Título original: 騎士団長殺し Kishidanchō Goroshi
Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés (ed. en castellano), Albert Nolla (ed. en catalán)
Año de publicación: 2017
Valoración: bastante recomendable
Hacía tiempo que no leía una novela de mi admirado Haruki Murakami. Después de haber leído la mayoría de sus novelas, no quitaré la razón a quienes afirman que repite a menudo la misma fórmula, por lo que considero que, aunque guste lo que escribe, sí hay que dejar cierto espacio entre novelas. Aun así, siempre empiezo sus libros con muchas ganas, aunque últimamente también con cierto recelo pues, dejando la magistral «1Q84» aparte, los últimos libros publicados no estaban al nivel que se espera del autor.
Pero, a pesar de esos últimos baches, ha sido justo empezar las primeras páginas, y las buenas sensaciones y recuerdos vuelven rápidamente, como si no hubiera pasado el tiempo desde el último libro leído, como si su narrativa siempre hubiera estado ahí presente, en el interior del propio lector. Vale, me he puesto sensible, pero es que en el prólogo de unas pocas páginas el autor ya nos muestra todo aquello que ofrece su obra: misterio, familiaridad, y cierta aura poética en sus frases. Así que, sin dilación, el autor nos invita a entrar en su mundo, como si supiera que ya lo conocemos. Y no nos negaremos a ello.
En primeras páginas ya vemos el estilo al que nos tiene acostumbrados el autor. El protagonista, un joven pintor divorciado, va a vivir a una casa que le han prestado, perteneciente a un pintor. En ella encuentra escondido un misterioso cuadro, que da nombre al título de esta novela. A partir de ese momento, y con la aparición de un enigmático vecino que vislumbra desde la distancia, se empiezan a suceder una serie de extrañas situaciones que el protagonista deberá desentrañar. Tenemos por tanto el origen del misterio, el escenario definido, la aparición de enigmáticos personajes y la soledad del artista, elementos habituales en la narrativa de Murakami con los que acostumbra a crear sus mundos a medio camino entre lo real y lo onírico.
Con todos estos elementos, Murakami nos ofrece un libro con aires de nostalgia, la nostalgia a la soledad a la que se ve abocado el protagonista tras un divorcio inesperado y los recuerdos sobre la pérdida de su hermana, fallecida siendo él aún muy joven. Y en esa soledad, y a causa de la aparición de un misterioso personaje, el protagonista recupera su capacidad de dar forma a un retrato con su don especial, la capacidad de revivir en él una imagen en apariencia estática.
Fiel a su estilo inconfundible, el autor nos invita a entrar en la historia poco a poco, conectando de manera irremediable con los personajes y, como en uno de sus muchos episodios oníricos, a medio camino entre la realidad y el sueño, nos vamos sumergiendo en la historia, arrastrados por esa aura enigmática que rodea los personajes del escritor japonés. En un claro avance in crescendo, al tercio del primer libro ya estamos plenamente inmersos en una historia que nos trae a aquel universo de Murakami formado por personas solitarias (aunque menos de lo que pretenden), en una revisión del pasado con mirada nostálgica, a un mundo donde el entorno invita a soñar, a creer, a abrirse, a adentrarse en lugares desconocidos donde, quien sabe si al final, se encuentra la propia realidad que hemos estado evitando, de manera imperceptible pero inevitable.
El libro, con el magnetismo propio al que los tiene acostumbrados el autor japonés, evoca al mundo de las ideas de Platón, jugando entre realidad e ilusión a lo largo del libro, plagado de apariciones y misterios quién sabe si creados por nuestra propia mente. De tal manera lo afirma uno de los personajes «a partir de un momento determinado me convertí en idea pura». Hay más referencias ocultas a Platón, transformando la caverna en un pozo, elemento clave en la historia narrada, de igual manera al famoso pozo que ya apareció en «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo», uno de sus libros más crípticos a la vez que más extensos del autor. O, en otro párrafo, cuando revisando el pasado el protagonista dice «entonces salimos de la cueva y volvimos al mundo real».
