Título original: Über die moderne Kunst
Traducción: Alfredo y Clara Pastor
Año de publicación: 1924
Valoración: imprescindible
Uno de los libros (con permiso de DFW y de ese ingenuo y caducado panfleto llamado Indignaos) más cortos que se ha reseñado en este blog, y un patético ejemplo del escaso margen temporal de este sufrido reseñista, ha ido a dar la casualidad de que las escasas sesenta páginas (como un tercio de ellas ocupadas por ilustraciones en blanco y negro con sencillos bocetos o trabajo en progreso del artista) es uno de esos textos que no solo se aúpa al Olimpo de los imprescindibles sino que es susceptible de citas, remarcados (por favor, no subrayéis los libros*), extractos o incorporación de sus conceptos a anuarios con voluntad de modernidad, y por supuesto lecturas sucesivas, no digamos ya inmediatas sino espaciadas en el tiempo. Casi un siglo tras su publicación, su vigencia es insultantemente absoluta, incluso diría que Klee (además de genio de la pintura, músico notable y muy digno lector) lo convierte en un impactante manifiesto cuyo cumplimiento a rajatabla le procuró persecución política e inclusión en las abyectas listas del arte degenerado, obligándole apenas una década después de su publicación, a poner el pellejo a salvo de la barbarie nazi.
¿Y qué tenemos en este texto, que creo que la traducción desde el alemán ha conseguido preservar de conceptos complejos o abigarrados en exceso? Pues basándose en una preparación para una conferencia, cuestión que permite sostener un tono incisivo, que combina cierta humildad como individuo con una implacable lógica, entreverada con alusiones a filosofía, música, incluso conceptos matemáticos, una defensa aguerrida y contundente del arte moderno. Sin contraponer ni enfrentar, la defensa y los ejemplos que la acompañan, podríamos decir que se centra en el arte abstracto, sí, aquel que los cortos de miras, pobres ellos, suelen soslayar con la frase de "estos garabatos los hace mi hijo" porque prefieren la depuración técnica del arte figurativo y suelen menospreciar todo lo demás. Y lo que Klee expone, frase tras frase de contundencia y tras un preámbulo exponiendo sus conceptos que cualquiera debería enmarcar antes de lanzarse a la creación, es el latido que marca su obra. Sin buscar la polémica, simplemente desgranando su intención sin mostrarse dogmático o presuntuoso, el texto, esquemático y huidizo de todo engolamiento, deja caer sus conceptos uno tras otro y los desgrana desde una perspectiva lógica y contundente, convirtiendo su declaración en una secuencia que equipara arte moderno y libertad individual, que acerca la expresión creativa a su receptor natural - el individuo que la contempla y es libre de limitarse a ello o pretender comprenderla o descodificarla - sin alejarlo de nadie, sin intención polémica o desacreditadora de otras corrientes, simplemente estableciendo ese punto como el final de un proceso.
La cuestión es que, al margen de la cuestión técnica implícita a la pintura, todo es aplicable a cualquier manifestación artística que opta por la evolución o la creatividad antes que el puro reflejo de la realidad y sus variaciones sobre ella. Leer a Klee en tales condiciones es prácticamente clave para entender las corrientes culturales de los últimos dos siglos, desde la perspectiva del artista protagonista en una de ellas y esquivando la argamasa conceptual que a veces los expertos amontonan sobre ella. Qué más se puede pedir.
* Defensores del subrayado, podéis esgrimir vuestros argumentos en los comentarios
1 comentario:
Subrayado en lápiz y con mucho cuidado. Jamás en boli! Tb aplico codificación simple y rupestre cuando un párrafo me ha maravillado: ***
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