Título original: Le voyage de'Octavio
Año de publicación: 2015
Traducción: Amelia Hernández Muiño
Valoración: entre recomendable y está bien
Curiosa combinación, la de esta novela, que corresponde además con la biografía de su autor; francés hijo de padres hispanoamericanos, en éste su debut literario ha elegido como escenario el país de su madre, Venezuela. Y no sólo para la ambientación: también ha escogido para ello un léxico y una contexto histórico -quizá sería más exacto decir la contextualización que debe hacer el lector... y perdón por el palabro- inequívocamente venezolanos... sólo que escribiendo en francés. La combinación, ya digo, resulta interesante, pues la exuberancia y hasta el barroquismo tropical se ve domeñado o, mejor aún, encauzado por el rigorismo cartesiano galo, dando como resultado una prosa firme al tiempo que colorista y perfumada (la mezcla ha de ser más sugerente aún en la lengua original, supongo).
Por otra parte, también resulta algo chocante el formato elegido para esta contarnos esta historia, que ya desde el título parece remitir a la "epopeya" y, sin embargo, se despacha en poco más de cien páginas. Aclaro que si he escrito epopeya entre comillas no se debe a un ánimo irónico, sino porque la novela no se ajusta, claro está, a la definición exacta de este género literario, pero sí creo que bebe de él, de forma que trata de otorgarle un carácter simbólico, de explorar a través de la narración el concepto de "mito fundacional" de todo un pueblo, más allá de la realidad histórica. Y eso que el argumento de la novela parte de unos presupuestos bien modestos: el protagonista es don Octavio, un maduro y fornido lugareño de un pueblo de los alrededores de Caracas, devenido en barrio de "ranchos", en la segunda mitad del siglo XX. Analfabeto, entabla una relación con una actriz retirada y llamada -mira tú qué cosas- nada menos que Venezuela. A resultas de una falta cometida contra ella -no quiero especificar más para no estropearle la lectura a nadie-, don Octavio se autoexilia y comienza un periplo que le lleva por buena parte del país y que le transforma de una manera que ni él ni los lectores pueden imaginar. Junto a él, encontraremos además los consabidos personajes peculiares, desde ladrones de intachable profesionalidad a niños mendigos, ermitaños menguantes o patriarcas que reinan entre la chatarra. Ni que decir tiene (llevo toda la reseña tratando de evitarlo, pero no queda otra que admitirlo) que la novela es hija y nieta de esa corriente literaria que tanto éxito y grandes obras ha dado a la literatura latinoamericana (aunque no sólo); sí, ése que empieza por "real-" y acaba en "-ágico"... En fin, ¿hace falta explicarlo?
Lo cierto es que resulta algo complicado valorar esta novela; por un lado, es indudable el talento literario, la capacidad narrativa que tiene Bonnefoy; por otro, en esta su primera novela ha transitado por senderos ya bien abiertos, por campos ya trillados. Es evidente que ningún autor novel tiene la obligación, per se, de revolucionar la literatura, innovar o simplemente buscar el riesgo, ni mucho menos, pero es algo que se agradece o al menos se valora. Verdad es, también, que esta novela no deja de trasmitir cierta ambición, al pretender, como he mencionado antes, al proponer un relato que sirva como metáfora mítica de la Historia venezolana (o eso creo... y, por favor, no me estoy refiriendo a la Historia más pegada a la actualidad). Pero lo hace con unos límites tan marcados, en un espacio tan exiguo, que quizás la intención que se le adivina quede tan sólo esbozada; apenas unos trazos de carboncillo sobre un dibujo ya bastante apretado. Esta novela hubiese necesitado más aire y más piel libre que permitiese respirar al tatuaje; más tiempo de reposo para que los sabores se mezclasen adecuadamente y desplegasen todo su potencial en las papilas del degustador... Aún así, no deja de ser un debut notable de un autor que promete. El tiempo dirá si esta promesa se confirma.
