miércoles, 4 de septiembre de 2024

Vicent Andrés Estellés: Llibre de meravelles

Idioma: valenciano

Año de publicación: 1971

Valoración: imprescindible

Se cumplen hoy cien años del nacimiento en Burjassot de Vicent Andrés Estellés, uno de los más grandes poetas que ha habido en lengua valenciana (y, por ende, catalana), dicho sea con toda la precaución que supone establecer algún tipo de jerarquía o incluso gradación en un género de apreciación tan subjetiva como es el de la poesía, más aún por parte de este humilde lector. Pero ya nos entendemos... y en todo caso, Vicent Andrés Estellés era la caña, sin duda, no ya uno de los mejores poetas que ha habido en lengua valenciana/catalana, sino yo diría uno de los mejores nacidos en España en el siglo XX. Poeta del siglo XX, aunque bien enraizado en los clásicos de su lengua: no sólo el título de este libro está tomado de otro de Ramón Llull, del siglo XII, sino que cada poema que lo compone está encabezado por una cita de Roís de Corella, Per March, Jordi de Sant Jordi o, por supuesto y sobre todo (¿cómo no?), Ausiàs March.

Esto no significa que la poesía de Estellés (Andrés también es el primer apellido, no un nombre propio, pero aceptemos la convención de usar el segundo) siga al dedillo modelos antiguos o desprenda un tufillo a naftalina. Todo lo contrario: se trata de lírica de una viveza extraordinaria, a horcajadas de la poesía social (pero prefigurando la "de la experiencia") y, sobre todo, del espíritu de la vida en la calle, de la frescura de los portales y la oscuridad de las escaleras de vecinos donde se besan los amantes, de las calles, las alamedas -la Alameda, de hecho-, los parques, los descampados y pretiles de la ciudad de Valencia y sus alrededores. Porque Valencia es uno de los motivos principales de este libro, no ya sólo como escenario de sus poemas, sino un elemento central, un personaje (por tópico que suene esto) que transita de arriba a abajo, de Norte a Sur Y de Este a Oeste, por todas sus páginas -de hecho, encontramos en ellas un vibrante poema, Cos mortal, compuesto enteramente con calles y puentes de Valencia-; una Valencia diferente en muchas cosas de la actual, aunque, de todos modos, reconocible. La Valencia que fue y que, cuando se publicó el libro, ya estaba comenzando a perderse.

Porque la nostalgia es otro de los motivos que recorren el libro, una nostalgia dulce y amarga a un tiempo, la nostalgia de la juventud ya pasada, de sus ansias de vida, de amor y libertad, matizada por la conciencia de los tiempos oscuros, de la represión vivida en aquellos años de posguerra en los que transcurrió. Esa posguerra franquista y dolorosa, llena de miedos y silencios, de sobreentendidos y humillaciones, de desaparecidos y asesinados, de vencedores y, sobre todo, vencidos, es la gélida sombra proyectada sobre todos los poemas, incluso los más vitales y hedonista. De forma simétrica, aunque más discreta, incluso subterránea -excepto en la última parte del libro, donde Estellés se lanza a una cierta vinculación nacional, más exaltada-, está recorrido por el espíritu de un pueblo que se mantiene a la espera, que aguarda el momento de poder salir a respirar el aire libre, de expresarse como tal (sobre todo, en la última parte del libro, Propietats de la pena).

Porque el amor, o eso nos viene a decir Estellés, es lo único que puede salvarnos, el amor en toda su profundidad y extensión, no sólo el amor excelso y puro que han cantado tradicionalmente los poetas -que también- sino el amor carnal más desatado, el erotismo furtivo de los amantes contra las tapias, o en los bancos más escondidos del parque, en los descansillos y las azoteas de las casas. El amor, que es el mayor acto de resistencia, aún desesperada, que podemos llevar a cabo, un amor que, si no lo puede todo, sí puede ser el ultimo refugio que nos quede. No en vano, el poema más célebre de Estellés, casi  -o sin casi- un himno popular, se titula Els amants...

De hecho, eso es lo otro que nos queda para resistir, nos viene a recordar este libro: la poesía. Una poesía, en su caso, torrencial pero medida, de verso libre pero riguroso, llena de imágenes líricas sacadas de lo más humilde, del polvo de las calles y el sudor de quienes las recorren. Una poesía de una tierna ferocidad, preñada de musicalidad y que no renuncia, incluso, a una cierto tono épico -una épica doméstica, casi secreta, si se quiere- y que utiliza anáforas y aliteraciones para conseguir darnos ese aliento. Una poesía nacida de las entrañas del pueblo, quizá de forma oculta, como una semilla plantada por el azar, pero que, desde luego, ha conseguido serlo sin ambages.

Por no acabar la reseña sin compartir unos versos de Vicent Andrés Estellés deun poema que aparece en el primer "capítulo" de este Llibre de meravelles y que creo que ejemplifica bastante bien su figura y su voz:

Un entre tants com no aguarden i lluiten.

Un entre tants com foraden la nit.

Un entre tants com no dormen i guaiten.


Un entre tants.

(...)

Un entre tants com trencaven els cants. 

Un entre tants entre fúries i espants.  

Un entre tants entre tots els amants.

 

Un entre tants.

(...) 

 

Un entre tants com es moren d'amor.

Un entre tants com foraden la nit. 

Un entre tants com carreguen els morts.

 

Un entre tants.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Este blog es de creadores catalanes verdad?

(No lo pregunto con ánimo de molestar, es sólo que hay muchas referencias a la literatura catalana y quería salir de dudas)

Anónimo dijo...

Pues si es valenciano y por ende catalán, eso quiere decir que es catalán.

Juan G. B. dijo...

No molestas. Pero por lo que a mí respecta, lo más catalán que tengo es mi amor por el fuet, la escalivada y los yogures de La Fageda...

Juan G. B. dijo...

Bueno, yo diría más bien que el valenciano es catalán y el catalán es valenciano.