Idioma original: euskera
Título original: Erraiak
Año de publicación: 2019
Traducción: Miren Iriarte
Valoración: Está bien
No podemos ir por ahí criticando lo mal que está el mercado editorial y lamentándonos de que solo se publique a las glorias de siempre y de que no haya variedad temática ni voces nuevas si luego nosotros mismos, como lectores, solo nos decantamos por esos supuestos «valores seguros».
También es comprensible que deban existir ciertas garantías para animarnos a salir de nuestra zona de confort. Y Entrañas las tiene: éxito de público y crítica de la edición en vasco (2015) y el premio Euskadi de Plata. Si a eso le sumamos que la edición en castellano es a cargo de una de esas pequeñas editoriales (Reikiavik ediciones) con un proyecto personal y entusiasta, y un catálogo que apuesta por las historias bien contadas con independencia de los parámetros del mercado, pues ahí que voy.
Resumen resumido: la protagonista llega a casa y encuentra la nota de despedida del que ha sido su pareja hasta ese momento. A partir de ahí inicia un proceso —intenso y calculado— de depuración emocional en el que reflexiona sobre todos aquellos factores propios y ajenos que la han conducido, no sólo al punto de ruptura, si no al mismísimo germen de la relación.
Quien más y quien menos ha reconstruido en su cabeza (o en el papel) los hechos de una ruptura amorosa, tal como justificaba la genial Nora Ephron: «Porque si cuento la historia, domino la versión (…) Porque si cuento la historia, no me duele tanto. Porque si cuento la historia, puedo soportarla». Con esto tan solo quiero decir que la autorreflexión tras la pérdida no es algo nuevo en la literatura ni en la vida y que un argumento en el que ya sabemos de antemano que la acción no evoluciona (una pareja rompe y uno de los miembros reflexiona sobre ello), depende mucho más del CÓMO que del QUÉ para atrapar al lector.
Entrañas explota el CÓMO mediante la voz narrativa: una narradora en primera persona que aborda su propio viaje interior con una crudeza y una desfachatez sorprendentes. La protagonista se abre en canal para superar la reciente ruptura y lo hace con una hosquedad deliberada, muy acorde con su temperamento rebelde e impulsivo pero también con honestidad, lucidez y gran capacidad de autoconocimiento:
«A quienes fuimos diagnosticadas como chicas solo nos quedaba la posibilidad de demostrar con el mayor espanto posible el asco que nos producía aquel juego (…) porque nunca nadie había dicho ni mu sobre meter la mano en la entrepierna, y hasta que no tuvieses un novio, o, en realidad, hasta que varios novios no te tuviesen a ti y pasasen varios años, hacia los diecisiete más o menos, diría yo, nadie confesaría con voz firme que el coño podía utilizarse para algo más que para mear o para desangrarse una vez al mes»
Esta voz cargada de ironía, desparpajo, descontento y mucha crítica social me ha recordado por momentos al canalla desorientado de Gabriel Barrios de La noche es virgen y a la reivindicativa Nati de Lectura fácil; voces muy poderosas y atractivas cuyos personajes logran seducir al lector sin despertar su empatía. La protagonista de esta novela resulta interesante, uno quiere saber más de ella, se llega a comprender en buena medida su situación pero cuesta identificarse emocionalmente con ella. Y así como en Gabriel y en Nati tal efecto era buscado, no tengo tan claro que también lo sea en este caso y eso, en mi opinión (o así ha sido en mi experiencia lectora particular), le resta empaque a la parte de crítica y de incitación a la reflexión del texto.
Es una novela que va de menos a más (el arranque contiene algún titubeo en el estilo y en alguna reflexión puntual de la protagonista) pero enseguida toma cuerpo con solidez y agilidad. La trama alterna presente con un pasado más o menos reciente, mediante capítulos no muy largos y guiando al lector con habilidad para que se sitúe ya en los primeros renglones. A ello contribuye especialmente la forma con la que se numeran los capítulos, teniendo en cuenta que «0» es el momento presente en el que la protagonista se encuentra la nota de despedida de su pareja. Al artefacto narrativo de Entrañas hay que sumarle todo un conjunto de notas al margen que puntualizan, desarrollan, aclaran y/o se regodean generando un segundo plano de lectura paralelo.
Otro valor interesante es la capacidad evocadora en diferentes niveles: (1) la de una fase vital perfectamente reconocible en la que el inminente —y digo «inminente» porque nadie se escapa— encaje en la vida adulta genera tanta rabia, frustración y desorientación. (2) la del «momento ruptura» que todos hemos vivido alguna vez y que solo podemos explorar desde la distancia que da el paso del tiempo o por el hecho de observarlo en un tercero. (3) la de una sociedad y modo de ver el mundo de los pueblos pequeños cuyos jóvenes «salen» a estudiar y a trabajar, y viven en una particular y eterna dicotomía. (4) la del plano sensorial, es una novela en la que lo que se oye, lo que se huele, lo que se ve, lo que se toca, está muy presente y otorga una atmósfera especial a la narración.
En resumen, Entrañas es una novela valiente que no decepciona, que se lee de una sentada y cierra de forma impecable, dejando al lector sujeto a la reflexión.
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