Idioma original: español
Año de publicación: 2024.
Valoración:muy recomendable
Madre de corazón atómico, empecemos por aclarar, es el libro más asequible de Fernández Mallo. Un autor que suele ser víctima de ciertas etiquetas que nunca sabemos si son atribuidas de forma solemne o con cierta ironía corrosiva: “postmoderno” “alternativo” “atrevido”. Depende de quién emplee ciertos apelativos, de los contextos de uso, algunos de ellos pueden parecer un encendido elogio (incuestionable, para mí, que tenga el mérito de situar cuestiones literarias en clave polémica, con lo adormecida que suele ser la escena local) o, por el contrario, desprender cierta sorna (de las minorías arremolinadas en sus ámbitos exclusivos de preservación de la pureza conceptual que solo ellos entienden). Pero uno puede (debería) leerle sin posicionarse de forma clara o exclusiva en un lado u otro de esta especie de dilema existencial. Mi experiencia con él es desigual, y ello obliga a la fuerza a coquetear con el territorio de la contradicción: sus obras oscilan entre el ejercicio de banalidad escorado hacia el pop hasta la glorificación irredenta de sus ídolos literarios (Borges, Sebald) ejecutada con los ineludibles pretextos eruditos que a tantos pueden crispar, pero aunque sus resultados puedan ser heterodoxos, no tengo duda de sus intenciones. Las de Madre de corazón atómico, cuya primera coartada contemporánea es tomar su título prestado de un álbum de Pink Floyd, son las de un escritor que ya cuenta con sobrada madurez en sus planteamientos como para que, en un eventual acceso a temas clásicos, se muestre seguro y desinhibido.
Porque este libro es un homenaje a la figura de su padre. A la manera del escritor, desviándose del foco central justo para que sus devaneos sean justificados y respetuosos, la pura estructura del libro ya muestra claramente en sus títulos (Antes, Después, Absolutamente después) que la muerte es el eje de la narración. Que eluda el consabido tono llorón y esquive el panegírico debe ser algo que consolide a Fernández Mallo como un muy buen escritor, al margen de los eventuales arqueos de ceja que puedan suscitar sus obras más osadas.Otra cosa (pero a ver si escritores canónicamente venerados como Vila-Matas no lo hacen también) es que algunas de sus obras traspasen límites que ofuscan a algunos - ser demasiado experimentales, cargar con alguna pretensión trans-género (literario, aclaro) o incluso perpetren algún sacrilegio. Pero aquí, en esta crónica personal cargada de anécdotas, de apuntes, de divagaciones, a lo que nos enfrentamos es a una narración vital, meditada pero espontánea, como un flujo constante que tiene amarras locales, como la habitación 405 en la que el escritor medita al pie de la cama en que su padre está en el hospital, y también enormes, y memorables salidas al espacio, con el escritor rememorando y evocando viajes tanto propios como ajenos, situaciones tanto lejanas como cercanas en el tiempo, e implicando hasta cierto punto al lector en esa especie de inevitable comunión inter-generacional a la que la vida parece empujarnos.
Apelar a Fernández Mallo de locuaz podría parecer un arma de doble filo. Aquí, por supuesto, están presentes muchos de sus trucos como escritor, desde la pura especulación verbal hasta el uso de ciertas metáforas eruditas. Están sus iconos y cierto coqueteo con la autoficción cuando entrevera tanta experiencia personal, sin intención de despistar o confundir. Las alusiones a otros canales al margen de la palabra escrita, desde su blog personal hasta imágenes propias de sus experiencias o de su vida profesional al margen de la literatura. También cierto compromiso social y un agradable aire de bitácora personal, con una perspectiva emocional pero nada plañidera. Son demasiados puntos a su favor para mantener el escepticismo, pero no hay que olvidar lo principal para los que por aquí transitamos: que leer este libro es una experiencia placentera.
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