miércoles, 1 de mayo de 2019

Alessandra Lavagnino: Nuestras calles



Idioma original: italiano
Título original: Via dei Serpenti
Año de publicación: 2012
Valoración: Está bien


Tropecé con este libro hace unas semanas: alguien me lo prestó. Y me alegro, porque de no ser así nunca hubiese conocido a esta autora, al menos en un tiempo. No puedo decir que tenga una opinión formada sobre ella, un solo título es muy poco para calibrar la estatura literaria de alguien; que se trate de literatura actual tampoco ayuda. Salvo excepciones, prefiero dejar que pase el tiempo, que reposen las opiniones personales y las críticas ajenas, que el autor o la obra en cuestión encuentre su sitio en el panorama literario. Con esto quiero advertir de que tengo impresiones contrapuestas y, por tanto no podré opinar con la contundencia de otras veces. Aún así, intentaré aproximar la novela a sus futuros lectores y contrastar con quienes ya la conocen nuestros juicios respectivos.
Nuestras calles (título anodino, muy por debajo del original en italiano) no es otra cosa que el largo monólogo interior de su protagonista, Marzia, una niña/adolescente/joven, cuya peripecia tiene lugar en la convulsa Italia de la primera mitad del siglo XX, en Roma, concretamente. Vista de lejos, y a pesar de lo revuelto del panorama político, podríamos suponer que el personaje ha nacido con ciertos privilegios: hija única de una abogada de éxito y, por tanto, niña mimada en hogar monoparental y relativamente acomodado, aún en esos tiempos difíciles. Pero una cosa es lo que se vive y otra  cómo se interpretan esas vivencias. En este caso, la seguridad con que su experimentada madre se mueve en los amplios terrenos que transita –y que otros admiran sinceramente– abren una amplia fosa entre las dos e infunden en la más joven un trauma que persiste a través de los años y que le impide relacionarse normalmente.
Son esas vivencias, transmitidas en primera persona, las que Lavagnino vuelca en la novela, sin demasiado detalle pero de forma algo repetitiva, al menos durante la primera mitad. Y ese afán por sintetizar junto al innecesario abultamiento de la trama no  nos arrebata de emoción precisamente, más bien lo contrario. Pero hay un punto de inflexión –no diré cual– en el que el argumento da un pequeño vuelco y empezamos a ver por sus ojos, a sentir como ella ayudados por las metáforas, a experimentar vivencias concretas, a respirar el mismo ambiente opresivo que madre e hija fueron construyendo durante años y que, por momentos, se suaviza un poco sin que nunca llegue a diluirse. Los escasos actores secundarios (interna, abuela, amiga, pretendiente) se mueven en torno a ellas sin alterar ese estado de cosas, y casi nunca llegamos a saber lo que piensan al respecto. Sí queda claro que a la protagonista –que, por cierto, no carece de cualidades– le intimidan las personas con carácter y solo se siente a gusto con aquellos que considera más sencillos.
También a Roma se le adjudica un papel relevante. Nuestro personaje se comunica más con ella que con las personas, a través de sus largos paseos trata de analizar sus sentimientos y empieza a conocerse a sí misma. Pero esa ciudad solo la ve ella, el lector no puede seguirla, a no ser que la conozca previamente y esta es una circunstancia absolutamente ajena al relato. Lavagnino ni describe ni recrea, solo enumera hitos por su nombre genérico (puente, esquina, edificio) o, todo lo más, traza un plano aproximado a partir de nombres propios (via Borbognona, Porta Pinciana, el Boschetto, la via dei Serpenti del título original etc.).
En fin, nada que se aproxime a Natalia Ginzburg como se menciona en la contraportada, aunque tampoco se puede negar que se trata de una narración correcta y con cierto interés, sobre todo por lo bien que describe la incomunicación inmotivada e involuntaria entre dos personas –aunque mucho menos de lo que la confrontación Anna/Marzia podría dar de sí en otras manos– y al que le sobra casi toda la primera mitad.
El desenlace es sugestivo gracias a un simbolismo que, personalmente, se me escapa. A no ser que se trate de una estratagema para cerrar la historia sin comprometerse demasiado. En cuanto al auténtico cierre de la acción, a eso que ocurre y que informa al lector sobre el devenir de los personajes, lo considero gratuito y absolutamente tópico.

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