Con este libro, Murakami abandona sus habituales narraciones con protagonistas jóvenes, relaciones sentimentales y la soledad habitual en las obras del autor, para tejer una historia más madura, más reflexiva, más profunda. Parece como si el autor haya llegado a la madurez y se haya decidido a tratar aspectos más propios de la edad adulta, más cercanos posiblemente a «After Dark» que a otras novelas donde los jóvenes son los protagonistas. También abandona en gran medida esas escenas cotidianas a las que nos tiene acostumbrados, que dotaban las novelas de cierta ligereza literaria. El autor incluso se atreve en esta novela a profundizar en el arte y se pone en la piel de un pintor. En este aspecto Murakami sale airoso de la contienda, pues su narración es creíble, intensa, interesante y reflexiva sobre qué aporta el arte, no únicamente a quién lo contempla, sino también al propio pintor, como canal de transmisión, como vehículo para exteriorizar una necesidad, una ventana abierta al mundo real por donde salgan las emociones, los sentimientos. Ahí entra también el mundo de las ideas, en un claro juego entre realidad e ilusión, entre percepción y objetividad, pero también entre la vida y la muerte (y su recuerdo, trayendo la persona en cuestión de nuevo a la vida, aunque no sea palpable, ni visible).
Según lo expuesto, y por los temas tratados, Murakami da un paso adelante en esta novela y prácticamente abandona ciertos tics de sus libros previos, no únicamente en aquello que trata, sino también en la manera de hacerlo; así, por ejemplo, cambia el tipo de relaciones amorosas por otro tipo de relaciones, más maduras, menos esporádicas o espontáneas. Y hubiera agradecido que este paso adelante fuera aún mayor, pues la parte más floja del libro son las relaciones del protagonista con su amante, que aportan bien poco a la historia y rompe el ritmo narrativo. También, otro de los aspectos menos logrados, son las partes de la historia relacionadas con la Segunda Guerra Mundial u otros momentos históricos. El autor intenta definir esos escenarios como parte de la trama, aunque parecen metidos de manera un poco forzada y eso se transmite en el tono narrativo, que adquiere una seriedad y cierta sensación de prudencia imaginativa que evidencia que Murakami no se siente tan cómodo en estos temas. Cuando se aleja de su escenario onírico, mágico y fantástico, e intenta transmitir profundidad histórica el autor no acaba de desenvolverse bien. Es inevitable, pues hasta ahora no se había adentrado en estos temas y parece no encontrar el punto, ya que se nota algo forzado cuando introduce apuntes sobre el muro de Berlín o la Armada Invencible, ... son párrafos que no tienen una relación creíble con la historia relatada y se ven demasiado desvinculados, no únicamente de la trama, sino también del estilo, pues son narrados de manera casi enciclopédica. También, en lo negativo, hay ciertos puntos de la historia, ciertos enigmas, que quedan en el aire irresueltos cuando termina la novela. Pero en parte tiene sentido, pues nunca llegaremos a conocer toda la verdad que hay dentro de nuestra historia, donde terminan todos los hilos que la han ido tejiendo, y más teniendo en cuenta que parte de ellos existen solo en nuestras ideas, no sabiendo en algunos casos cuáles han sucedido realmente o son puramente un producto de nuestra inquieta e indescifrable imaginación.
A pesar de estos puntos débiles, y de una sorprendente e incomprensible edición rompiendo el libro en dos tomos (y además con pocos meses de diferencia entre ediciones) cuando la historia no está pensada para ello ni el corte se produce en un momento justificado, es un libro recomendable por permitirnos volver a ese mundo que sabe idear hábilmente el autor, por esas sensaciones que nos transmite y, en este caso, por ese salto adelante hacia una madurez narrativa que era conveniente y lógica. La historia te atrapa y te engancha, sumergiéndote a un mundo de posibles, de sueños y reflexiones. Y siempre recomendaré al autor japonés, pues el mundo de Murakami gira siempre en torno a la soledad, la ilusión, la frontera entre realidad y sueño, en un espacio onírico en el que el autor nos invita a pasar, a ser parte de su mundo, a hacernos partícipes de esas historias que imaginamos como posibles, aunque sea en una realidad que solo existe en nuestro interior. Murakami es un autor que sabe cómo pocos cómo conectar con nuestras ilusiones, con otros mundos, nuestros sueños, o invitarnos a nosotros en los suyos. Bienvenidos a su mundo, o al de todos.
