lunes, 25 de julio de 2022

Leslie Feinberg: Stone Butch Blues

Idioma original:
inglés
Título original: Stone Butch Blues
Traducción: Judit del Río y Layla Martínez
Año de publicación: 1993
Valoración: Muy recomendable, y muy necesaria
 
Mucho se ha dicho y escrito en los últimos meses y años sobre sexo y género, sobre la definición de mujer (más allá de expresiones biológicas como "hembra humana" o "cromosoma XX", que no por ser aparentemente evidentes tienen que ser satisfactorias), y también sobre una ley española de identidad de género todavía no aprobada que, supuestamente, borraría y pondría en riesgo a las mujeres, así como a los niños y niñas a las que se aplicarían tratamientos invasivos e irreversibles (aunque la ley establezca precisamente el final de la obligatoriedad de tratamientos psicológicos u hormonales para poder autodeterminar el género). Pero más allá de lo interesante y complejo que pueda ser el debate teórico, y más allá de lo áspero y polarizado que pueda estar el debate político, hay algo que conviene no olvidar: las personas trans y no binarias existen y han existido siempre, no son una moda ni un invento posmo. Las personas trans y no binarias son personas con derechos, con dignidad, y cuyas voces convendría escuchar antes de sacar conclusiones.

Y en este sentido solo puedo recomendar que todos y todas, estén a favor o en contra de la llamada "ley trans", de la teoría queer o de tal o cual ministra, lean Stone Butch Blues, porque creo, quiero creer, que ayudaría a comprender mejor la experiencia y la vida de las personas trans y no binarias, y quizás a encarar ciertos debates con otra empatía.

Conviene tener en cuenta que Stone Butch Blues fue publicada originalmente en 1993, cuando, como la propia autora indica en su prólogo a la edición del vigésimo aniversario, todavía la propia palabra "transexual" (hoy transgénero o trans) no era común en el lenguaje cotidiano. Y como también explica, esta es una novela autobiográfica, sin que eso signifique que deba ser una reproducción exacta de su propia vida. Reproduce, eso sí, la vivencia de una persona no binaria en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX.

La protagonista de la novela, Jess Goldberg, sabe desde niña que es diferente, aunque desea no serlo. Su propia familia la mira con desconfianza, sus compañeros de escuela la acosan, le llaman marimacho o mariquita, llegan incluso a violarla. En un capítulo que recuerda mucho a otros semejantes descritos por Alana Portero, o por Elena Fortún en Oculto sendero, se viste con ropa masculina de su padre y descubre así una parte de su identidad en la que se reconoce. Finalmente, acaba saliendo de casa para buscarse (y salvar) la vida, y consigue por fin poner nombre a aquello con lo que se identifica: una lesbiana butch, o sea, en palabras de H. M. Zubieta, una "mujer lesbiana que interpreta una masculinidad destinada a atraer a mujeres y sentirse cómoda consigo misma", y más en concreto una stone butch, es decir, una lesbiana butch que, por el motivo que sea, rechaza ser penetrada o tocada en ciertas zonas de su cuerpo.

A partir de ese momento de independencia y de auto-identificación, la novela entrelaza, diría yo, tres tramas interligadas: la de la búsqueda de la propia identidad de la protagonista; la de sus experiencias amorosas, y la del trabajo y la lucha obrera.

En la primera de estas líneas temáticas, vemos a Jess Goldberg, y a otras butches y femmes a su alrededor, intentar encontrarse a sí misma, encontrar la mejor forma de definirse e identificarse, algo aún más difícil en un mundo hostil, en el que la policía organiza redadas en bares queer, y apaliza, roba y viola a sus ocupantes por "depravados". Así, vemos a Jess encontrar a su nueva familia entre los excluidos de la sociedad por su expresión de género o sexualidad, cuando descubre la existencia de bares queer y de una comunidad de butches y femmes, clandestina y heterogénea, a la que por primera vez siente que pertenece; la vemos experimentar con la hormonación, hasta el punto de llegar a tener passing como hombre (o sea, a ser leído e identificado como tal por el resto de la sociedad), y renegar después de este proceso, instalándose en un espacio intermedio, no binario, con características masculinas y femininas. No solo la identificación social, sino su propia identidad oscila en esta ambigüedad de género, lo que se manifiesta en el uso variado de pronombres e incluso de nombres (Jess/Jesse).

