Idioma original: español
Año de publicación: 2020
Valoración: muy recomendable
Inauguro lo que puede que sea, convenientemente espaciada, una trilogía de reseñas de novelas que, creo, porque esto solo se confirma cuando uno las lee, abordan de alguna manera no demasiado condescendiente toda la cuestión del conflicto territorial catalán. Ya me va bien que así sea: las convicciones han de pasar por la prueba del ácido con cierta frecuencia. La primera de ellas (no mencionaré aún las otras dos: nunca hay que ignorar al fantasma del abandono) es esta El corazón de la fiesta, que, en algún lugar he leído, se ha descrito como algo así como la novela definitiva del "procés", cosa que uno puede equiparar tanto a la gran novela americana como a una especie de búsqueda de encontrar el equivalente adaptado y forzado de Patria (que mejor, francamente, que no), pero, el autor creo que estará de acuerdo, es mejor no andarse con afirmaciones tan grandilocuentes, que ya sabemos lo de las expectativas que se generan, y empiezo por afirmar, que ya va siendo hora de entrar en materia, que esta novela está, en su mérito literario, en un plano diferente, digamos que más cercano al lector habitual, más alejado de ese lector ocasional que deglute best sellers, cosa que la hace, desde luego, más disfrutable.
Claro que Torné no se ha conformado con poco: misil directo a la línea de flotación recreando a la familia de cierto honorable personaje que ayer celebraba su santo, rey in pectore de Catalunya durante años y años de mandatos y mayorías electorales, legítimas todas ellas por supuesto, carismático líder que se acostumbra de tal manera al cargo y piensa que tanto triunfo electoral y tanto tiempo en el poder constituye cheque en blanco extendido por el electorado y bula para que él, y su entorno inmediato pueda andar por un país petit disponiendo como si todo fuera suyo. Torné recrea en la familia Masclans ese imperio familiar con hijos legítimos y bastardos, nueras, matriarca beata, tacaña, codiciosa y conservadora, de eterna ceja arqueada, allegados, delfines familiares y políticos, y todo el entorno, todos y cada uno de ellos dispuestos con toda naturalidad a hacerse con la mayor cantidad de dinero a costa de lo que sea, a no esconderse en la ostentación de propiedades, a presentar el apellido y la estirpe o la relación de turno como cartas de visita que franquean el acceso ilimitado a cualquier cosa. Reconocerlos es fácil, aunque se juegue al despiste, aquí el patriarca tuvo un desliz de juventud con una señorita escandinava a la que se relegó, y ahora El Bastardo, hijo no reconocido de forma oficial, pero igualmente apuntado al carro del meter mano en la caja pública, en un papel secundario pero nada desdeñable, se ha liado con Violeta Mancebo, a la sazón catalana igual que él, aunque no ostente apellido alguno de las 500 familias, a la que ha prometido disponer, en lo material, de todo aquello que desee, pero la cosa se ha empezado a complicar, los sillones se tambalean y la relación está a punto de estallar. En una primera escena sencillamente memorable, es Clara Monsalvatges, vecina, quién, a través de las paredes de un piso en la zona alta de Barcelona, oye una discusión en que la relación se rompe y, tras estrépito de platos rotos, entra en el piso a ver a su vecina y el relato cambia de narrador. Un recurso magnífico, como una steadycam que irrumpe y dobla la relación: Monsalvatges ha convocado a un ex-novio para asistir a esas sesiones nocturnas de discusiones y ahora ya tenemos, siguiente parte, a Violeta y al Bastardo, pareja protagonista, en medio de las cuitas palaciegas, y la novela se abandona a una especie de ficción política en que todo se duplica y resulta tan identificable.
Torné mantiene un tono crítico, pero no distante. No parece un advenedizo entregado a la especulación para enganchar al lector sino alguien que se ha documentado lo suficiente, que ha dado los pasos necesarios para especular en firme. Alguien que ha sabido observar el devenir de los hechos desde fuera y desde dentro. No alguien beligerante con la mayoría que es seducida por lo que acaba resultando una ilusión hinchada artificialmente, sino alguien convencido de haber encontrado algunas de las claves del gran engaño. La conclusión acaba siendo dramática: el político cree que su castigo por robar le será condonado o permutado si encuentra un pretexto poderoso, pero hace lo mismo que otros en otros lugares. El juego psicológico, con el desdoble constante de parejas en distintos niveles: Montsalvatges/novio, Violeta/Bastardo, patriarca Masclans/matriarca Masclans, hermano bastardo/hermano legítimo, Violeta/padre, clase alta/clase baja, catalanes de pura cepa/xarnegos es vertiginoso, y Torné empuja a cuestionarse las cosas, circunstancia que a mí entender es, simplemente, imposible recriminarle, que hace que se vaya más allá de la ficción política.
Dos pequeñas pegas menores: una cuarta parte, breve, una especie de reflexión/bajón final a la que no le veo mucho encaje, y el no haber optado en la edición por traducir, aunque sea a pie de página, las profusas palabras y frases en catalán. Dos cuestiones muy disculpables ante una novela magnífica, que lo es tanto porque quien la lea comparta sus premisas como a pesar de que no lo haga.
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