Hay mucha obra reseñada de Haruki Murakami en ULAD Aquí
Pero, a pesar de esos últimos baches, ha sido justo empezar las primeras páginas, y las buenas sensaciones y recuerdos vuelven rápidamente, como si no hubiera pasado el tiempo desde el último libro leído, como si su narrativa siempre hubiera estado ahí presente, en el interior del propio lector. Vale, me he puesto sensible, pero es que en el prólogo de unas pocas páginas el autor ya nos muestra todo aquello que ofrece su obra: misterio, familiaridad, y cierta aura poética en sus frases. Así que, sin dilación, el autor nos invita a entrar en su mundo, como si supiera que ya lo conocemos. Y no nos negaremos a ello.
En primeras páginas ya vemos el estilo al que nos tiene acostumbrados el autor. El protagonista, un joven pintor divorciado, va a vivir a una casa que le han prestado, perteneciente a un pintor. En ella encuentra escondido un misterioso cuadro, que da nombre al título de esta novela. A partir de ese momento, y con la aparición de un enigmático vecino que vislumbra desde la distancia, se empiezan a suceder una serie de extrañas situaciones que el protagonista deberá desentrañar. Tenemos por tanto el origen del misterio, el escenario definido, la aparición de enigmáticos personajes y la soledad del artista, elementos habituales en la narrativa de Murakami con los que acostumbra a crear sus mundos a medio camino entre lo real y lo onírico.
Con todos estos elementos, Murakami nos ofrece un libro con aires de nostalgia, la nostalgia a la soledad a la que se ve abocado el protagonista tras un divorcio inesperado y los recuerdos sobre la pérdida de su hermana, fallecida siendo él aún muy joven. Y en esa soledad, y a causa de la aparición de un misterioso personaje, el protagonista recupera su capacidad de dar forma a un retrato con su don especial, la capacidad de revivir en él una imagen en apariencia estática.
Fiel a su estilo inconfundible, el autor nos invita a entrar en la historia poco a poco, conectando de manera irremediable con los personajes y, como en uno de sus muchos episodios oníricos, a medio camino entre la realidad y el sueño, nos vamos sumergiendo en la historia, arrastrados por esa aura enigmática que rodea los personajes del escritor japonés. En un claro avance in crescendo, al tercio del primer libro ya estamos plenamente inmersos en una historia que nos trae a aquel universo de Murakami formado por personas solitarias (aunque menos de lo que pretenden), en una revisión del pasado con mirada nostálgica, a un mundo donde el entorno invita a soñar, a creer, a abrirse, a adentrarse en lugares desconocidos donde, quien sabe si al final, se encuentra la propia realidad que hemos estado evitando, de manera imperceptible pero inevitable.
El libro, con el magnetismo propio al que los tiene acostumbrados el autor japonés, evoca al mundo de las ideas de Platón, jugando entre realidad e ilusión a lo largo del libro, plagado de apariciones y misterios quién sabe si creados por nuestra propia mente. De tal manera lo afirma uno de los personajes «a partir de un momento determinado me convertí en idea pura». Hay más referencias ocultas a Platón, transformando la caverna en un pozo, elemento clave en la historia narrada, de igual manera al famoso pozo que ya apareció en «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo», uno de sus libros más crípticos a la vez que más extensos del autor. O, en otro párrafo, cuando revisando el pasado el protagonista dice «entonces salimos de la cueva y volvimos al mundo real».
