miércoles, 21 de abril de 2021

Jesmyn Ward y VV. AA.: Esta vez el fuego: Una nueva generación habla de la raza

Idioma original: inglés
Título original: The Fire This Time: A New Generation Speaks About Race
Traducción: María Enguix Tercero
Año de publicación: 2016
Valoración: recomendable

Dice Jesmyn Ward en la introducción que «cambiad las sogas por las balas. Los sabuesos por pastores alemanes. El uniforme gris por el chaleco antibalas. No hay nada nuevo». Porque el racismo sigue vigente, después de años, décadas, siglos. Y llevamos demasiado tiempo viéndolo y denunciándolo. 

Jesmyn Ward, que ya me entusiasmó con «La canción de los vivos y los muertos», cambia de registro en este libro y pasa de la ficción al ensayo, y no lo hace sola, sino que se rodea de otros escritores que, como ella, sienten impotencia y rabia ante lo que sucede. Porque el origen de este libro es el asesinato de Trayvon Martin, pero que podría ser otro caso de los muchos que existen, porque hace un par de semanas murió un niño hispano de trece años a manos de un policía, porque hay otros tantos que mueren a manos de quien tendría que defenderlos. Con este propósito, la autora se acoge a «La próxima vez el fuego», un texto de James Baldwin que la sacudió e impresionó cuando lo leyó, y tuvo claro que debía hacer algo y lo expresa afirmando que «supe que quería convocar a algunos de los grandes pensadores y voces extraordinarias de mi generación para que me ayudaran a esclarecer esto», escribiendo así «un libro que reuniera voces en un espacio (…) y que proporcionara a estos escritores un foro de disidencia en el que poder exigir responsabilidades, dar testimonio, contar». Este es su propósito, y con esta reseña lo hago también mío, contando y difundiendo su relato y su mensaje.

De esta manera, el libro recoge los relatos y experiencias de dieciocho autores (entre los cuales se encuentran la propia Ward) construyendo un relato ecléctico que afronta el tema del racismo desde diferentes aproximaciones, desde la diferencia de estilo y tono de cada uno de los autores, pero con el objetivo claro y único de denunciar injusticias y exponer su visión de un mundo y de un país «en el que hemos pasado mucho más tiempo esclavizados que libres» (algo que ya apuntaba también Coates en su magnífico libro «Entre el mundo y yo»).

La lectura del libro es interesante por la variedad de estilos, pero especialmente de enfoques, que cubren un amplio espectro de areas en las cuales el racismo se expone, aunque cabe decir que, como en todo libro de relatos, cuentos o ensayos, el libro es desigual. Esto es algo habitual, pero más aun teniendo en cuenta que aquí cada relato o experiencia está escrito por un autor diferente con lo que la diversidad es aun mayor. Y, entre todos los ensayos, me quedo especialmente con los siguientes y centraré esta reseña en ellos, pues por si solos ya justifican la recomendación de la lectura de este libro:

