lunes, 15 de julio de 2019

José Ignacio Carnero: Ama

Idioma original: español
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable

En los últimos años tengo una cierta relación de fidelidad con la editorial Caballo de Troya: desde que se convirtió en editorial de dirección rotativa, todos los años me leo al menos un libro, y el año pasado me los leí todos, para ver la selección de Lara Moreno como un todo. Este año, ya llevo tres de los escogidos por Luna Miguel: GameBoy de Víctor Parkas, Cambiar de idea de Aixa de la Cruz y este, Ama de José Ignacio Carnero. Y con estos tres da para establecer algunas líneas comunes que podrían (habrá que ver los que faltan) definir la selección de este año: el relato (pseudo)autobiográfico combinado con la reflexión literaria, política o social.

En este caso, José Ignacio Carnero hila dos temas que se entrecruzan en su propia biografía: por una parte, la muerte de su madre, la ama del título (en euskera, claro), mujer trabajadora que dejó Galicia para ir a ganarse la vida como chica de la limpieza para las familias pudientes de la margen derecha del Nervión. El libro cuenta, con doloroso detalle, la agonía de los últimos meses y días de la madre del autor (de forma bastante paralela a como pasaba en El comensal de Gabriela Ybarra, también publicado en Caballo de Troya), pero bucea también en los recuerdos compartidos, en las incomprensiones y silencios que pueblan casi todas las familias, en los gestos de cariño y en las memorias de infancia.

El segundo tema, que acaba por asumir un mayor protagonismo a medida que avanza la obra, es el de la movilidad geográfica y social del autor: su desarraigo y desclasamiento (podríamos decir) cuando se licencia en Derecho y se traslada a Madrid primero y a Barcelona después. En esta ciudad cosmopolita y burguesa como pocas, el hijo de la limpiadora gallega se siente como un intruso o un impostor (un poco como el Pijoaparte de Marsé, con el que el propio autor se compara irónicamente): nunca será realmente una de esas personas habituadas a pasearse por la Diagonal alta, pero tampoco es ya un proletario: disfrazado con una corbata y un traje, se codea con aquellos que contratarían a su madre para que les preparase la cena.

Creo que el gran acierto del libro es combinar dos temas con los que es fácil identificarse, uno practicamente universal y el otro, quizás, más limitado temporal y cronológicamente. El primer tema es la compleja y dolorosa relación que tejemos con nuestros padres: podemos amarlos y ser amados por ellos, pero inevitablemente llega un momento en que el cordón umbilical se rompe, se produce un alejamiento, se buscan caminos propios, y ese proceso de emancipación conlleva alguna culpa y algún dolor, que se acumula en el momento de la despedida definitiva.

El segundo gran tema, como decía relacionado con este, es el del ascenso social, que hasta hace poco (hasta que la crisis y la imposición de la precariedad como norma atascaron el ascensor social) en muchos casos también adoptaba un formato generacional: los hijos tenían, o aspiraban a tener, mejores condiciones de vida que sus padres, lo que, en algunos casos, implicaba volver a emigrar, aunque en este caso en condiciones bastante más amables. Este tipo de historias de emigración y mejora de las condiciones de vida son particularmente reconocibles, creo, en ciertos contextos históricos y geográficos (Bilbao, Madrid o Barcelona, sin ir más lejos), y creo que es un acierto de Carnero el que su experiencia individual sirva para representar las vidas de muchas otras personas o familias.

Es curiosa, por otra parte, la insistencia de José Ignacio Carnero en llamar "novela" a su obra; es posible que esto se relacione con la capacidad de la novela para abarcarlo todo, pero también con el prestigio y la visibilidad abrumadoras de la novela, casi el único género literario que parece digno de tal nombre en nuestros días. En Cambiar de idea de Aixa de la Cruz había una reflexión sobre estas cuestiones de género (en aquel caso, tanto genre como gender); en la obra de José Ignacio Carnero el género literario se da por supuesto y por descontado, lo que es una pena porque se podía haber hurgado un poco más también en esa herida (textual): qué escribimos en los momentos de duelo, y cómo hacemos para hablar del dolor sin caer en la cursilería o en el kitsch (algo que Carnero consigue evitar).


Creo que esa es una de las causas por las que coloco Cambiar de idea algo por encima de Ama, en el particular ranking de las publicaciones de Caballo de Troya de este año: su capacidad para la autoconsciencia y la reflexión sobre el propio acto de escritura, así como una mayor carga (auto)crítica. En el caso de Carnero, por otra parte, tengo la sensación de que el clímax emocional (la muerte de la madre, que me resultó conmovedora hasta casi hacerme llorar, y mira que yo no soy nada de eso) llega muy pronto en el texto, y luego cuesta volver a enganchar al mismo nivel, hasta, quizás, un capítulo muy al final que narra un viaje a la tierra natal de la madre, en Galicia. Algo más de contención en los capítulos intermedios creo que habría podido servir para conseguir una obra más redonda y que fluyese mejor de principio a fin.

No sé si seguiré leyendo el resto de las obras seleccionadas por Luna Miguel para Caballo de Troya; con tres puede ser suficiente para tener una idea, y para confirmar el buen ojo de la editora invitada de este año.

1 comentario:

Koldo CF dijo...

Hola, Santi

Bastante de acuerdo con la reseña (lagrimilla incluida), aunque a mi me ha gustado un pelín más que a ti. Creo que algo tiene que ver el compartir lugar de origen con el autor (los que sois de Bilbao Bilbao y los que ibamos a Bilbao como el que va ahora a NY) y, hasta cierto punto, experiencias vitales hace que el grado de identificación haya sido, para mi, enorme.
¡Si hasta hemos compartido colegio y todo (aunque José Ignacio sea bastante más joven que yo)!

En fin, libro recomendado, sí

Un abrazo