Con este libro, Murakami abandona sus habituales narraciones con protagonistas jóvenes, relaciones sentimentales y la soledad habitual en las obras del autor, para tejer una historia más madura, más reflexiva, más profunda. Parece como si el autor haya llegado a la madurez y se haya decidido a tratar aspectos más propios de la edad adulta, más cercanos posiblemente a «After Dark» que a otras novelas donde los jóvenes son los protagonistas. También abandona en gran medida esas escenas cotidianas a las que nos tiene acostumbrados, que dotaban las novelas de cierta ligereza literaria. El autor incluso se atreve en esta novela a profundizar en el arte y se pone en la piel de un pintor. En este aspecto Murakami sale airoso de la contienda, pues su narración es creíble, intensa, interesante y reflexiva sobre qué aporta el arte, no únicamente a quién lo contempla, sino también al propio pintor, como canal de transmisión, como vehículo para exteriorizar una necesidad, una ventana abierta al mundo real por donde salgan las emociones, los sentimientos. Ahí entra también el mundo de las ideas, en un claro juego entre realidad e ilusión, entre percepción y objetividad, pero también entre la vida y la muerte (y su recuerdo, trayendo la persona en cuestión de nuevo a la vida, aunque no sea palpable, ni visible).
Según lo expuesto, y por los temas tratados, Murakami da un paso adelante en esta novela y prácticamente abandona ciertos tics de sus libros previos, no únicamente en aquello que trata, sino también en la manera de hacerlo; así, por ejemplo, cambia el tipo de relaciones amorosas por otro tipo de relaciones, más maduras, menos esporádicas o espontáneas. Y hubiera agradecido que este paso adelante fuera aún mayor, pues la parte más floja del libro son las relaciones del protagonista con su amante, que aportan bien poco a la historia y rompe el ritmo narrativo. También, otro de los aspectos menos logrados, son las partes de la historia relacionadas con la Segunda Guerra Mundial u otros momentos históricos. El autor intenta definir esos escenarios como parte de la trama, aunque parecen metidos de manera un poco forzada y eso se transmite en el tono narrativo, que adquiere una seriedad y cierta sensación de prudencia imaginativa que evidencia que Murakami no se siente tan cómodo en estos temas. Cuando se aleja de su escenario onírico, mágico y fantástico, e intenta transmitir profundidad histórica el autor no acaba de desenvolverse bien. Es inevitable, pues hasta ahora no se había adentrado en estos temas y parece no encontrar el punto, ya que se nota algo forzado cuando introduce apuntes sobre el muro de Berlín o la Armada Invencible, ... son párrafos que no tienen una relación creíble con la historia relatada y se ven demasiado desvinculados, no únicamente de la trama, sino también del estilo, pues son narrados de manera casi enciclopédica. También, en lo negativo, hay ciertos puntos de la historia, ciertos enigmas, que quedan en el aire irresueltos cuando termina la novela. Pero en parte tiene sentido, pues nunca llegaremos a conocer toda la verdad que hay dentro de nuestra historia, donde terminan todos los hilos que la han ido tejiendo, y más teniendo en cuenta que parte de ellos existen solo en nuestras ideas, no sabiendo en algunos casos cuáles han sucedido realmente o son puramente un producto de nuestra inquieta e indescifrable imaginación.
A pesar de estos puntos débiles, y de una sorprendente e incomprensible edición rompiendo el libro en dos tomos (y además con pocos meses de diferencia entre ediciones) cuando la historia no está pensada para ello ni el corte se produce en un momento justificado, es un libro recomendable por permitirnos volver a ese mundo que sabe idear hábilmente el autor, por esas sensaciones que nos transmite y, en este caso, por ese salto adelante hacia una madurez narrativa que era conveniente y lógica. La historia te atrapa y te engancha, sumergiéndote a un mundo de posibles, de sueños y reflexiones. Y siempre recomendaré al autor japonés, pues el mundo de Murakami gira siempre en torno a la soledad, la ilusión, la frontera entre realidad y sueño, en un espacio onírico en el que el autor nos invita a pasar, a ser parte de su mundo, a hacernos partícipes de esas historias que imaginamos como posibles, aunque sea en una realidad que solo existe en nuestro interior. Murakami es un autor que sabe cómo pocos cómo conectar con nuestras ilusiones, con otros mundos, nuestros sueños, o invitarnos a nosotros en los suyos. Bienvenidos a su mundo, o al de todos.