Por otra parte, también resulta algo chocante el formato elegido para esta contarnos esta historia, que ya desde el título parece remitir a la "epopeya" y, sin embargo, se despacha en poco más de cien páginas. Aclaro que si he escrito epopeya entre comillas no se debe a un ánimo irónico, sino porque la novela no se ajusta, claro está, a la definición exacta de este género literario, pero sí creo que bebe de él, de forma que trata de otorgarle un carácter simbólico, de explorar a través de la narración el concepto de "mito fundacional" de todo un pueblo, más allá de la realidad histórica. Y eso que el argumento de la novela parte de unos presupuestos bien modestos: el protagonista es don Octavio, un maduro y fornido lugareño de un pueblo de los alrededores de Caracas, devenido en barrio de "ranchos", en la segunda mitad del siglo XX. Analfabeto, entabla una relación con una actriz retirada y llamada -mira tú qué cosas- nada menos que Venezuela. A resultas de una falta cometida contra ella -no quiero especificar más para no estropearle la lectura a nadie-, don Octavio se autoexilia y comienza un periplo que le lleva por buena parte del país y que le transforma de una manera que ni él ni los lectores pueden imaginar. Junto a él, encontraremos además los consabidos personajes peculiares, desde ladrones de intachable profesionalidad a niños mendigos, ermitaños menguantes o patriarcas que reinan entre la chatarra. Ni que decir tiene (llevo toda la reseña tratando de evitarlo, pero no queda otra que admitirlo) que la novela es hija y nieta de esa corriente literaria que tanto éxito y grandes obras ha dado a la literatura latinoamericana (aunque no sólo); sí, ése que empieza por "real-" y acaba en "-ágico"... En fin, ¿hace falta explicarlo?
Lo cierto es que resulta algo complicado valorar esta novela; por un lado, es indudable el talento literario, la capacidad narrativa que tiene Bonnefoy; por otro, en esta su primera novela ha transitado por senderos ya bien abiertos, por campos ya trillados. Es evidente que ningún autor novel tiene la obligación, per se, de revolucionar la literatura, innovar o simplemente buscar el riesgo, ni mucho menos, pero es algo que se agradece o al menos se valora. Verdad es, también, que esta novela no deja de trasmitir cierta ambición, al pretender, como he mencionado antes, al proponer un relato que sirva como metáfora mítica de la Historia venezolana (o eso creo... y, por favor, no me estoy refiriendo a la Historia más pegada a la actualidad). Pero lo hace con unos límites tan marcados, en un espacio tan exiguo, que quizás la intención que se le adivina quede tan sólo esbozada; apenas unos trazos de carboncillo sobre un dibujo ya bastante apretado. Esta novela hubiese necesitado más aire y más piel libre que permitiese respirar al tatuaje; más tiempo de reposo para que los sabores se mezclasen adecuadamente y desplegasen todo su potencial en las papilas del degustador... Aún así, no deja de ser un debut notable de un autor que promete. El tiempo dirá si esta promesa se confirma.
3 comentarios:
A ver, me tengo que enterar yo que es "eso" de "entre recomendable y está bien". Ya que no consigo dar con la tesitura concreta -ni, obviamente, las razones- en la que un libro que "esté bien" no vaya a recomendarse, ni, tampoco, aquella otra, por la que vaya a merecer ser recomendado un libro que no esté bien.
Mas, de inmediato, acudo a la columna de las letras apegotonadas y compruebo que "recomendable" y "está bien" vienen a ser consideradas, en el blog, dos calificaciones distintas. De ser esto así, que... al parecer... lo es ¿Cual de las dos apreciaciones supone una valoración más alta del libro?
Se deja leer - Está bien - Recomendable - Muy Recomendable - Imprescindible
Que podrían ser asimilables a 4,5 - 6 - 7 - 8,5 - 10, más o menos.
Con todos los grados intermedios que queramos ponerle y con lo absolutamente subjetivo y jodido que es poner valoraciones.
Hola, Julián:
Entiendo que te sientas algo confuso sobre la valoración , aunque señalo que nos es la primera vez que se utiliza en este blog; de hecho, no sé a quien se le ocurrió por primera vez, pero he de decir que a mí me viene muy bien para calificar esos libros que, por una parte, tienes cualidades apreciables (en este caso, sin duda el estilo y la soltura de su autor), pero, al mismo tiempo, en otros aspectos flojea o denota cierto desequilibrio.
Por otro lado, lo de las valoraciones siempre es un asunto peliagudo, al menos para mí. Lo ideal sería no hacerlas, pero cuando nos las hemos saltado o empleado algunas más "imaginativas", suele salir algún lector del blog quejándose por ello, así que habrá que plegarse a ello. Como indicación, sirve perfectamente la escala numérica que ha indicado Koldo. En este caso, podríamos decir que la novela sacaría un 6,5.... pero, ¿¡qué feo resulta expresarlo así, de una manera tan fría, no te parece?!
Un saludo y gracias por leernos.
Publicar un comentario