martes, 3 de septiembre de 2024

Jon Fosse: Ales junto a la hoguera

Idioma original: noruego
Título original: Det er Ales
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun en castellano para Random House
Año de publicación: 2004
Valoración: muy recomendable


Bien es conocida mi devoción por los autores nórdicos, por su extraña habilidad en narrar sin describir la soledad, la oscuridad que reside en nosotros, la sensación de desamparo en incluso abandono en relación al mundo que nos rodea. Fosse sigue esa tradición tan arraigada desde tiempos de Hamsun o Strindberg, precursores del stream of consciousness, y la rodea de un aura más enigmática, menos visceral o pasional pero sí más introspectiva si cabe.

Empieza el relato de manera muy oscura e inquietante: Signe se ve a sí misma en su hogar, un martes de finales de noviembre de 1979, justo el día en el que Asle, su pareja, desapareció. La visión que tiene es la de entrar de nuevo en la habitación y verlo a él, en la oscuridad de una tarde de otoño, «mirando hacia fuera en la oscuridad, con su pelo largo y oscuro y su jersey negro». Una oscuridad que le rodea y le abraza, atisbando fuera sin ver nada, solo mirando la oscuridad, la falta de luz, la nada. Una oscuridad que se funde con él, conformando una sola cosa, pues apenas logra distinguirle y que le transmite una inquietud, un nerviosismo, cuestionándose «¿por qué lo hace? (…) ¿Por qué está ahí de pie, sin más, cuando no hay nada que ver? » Él, en su ensimismamiento, dice que está pensando en ir otra vez a ver los fiordos, en su pequeña barca, a pesar del mal tiempo y del frío, a pesar de que está oscuro y estamos a finales de noviembre, a pesar del viento y las olas. Porque él es una persona solitaria, tímida y callada, y necesita la soledad. Una salida al exterior de la que sabemos que ya no regresará, dejándola a ella rodeada de dudas y preguntas lanzadas al aire sin más retorno que el del eco de sus miedos y temores ante una presencia que puede que no vuelva jamás.

Tal y como vimos en «Blancura», el autor se sirve también en esta obra del monologo interior; sin embargo, en este caso, lo hace desde distintas voces que ejercen como narradores, pues el libro es un monólogo continuo aunque en esta ocasión la narración se comparte entre diferentes personajes (principalmente la pareja protagonista) en una alternancia que Fosse domina a la perfección e intercambia sin saltos, sin pausa, sin apenas puntos y aparte; todo fluye de manera natural en su relato, todo está perfectamente armonizado y la narración en tercera persona es, en este caso, lo opuesto a un narrador omnisciente, pues Fosse narra en tercera persona lo que sus personajes hacen o sienten de una manera tan próxima que parece que sean ellos mismos los que nos lo digan, parece que estés en sus cabezas y sientas lo mismo que cada uno de ellos, logrando que sea muy fácil empatizar con una narración tan sencilla pero a la vez tan profunda. De hecho, es como si los personajes estuvieran disgregados y se narraran a ellos mismos, cosa que en ocasiones sí ocurre realmente de manera que se ven desde fuera en una especie de proyección que le permite al autor analizar y narrar sin interferencia directa de la distorsión propia del sujeto protagonista.  La narración en tercera persona le da un rigor y un punto de objetividad aún y sabiendo que quien narra es el propio protagonista constatando con ello que Fosse tiene un gran talento para conseguir una proximidad absoluta con los protagonistas sin que sea necesario recurrir a la narración en primera persona per se.

Tras esta escena inicial a partir de la cual prosigue el relato de manera continua, la narración se centra en ese fatídico día, en esas últimas palabras intercambiadas entre ambos, en esos últimos gestos, en la decisión sobre si era conveniente salir o si no lo era; esos recuerdos la invaden y la golpean, porque, a pesar de que han pasado muchos años, un par de décadas, ella sigue recordándolo, recordando no únicamente esos últimos instantes sino también su vida, su relación, su infinita presencia en su casa, la manera en que copaba cada uno de los espacios y las conversaciones, dejándola a ella sola ante su presencia, sola antes sus ideas, sola antes sus necesidades intentando que de algún modo aflorara su personalidad. Pero, aun años después sigue recordando ese último encuentro, su interminable presencia, sus silencios y la soledad que la contagiaba. Y en este continuo análisis en el que se van intercambiando los pensamientos de ambos, se añaden a la historia otras voces pertenecientes a la familia, a su pasado, a un linaje de varias generaciones que arrastran fantasmas, pérdidas e infortunios.

El estilo de Fosse te atrapa y te sumerge en un estado en el que consigue arrastrarte en sus pensamientos, sus inquietudes, sus angustias, sus cuestionamientos y el abrazo permanente a una soledad con el que busca acercarse a aquello que somos y aquello en lo que nos hemos convertido. El autor noruego sabe cómo pocos llegar a esos sentimientos tan íntimos, tan oscuros y a la vez tan esperanzadores al descubrir que aún hay literatura que consigue llegar a nuestro yo más interno y ver que quizá sí estamos solos, pero que no somos los únicos.

También de Jon Fosse en ULAD: BlancuraEl otro nombre (Septología I)

4 comentarios:

Guillermo Sacchi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Andia dijo...

Estupenda reseña, compañero. Por lo que veo, el estilo y atmósfera del libro se aleja poco de El otro nombre, y probablemente de los siguientes de la Septología. En una temporadita iré a por el segundo volumen.

Y una duda sobre algo que me ha sorprendido: veo que en la edición inglesa el protagonista pasa a ser Aliss en vez del original Ales. ¿Puede ser para evitar la semejanza con 'ale', y más aún teniendo en cuenta su historial alcohólico, o el de uno de los personajes en que se desdobla?

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Carlos! Espero con ganas tus reseñas sobre Septología, creo que es un autor realmente bueno.
Acerca de que en inglés el protagonista sea Aliss en lugar de Ales, has dado bastante en el clavo. En el libro hay una nota del traductor donde justo habla de esto, y viene a decir que como Ales coincide con un tipo de cerveza en inglés y como el título Det er Ales se tendría que traducir como "Es Ales" podría ser malinterpretado sin un contexto adecuado. También confiesa el traductor que es cierto que en Septología aparecen personajes llamados Ales y Asle y que quizá ahora no habría hecho lo mismo respecto a cambiar el nombre, pero que doce años atrás cuando tradujo este libro le pareció buena idea.
Espero haberlo aclarado y es otra demostración de que las traducciones pueden envejecer mejor o peor según lo que sucede en los años venideros.
Saludos
Marc

Guillermo Sacchi dijo...

Me re ubicaron jaj.. perdón la ignorancia..