso en que una cosa era la realidad política e incluso criminal o bélica (según pensara cada cual), y otra la de la música, la literatura o el cine. Os aseguro que más de un miembro del PP vasco habrá bailado en algún bar o fiesta el Sarri, Sarri, como todo el mundo, no sólo la juventud "alegre y combativa (por mi parte, os prometo que conocía a chavales, de fuera del País Vasco, más españoles que nadie y que incluso alguno acabó en las fuerzas armadas, que oían a Kortatu y La Polla Records sin ningún problema, incluso sabiendo de qué palo era cada grupo). Era ño normal en aquella época, lo mismo que, en otro sentido, oíamos caciones de Ilegales cuta letra hoy escandalizaría a todo el mundo. O una peli que tenía protagonista a un etarra como "Días contados", era la más vista en toda España, en su momento.
Todo eso cambió, creo, en la segunda mitad de los 90, cuando el partido en el gobierno de España se dio cuenta de lo rentable que le redultaba utilizar a las víctinas de ETA e incluso presentarse en la sociedas como sus únicos adalides, siendo todos los demás, políticos, medios, artustas, cineastas, músucos o lo que fuera, cómplices de los victimarios, según les viniera bien a ellos.
Eso sí, a cada cual lo suyo: también diré, y ya acabo, que la Izquierda abertzale siguió la misma estrategia, señalando y discriminando (cuando directas también amenazas directas) a quien no consideraban "leal a la causa", y de ahí epusodios vergonzosos cono lo que le ocurrió al pobre Imanol, justamente el cantautor que "ayudó" a escaparse a Sarrionandia, hecho que daría lugar a la canción de Kortatu.
Y ya eoná, lo dejo.Egun on guztioi.
Perdón por las faltas, pero escribir desde el móvil es lo que tiene...
Barkatu, baina ez da pekatu...; )
Una última precisión, porque entiendo que el tema es inagotable en sus matices y podríamos estar hablando del mismo hasta el dia del juicio.
Treinta años para descubir que matar es malo. No. Estos personajes no son ni tontos, ni ingenuos. Sabían de sobra que matar es peor que malo: horroroso. Pero subordinaban una moral ordinaria a la consecución de unos fines políticos: conquistar el poder en Euskadi. A esto se le llama totalitarismo. El proyecto político del nacionalismo vasco radical era totalitario. Ahora ya no porque no pudieron con las instituciones democráticas vascas y/o españolas.
El PNV es un partido civilizado, liberal y democrático. Su nacionalismo es más civico que otra cosa. Es cierto que tiene sus dos almas etc. Pero es un partido decente. Los desalmados eran los otros. Ahora bien, rechazando el terrorismo, su postura no dejaba de ser ambigua y en ocasiones poco clara. O como diría Egibar: le tengo más miedo a España que a ETA. Frase magistral, que explica más cosas que un tratado de teoría política.
Los derechos universales son para todos, incluidos homicidas que no respetaron el más natural de los derechos: el de la vida de sus víctimas. No creo que haga falta ser John Locke para entender esto. OK. Pero si cometes atrocidades, tus derechos se restringen por la seguridad colectiva. Los presos tienen sus derechos individuales obviamente limitados por un tiempo legal; pero NO carecen de esos derechos. Si el asesino etarra lo pasa fatal en la cárcel repito que es su problema y de sus familares y/o correligionarios (que no tienen que ser los mismos, ciertamente). No es un problema del Estado ni de la sociedad española. Que no trasladen sus culpas concretas y reales al séptimo cielo, que no cuela. El Estado hizo su labor atrapando y encarcelando a esos criminales.
Lamento todos los excesos y el "todo es ETA." Todo no era ETA, sin duda, pero tampoco ETA eran únicamente los de las pistolas. Hasta que no quedó claro esto, no se terminó con el terrorismo.
La experiencia directa de los años del plomo en Euskadi es inestimable para entender su trasfondo social. En ese sentido estoy completamente de acuerdo con Carlos, Santi y Lupita.
Finalmente, no me quiero alargar más ni abusar del espacio y la paciencia ajena, diría que el problema ETA es un problema vasco y español; o español y vasco. Los vascos, hasta los que niegan su condición española, son españoles de manual. No son irlandeses o cubanos o apaches o tonterías por el estilo. Acusarles, a los vascos, de esto o lo otro, a granel, es injusto, porque exactamente lo mismo se puede predicar de los demás españoles. Si la sociedad vasca pasaba de ETA, en el resto de España ni te cuento. Se hacían chistes (!). Lo vasco y lo español no son realidades dicotómicas y enfrentadas; al contrario: son realidades clavadas. Y yo me alegro infinitamente de que por fin se haya terminado la absurda violencia etarra, ejercida por unos españoles contra otros españoles y por toda España.
Por cierto, se me olvidaba: los artífices de la guerra sucia fueron juzgados y condenados por los tribunales (Amedo, Domínguez, Rodríguez Galindo, Vera, Barrionuevo, Sancristóbal etc). Claro que los soltaron pronto. Una vergüenza.
Estando de acuerdo en algunas cosas que se han dicho y en otras menos, lo que quería decir es que da gusto leer un intercambio de ideas civilizado sobre el espanto.
Estamos acostumbrados ultimamente a que el debate reviente incluso cuando el tema es mucho más ligero.
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