Hay mucha obra reseñada de Haruki Murakami en ULAD Aquí
13 comentarios:
Hola Marc!!
No entiendo, como nadie te ha felicitado por tu excelente reseña!!
Has descrito la escritura del autor tal cual es. Felicidades.
Yo soy fan de Murakami, aunque lo he criticado de repetitivo en varias de sus obras,
El propósito de Murakami, es justo lo que describes como.....
Que nos hace partícipes de esas historias que imaginamos como posibles, aunque sea una realidad que solo existe en nuestro interior.
Éso es muy japonés....
Siempre cuando se leen a los clásicos japoneses, te hacen reflexionar ó interiorizarte, para que tú sólo tú, puedas descifrar tu propia lectura.
Felicidades Marc!
Hola, Marcela. Muchísimas gracias por el elogio a la reseña. La verdad es que le tenia ganas a este nuevo Murakami, por su extensión y por cierto cambio de registro, pues creo que debía arriesgar algo más en su escritura (que no en el estilo, que domina perfectamente y tiene a muchos de nosotros entusiasmados). Los autores japoneses, como bien dices, tienen ese tono de profundidad envuelto en una aura poética que va mucho más allá de lo que en apariencia se dice. Y son un valor que raramente decepciona.
Gracias de nuevo por tus palabras y por comentar la entrada.
Saludos
Marc
Hola Marc!
Yo también quiero felicitarte por la excelente reseña. También tuve mi época de fascinación con este autor, y como a tantos les ha ocurrido, he abandonado debido a esta repetición de su fórmula que comentas. Sea como sea, estos elementos tan característicos que tiene su estilo y que muy bien describes, me llevaron a disfrutar o casi gozar diría yo, especialmente de "Crónica del pájaro..", que es la obra da la que mejor recuerdo guardo, pero también de al menos otras 4 ó 5 novelas más. Hace ya varios años que no he vuelto a leer nada suyo, y después de que me haya picado el gusanillo leyendo tu reseña, quiero preguntarte: ¿Me reencuentro con él con 1Q84, que parece que consideras una de sus obras capitales? ¿O me leo esta última, qua aunque has señalado algunos puntos débiles, sin embargo también destacas ciertos cambios de registros que puedan alejarla aunque sea levemente de su estilo de sobras conocido?
Muchas gracias Marc!
Hola, Javier. Muchas gracias por tus palabras.
Entiendo lo que te ocurrió con el autor, y puede que por eso sitúe entre sus mejores obras las primeras que llegaron traducidas (“Tokyo blues”, “After Dark”, “Crónica del pájaro...”, etc). Pero luego llegó “1Q84”. Y con él disfruté como nunca, pues para de mí está por encima, muy por encima incluso, de cualquier otro libro que haya publicado. La consideró una obra maestra. Así, sin más. Porque toca muchísimos géneros (romántico, detectivesco, fantástico...), pero sobretodo, porque es una obra que a pesar de su extensión, no tiene ningún bache, es casi perfecta. Considero que “1Q84” es uno de los mejores libros que he leído nunca, y no hablo de los de Murakami únicamente, sino en general.
Si te apetece volver a leer a Murakami, no únicamente te recomiendo que leas “1Q84”, sinó que incluso te envidio (sanamente), pues podrás disfrutarla y descubrirla por primera vez, y eso es un lujazo.
Saludos, y gracias por tu comentario.
Marc
Hola, Marc:
Qué gran reseña. A mí también me gusta Murakami, es más, me gusta tanto que creo que he leído todas sus obras traducidas excepto esta. Lo que sucede es que lo leí tanto en tan poco tiempo que se me entremezclan los argumentos de las obras.
Lo curioso es que recordaba haber leído en alguna reseña antigua de ULAD "odio a Murakami", pero no fuiste tú. Bueno, ya sabemos que es un escritor que no deja indiferente.
Una cosa que adoro de él es que siente fascinación por los gatos (como yo), y siempre hay gatos pululando por sus libros.