  • «Sola en América», de Wendy S. Walters; en este relato la autora nos habla de su regreso a Holt, Nueva Orleans, al antiguo hogar de su tía Louise devastado por el huracán Katrina. Ese viaje a Holt, que fue utilizado a principios del siglo XX como fosa común para pobres e indigentes y durante la segregación se convirtió en un lugar donde enterrar a los negros, causa en la autora un gran impacto, pues nos indica que «mi soledad tenía unas raíces más profundas de lo que sospechaba al principio, (…) venía de una honda sensación entre lo que yo pensaba que era Estados Unidos y la persona que, en ese contexto, yo sabía que era. Mi soledad posterior al viaje a Nueva Orleans parecía proceder de un lugar que antecedía a mi propia memoria». Así, en este relato, la autora nos habla del cementerio africano de Portsmouth en el que se enterraban personas negras y sobre el cual se construyó una calle y, como en un entierro, el paralelismo que uno teje es que, a veces, uno tiene que excavar de manera muy profunda para encontrar los cadáveres encontrando la esencia de uno mismo y de su pueblo al hacerlo. Y, con ello, la autora nos recuerda el pasado de EE. UU. y la esclavitud, y la extiende al presente y a la complejidad en la reconciliación, pues «la empatía es difícil de alcanzar en estos tiempos que corren. Quizá se deba a que, de entrada, todos tenemos dificultades para entendernos a nosotros mismos».
  • «¿Adónde vamos a partir de aquí?», de Isabel Wilkerson, en el que empieza hablando de los casos conocidos y notorios de Eric Garner y Michael Brown, que constatan que «parecemos vivir en un bucle de continuo retorno a la repetición de un pasado que nuestro país todavía no ha afrontado». Este relato, breve pero muy bueno, es un claro alegato a favor de la persistencia, de no rendirse en la lucha, a pesar de las dificultades y de situaciones que parecen el retorno a un pasado no superado: «debemos querernos incluso si —y quizá especialmente si— otros no lo hacen. Debemos conservar la fe incluso mientras trabajamos para que nuestro país esté a la altura de su credo».
  • «Furia blanca», de Carol Anderson, en el que habla sobre las protestas y disturbios de Ferguson, y la necesidad sobre la protesta constante, ininterrumpida, pues el opresor no cede. La autora lo refleja claramente al afirmar que «cada acción de progreso afroamericano recibe una reacción violenta en respuesta». En este relato con evidente intención de denuncia, expone el racismo existente en la administración, a varios niveles, desde los más evidentes a los más sutiles y que afectan igualmente los derechos de los ciudadanos, poniendo como ejemplo que «los conservadores han concebido medidas —como los requisitos de la identificación con fotografía— para bloquear el acceso a los afroamericanos a colegios electorales» (algo que el 25% no lo tiene por tan solo un 8% de los blancos). De esta manera, el relato, muy enfocado a la diferencia económica entre razas y sus consecuencias, finaliza con un resumen de acciones y leyes que han perjudicado a los negros y concluye que «solo entonces Ferguson cobra sentido. Se trata de furia blanca».
  • En «Descifrar el código», la propia Jesmyn Ward (cuyo padre perteneció a los Black Panthers), nos habla sobre los orígenes, sobre las raíces y la importancia del mestizaje. Sobre conocerlos y entenderlos, con el anhelo de «que las personas de color de mi región de EE. UU. pueden decidir abrazar todos los aspectos de su descendencia (…) al tiempo que también pueden decidir pelear con una sola armadura, la de los estadounidenses negros, cuando pelean por la igualdad racial».
  • También muy interesante es el relato «Más negro que tu», de Kevin Young, en el que nos habla del blackface y del redface, de cómo hay quien se pinta la cara para simular que es de otro color. Por ello, de manera irónica nos habla del passing (cruzar la línea racial, que habitualmente va del negro al blanco) así como del passing inverso (blancos que viven como negros) y lo ejemplariza en Rachel Dolezal de quién apunta, con cierto sarcasmo, que «lleva la máscara no para ocultarse, sino para adquirir autoridad sobre eso mismo que dice querer ser. ¡Qué actitud tan blanca por su parte!». Con este relato, la autora nos habla de las personas de piel clara que son identificadas como blancas cuando son realmente negras. Y de ahí que «debería hacer que nos paráramos un momento a reconsiderar qué significa ‘parecer negro’».
  • En «Black and Blue», Garnette Cadogan nos habla de la violencia policial, de la amenaza que supone ser negro en un barrio de blancos donde cualquier movimiento puede entenderse como algo sospechoso y peligroso. Y nos sitúa en un contexto parecido al que retrataba Claudia Rankine en «Ciudadana». El estilo del autor es preciso y directo, rico en detalles y en reflexiones que la llevan a aseverar que «como adulto negro, con frecuencia me devuelven a ese momento de la niñez en que estoy aprendiendo a andar. Vuelvo a vivir en alerta máxima, vigilante» porque «aunque conocer las calles de Nueva York me ha ayudado a sentir la ciudad como mi hogar, la ciudad se me resiste también a través de estas mismas calles. Camino por ellas, unas veces invisible y otras, demasiado visible. Así que camino atrapado entre la memoria y el olvido, entre la memoria y el perdón».

