viernes, 28 de noviembre de 2025

Xavier Mas Craviotto: Animals inexpressius

Idioma original: catalán
Título original: Animals inexpressius
Traducción: sin traducción al castellano en el momento de publicar esta reseña
Año de publicación: 2025
Valoración: muy recomendable


Hay talentos que, ya de bien jóvenes, destacan por tener una sensibilidad especial a la hora de escribir, ya sea una novela, relatos cortos o poesía. Pero hay autores que justamente su paso por todas las disciplinas literarias (y especialmente la poesía) les otorga un valor adicional no siempre al alcance de todos. Porque es difícil destacar en cada una de esas facetas, pero Mas Craviotto lo consigue, pues este libro de relatos (su primer recopilatorio) se suma a los éxitos en clave de calidad literaria que consiguió con las novelas o sus poemas. Veamos lo que nos ofrece en esta antología.

El libro que nos ocupa nos presenta una recopilación de diez relatos, de duraciones entre las cincuenta páginas el más largo y catorce el más corto, escritos todos ellos en una misma época. Y, como en todo libro de relatos que se precie, todos ellos tienen algo en común, un hilo conductor que permite al lector hilvanar las diferentes historias para que, también en conjunto, tengan sentido, que a su manera se puedan entender como una continuación uno del otro, no ya a nivel argumental sino a nivel emocional, casi sensorial que los conecta de manera orgánica y natural. En este caso, el nexo común a todos ellos es la inercia, una inercia que empuja a los personajes a seguir con unas vidas que no perciben ya como propias, sometidas a una desconexión permanente ya sea de la pareja, del mundo, del futuro o incluso de su propia vida. Así, los personajes que protagonizan los relatos se ven arrastrados por una cotidianeidad de la que no saben cómo escapar, por unas expectativas que les empujan adelante sin ver (o pretendiendo no hacerlo) el abismo que se abre ante sus vidas; un abismo que sortean como pueden, empujando los días, uno a uno, intentando así salvar el escollo que les niega la felicidad, sin tener en cuenta que, en cada decisión, la cuerda que los sostiene es más débil, más fina, casi un hilillo en el que agarrarse justo antes de la caída final que no siempre se produce, aunque quizás paradójicamente sería esa su salvación.

Para no extenderme demasiado, no desgranaré cada uno de los relatos porque, además, con ello, hurtaría a los futuros lectores parte del encanto que tienen de manera intrínseca los relatos: la contundencia de esa ventana temporal que se abre in media res a una historia y que nos permite ser testigos por un corto espacio de tiempo de unas vidas que uno percibe más amplias de las que se nos refleja. Y es que, en parte, ese es uno de los puntos fuertes de las grandes narraciones en el genero de los cuentos: la capacidad del autor en dejarnos ver, a través de unas pocas páginas, unos personajes que por lo que se insinúa en el relato tienen vidas previas y posteriores al momento narrado, podemos intuir su pasado y su futuro fuera del cuento convirtiéndonos momentáneamente en testigos temporales de sus vivencias. A pesar de ello, sí diré que mis preferidos son el primero de ellos («La noche atrapada dentro del retrovisor») en la que el autor teje un relato duro, intenso, con una tensión palpable que se extiende como un manto a lo largo del relato. Una historia de vacíos, de silencios, pero sobre todo de una inercia que empuja a sus personajes hacia un abismo, cada uno el suyo, con su propio interminable fondo al que ni la oscuridad propia de los propios temores les hace apartarse de un borde que les tienta absorbiéndoles hacia un agujero existencial en sus vidas. También me ha parecido sublime el relato «El laberinto», sobre un niño prodigio, que conoce todas las banderas de los países del mundo, sus capitales y la forma de sus países. Un niño incomprendido por los padres porque ven que en su cerebro hay como una especie de laberinto donde se encuentra todo lo que recuerda y que, a diferencia de ellos que «sólo tenemos una calle», su hijo nació «con una ciudad en la cabeza». Un niño inteligente con unos ojos que «eran de alguien que había entendido la vida mucho mejor que los adultos. Alguien que había entendido el mundo y se aburría porque ya no había nada que hacer en el mundo, cuando lo has entendido». También resulta sobrecogedor el relato «El día que desapareció el Sol» o también triste y desesperanzador «El iceberg».

En esta recopilación, Mas Cravitto ha bordado un libro a través de un conjunto de textos enlazados, no solo simbólicamente sino también sutilmente a través de puntos de unión argumentales entre ellos, que desprenden violencia, alguna vez física, alguna vez psicológica pero siempre interior, por la frustración de no haber conseguido una vida mejor, por no haberse rebelado en los momentos en que la vida lo exigía o demandaba, por ser demasiado débil o demasiado fuerte, por una pérdida o por un exceso, por uno mismo o por los demás. Violencia contenida o explícita que rodea a sus personajes, así como lo hace también la desesperación o la tristeza, todas rodeadas en un abrazo letal que lo arrastra y los condena. No hay redención, no hay una brecha por lo que la luz pueda asomar y mostrar un nuevo camino, todos parecen perdidos y condenados a una vida que no quieren, pero de la que no consiguen encontrar escapatoria porque, tal y como dice el autor en uno de los cuentos, «es cabrona la inercia. Hace que dejes de entender cosas. Hace que dejes de entender las cosas porque antes ha hecho que dejes de hacerte preguntas. Dejas de preguntarte por qué haces lo que haces, qué sentido tiene todo lo que te envuelve. Entonces sí que estás muerto». Una muerte muy presente en los relatos, pues en uno de ellos afirma, sabiamente, que «las personas que amamos no se mueren solo una vez. Se mueren muchas veces. Cada vez que las recordamos vuelven a morirse. Una y otra vez. Infatigablemente. La muerte no se cansa nunca».

Para terminar, dijo el autor, en una charla en la que participé, que cuando empieza a escribir un nuevo texto no parte de un propósito sobre en qué campo situará el texto: deja que la idea le venga a la mente y luego busca qué cuerpo encaja mejor con la idea. Y, una vez leídas varias de sus obras, no me cabe duda de que todas ellas encajan como un guante, aunque no siempre de seda.

También de Xavier Mas Craviotto en ULAD: La mort lentaLa gran nàusea, La pell del món

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ojalá algún día leáis Nembrot, de Jose María Pérez Álvarez. No me rendiré en mi recomendación de literatura periférica!