Título original: Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde
Año de publicación: 1886
Traducción: Juan Antonio Molina Foix
Valoración: imprescindible
El gran, inmenso escritor escocés Robert Louis Stevenson fue el creador de uno de los arquetipos literarios más conocidos y que ha servido para simbolizar desde entonces mejor que ningún otro, la dualidad del alma humana e incluso el enfrentamiento, mítico en todas las culturas, del Bien contra el Mal. me refiero, claro está, al que componen los personajes que dan título a esta corta novela: el doctor Henry Jekyll y su "pariente", el señor Edward Hyde.
A estas alturas, sospecho que todo aficionado a la literatura conoce, siquiera grosso modo, el argumento de esta novela, pero, en atención a quienes no -si es que existen-, trataré de no estropearles su futura lectura. De hecho, conocer de antemano el intríngulis de esta obra juega en contra, todavía más de lo habitual, de quien se dispone a leerla: por culpa de ese conocimiento previo nos perdemos el placer de admirar el cuidado y la maestría con que Stevenson, durante las primeras tres cuartas partes del libro, administra el suspense in crescendo de la narración; cómo nos va ofreciendo poco a poco la información sobre el misterio que atañe al doctor Jekyll, casi -o sin casi-, a la manera de un thriller policíaco. Una narración no sólo dosificada con inteligencia, sino además conducida , con no menor habilidad, por un tercer personaje, el abogado Utterson, que hace el papel de "detective" de la novela, pero también el de mero observador, de intermediario entre el lector y la historia que está leyendo. Y con una insuperable creación de una atmósfera ominosa.
A la interpretación más obvia -y correcta, puesto que el propio autor hace referencia a ella en el libro-, que ya he mencionado, se pueden añadir (y, ciertamente, se ha hecho) otras que enriquecen y contribuyen a aumentar la fascinación algo morbosa que provoca esta narración: también puede ser una parábola sobre la adicción, ya sea a las drogas (obvio) o el alcohol, y los excesos que conlleva. Por otro lado, aunque algo más traída por los pelos, sería una fábula sobre la pérdida no aceptada de la juventud por parte de los hombres y de las complicadas consecuencias que suele acarrear. No obstante, la interpretación más conocida es que el Dr. Jekyll & Mr. Hyde representa una metáfora bastante acertada sobre la hipocresía y doble moral que regían en la sociedad victoriana británica, pues recordemos que en esa época fue escrita y se desarrolla la novela. Es, por último, un estupenda historia de misterio e incluso terror.
En cualquier caso, por todas estas razones y, más aún, por su excelencia literaria, es ésta una obra que nadie puede dejar de conocer; un indudable imprescindible, todavía más cuando nos encontrados con una edición tan cuidada, ilustrada por María Gómez-Pintado.
Otros títulos de R. L. Stevenson reseñados en Un Libro Al Día: La isla del tesoro, Ensayos literarios, El club de los suicidas, El diablo en la botella
6 comentarios:
La expresión latina es "grosso modo", no "a grosso modo", a pesar del general empeño.
Hola, anónimo:
Gracias por la aclaración y ya está corregido (para que veas que no tengo tanto empeño ; )
Un saludo.
El extraño caso... (1887)de Stevenson, El cuadro de Dorian Gray (1890) de Wilde, Drácula (1897) de Stoker, etc. Curiosa reiteración, en el mismo lugar y en pocos años, de un mismo planteamiento. La dualidad moral, el mal objetivado en una persona o cosa, la represión de las pasiones... y Freud al fondo. Remontándose más, hay otros casos ilustres, como La piel de zapa, de Balzac, pero la Inglaterra victoriana se llevó la palma en el tratamiento del tema.
De entre todas estas obras, y atendiendo a este aspecto, para mí, Hyde es quizá la más perfecta expresión del binomio bien-mal que todos llevamos dentro, porque es simétrica y más equilibrada
Desde un punto de vista formal, también son llamativas las conexiones: el personaje neutro que posibilita el relato, la pluralidad del punto de vista, la concreción de un entorno conocido...
Un saludo
Hola, Toloveo:
Se me ocurre, al hilo de tu interesante comentario, que esos tres autores que mencionas tienen en común además el hecho de ser ciudadanos británicos, pero no ingleses, pese a que sus novelas están ambientadas en Londres: dos eran irlandeses y el otro escocés. Quizás el hecho de no haber nacido ni educado en la metrópoli contribuyese a cultivar en ellos esa idea de la dualidad o ambigüedad del espíritu de su época y del Imperio del cual formaban parte, no sé...
En todo caso, muchas gracias por tu comentario y un saludo.
Me encanta el blog!
Felicitaciones por cada publicacion!!
Es genial ser parte!
besos
Pues muchas gracias y besos también psra ti ; )
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