Otro tochaco pendiente, hoy tendré que decidir en las urnas, y también en mi cabeza entre tanto libro que recomendáis.
Ah, creo que el que más me gustó de sus libros fue la "Crónica del pájaro..", supongo que por la novedad.
Saludos
Hola, Lupita. ¡Muchas gracias!
Es curioso lo que comentas, pues leo a menudo también en alguna otra reseña del autor, que “Crónica del pájaro…” es un libro que mucha gente destaca entre los mejores. Y probablemente sea que por la novedad que supuso, aunque también se trata de un libro más complejo y exigente.
Si te decides a leer este, ¡ya nos contarás!
Saludos
Marc
PD: Ten por seguro que el del “odio a Murakami” no fui yo, debió ser Juan :-)
Hola otra vez Marc!
Muchas gracias por tu recomendación: duda resuelta. En cuanto se me tercie, me pongo con 1Q84, y a dusfrutar de Murakami como en los viejos tiempos!
Gracias por la confianza. ¡Ya nos contarás!
Saludos
Marc
Por algún motivo que desconozco, no he leido nada de Murakami. Me regalaron para un cumpleaños, cuando recién se había publicado, 1Q84, y ahí está, juntando polvo en el estante de la biblioteca. Por lo que escribe Marc y acotan varios comentaristas, me estoy perdiendo de algo grande, y tal vez esté llegando la hora de remediar esta omisión.
Tú que opinas, Juan?
:-)
Je je...no provoquemos, que puede correr la sangre... ; )
Ahora en serio: a mí Haruki M. no me convence, pero sí me parece que tiene ciertas cualidades como narrador. Ahora bien, lo que no le perdono es que haya suplantado en el mundo a Ryunosuke, el VERDADERO MURAKAMI.
Creo que Murakami es el escritor con quien más a gusto me he sentido a lo largo de casi cincuenta años de lectura. Por varias razones: Me he leído casi todas sus obras al azar, sin referencias ni comentarios, dejándome llevar por el azar de conseguirlas en las viejas librerías de usados, sin conocer a otro lector de su obra y con la certeza de que de haberlo leído antes, no me hubiese gustado. Es decir, que su escritura ha esperado el discurrir de mi propia vida. Y aún no he leído 1Q84 y el Comendador, es decir que me espera algo maravilloso. Tengo autores inolvidables de juventud como Vargas Llosa, Mika Waltari y Carlos Fuentes que en mi edad madura ya no soporto por livianos, clásicos como Victor Hugo, Mujica Lainez y Dostoievsky a los que siempre vuelvo y otros como Cervantes, García Márquez y Tolstoi que serán eternos e imborrables, pero Murakami ajusta con precisión a estos 55 años que recién he cumplido por sus escenarios y su escepticismo, por su naturaleza. Inmenso en Kafka en la Orilla, sentimental en Tokio Blues, poético en El fin del Mundo y Un país de maravillas, desopilante y alucinante en sus relatos. Cada vez que me sumerjo en su escritura caigo en admiración, acepto sus propuestas de paradoja y me entrego de lleno a su ritmo y decadencia. Eso es lo que debe lograr un escritor, no?
Hola, Efraín. Da gusto encontrar lectores que aprecian la obra de Murakami como tu. En mi caso, también es un autor que me ha acompañado durante varias décadas de mi vida y, a pesar de algún altibajo en sus obras, siempre tengo ganas de seguir leyéndolo. A pesar de que se sus libros giran a menudo en torno a los mismos temas, la delicadeza con los que trata las historias y sus personajes lo hace un gran escritor, como bien dices. Es un autor que siempre irá ligado a mi vida lectora, durante muchísimos años.
Acabaré diciendo que, sí aún te queda 1Q84, eres afortunada, pues lo considero su mejor libro.
Saludos, y gracias por comentar la reseña.
Marc
Excelente análisis de esta obra.
Te he encontrado por casualidad (¿?) y no te dejaré. Un blog para recomendar a mis amigos y amigas, escritores en ciernes y, algunos, ya en el rodeo desde hace mucho tiempo.
Gracias
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