Idioma original: ruso
Título original: Poslednie svidételi. Solo dliá détskogo gólosa
Año de publicación: 2013

Valoración: escalofriantemente imprescindible
Igual podríamos tener suerte, si la gente de Debate elige unos cuantos políticos para hacerles llegar una copia de este libro. No es que espere el milagro de convencerles de que trabajen a fondo en lo de acabar con la corrupción, o de que respeten, al menos, una décima parte de las promesas con las que obtienen sus votos. Eso ya hay que darlo por perdido. Se trata de que reflexionen acerca de lo que significa ser capaz de determinar el destino de la gente de a pie con sus decisiones. Como la de embarcar a un país en una guerra. O acerca de ese tentador recurso de llamar nazi a cualquiera a la que una discusión sube de tono. A ésos en concreto, a los que usan fotos de celebraciones nazis para compararlas con manifestaciones pacíficas, les diría que tomen esta excelente obra, Últimos testigos, y la abran al azar por cualquier página, y lean al azar cualquier párrafo, y se encontrarán con lo que los nazis de verdad hacían. No me hagáis aportar a mí algún extracto del texto, porque los hay de bastante truculentos, y ya es suficiente con leerlos una vez como para recrearse. Porque que esto quede solamente siete décadas atrás (y que, por tanto, muchos de sus protagonistas a cada bando hayan desaparecido) es un importante y espeluznante detalle. Muy posiblemente la cuestión de la obediencia debida o el pretexto de esa especie de locura colectiva sea un factor más. Pero los testimonios de este libro, al margen de, en su mayoría, lamentarse y sufrir con la rememoración de los hechos, no son algo de lo que la humanidad pueda darse el lujo de prescindir.
Los nazis, pasándose el acuerdo Ribbentrop-Molotov por el forro de los caprichos, invaden la URSS. Junio de 1941. Aviación, infantería precedida por los siniestros batallones punitivos, implantación del nuevo orden, represalias, crueldad casi imposible de reproducir, de forma individual y colectiva, castigos espeluznantes y arbitrarios, por la mínima nimiedad, sometimiento al capricho más azaroso (el derivado de considerar al pueblo soviético como infrahumanos y despenalizar cualquier barbarie que se les perpetre, y se perpetran un montón). Y los testimonios son adultos que eran niños en 1941, que han sobrevivido hasta que Svetlana Alexiévich ha acudido a entrevistarlos y a transcribir sus palabras. Huérfanos a los que el conflicto despojó de su padre o de su madre o de los dos. En el frente, en la resistencia, fruto del delirio asesino, de un bombardeo, de un capricho de algún loco uniformado, Difícil habrá resultado hacerlo, pues aventuro que en la confección de esta obra se han vertido muchas lágrimas. Muchos testimonios narran su propio sufrimiento, pero también cómo se han visto obligados a presenciar el sufrimiento de sus seres cercanos. El relato de las aldeas quemadas, de la venganza contra cualquiera relacionado con los partisanos que luchan contra los alemanes, el saqueo, el demonio del colaboracionismo, los delatores, los cercos, los bombardeos, las hambrunas, los golpes de madrugada en la puerta de los militantes comunistas, de los sospechosos de serlo. Los testimonios, algunos en aquel momento niños de 3 años (a pesar de lo cual, conservan un recuerdo tan vívido que resulta muy duro hacerse a la idea cuál fue su experiencia en el momento) cuando estalló la guerra y se produjo la entrada de las tropas alemanas, se suceden sin un orden o una estructura concreta. Algunos de ellos ya hablan desde la perspectiva de la victoria de la URSS y del retroceso de las tropas nazis, otros, durísimos, se hacen eco del terrible día a día de convivencia con un invasor que, tras un cierto falso espejismo de resplandor inicial, empieza a desplegar su maquinaria represiva, de cuyos ejemplos vais a permitir, insisto, que prescinda. Cada uno que lea este libro y se deje impactar por una u otra escena y que luego piense que se trata de casos reales, y realmente millones de personas han tenido que vivir así y pasar por todo eso.
Solo aclarar un detalle: no reseñaré ningún libro más de Svetlana Alexiévich aquí. Leeré los que se publiquen y me seguiré echando las manos a la cabeza, pero no pienso insistir más en la cuestión. Premio Nobel aparte: todo lo que esta escritora o como queráis llamarla ha escrito forma parte del conjunto de una obra que es imprescindible tener en cuenta. Profesores de historia, interesados en la literatura, curiosos acerca de la evolución de las sociedades en el siglo anterior. Incluso todos esos payasos que sueltan la palabrita de turno a primeras o esos descerebrados que coquetean con el negacionismo. Con todas las reservas que el término conlleva, más que imprescindible, obligatorio.