jueves, 16 de mayo de 2019

Truman Capote: Música para camaleones

Idioma original: inglés
Título original: Music for Chameleons
Año de publicación: 1980
Traducción: Benito Gómez Ibáñez
Valoración: muy recomendable

Hace ya seis años que publiqué un Zoom sobre uno de los relatos de este libro. Releer esa entrada, más que nada por evitar mi tendencia a repetirme en ciertos conceptos, me ha recordado (aparte de la terrible y clásica sensación de que la vida va a toda leche) esa sensación de confortable familiaridad que aportan ciertos clásicos. Aclarando que soy alérgico a la carga nostálgica, me resulta chocante verificar el contraste entre mi última lectura y aportación a este blog (un DeLillo espeso como una columna de hormigón) y estos refrescantes relatos, ligeros en su lectura y en una primera apreciación. Pero igualmente, y por filtración, descriptivos de una sociedad, de una realidad, de esos crueles muros que (al margen de los que quiera elevar Trump) son las clases sociales, las minorías marginales, las preconcepciones. Capote, desaparecido hace décadas y quizás relegado demasiado a menudo por la omnipresencia de sus dos obras más populares, A sangre fría y Desayuno en Tiffanys, parece constituirse como una especie de referencia, no siempre en primera plana, de tantos narradores modernos de generaciones posteriores, y creo que revisar su obra y restablecerla al lugar que se merece es una labor necesaria.
A la par que placentera.
Música para camaleones fue publicado en 1980, cuando Capote ya era una celebridad en la cultura americana y no deja de desprender un cierto aire a menú degustación. La estructura del libro así lo delata: un primer tercio dedicado a relatos situacionales, con ciertos aromas a Carver o incluso un aire naturalista muy lejanamente emparentado con el gótico sureño más asequible. Después, un relato, Ataúdes tallados a mano, acapara la parte central del libro. Ochenta páginas brillantes en su concepción pero algo irregulares en su desarrollo, apelando al Capote más periodístico pero con un aire policíaco algo confuso que a veces podría referir incluso a Agatha Christie. Y en su parte final, indudablemente la parte más brillante, recuperamos al escritor en su salsa, más reflexivo, más tendente a esa atractiva mezcla entre lo trascendente y lo frívolo, capaz de penetrar en la mente de uno de los componentes del clan Manson en el corredor de la muerte y, unos relatos más allá, mantener un diálogo ligero y casi inconexo, entre visitas al baño e ingestión de sustancias, con Marilyn Monroe, el icono americano por antonomasia, de la cual Capote, en su condición de incontestable celebridad, era amigo de aquellos con los que quedas y te tomas un café con leche que dura tres horas. En esa tercera parte Capote se abre de esa manera permeable y subliminal en que se abren los escritores confiados y confidentes. Y suelta esas cuatro frases que Beatriz Garza suele tuitear y se muestra - moriría solo cuatro años más tarde - desinhibido, cercano, como si su prosa fuera a la vez pregunta y respuesta. Capote escritor que ha entrado en cárceles y se ha quedado a solas con asesinos crueles y despiadados parece tener miedo a lo que ve frente a sí en el espejo. Atrás hemos dejado visitas a ancianas, amigos con tendencias malsanas, personajes casi casuales como los propietarios de las casas que limpia la protagonista de Un día de trabajo. 
Quizás no un libro redondo, pero indudablemente contenedor de muchas partes que sí lo son de forma contundente.
Y tenía razón en esa cuarta frase escueta.
"Soy un genio"

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial reseña. Saludos desde Argentina Ulad!!!! Se los quiere mucho por acá. Romina.

Oriol dijo...

Saludos, Francesc. Leí esta antología hace mucho (como casi todo lo de Capote que cayó en mis manos) y debo decir que apenas recuerdo nada. Para mí, este escritor es como Auster: tiene oficio; su obra es, cuanto menos, superior a la media; pero no sé si va a trascender en extremo. Me quedo mil veces con los relatos de Carver, a quien mencionas en esta estupenda reseña.

Gabriel Diz dijo...

Buenas:

Primero decir que Francesc ha escrito una reseña fantástica. Creo que no presta mucha atención a los comentarios pero me parece que vale la pena decirlo. Por otro lado considero a Capote uno de los grandes. Tanto talento tenía que inventó un genero: la novela de no ficción.
Respecto de Carver (a quien leí y admiro mucho) habría que hacer la salvedad de que lo que se leyó durante mucho tiempo fueron los relatos "editados" por su agente Gordon Lish. Hace poco tiempo fue reeditada su obra con las versiones originales de Carver por lo cual puede compararse la calidad de una y otra.

Saludos

Oriol dijo...

Saludos, Gabriel. Pido disculpas a Francesc por hablar de algo que no sea esta reseña, y a Capote, porque parecerá que no me guste su literatura (nada más lejos). Sin embargo, yo no pienso que Capote sea el inventor de ese género que se llama la no ficción. Si acaso, lo pulió. Hace poco leía “Harriet”, de Elizabeth Jenkins, obra anterior a “A sangre fría” que bien podría incluirse en dicho género.

Anónimo dijo...

Hola Oriol. Creo que Operacion Masacre de Rodolfo Walsh también fue un punto importante en la no ficción. Saludos desde Argentina.
Romina.

Anónimo dijo...

Muy interesante tu Blog.Aspiro a algo Como lo que tú Haces y seguramente vives . Gracias.

Francesc Bon dijo...

Hola: sí presto atención a los comentarios pero he de disculpar que mi atribulada existencia (que incluye leer y reseñar, claro) me haga desasistir un poco sus respuestas. No es la primera vez que se menciona a Walsh a costa de Capote. Creo que ambos son esenciales para esa vuelta de tuerca que representa el cruce de caminos entre periodismo, crónica y ficción. Género que resulta muy útil en estas épocas escasas en tiempo libre.