Título original: El petó del capitá Kirk
Traducción: Milo J. Krmpotic
Año de publicación: 2021
Valoración: Se deja leer
Como a veces ocurre, el subtítulo lo dice casi todo: ‘La vuelta al mundo de la televisión en 80 historias’. Así, ligero, con un pequeño toque humorístico. Ochenta historias, anécdotas más bien, de la televisión desde sus inicios, sin más pretensiones aunque en el prólogo parezca anunciarse algo de mayor enjundia: la TV, ese invento que se cuela en todos los hogares, delante del cual millones de individuos en todo el planeta permanecen horas y horas consumiendo casi todo lo que se les presenta. Una herramienta de enorme alcance, cuyo poder real el espectador apenas puede ser capaz de conocer, porque sus mensajes se van filtrando de manera imperceptible (gestos, imágenes, léxico) para quedar instalados en el subconsciente. A veces para bien, muchas otras para mal.
Aunque el tema está bastante manoseado, la intención didáctica parece confirmarse en los primeros de esos ochenta episodios que Mònica Planas despacha en tres o cuatro páginas cada uno. El primero cuenta el beso que da título al libro, el primer beso interracial de la historia de la TV, visto allá por años 60 en Star Trek. Aunque luego, como confiesa la autora, parece ser que no fue el primero y que además se producía en un contexto bastante especial (los protagonistas estaban bajo el influjo hipnótico de unos alienígenas, con lo que el beso era en realidad una especie de escarnio hacia el capitán blanco, como si le hubiesen obligado a besar a una merluza), Planas muestra la loable intención de atribuir a la escena el valor de una conquista mediática antirracista.
Hay algunos otros ejemplos de tabúes derribados o hitos en los avances contra el racismo, contra el machismo rampante en las primeras décadas del medio o, mucho más recientemente, en favor de la libertad de orientación sexual. Porque, deducimos, la televisión es un reflejo de la sociedad, sus costumbres y principios dominantes, y de las relaciones de poder. Por encima de todo está por supuesto la audiencia, pero a veces ganarse al público choca con convicciones o intereses de otro tipo, y ahí surgen los conflictos, los avances y también los retrocesos.
Son conclusiones que como lector obtengo de la lectura de unos cuantos capítulos, porque en cada uno hay apenas un par de líneas con la opinión de la autora, a modo de coda, y en ningún caso un análisis un poco serio de estas situaciones. El libro, no lo perdamos de vista, no va por ese camino, es un simple anecdotario en el que de cuando en cuando distinguimos algún momento de cierto interés social, pero solo eso. Lo demás son historias más o menos curiosas sobre aspectos técnicos (la primera retransmisión deportiva con repeticiones instantáneas), históricos (el primer tipo cuya cara se vio en una televisión), o la influencia de la tele en la cultura o la simbología a pie de calle (el origen remoto del título de una canción de REM, el saludo vulcaniano nacido, otra vez, en Star Trek).
Pero la gran mayoría son situaciones más o menos llamativas o simpáticas sobre presentadores obsesionados con los pechos de la entrevistada, concursos amañados, protagonistas de series fallecidos o sustituidos, malentendidos en los rodajes o conflictos entre actores. Cositas irrelevantes que se mezclan con algunas leves y aisladas alusiones a la telebasura, la manipulación informativa (Roger Ailes anda por ahí) o la injerencia del poder político, a veces sin ningún tipo de rubor (Trump, claro está, en el matinal de la Fox). Además, también hay que decirlo, salvo media docena de casos, todas las historias se localizan en Estados Unidos, lo cual, la verdad, provoca un cierto cansancio y sensación de distancia.
Como se ve, un poco de todo, lanzado de forma aleatoria. Parece que se trata de artículos escritos por Mònica Planas tiempo atrás, que ahora se presentan en forma de libro y por lo visto sin ningún trabajo adicional más allá de ese prólogo un poco engañoso. Con lo cual resulta una miscelánea de la que, como decía antes, el lector debe extraer, si quiere, alguna conclusión, o simplemente conformarse con haberse enterado de un batiburrillo de cosas heterogéneas, más o menos interesantes, más o menos graciosas. Así que daría como entretenimiento de lectura playera (de hecho pensé adelantar unas semanas la reseña, pero he llegado tarde) pero claramente irrelevante si esperamos algo con un poquito más de altura.
Y otra cosa que no puedo dejar de lado. Si pese a todo le atribuimos al libro algún tipo de interés sociológico, a estas alturas de siglo seguir dándole vueltas al poder de la televisión resulta algo anacrónico. En las décadas pasadas se dedicaron muchos libros al tema, pero hoy en día centrarnos en la televisión para hablar de manipulación, basura mediática o tics homófobos o racistas parece claramente obsoleto si pensamos en las redes sociales, las fake news, los mensajes de odio, la banalización generalizada o los bulos de todo tipo. Muy poquitos jóvenes ven hoy en día la tele, y son otros los medios que están consumiendo, y mucha más profunda y peligrosa su influencia.
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