Junto con la autoidentificación de género viene también, claro, el despertar de la vida amorosa y sexual. Así, a lo largo de los años, Jess conoce a todo un conjunto de mujeres (femmes, sobre todo), con las que establece relaciones de cariño, de apoyo, de deseo, de compromiso y de lucha conjunta, y a las que va perdiendo, abandonando o reencontrando a lo largo de las páginas de la novela. Mujeres de historias, caminos e identidades diferentes, algunas con hijos (con los que Jess establece una conexión especial), otras solteras por deseo o destino, muchas doloridas y buscando un alma gemela con la que sobrellevar el mundo. En medio de la dureza del libro y de la historia de Jess, hay páginas verdaderamente tiernas y hermosas sobre las relaciones de Jess y sus parejas, cómplices y amantes en medio de un mundo áspero y ajeno.
 
La tercera trama, sin la que la identidad de Jess Goldberg (y la de Leslie Feinberg, su autora) estaría incompleta, es la de la lucha obrera (lo siento, Daniel Bernabé). Porque Jess a lo largo de su vida trabaja en todo tipo de industrias, en Buffalo primero y luego en Nueva York, sufre la discriminación de género y la de clase, se implica en la lucha sindical y es, en definitiva, tan butch como comunista, tan comunista como butch, sin que se puedan separar sus condiciones materiales (alojamientos míseros, vivir de cheque en cheque, dormir en sofás de amigos) por ser de clase obrera, o por ser una mujer lesbiana no binaria.  
 
Como decía al principio, creo que leer esta novela, como leer Oculto sendero, como leer los artículos de Alana Portero, ayudan a acercarnos a una experiencia que a la mayoría nos resulta ajena, no solo porque no somos personas trans o no binarias, sino porque no tenemos en nuestro entorno próximo a ninguna persona que lo sea. Leyendo a Leslie Feinberg, leyendo la historia de Jess Goldberg y su búsqueda de una identidad en la que reconocerse y con la que ser aceptada (por ella misma y por la sociedad), es imposible no preguntarse quiénes somos nosotros, quién es nadie, para decidir por ella quién o qué es, para decir si es hombre o mujer, o una persona no binaria. Quiénes somos nosotros para contribuir, aunque sea de una forma lejana y simbólica, a esa opresión que ejerce la familia, la escuela, la policía, el entorno laboral, la sociedad en su conjunto en la forma que mira a Jess/e y la excluye por no encajar en sus patrones.

En definitiva, quiénes somos nosotros para decir que las mujeres trans no son mujeres, que los hombres trans no son hombres, o que las personas no binarias no lo son. Y sobre todo, que todos, todas y todes tenemos derecho a una vida digna, aquella que escojamos y que nos permita encontrar quienes somos en medio del caos.

De verdad, leedla.

P.D.: una nota sobre la peculiaridad de la edición/traducción de la obra. Leslie Feinberg, que desgraciadamente falleció en 2014 de enfermedad de Lyme, dejó indicado que solo aceptaría que se tradujera y publicara la obra en ediciones sin ánimo de lucro, esto es, que solo cubriesen los gastos de publicación y/o que estuviesen gratuitamente disponibles para leer online. También dejó indicado que no se debía incluir un prólogo, salvo para hacer alguna aclaración en relación con el propio proceso de edición. También en esto, Feinberg demostró su conciencia anticapitalista y revolucionaria, y es bueno ver que, como no podría ser de otra manera, LevantaFuego (antes AntiPersona) ha seguido estas indicaciones al pie de la letra.

1 comentario:

Palabrava dijo...

Este libro es una maravilla y una belleza. Sigamos hablando de él :)