Como se ve en los relatos que destaco en esta reseña, el libro reflexiona sobre el racismo situando sus causas en el centro de la obra y abordándolo desde diferentes perspectivas. Y, a pesar de su irregularidad, la potencia del conjunto adquiere una fuerza que demuestra cuán necesarios son estos libros. Porque, como afirma Jesmyn Ward, «estos ensayos me dan esperanza. Creo que hay poder en las palabras; el poder de afirmar nuestra existencia, nuestra experiencia, nuestras vidas, a través de las palabras (…). Quizá, después de leer el ensayo de Rachel Kaadzi Ghansah sobre Baldwin o el hilarante ensayo de Kevin Young sobre Rachel Dolezal y qué significa ser negro, el lector llore conmovido, y sus lágrimas se transformen en risa y quizá, al hacerlo, sienta afinidad». Qué duda cabe de que así es, y que, tal y como afirma la autora, «espero que al leer este libro cada uno de vosotros tenga la sensación, queridos lectores, de que estamos sentados juntos (…) y de que estamos componiendo nuestra historia juntos. De que estamos escribiendo una epopeya en la cual las vidas negras tienen un valor». Ojalá así sea.

También de Claudia Rankine en ULAD: Ciudadana

6 comentarios:

Unknown dijo...

Tres miércoles seguidos y tres libros densos y con contenido social y humano, vaya nivel y qué lecturas tan sesudas. Nos estás acostumbrando mal.

Como te suelo decir, se apuntará, no se puede seguir el ritmo, pero tiene una pinta espectacular y vaya momento para publicar la reseña.

Felicidades por tu trabajo
Lupita

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.
Pues creo que tienes razón, creo que necesito un descanso... jeje
Y sí, publicar esta reseña justo hoy, tras la sentencia al policía por el asesinato de George Floyd, ha sido una bonita coincidencia. Ojalá la impunidad policial haya hallado su fin.
Saludos y gracias por comentar.
Marc

El Puma dijo...

Interesantísimos ensayos por lo que transmites, Marc. A tener en cuenta.
Casualmente, ayer comencé a ver la serie American Gods. El libro en el que se basa, de Neil Gaiman, ha sido reseñado en ULAD. Al comenzar el segundo capítulo vemos como en 1673 un buque esclavista holandés lleva su "cargamento" a los Estados unidos. Uno de los prisioneros invoca en su idioma a su dios ancestral, que aparece en la forma de un hombre del Siglo XXI que les dice, palabra más palabra menos: libérense y prendan fuego al barco, aunque mueran será mejor que enfrentar lo que les espera, a ustedes y su descendencia; hoy, dentro de 100 años, y aún 100 años después de la abolición de la esclavitud, Se liberan, inician un incendio y mueren todos. Me pareció una escena desgarradora, de una verosimilitud impactante.
Respecto a los negros de aspecto blanco, recomiendo la lectura de La mancha humana, de Philip Roth. Potente y desgarrador relato.
Enhorabuena, Marc. Gran reseña!

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Puma, por tus palabras.
Ciertamente, el pasaje que cuentas de la novela de Neil Gaiman es desgarrador y no le falta cierta razón, pues parece que cuesta erradicar esa mentalidad supremacista de mirada con nostalgia casi esclavista que tienen algunas personas y que permanece muy interiorizada en ciertas instituciones. Aunque hoy, justo hoy, parece que algo puede haber cambiado. Veremos.
Y me alegro de que menciones a Roth, cuya trilogía americana guardo en muy buen recuerdo.
Saludos, y gracias por tu enriquecedor comentario.
Marc

Unknown dijo...

Hola de nuevo:

Como recomendación, si no conoces la web, Marc, te aconsejo pasarte por la web afroféminas, una página donde hay gran variedad de artículos en torno a la vida actual de mujeres afrodescendientes y reflexiones de todo tipo. A mí me parece muy interesante, sobre todo porque dan otro punto de vista distinto del más general.

Saludos
Lupita

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Lupita.
Le iré echando un ojo, seguro que está lleno de interesantes artículos!
Gracias por la recomendación.
Saludos
Marc